Capítulo 1: Deshecho
Seis meses después
En momentos como este, Jared Sheldon odiaba su empleo. Ser el Jefe de Medicina Deportiva en un renombrado club de la Premier League1 podía ser prestigioso, pero mientras miraba la pantalla de su computadora, luchando por recordar la lesión de algún futbolista adolescente que ya no jugaba para el club, odiaba su trabajo. Si hubiera sabido cuanto de su tiempo gastaría tras un escritorio mientras llenaba papeleo, Jared lo habría pensado dos veces cuando la junta directiva del Chelsea le ofreció la promoción hace un año.
El teléfono sonó.
Con sus ojos todavía en la pantalla del ordenador, Jared contestó. “Rebecca, te pedí que no me interrumpieras-”
“Lo sé,” su secretaria dijo y bajó la voz. “Pero tu chico está aquí.”
Jared miró hacia la puerta. “No sé de quién estás hablando.”
No necesitaba ver a Rebecca para saber que estaba rodando sus ojos. “Cinco-nueve2, pelo rubio ceniza, adorables ojos verdes, y un temperamento terrible. Gabe. Gabriel DuVal. ¿Te suena?”
“Te has vuelto descarada, Becca.”
“¿Yo? Nunca. ¿Puedo dejarlo entrar, por favor? Me está provocando dolor de cabeza. No parece entender que no puede entrar a tu oficina cuando él quiera.”
Jared no pudo evitar una sonrisa. Eso sonaba como Gabriel. “¿No le has dicho que estoy ocupado?”
“Lo hice. ¿Y sabes que dijo él? „Pero soy yo.‟ Como si las reglas no aplicaran para él.” Ella no podía contener el disgusto fuera de su voz.
La sonrisa de Jared desapareció. “Suficiente, Rebecca. Déjalo entrar.” Jared colgó, su ánimo tornándose ácido. Sabía que Rebecca tenía buenas intenciones. Ella era sólo un poco sobreprotectora con él y nunca le había gustado Gabriel. Para ser justos, Gabe no era todo sol y arcoíris: él podía ser un poco idiota con la gente que no le importaba - que era la mayoría de la gente - pero era ferozmente leal a aquellos pocos que le importaban.
La puerta se abrió y Gabriel entró en la habitación, vestido con su conjunto azul de entrenar. Él se dejó caer en la silla grande al otro lado del escritorio de Jared.
“¿No se supone que deberías estar entrenando?” preguntó Jared. Gabriel podía ser una de las estrellas del equipo, pero incluso él no podía salir del entrenamiento sin una buena razón.
“Sí.”
“¿Estás lastimado?”
Gabriel atrapó su labio inferior con sus dientes. “Mi espalda baja todavía me duele un poco después del golpe que recibí la semana pasada. Necesito un masaje.”
Jared lo estudió por un momento. Conocía al cuerpo de Gabriel mejor que al suyo propio y atestiguaba que el dolor estaba ausente, lo que significaba que Gabriel simplemente quería un masaje. Y por lo general deseaba un masaje cuando quería consuelo pero nunca lo admitiría.
“Ron es el kinesiólogo de turno en este momento,” Jared dijo suavemente. “Pídeselo.”
Gabriel frunció el ceño.
Jared soltó una carcajada. “Te das cuenta que ya no soy tu kinesiólogo, ¿cierto?”
Gabriel esbozó una sonrisa. “¿Qué? ¿Demasiado importante para ello?”
“Precisamente.” Jared se puso de pie y se dirigió al cuarto de examen contiguo. “Está bien, vamos. Tira la camisa y súbete a la camilla.”
Para el momento en que él hizo aparecer una botella de aceite para masajes, Gabriel ya estaba en la camilla.
Jared trabajó el aceite sobre sus palmas y lo extendió sobre la espalda de Gabriel, deslizándolas sobre las curvas de sus omóplatos con una practicada eficiencia.
Con un suspiro de satisfacción, Gabriel se relajó.
Jared se concentró en trabajar en los nudos, tratando de ignorar la impecable piel pálida que estaba tocando. La espalda de Gabriel era fuerte y delgada, con músculos bien tonificados. La mirada de Jared viajó por la graciosa curva de la espalda de Gabriel al culo respingón vestido sólo con unos delgados pantalones cortos azules.
Apretando la mandíbula, Jared apartó la vista y se aclaró la garganta. “Entonces, ¿qué te tiene de mal humor?”
Gabriel se tensó un poco antes de relajarse lentamente de nuevo mientras Jared masajeaba su espalda baja. “El entrenador quiere pasarme al ala derecha.”
Las cejas de Jared se fruncieron. Gabriel era uno de los mejores extremos3 en Europa, pero era de conocimiento popular que él se sentía incómodo jugando en el ala derecha. Él siempre jugó a la izquierda. Siempre.
“¿Por qué?”
“¿Por qué te parece?” Gabriel dijo, con amargura. “Por el niño de oro.”
Jared sonrió un poco. “Él es tu hermano, Gabe.”
“No, no lo es. No estamos emparentados por sangre.”
“Eso no importa,” dijo Jared.
“Dile eso a él. Él es el que constantemente le recuerda a la prensa que él es Inglés, mientras que yo soy francés - o ucraniano - lo que más le convenga.”
Jared sacudió la cabeza para sí mismo. Él nunca había entendido la rivalidad feroz entre Gabriel y su hermano adoptivo, Tristan. Ellos eran de la misma edad, ambos huérfanos, ambos amaban el fútbol y ambos eran increíblemente talentosos, pero no podían soportarse el uno al otro. Tal vez el problema era que Gabriel y Tristan no habían vivido como hermanos por mucho tiempo: sus padres adoptivos, los DuVals, habían muerto cuando tenían nueve y habían sido dejados al cuidado de familiares lejanos que no querían particularmente criar a dos niños difíciles que ni siquiera estaban relacionados con ellos por sangre. Para sacárselos de las manos, sus parientes habían inscripto a los niños en las ligas menores de un club de fútbol francés. Progresando rápido por seis años, y los chicos llamaron la atención de la red de cazatalentos del Chelsea. Jared pensaba que era bastante irónico que Gabriel y Tristan se odiaran entre sí, pero no pudieran librarse de la compañía del otro, incluso en Inglaterra.
“¿Qué hizo Tristan ahora?” Preguntó Jared, reanudando el masaje. “No es su culpa si el entrenador decidió moverlo a tu posición habitual.”
Gabriel soltó un bufido. “¿Realmente crees eso? Él siempre quiso ocupar mi posición. Nunca me pasa la pelota y siempre trata de hacerme ver mal, y todo el mundo lo ama porque él es tan querible e Inglés, y tú sabes cómo es. A la prensa británica le encanta revolver la basura y siguen proclamando que yo estoy arruinando el desarrollo futuro de una superestrella Inglesa.” Gabriel dijo burlón. “Y ese gilipollas echa constantemente más leña al fuego y comenta a la prensa que habría estado jugando mucho mejor si él jugara en el ala izquierda.”
Jared pasó las manos a lo largo de la espalda de Gabriel. “Tristan no es un chico malo. Estoy seguro de que no quiso decirlo en ese sentido.”
“¡El Infierno no lo hizo!” Los músculos de Gabriel se pusieron duros bajo sus manos. “Esa pequeña mierda manipuladora. ¿Por qué nadie puede verlo además de mí? Él es un chupa pollas con doble cara, pero todo el mundo piensa que es un tipo agradable. ¡Incluso tú! Yo pensé...” La voz de Gabriel se volvió firme. “Pensé que tú estarías de mi lado. Pero siempre eres tan agradable con él.”
Jared paró de masajear y se quedó mirando su nuca rubia oscura. “Soy el doctor principal de este club de fútbol,” dijo lentamente. “Y él es un jugador del equipo de primera4. Es mi trabajo ser amable con él y asegurarme de que está entrenando y en su mejor forma.” Él no sabía por qué estaba incluso explicando esto. Él no tenía que explicar nada a Gabriel. Estrictamente hablando, Gabriel era sólo uno de los setenta y ocho deportistas de edades variadas bajo su cuidado. No era asunto de Gabriel cómo trataba a los demás jugadores.
Excepto que aparentemente Gabriel pensaba diferente. “No quiero que seas agradable con él.”
Jared parpadeó. “¿Qué?”
Gabriel se volvió sobre su espalda, sus labios apretados en una línea triste. “¿No has notado lo dulce que es contigo? Yo lo conozco. Él nunca es dulce sin una razón.”
Jared reprimió un suspiro. Podía ver hacia dónde iba esto. Gabriel era muy posesivo con sus cosas. No hablaba mucho sobre su primera infancia en Ucrania - afirmaba que no lo recordaba - pero Jared pudo sacar una conjetura educada. Los orfanatos ucranianos no pudieron haber sido un lugar agradable para vivir. Cuando niño, Gabriel no había tenido demasiado, por lo que era solo natural que hubiera crecido acostumbrado a velar celosamente lo poco que tenía. No importaba que Gabriel ya no fuera un niño y podía permitirse cualquier cosa que quisiera; él nunca había superado su posesividad. Todos sabían que Gabriel DuVal era malísimo para compartir. Era evidente en el campo de fútbol, también: a menudo era egoísta y despiadado, queriendo ser el único que anotara todos los goles. Por esa razón, él era el blanco favorito para la crítica mordaz de los medios, universalmente odiado y admirado a regañadientes.
Cuando Jared había sido asignado como fisioterapeuta de Gabriel en el centro de rehabilitación, él ya había oído hablar de la personalidad difícil del niño. La verdad sea dicha, en aquel entonces Jared no había estado emocionado por la asignación. La residencia era agotadora, como lo fue para él, y cuidar a un adolescente difícil, paralítico, no era algo que estaba deseando en su futuro. Además, odiaba a los casos como el de Gabriel: cuando había pocas esperanzas de una recuperación completa y él verdaderamente podía hacer poco para ayudar.
Pero la primera vez que había visto al escuálido chico recostado inmóvil bajo las sábanas, sus enormes ojos verdes siendo el único color en su cara, esto se volvió personal. Demasiado personal para su gusto. Había líneas que los médicos no deberían cruzar con sus pacientes, y dar falsas esperanzas de recuperación era una de ellas, pero Jared no pudo evitarlo. No podía decirle al niño que nunca volvería a caminar nuevamente y que debería acostumbrarse a estar postrado. Simplemente no podía decirle eso. Había algo en ese chico pálido, de aspecto extraño, que sacó afuera cada instinto protector en él. Quería verlo sonreír. Quería verlo feliz. Quería verlo saludable. Se había tornado un poco obsesivo, y por los próximos diecisiete meses, Jared se encontró pasando el poco tiempo libre que tenía con Gabriel. El muchacho tenía una personalidad difícil, pero a Jared no le importaba. Gabe era como un animal herido (un cachorrito, Jared pensó cariñosamente) que quería ayuda y consuelo, pero trataba de ocultarlo. Por ensayo y error, Jared había aprendido cómo tratar con él. Cuando Gabriel lanzaba sus rabietas, Jared simplemente le devolvía una mirada no impresionada; cuando Gabriel se negaba a hacer sus ejercicios “porque no tenían sentido,” Jared le llamaba cobarde y desertor; cuando Gabriel estaba deprimido y comenzaba a perder la fe, Jared lo jalaba cerca y lo abrazaba, susurrándole palabras de amor hasta que Gabriel sonreía y recuperaba su persistente creencia en que todo iba a estar bien.
La fe por sí sola no era suficiente -en cierto modo, la recuperación de Gabriel fue un milagro médico- pero el milagro no habría sucedido si Gabriel hubiera dejado de intentarlo. El día en que Gabriel logró dar unos pocos pasos sin caer, él abrazó a Jared con fuerza y murmuró bajo su cuello, con su voz llena de emoción, “No habría podido hacer esto sin ti. Te amo.”
Y Jared se había quedado congelado en su sitio, sintiendo frío y calor a la vez. Él Sabía que era una confesión completamente inocente. Era bastante común que los pacientes se apegaran a sus médicos, especialmente considerando las circunstancias de Gabriel: él estaba en un país extranjero y no tenía a nadie además de Jared. En todos los meses que Gabriel había pasado en el centro de rehabilitación, nadie lo había visitado, además de unas pocas personas de su club de fútbol. Así que no era sorprendente cuan apegado Gabriel se había puesto con él.
Lo que era sorprendente, era lo apegado con el chico que Jared había llegado a estar, aunque... apegado no sería la palabra correcta para ello. Estar solo apegado hubiera sido poco profesional, pero todavía estaría bien. Lo que él había sentido por su paciente-de-diecisiete-años, -que era diez años más joven que él- definitivamente no estaba bien.
El día en que Gabriel había sido dado de alta fue sumamente agridulce, porque significaba que Gabriel regresaría a Inglaterra. Esa noche Jared fue a un bar y se emborrachó. Él apenas recordaba lo que pasó después de eso, pero recordaba despertar con resaca y un extraño desnudo junto a él -un extraño que apenas parecía tener edad legal. Un extraño que tenía cabello rubio oscuro y ojos verdes.
“¿Jay?”
Jared se estremeció y apartó los recuerdos de su mente, reprimiéndolos como había aprendido a hacer mucho tiempo atrás. Suspirando, se alejó de la mesa de masajes y se dirigió al fregadero para lavarse las manos. “Sabes que esto es ridículo, Gavriil.” A Gabriel no le gustaba cuando Jared lo llamaba por la versión ucraniana de su nombre, pero eso siempre le hacía prestar atención. Jared sabía que Gabriel odiaba todo lo que el nombre implicaba más que al propio nombre. A Jared le gustaba el nombre, pero lo usaba con moderación –a Gabriel no le gustaba ser recordado sobre su niñez. Tanto como Jared sabía, era una de las pocas palabras que Gabriel todavía recordaba de su lengua materna; él era francés ahora, en otras formas además del nombre.
“No puedes decirme cómo tratar a mis pacientes,” añadió Jared.
“Pero-”
“¿Cuál es exactamente tu objeción?”
Silencio.
Y entonces,
“Porque tú eres mío.”
El corazón de Jared se salteó un latido. Se dijo a sí mismo que no debía ser idiota. Por supuesto que esto era sobre la rivalidad de Gabriel con su hermano.
Jared volvió a su escritorio, se sentó y se quedó mirando a la pantalla sin ver. “Vuelve a entrenar y deja de molestarme, Gabriel. Estoy trabajando. Tú deberías estar trabajando también, y, a diferencia tuya, a mí no me pagan millones por correr en una cancha de fútbol y perseguir una pelota.”
Gabriel se echó a reír. Jared podía oírlo saltando de la mesa de masajes y caminando de regreso a la oficina.
“Jay,” dijo suavemente.
“No.”
“Vamos.”
“Dije que no. Estás siendo ridículo.”
Todavía vestido solo con sus pantalones cortos, Gabriel rodeó el escritorio, llevando la camiseta en su mano.
Jared se preparó.
“No estoy pidiéndote que seas malo con él ni nada.” Gabriel pasó un brazo alrededor de sus hombros y se inclinó hacia él. “Sólo no confíes en él, ¿de acuerdo? Él es una víbora.”
Su cálido aliento rozaba la oreja de Jared. Su aroma cosquilleando en su nariz. Su piel desnuda estaba tocando el brazo de Jared.
Jared siguió mirando un informe sin prestar atención, centrándose en mantener su respiración uniforme.
Gabriel suspiró, presionando su nariz contra un lado de la cara de Jared. “Yo solo-Yo no confío en él. No contigo. Prométeme que tendrás cuidado de él. No dejes que te envuelva alrededor de su dedo meñique como hace con todo el mundo.”
Jared casi se echó a reír. Él era un hombre sano, con necesidades y no estaba ciego -Tristan era increíblemente hermoso y coqueteaba abiertamente con él- pero si hubiera alguien que lo tenía envuelto en su dedo meñique, era Gabriel.
“Prométemelo,” pidió Gabriel.
“Lo prometo,” Jared dijo, resignado. Hace mucho que había perdido toda ilusión sobre su habilidad para decirle no a Gabriel. No podía soportar oír la nota de inseguridad en la voz de Gabriel. El mundo conocía a Gabriel como a un tipo confiado, arrogante, al que no le importa una mierda nada, pero no podían estar más equivocados. Gabriel solo ocultaba bien su vulnerabilidad. A veces demasiado bien.
No, Jared no estaba ciego ante los defectos de Gabriel. Gabriel estaba lejos de ser un ángel. Tenía una veta egoísta, despiadada, era demasiado posesivo para su propio bien, y podía ser un imbécil con las personas que no le gustaban. Gabriel también era tristemente célebre por ser un mal perdedor. Si el equipo perdía un partido, era imposible estar alrededor de Gabe. No sabía cómo perder. Ponía mala cara, enfurruñado, y tenía rabietas como un niño pequeño cuando las cosas no salían como él quería. Pero debajo de todo eso, él tenía un tipo de vulnerabilidad que hacía que Jared quisiera envolverlo en sus brazos y protegerlo de todo el mundo.
Entre otras cosas, Jared admitió para sí mismo tristemente.
Apretando la mandíbula, miró directamente hacia el frente mientras Gabriel lo abrazaba. “Gracias,” él murmuró, sus labios rozando la oreja de Jared.
Maldito sea todo. A veces Jared sentía que lo estaba matando. Pero se dejó envolver un brazo alrededor de Gabriel y acercarlo más. Saboreó la sensación del cuerpo de Gabriel contra el suyo y bebió su aroma como si fuera aire, y él fuera un hombre ahogándose. Era un tipo particular de infierno: estar tan cerca de él y saber que nunca podría tenerlo. “Ahora dejar de intentar ahogarme y vuelve a entrenar.”
Riendo, Gabriel se enderezó. “Voy a volver después del entrenamiento. No te vayas sin mí.” Él besó a Jared en la mejilla.
Luego se fue.
Un silencio cayó sobre la habitación después que la puerta se cerró tras Gabriel. Estaba todo demasiado tranquilo, de repente. Demasiado vacío. Su piel hormigueaba donde Gabe lo besó.
“Deberías decirle.”
Jared levantó la vista. Rebecca estaba apoyada en el marco de la puerta, con un profundo ceño fruncido.
Él volvió su mirada a su computadora. “¿Para qué?” No tenía sentido; eso sólo haría todo más incómodo. Gabriel podría amarlo, podría ser excesivamente cariñoso con él, pero era cien por ciento heterosexual. Él tenía una adorable novia de la que estaba enamorado. Jared no era nada para él además de su amigo, y nunca sería nada más.
Rebecca dejó escapar un profundo suspiro. “Entonces sigue adelante, Jared. Te mereces algo mejor. ¡Puedes hacerlo mucho mejor que con él!
Mírate. ¿Cómo puede un hombre con tu apariencia estar soltero? Han sido ¿cuántos años ya? ¿Tres? ¿Cuatro?”
“Yo salgo. Tengo sexo.” a veces.
Rebecca se burló. “¿No quieres algo más? ¿No quieres una relación plena? Alguien a quien amar -y ser amado también? Alguien-”
“Suficiente, Becca,” dijo entre dientes.
“Han pasado años, Jared. ¿Y cuántos años más van a ser? He oído a su novia hablando sobre casarse y tener hijos. Estoy segura de que él va a ser lo suficientemente insensible e ignorante para pedirte ser su padrino. ¿Cómo vas a hacer frente a eso?”
Los números se borronearon en la pantalla. Como siempre lo hago. Eso era lo que tenía intención de decir, pero su garganta estaba apretada y dolorosa.
“Suficiente,” espetó. “Déjame solo.”
Sacudiendo la cabeza, ella cerró la puerta, y Jared se quedó solo con sus pensamientos una vez más.
Reclinándose en su silla, cerró los ojos. Rebecca tenía razón, por supuesto: esto era completamente inútil. Debería renunciar. Alexander, su primo, le había dicho lo mismo cuando él se había enterado de esto medio año atrás. Alexander quería que se fuera de Inglaterra –que dejara a Gabriel- y volviera a los Estados Unidos.
A decir verdad, si no fuera por Gabriel, Jared nunca habría salido de Estados Unidos en primer lugar. Había dejado su casa y todo lo que conocía por el jovencito que se le había metido tan profundamente bajo la piel, que Jared no podía imaginar estar a un océano de distancia de él. Pero de alguna manera, estar tan cerca fue por lejos más doloroso de lo que esperaba. Ver a Gabriel encaprichándose con Claire lo había curado de cualquier ilusión que pudo haber tenido.
Esto no tenía sentido. Debería regresar a casa. El problema era, que los Estados Unidos ya no se sentían como su hogar.
El teléfono volvió a sonar.
“¿Ahora qué, Rebecca?” dijo Jared.
“El Sr. Mewes quiere hablar contigo.”
Jared frunció el ceño. “Déjalo entrar.”
Se sentó más derecho mientras que Paul Mewes entró en la habitación.
“Paul,” murmuró Jared, un tanto sorprendido. Paul era un entrenador muy comprometido y raramente se iba mientras los jugadores estaban entrenando. “Toma asiento. ¿Algún problema?”
El hombre se dejó caer pesadamente en la silla frente a él, sus pesadas cejas arqueadas. “Es sobre DuVal. Me refiero a Gabriel, por supuesto. Tristan nunca causa ningún problema, al contrario de su hermano.”
Jared luchó por mantener su rostro indiferente. “¿Qué sobre Gabriel?”
Paul cruzó los brazos sobre su pecho. “¿Hablas en serio? ¿No has notado lo imposible que ha estado últimamente? Tú lo conoces mejor que yo. Pensé que serías el primero en notarlo.”
El ceño de Jared se profundizó. Se devanó los sesos tratando de recordar algo raro en el comportamiento de Gabriel, pero no lo encontró.
En realidad, Gabriel había estado bastante bien últimamente. Él parecía estar haciendo un esfuerzo por mantener su temperamento en calma.
“¿De qué estás hablando?” preguntó Jared.
Las cejas de Paul se levantaron de golpe. “¿Quieres decir que no se ha estado comportando como un culo malhumorado a tu alrededor?”
“No realmente,” dijo Jared. “Todo lo contrario.”
Paul sacudió la cabeza. “Él ha estado absolutamente imposible durante el último par de meses. Él desafía mis instrucciones y discute con otros jugadores todo el tiempo. Él está alterando el clima en el vestuario.”
“Eso no suena como él,” Jared dijo lentamente. Gabriel podría ser terco y un poco egoísta en el campo de juego a veces, pero él era un buen compañero de equipo; él sabía la importancia de un buen ambiente en el vestuario.
“Lo sé.” Paul frunció los labios. “Pensaba que lo superaría -lo que sea que fuera- pero parece estar empeorando. Cada pequeña cosa lo puede desencadenar. Comenzó a meterse en peleas físicas con otros jugadores. Fue grosero con los aficionados y periodistas esta mañana.”
Cuanto más Jared escuchaba, más difícil le era creer que había logrado perderse eso. O tal vez Gabriel había hecho un esfuerzo para ocultar su estado de ánimo de él, lo que era aún más preocupante.
“Él no está contento con que quieras moverlo al ala derecha,” Jared dijo. “Tal vez sea eso.”
“No, es una consecuencia de su comportamiento, no la causa él.”
“¿Hablas con él? ¿Le preguntaste qué está pasando?”
Paul hizo una mueca. “Lo intenté. Pero ya sabes cómo es él. Fingió que no tenía idea de lo que le estaba hablando.” Él negó con la cabeza. “Yo lo dejaría estar si su comportamiento no estuviera afectando al equipo, pero lo está, así que no puedo. Al principio pensé que podría estar teniendo problemas para lidiar con su inminente paternidad y todo eso, pero...”
“¿Paternidad?” dijo Jared.
“Sí, es un hombre muy joven, después de todo. Sé que muchos futbolistas se vuelven padres a una edad temprana, pero personalmente, no creo que Gabriel esté de ningún modo preparado.”
“¿Cómo– cómo te enteraste del embarazo?” Jared apenas podía reconocer su propia voz. Apenas podía oír algo más allá de los latidos de su propio pulso en sus oídos.
Paul resopló. “Ciertamente no de él. Yo los escuché a él y a Lambert. Pienso que las únicas personas que lo saben somos Lambert y yo. Y tú, obviamente. Probablemente te contó sobre el embarazo de su novia hace meses, ¿Uh?”
Jared no dijo nada.
“De todos modos,” dijo Paul. “¿Podrías hablar con él? Si no consigue contenerse, lo sentaré en el banco, y no me importará que él sea el mejor delantero en el país.”
Jared probablemente asintió, ya que Paul se levantó y se fue.
Cuando la puerta se cerró, Jared no se movió.
Se quedó allí sentado, muy quieto.
1 La “Premier League”, también conocida en el Reino Unido como The Premiership, es la máxima categoría de la liga de clubes de fútbol de Inglaterra y Gales. En Sudamérica, sería equivalente a los equipos de la primera división.
2 Cinco-nueve, se refiere a la altura de Gabriel en pies (aprox. 1,80 m).
3 Extremo – posición en el fútbol también conocida como alero o delantero exterior.
4 Equipo de Primera – refiere a que juegan en la primera división de fútbol.
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