El Novio De Reserva

Capitulo Nueve


Resultó que Alec no tenía razones para preocuparse de cómo iba a responder ante el retorno de un Dylan quien miraba fijamente a Alec con ese íntimo calor contenido en sus ojos. El día terminó al igual que al principio, con un ardiente sol persistente en el horizonte y nada semejante al deseo apareciendo en los ojos de Dylan.
De hecho, casi se había desenganchado por completo.
El patio del restaurante rebosaba de motociclistas, y las charlas y las risas y el ruido de los cubiertos llenaron el aire. Alec se había reído cuando Dylan fingió llorar de alivio cuando olieron la barbacoa que se les servía a los participantes —la primera fugaz muestra del humor de Dylan desde la mañana.
Su equipo de cinco hombres había comido la cena mientras debatían cuál había sido la mejor motocicleta que habían visto durante el día. Curiosamente, Dylan se había quedado fuera de la discusión amistosa, silencioso y centrándose sólo en su comida. Y había algo obsceno en la forma como Dylan devoró su barbacoa. Ver a Dylan lamer la salsa de sus labios y dedos constituyó una forma de tortura. Afortunadamente, con los platos de la cena en su mayoría despejados, todos ellos se sentaron alrededor de la mesa a beber cerveza mientras los amigos de Dylan contaban historias acerca de las últimas carreras de póker. La conversación fue una distracción bienvenida del dedo porno y la mirada casi retraída en el rostro de Dylan.
—Alec —dijo Charlie, el hombre de mediana edad hizo que Alec saliera de su estupor con un sobresalto—. ¿Has pensado en comprar una motocicleta de verdad?
Al ser el novato, Alec se había llevado la peor parte de las amistosas bromas del grupo durante todo el día. Cada hombre tenía su marca favorita de motocicletas. Alec había aprendido rápidamente sus preferencias mientras cada hombre arrojaba sobre cada marca sus insultos favoritos, insultos tales como "pedazo de mierda extranjera", "BMW es sinónimo de grandes cantidades de dinero desperdiciado", y "las Harleys son para las personas que piensan que la lucha libre profesional es real".
—Una mejor pregunta, Charlie —Alec se encontró con la mirada del pelirrojo con una ceja levemente levantada— es ¿cuándo va a crecerte una barba real?
La explosión de carcajadas en la mesa era muy fuerte, pero Dylan simplemente miró hacia el otro lado del patio cubierto, sin ni siquiera un atisbo de sonrisa en su rostro.
Cuando su sonrisa se desvaneció, Charlie frotó sus parches de barba que cubrían sus mejillas. —De todos modos ¿cuánto tiempo has estado montando?
—Un poco más de un mes —dijo Alec.
—Santo cielo, eres un neófito —dijo Charlie.
Dylan de repente se inclinó hacia adelante interesado. —Pero el hombre tiene una mente como una jodida trampa de acero. Yo creo que tiene una memoria fotográfica. —Se giró hacia Alec —y Dios bendito, Alec debería sentirse avergonzado por la oleada de placer causado por la simple atención.
—¿En qué año Honda introdujo el CB750 al mercado de EE.UU.? —preguntó Dylan.
—1969 —respondió Alec.
—¿Hace cuántos años la Harley Davidson hizo el motor Knucklehead?
—Once.
—¿Cuándo produjo Indian su primer V-twin? —Charlie disparó.
—1907 —dijo Alec—. Pero existe cierto debate acerca de la fecha.
El hermano de Charlie, Rob, dejó escapar un silbido. —Es como una Wikipedia andante.
—Quizás —dijo Alec con una sonrisa—. Pero no me pidas que te ayude con una afinación.
Dylan inclinó la cabeza en dirección de Alec. —Es cierto —dijo—. No sabe la diferencia entre un Phillips y un destornillador de punta plana.
Rob ladró —¿Estas tomándonos el pelo? —al mismo tiempo, llegaron varios gemidos incrédulos del resto de los hombres. Alec sonrió, divertido porque sus amigables bromas ahora se extendieron hacia sus habilidades mecánicas abismales, pero sobre todo aliviado porque las burlas de Dylan hacia Alec no se habían sentido tan mal.
—Tiempo para el tradicional brindis de cumpleaños. —Rob levantó su cerveza—. Por Rick Adams.
Con un murmullo general de acuerdo, el pequeño grupo de hombres levantaron sus jarras, y Alec miró a Dylan. El estado de ánimo en el que había estado repentinamente hizo clic, y Alec mentalmente se dio una patada en el culo.
Por Dios, ¿cómo pudo ser tan ciego?
Alec bajó lentamente su bebida. Hoy era el cumpleaños de Rick, el amigo que Dylan cada año homenajeaba organizando un evento masivo de recaudación de fondos. El que hacía que las ganancias fueran donadas en su honor. El nombre extendido a un costado del taller de Dylan.
Al mirarlo de reojo, Dylan le envió una pequeña sonrisa, pero su brillo habitual de buen humor había desaparecido.
La mesa comenzó a discutir la ruta de mañana, y Alec se inclinó más cerca de Dylan, su voz baja. —¿Estás bien?
Encorvado en su silla, con las piernas abiertas en una posición relajada, Dylan se encogió de hombros. —Tan bien como se puede esperar.
Por primera vez en semanas, Dylan le sostuvo la mirada por un largo rato, dilatándose más allá de un período de tiempo respetable. Y lo que comenzó como un sentimiento de preocupación de parte de Alec se fue deslizando larga y lentamente hacia otra cosa...
Pasaron varios segundos durante los cuales Alec sabía que tenía que llevar su atención hacia otra parte. A cualquier otro lugar. Pero Dylan saboteó el intento cuando sus ojos cayeron en la boca de Alec y se tornaron de un verde más oscuro. Un tono con el cual Alec estaba muy familiarizado.
Era un pequeño vistazo de lo que él había estado esperando ver todo el día.
A pesar de la brisa fresca, el calor enrojeció hasta el cuello de Alec. Tomó un sorbo de cerveza y se removió en su asiento. Por desgracia, al reposicionarse en su silla levantó su rodilla contra la de Dylan, y el contacto envió electricidad a través del cuerpo de Alec.
De repente sintió su garganta tostada y carente de humedad. Colocó con cuidado su jarra en la mesa, lamiendo la espuma de sus labios y muy consciente de que Dylan observaba el procedimiento con intenso interés.
«Mierda»
Ahora que su cerveza estaba en la mesa, Alec no sabía qué hacer con sus manos, por lo que se metió el cabello detrás de las orejas. La mirada de Dylan parecía seguir todos sus movimientos, y el pulso de Alec tomó velocidad, la conversación en torno a ellos decolorándose.
Había llegado el momento de dejar de fingir. Nada era lo mismo desde que habían reanudado su amistad. Ahora el contacto aparentemente inocente de rodilla contra rodilla distrajo a Alec hasta el punto que no podía seguir la conversación, no cuando la mirada de Dylan se mantenía forzosamente estrellada contra la de Alec. Haciéndole preguntas que Alec no podía contestar.
Haciéndole oscuras promesas que Alec no debería querer que Dylan mantuviera.
La expresión de Dylan se quedó con Alec mientras pagaban la cuenta y se dirigieron de vuelta al hotel con el resto del grupo. Cuando Alec entró en su habitación, solo, tiró las llaves en la cómoda, inquieto. Arrastró la mirada a través de la aburrida decoración color beige y la cama king-size le hizo sentir a Alec... soledad.
Y estaba tan cansado de estar solo.
Alec estaba de pie en el mismo lugar, contemplando tomar una ducha cuando un fuerte golpe en la puerta lo sobresaltó. El sonido hizo eco en la habitación de hotel y, sin duda, por el pasillo. Por un momento, Alec se quedó mirando la puerta, un profundo sentimiento de expectación, temor e inevitabilidad brotó en su pecho. Sabía quién estaba del otro lado.
Él sabía lo que Dylan quería.
Pero, ¿realmente Dylan deseaba a Alec, o era simplemente una manera conveniente para Dylan de lidiar con un día difícil?
Tan pronto como ese pensamiento llegó a la cabeza de Alec, se puso tenso.
Un segundo golpe vino. Con la mente confundida, Alec cruzó sobre la alfombra y abrió la puerta, todavía sin saber qué hacer cuando miró al hombre. Dylan estaba ahí de pie con las manos en las caderas, su camiseta ajustada firmemente sobre sus hombros, sus pies descalzos asomando desde el fondo de sus jeans deshilachados. Por alguna razón, Dylan parecía enojado.
Tres latidos sordos más tarde, dijo Alec: —Dylan, ¿no crees que...?
Como si hubiese liberado el freno en una motocicleta a toda velocidad, Dylan cerró los puños en la camiseta de Alec y lo apiñó contra el marco de la puerta. Alec luchó para terminar con su pregunta, confuso, pero las intenciones de Dylan se hicieron evidentes cuando sus labios se posaron en los de Alec.
Dylan presionó la boca bien abierta de Alec. Varios húmedos, hambrientos besos siguieron dejándole a Alec poco espacio para reflexionar. En algún lugar en el fondo de su cerebro, se dio cuenta de que este era el primer beso real que se daban. Uno que no había comenzado al fingirlo o deslucido por los efectos del alcohol.
Dylan inclinó la cabeza para tomar más. Su lengua acarició la de Alec y envió una punzada de puro placer directamente hacia su ingle, y cada pensamiento racional en el cerebro de Alec entró en año sabático permanentemente.
Dylan no podía recordar la última vez, si es que hubo alguna, que la necesidad de estar dentro de alguien lo atravesara con tanta intensidad.
Pero mientras habían estado sentados en el restaurante, con Dylan en medio de una enfurruñada autocompasión —y, Jesús, ¿no debería haberse recuperado de la pérdida de Rick ahora?— Alec había metido su cabello detrás de la oreja, dejando al descubierto
la línea de su mandíbula. Dylan se había quedado momentáneamente paralizado, imaginando a su lengua trazando el ángulo y sus labios sobre el pulso en el cuello. Tenía ganas de marcar la piel de Alec. Dylan había pasado el día tratando de mantener sus manos lejos como se había prometido, pero de repente fue golpeado por el insaciable deseo de enterrarse dentro de Alec y no darse un respiro.
La necesidad lo consumía por completo. Abrumándolo. Conduciéndolo a la locura.
Y ahora mismo se sentía jodidamente demasiado lejos de lo que él tenía, que era jodidamente fabuloso, a todo lo que él quería, que era todo. Todo de Alec extendido sobre su espalda, los tobillos por encima de su cabeza y con Dylan enterrado profundamente en su culo. En un intento por acercarlo más, Dylan enganchó los dedos en los jeans de Alec y maniobró sus cuerpos dentro de la habitación, atrapando a Alec contra la pared.
Sus dos pollas duras ahora se presionaban entre sí a través de varias frustrantes capas de mezclilla y algodón.
—Necesito... —Dylan gimió contra la boca de Alec mientras pateaba la puerta para cerrarla—. No puedes...
«Dejarme como lo hiciste antes.»
Dylan se lanzó para otro beso de esos que drogan hasta el alma antes de volver a intentarlo. Pero la imagen mental de los dos doblados como un pretzel fue demasiado, robándole su capacidad para hablar. —Yo... demonios...
Como el día en la clínica, las palabras se tropezaban de forma caótica en su mente. Se esforzó por organizarlas en el orden correcto, pero se le escaparon sin consultar a su cerebro. Un lío incoherente de "necesito" y "no puedo" y "ahora" se deslizaban al azar de su boca entre calientes, desordenados besos, sin ningún orden en particular y sin ningún significado en particular.
A tientas con las manos y con los dedos volando por todas partes, Dylan trabajó en la ropa de Alec porque quería quitarla, quitarla, quitarla. Con sus caderas todavía atrapando a Alec contra la pared, Dylan empujó la camiseta de Alec por encima de su cabeza, dejando unos caprichosos mechones de cabello parados en todas direcciones por la estática. Dylan la tiró a un lado y agarró los jeans de Alec.
Dylan consiguió deshacer el botón y gruñó en señal de victoria, sólo para que las cosas se deterioraran brevemente cuando Alec trató de ayudar con la camisa de Dylan. Los dedos de Alec deslizándose hacia arriba por el pecho de Dylan, obstaculizó sus esfuerzos, frenándolos. Y cuando Alec alcanzó los pezones de Dylan... Mierda, ahora Dylan apenas podía ver bien.
Alejó las manos de Alec de golpe. —Deja de ayudar.
Impaciente, él quería a Alec desnudo ahora, porque no se trataba sólo de conseguir alivianarse. Un orgasmo no era la única intención de Dylan. Quería estar dentro de Alec cuando se corriera y ver el rostro de Alec mientras él lo hacía. Quería ver el color subiendo por sus mejillas y la oscura-oh-estoy-tan-cerca-mirada, en esos ojos azules. Necesitaba sentir el semen de Alec derramarse en su piel.
Dylan luchó con la parte delantera de los jeans de Alec sometiéndolos, haciendo chasquear la cremallera al abrirla antes de hundir su mano por delante. Dos frustrantes segundos pasaron mientras Dylan buscaba por debajo de la cinturilla de los calzoncillos.
Santo infierno, nunca antes se había sentido tan torpe durante el sexo. Sus dedos finalmente excavaron un túnel en el interior y acarició la polla completamente erecta, dura, y todavía cubierta por la piel más suave. Dylan circundó la rendija de Alec con el pulgar, lubricándolo con el líquido pre-seminal, y Alec ahogó un sonido que parecía algo así como un sollozo. ¿Y Dylan?
Dylan permaneció en silencio, tan agradecido de tener a Alec de nuevo entre sus brazos que apenas podía respirar.
—Quítatelos —Dylan gruñó.
Alec obedeció, empujando sus pantalones hasta el suelo y pateándolos a un lado. Dylan los giró alrededor y condujo de espaldas a un Alec gloriosamente desnudo hacia el centro de la habitación. Su boca consumiendo unos labios suaves, Dylan detectó un indicio del humo de la barbacoa y aire fresco aferrándose en el cabello de Alec mientras lo conducía con un destino en mente.
Un propósito.
Una meta.
Cuando llegaron a la cama, Dylan siguió avanzando, y los dos cayeron hacia abajo, rebotando en el colchón.
Dylan aterrizó encima de toda esa piel desnuda y dejó escapar un silbido satisfecho. —Sí.
Con un brazo apoyado a un lado de la cabeza de Alec, Dylan se inclinó hacia adelante, tratando de desabrochar sus jeans y aun así mantener sus labios sellados. Los besos de boca abierta se volvieron francamente obscenos. Alec se encontraba con él una y otra vez, su lengua acariciando la de Dylan, pero sus manos permanecían envueltas alrededor de los bíceps de Dylan. Ya sea que Alec lo sostenía a causa del ritmo loco o porque se negaba a interferir de nuevo, Dylan no estaba seguro. Con un gruñido de satisfacción, Dylan finalmente bajó la cremallera de sus jeans.
Sólo llegó a desabrochar el frente antes de sacar su polla y dejarla caer, demasiado ansioso como para tomarse el tiempo necesario para quitarse la ropa. Sus pollas alineadas lado a lado como si hubieran estado esperando que los hombres consiguieran estar uno sobre el otro y seguir con el programa, y Dylan dejó escapar un gemido largo y lento.
Porque él estaba tan jodidamente de acuerdo con el sentimiento.
De repente cayó en la cuenta de que no le había preguntado a Alec si esto estaba bien, si se le permitiría estar aquí de esta manera, extendido encima de él. Pero cuando Alec gimió y empujó sus caderas en busca de fricción, Dylan pensó, que en este punto, la pregunta sería jodidamente estúpida.
—Lubricante —Alec jadeó, seguido de—: Condón.
Y sí, pedir permiso ahora sería dar unos diez pasos en la dirección equivocada.
Dylan metió la mano en el bolsillo trasero y sacó un paquete de lubricante y un condón. Cuando había caminado hacia la habitación de Alec no había tenido ninguna duda en su mente de que iban a terminar aquí, que los dos se encausarían desde donde habían sido descarrilados por Noah y sus idiotas opiniones.
Alec inclinó sus caderas y extendió sus muslos en invitación, concediéndole a Dylan acceso completo.
—Mierda —dijo Dylan con un suspiro tembloroso.
Hizo un trabajo rápido con el preservativo y el lubricante, buscando a tientas sólo por un momento, graciasmuchasgracias.
Dylan trabajó en abrir a Alec, pasando de uno a dos y luego a tres dedos, apenas tomándose el tiempo para procesar la respuesta de uno antes de agregar el otro. Sabía que iba demasiado rápido, pero Alec simplemente enterraba sus uñas romas en los brazos de Dylan y movía sus caderas en suplicantes círculos. No ofreció resistencia, sólo exigió más. Alec movió las piernas más alto y las instaló alrededor de la espalda de Dylan levantándose aprisa. Pero Dylan anhelaba una mejor fricción. Más contacto. Diablos, él necesitaba apalancarse.
Dylan pasó un brazo por debajo de Alec. —Espera.
Lo arrastró por la cama hasta que el culo de Alec llegó al borde y Dylan podría plantar firmemente los pies sobre la alfombra. Ni un segundo pensamiento entró en su mente mientras alineó su pene contra el agujero de Alec y empujó, tocando fondo en un largo recorrido.
El apretado calor envolvió su polla, y Dylan dejó escapar un siseo y se quedó inmóvil, sus miembros tensos. Hasta el más ligero temblor podría haber desgarrado cada uno de sus músculos. Luchó contra el impulso de moverse mientras que las palabras que corrían alrededor de su cabeza desde que Alec había terminado las cosas —las mismas que habían luchado por salir cuando Dylan las había logrado cazar en la clínica— finalmente escaparon.
—Esto no ha terminado —Dylan soltó con voz áspera.
La agitación que había estado sintiendo en su interior desde que Alec había puesto su amistad, o relación, o lo que-carajos-esto-fuera quedó en suspenso. Dylan movió sus caderas hacia atrás antes de empujar de nuevo, y Alec arqueó la espalda para recibir a Dylan.
—Lo sé —murmuró Alec.
De alguna manera, la admisión se sentía horriblemente insuficiente. Dylan apretó la frente contra la de Alec y repitió el proceso, casi saliéndose por completo, seguido por un duro impulso hacia adelante, enterrándose hasta la empuñadura.
Las duras palabras pasaron como un chorro de arena a través de la garganta de Dylan. —No hemos terminado.
—Lo sé.
Esta vez la confesión de Alec retumbó como una Harley perfectamente afinada, y no había ni una jodida manera en que Dylan pudiera prepararse para la cantidad de oportuno miedo que sabía que su declaración —y la respuesta de Alec— generarían.
Haciendo el pensamiento a un lado, Dylan comenzó a un ritmo exigente que esperaba como el infierno poder mantener. El tiempo se borró. La cama crujió.
Hasta que el aliento de Dylan llegó convertirse en temblorosos jadeos.
Y debido a que el bombardeo en el culo de Alec y su respiración no eran lo suficientemente duros. Dylan sintió la necesidad de también mantener el control de los labios de Alec. Así que empujó las piernas de Alec más alto. Y con los codos presionados contra la cama, Dylan pasó los dedos por entre el cabello del hombre, sosteniendo la cabeza en su lugar así él podría devorar la boca de Alec al mismo ritmo que sus caderas.
Alec murmuró incoherentemente, confusos sonidos entremezclados con ruidos quejumbrosos mientras Dylan se estrellaba contra él sin descanso. Con los dedos enterrados entre el cabello de Alec, Dylan clavó a Alec a la cama, con miedo de que de repente cambiara de opinión acerca de querer esto, acerca de querer a Dylan. Pero Alec parecía incapaz de nada más allá de abrirse más para Dylan y suplicarle que tomara más. Aún mejor, Alec se inclinaba hacia las caderas de Dylan cada vez que su polla golpeaba dentro.
Los movimientos se volvieron codiciosos y calientes y duros, y ahora Dylan apenas si se retiraba antes de empujar de nuevo dentro. —Alec.
En respuesta, los dedos de Alec se clavaron en los brazos de Dylan, dejándolos marcados. Pero a Dylan no le importaba. El sudor humedeció la camisa de Dylan, su espalda echando vapor, pero eso tampoco le importó, no mientras estaba ocupado reclamando a Alec. Con tanto que ver, Dylan lidió con lo que más prefería. ¿La boca floja de Alec o los ojos en blanco a causa del placer? ¿Su expresión desesperada o el color rojizo de sus mejillas? Pero, Jesús... La vista del culo desnudo de Alec con Dylan completamente enfundado en él hizo el momento mejor, más caliente, más urgente.
Alec contuvo el aliento. —Por favor...
El placer aumentó desde dentro hacia afuera, apretando a Dylan con más fuerza, intensificando cada sensación. Los fríos dientes de la cremallera de Dylan presionados contra su polla y el roce áspero de la mezclilla rasguñando su piel. Inhalar el oxígeno suficiente se convirtió en un verdadero desafío. Pero aun así quería a Alec más cerca, necesitaba más.
Y el peso de ese deseo era jodidamente terrible.
Alec sonaba roto. —¡Dylan!
Dylan miró la polla rojo sangre de Alec, hinchada y brillante en la punta. La visión envió la madre de todas las estremecidas sacudidas a través de él.
La desesperación hizo ronca la voz de Dylan. —Tócate.
—Pero voy a...
—Hazlo ahora.
Alec metió su mano entre ellos y se dio varios tirones al tiempo con los empujes de Dylan. Precariamente cerca de la combustión espontánea, Dylan gruñó mientras sus caderas tartamudearon, perdiendo el ritmo. Alec arqueó su cuello, su espalda rígida, mientras gruesas y blancas rayas de semen fueron disparadas hacia su pecho, y Dylan casi sollozó con alivio. Clavó los dedos de los pies en la alfombra y dando un último empujón, el placer incineró todas sus células. Todo el aire salió de golpe de sus pulmones, sus ojos se pusieron en blanco y su visión se volvió negra.
Cuando Alec finalmente logró acorralar a su mente y cuerpo en la misma habitación, lentamente se dio cuenta de una presión aplastante. Dylan se había derrumbado sobre él. Alec se movió, tratando de aliviar la carga que ahora le impedía respirar.
Cristo, el hombre era nada más que puro músculo.
Alec logró jadear. —Dylan.
—Lo siento —murmuró, moviéndose fuera de él.
Se corrieron más arriba en la cama, y Dylan se pegó contra el costado de Alec, con el brazo sobre el pecho de Alec. Después de varios segundos, Dylan enganchó la pierna por encima de la de Alec. Ya sea para impedirle escapar o para tocar más piel, Alec no lo sabía. El peso más ligero se sentía agradable y el calor le aseguró que Dylan todavía estaba aquí. La paz se apoderó de Alec, y todo —la preocupación, la duda y el miedo al futuro— fue empujado a un lado.
Bueno, todo menos la curiosidad.
Sus respiraciones se desaceleraban mientras sus cuerpos se enfriaban, y Alec trazó la gran cicatriz en la espalda de Dylan.
—Háblame de Rick.
La pausa que siguió duró varios segundos antes de llenarse con el sonido de las motocicletas en el estacionamiento fuera de la ventana. El rugido de los motores fue reemplazado por la risa de varios participantes de la carrera de póquer terminando la jornada. Alec esperó pacientemente a que la pelea de pasos y voces pasaran a través de las puertas del hotel y se desvanecieran mientras se dirigían por el pasillo.
¿Dylan le respondería, o simplemente ignoraría su petición? Después de la energía que acababa de gastar, fingir haberse quedado dormido era una opción creíble.
—Él era... —Dylan hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras adecuadas—. Un cordero en medio de los lobos.
Alec permaneció en silencio, esperando a que Dylan siguiera.
—Divertido. Cariñoso. Casi dulce. —Dylan inclinó la cabeza para mirar a Alec—. Muy parecido a ti, en muchos aspectos. —Los labios de Alec sonrieron un poco hasta que Dylan continuó—. Apesar de que sus padres lo habían echado porque era gay, seguía siendo optimista. Yo, por el contrario, era el adolescente que eliminaba mis frustraciones mediante la constante búsqueda de una pelea. —Dejó escapar un resoplido suave, su aliento haciendo cosquillas en la piel de Alec—. Y no había escasez de personas dispuestas a aceptar mi oferta.
Alec tragó el nudo en su pecho y deslizó suavemente los dedos por la cicatriz de Dylan.
—Solía llegar a estar tan enojado con Rick —dijo Dylan—. Algún pendejo lo acosaba, llamándolo chupapollas o lo que sea, y Rick nunca hacía nada. No era un tipo grande, así que no esperaba que peleara físicamente. Pero no decía ni una palabra. Sólo sonreía de manera forzada y seguía caminando.
Los labios de Alec hicieron una ligera mueca. —Supongo que respondías por él.
—Diablos, sí —dijo—. ¿Adolescente enojado cabreado con el mundo? Déjenmelos a todos ellos. —Alec sintió a Dylan sonreír contra su piel—. Rick solía decir que la única razón por la que éramos amigos era porque me había dado una excusa para moler a palos a las personas que se ponían violentos con él.
Alec sonrió, imaginando a Dylan como un arrogante adolescente buscando pelea fácilmente.
—Con el tiempo me di cuenta de que Rick estaba en lo cierto —dijo Dylan—. Siempre me decía que odiaba más que la gente lo ignorara. —Se encogió de hombros antes de continuar—. No lo sé. Quizás él tenía razón. Estaba feliz con la excusa para descargar mis frustraciones.
«Descargar mis frustraciones».
Preguntar sobre esas frustraciones pesaba mucho en la mente de Alec. Pero antes de que pudiera arriesgarse y preguntarle a Dylan sobre su infancia, Dylan continuó.
—Rick estaba tan feliz el día que finalmente logramos reunir el dinero suficiente para el alquiler del primer y último mes de un apartamento. El lugar era un basurero, una verdadera mierda.
Dylan soltó una carcajada. —Rick siempre estaba tratando de alegrar el lugar, usando cosas que encontraba, carteles y trastos que pudiera poner en las paredes. Como si cubriendo los orificios de alguna manera hiciera que el lugar se viera más atractivo.
Alec casi podía escuchar como Dylan ponía los ojos en blanco. Todos los rastros de sarcasmo desaparecieron mientras él continuaba.
—Pero se sentía tan jodidamente bueno tener un lugar sólo para estar —dijo Dylan—. La gente solía pensar que éramos novios. Pero, diablos, yo estaba tan feliz de tener un techo sobre mi cabeza que no me importaba.
Lo que explicaba un montón la disposición de Dylan a fingir estar con Alec en la fiesta de Noah. Si Dylan había tenido algún reparo en ser visto como gay, las preocupaciones habían sido exorcizadas de su sistema hacía muchísimo tiempo.
—Estábamos empezando a conseguir tener nuestros pies en el suelo —dijo Dylan—. Noah había entrado en nuestras vidas, y Rick estaba feliz, ¿sabes? Pero entonces empezó a enfermarse más.
Nada de lo que Alec pudiera decir haría que las palabras fueran más fáciles, así que simplemente esperó a que Dylan continuara.
—Si hubiésemos tenido el dinero, nos habríamos dado el lujo de llevar a Rick con un médico cuanto antes, aún hoy todavía podría estar por aquí. Eso es lo que apesta tanto.
Dylan levantó la cabeza para ver de nuevo a Alec. —Es por eso que creo que lo que están haciendo tú y Tyler es tan jodidamente impresionante. Ojalá hubiésemos podido encontrar un lugar como la Clínica Front Street cuando Rick enfermó por primera vez.
En la mirada de Dylan, Alec vio admiración, respeto, y suficiente remordimiento como para cargar un basurero.
—No es tu culpa —dijo Alec.
—Lo sé. Tampoco fue culpa suya. Rick no era estúpido. —Dylan metió la cabeza debajo de la barbilla de Alec—. Él era cuidadoso. Conocía los riesgos. Pero, al principio, cuando estaba muy mal de dinero, había dejado que un tipo lo follara a pelo porque el dinero era bueno.
Cristo.
Alec cerró los ojos, su pecho dolía.
Dylan se aclaró la garganta. —Hoy habría sido su cumpleaños número treinta. —Aunque había sido dicho de manera casual, la tristeza había infundido los espacios entre las palabras—. Joder, hombre —prosiguió fatigosamente—. No quiero hablar de esto.
Alec apretó su mano con más fuerza contra la espalda de Dylan. —Lo siento.
Rodando encima de Alec, Dylan acomodó su duro cuerpo entre sus muslos y enterró sus dedos en el cabello de Alec, su voz áspera. —No se hable más.

Como si quisiera asegurarse de que Alec lo siguiera, Dylan tomó la boca de Alec en un beso que marcó claramente el comienzo de más. 

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