Dura Cabalgata

Capitulo Uno 


La cabeza de Austin Hemming cayó hacia atrás mientras miraba un rayo de luz proveniente de una grieta en el techo de la cuadra. El indicio de un día azul sin nubes de Texas podía ser visto a través de la grieta, mientras el calor envolvía su cuerpo.Otro calor envolvía su polla. 

Él miró hacia abajo al hombre con la boca envuelta alrededor de su eje, disfrutando de la vista. El ganadero, y jefe de Austin, Clyde Jefferies, estaba chupando a Austin como un hombre hambriento con necesidad de un buen trago de semen para satisfacerlo. Austin estaba más que feliz de ayudar. 
Austin metió una mano por el fino cabello de Clyde y se aferró cuando el hombre llevó a Austin a la parte posterior de su garganta. 
Un gemido escapó de sus labios mientras su cabeza cayó hacia atrás y volvió a mirar hacia arriba a ese rayo de sol que los espiaba. 
Clyde retiró sus labios. Cuando Austin miró hacia abajo para ver por qué su amante había dejado de chupar, vio a Clyde fulminándolo con la mirada.
—Te dije que guardaras silencio —Clyde escupió—. No quiero que mi esposa nos escuche.
Austin se rió entre dientes y jaló al hombre de nuevo a su polla. 
Clyde estaba tan hambriento como siempre y chupó a Austin de nuevo.
—No va a escuchar nada con el ruido de estos caballos. Menos mal que la señora Jefferies odiaba a los animales y el olor de los establos. Eso la mantuvo alejada para que ellos pudieran jugar. Austin se recostó en la puerta e instó a Clyde a ir más rápido. 
A dos segundos de venirse, Clyde lo liberaron una vez más.
—Maldita sea, estaba casi allí. 
Clyde levantó una ceja y miró a Austin. —No quiero que te 
vengas todavía.
Austin frunció el ceño. —¿Y eso por qué?
Clyde se puso rojo. ¿Recuerdas esa cosa que dije que no haría? Bueno, tal vez he cambiado de opinión.
Austin sintió un escalofrío correr por su columna vertebral. Por supuesto que sabía de lo que estaba hablando el hombre, pero Clyde siempre se había negado. Dijo que Austin era demasiado grande y podía hacerle daño.
—No creí que quisieras que lo hiciera.
Clyde se puso de pie. —Compré uno de esos tapones. He estado usándolo un rato, de vez en cuando. Creo que puedo tomar ese monstruo tuyo en mi culo ahora.
Austin sonrió, agarrando la base de su eje.
—¿Quieres probar? Estoy dispuesto.
Clyde se desabrochó el cinturón y se bajó la cremallera de sus 
pantalones, y luego los dejo caer hasta sus tobillos.
—Sólo no seas duro conmigo. Oh, espera, he traído algo para ayudar.
Clyde sacó un condón y un poco de lubricante de uno de los bolsillos de sus pantalones que ahora yacían en el suelo polvoriento. 
Él los entregó y luego se puso en posición.
—¿Quieres que te azote primero? —Austin preguntó mientras acariciaba su duro eje.
Clyde miró por encima de su hombro mientras bombeaba su pequeña polla de arriba abajo. La respiración del hombre se hizo superficial mientras miraba a Austin. Austin sabía cuál sería la respuesta antes de preguntar, pero por respeto, todavía siempre preguntaba.
—Sí —fue la respuesta estrangulada de su jefe.
Austin jaló sus vaqueros sobre sus caderas y medio cerró dolorosamente la cremallera sobre su carne hinchada. Su polla palpitaba de deseo mientras se embolsaba el lubricante y el condón 
y fue en busca de una fusta, o alguna otra cosa, para impulsar al ranchero a la estratosfera. Cuando encontró una vieja fusta, puso a 
prueba su fuerza en la palma de su mano y volvió a su amante. 
Una vez que llegó allí, vio que Clyde tenía un bocado entre los dientes, y lo que parecía ser una cola, saliendo de su culo. El bocado no le pertenecía a un caballo, y estaba nuevo y brillante.
—¿Qué es todo esto? —¿Y en dónde diablos había estado escondiendo esas cosas?
Clyde miró por encima de su hombro, temblando de deseo. La gruesa cola negra se movió cuando Clyde levantó su culo más alto en el aire. Austin se sorprendió, pero si este era el tipo de perversiones que le gustaban a su jefe, ¿quién era él para juzgar? 
Nunca había participado en un juego de poni, pero siempre había una primera vez para todo.
—¿Tengo un pequeño poni aquí? —Preguntó Austin suavemente.
Clyde asintió, con los ojos cerrados a la deriva mientras gemía profundamente.
Austin golpeó la fusta contra su mano, y Clyde saltó, otro 
gemido escapó de la garganta del ranchero. 
Austin se inclinó y pasó la mano por el culo de Clyde antes de agarrar la cola y tirar de esta. El pelo estaba unido a un grueso tapón negro que Clyde había empalado a su culo. Cuando Austin lo metió de nuevo, Clyde tembló todo. Austin se puso de rodillas al lado de Clyde, frente al culo del hombre y levantó la fusta. El primer golpe hizo saltar a Clyde otra vez, y el segundo hizo gemir a su jefe sobre el bocado que sujetaba entre los dientes. 
Clyde gemía una y otra vez mientras Austin cubría el culo del hombre golpe tras golpe, dejando marcas de color rosa brillante en la piel del ranchero. Cuando Clyde estuvo de color rosa profundo, hizo una pausa y frotó la carne abusa del hombre. —¿Cómo se siente, poni? 
Clyde relinchó, retorciéndose en el abrazo de Austin. —Jódeme —una orden ligeramente incoherente—. Pero no saques el tapón. 
Austin se rió entre dientes, pero no podía ignorar el creciente 
deseo que sentía. Follar a su jefe era sólo para divertirse un poco, para ayudar a mantener la soledad que sentía en el rancho. Largos días y noches sin sexo podrían conducir a un hombre a la locura. 
Como único trabajador en el rancho, muy lejos de la ciudad más cercana, tenía pocas oportunidades para algo más.
Abrió su cremallera y tiró de sus pantalones un poco antes de rodar el condón por su longitud. Después de revestir su polla con lubricante, añadió un poco más para el ano de Clyde antes de tirar la botella en el suelo junto a él. Inmovilizando el tapón, Austin apretó su polla contra la fruncida apertura.
—¿Estás listo para mí?
Clyde pasó las riendas a su espalda con una mano y asintió con la cabeza. —Móntame duro.
Austin miró las riendas y sonrió tontamente. Movió lentamente su duro eje dentro de su jefe, el tapón de látex hacía más difícil empalar al hombre. Poco a poco metió la polla en el culo de Clyde, 
parando para agregar más lubricante una o dos veces. Finalmente, estaba profundamente hasta las bolas en el interior del ranchero, la cola hacia cosquillas a su perineo y culo. 
Agarrando las riendas, tiró de ellas y comenzó a montar el culo del hombre como lo pidió. 
Clyde relinchó y relinchó mientras Austin la metía y la sacaba, meciendo sus caderas mientras jalaba la brida de cuero.
—Oh sí. Joder, Austin. Eso se siente tan condenadamente bien —dijo Clyde alrededor de su bocado—. ¡Más fuerte!
Austin empujó más profundo y más rápido, golpeando el culo 
del hombre. La estrechez del culo de Clyde, junto con la rigidez añadida del tapón, lo llevó hasta el borde rápidamente. Pero 
necesitaba asegurarse de que Clyde se viniera. Al jefe había que mantenerlo feliz. 
Austin metió la mano debajo de Clyde y comenzó a masturbar la pequeña polla de Clyde mientras golpeaba el culo del hombre. No pasó mucho tiempo. Clyde relinchó ruidosamente antes de gritar, el semen se disparó desde su eje al suelo cubierto de paja. Austin gimió, agradecido de que su amante se viniera, mientras estaba en el 
borde y apenas contenido. Sintió una creciente oleada de excitación y comenzó a golpear en Clyde aún más fuerte. Justo cuando empezó a venirse, la señora Jefferies dio la vuelta a la esquina, la boca y sus ojos muy abiertos.
 
Era demasiado tarde para detener la liberación de Austin. Su cuerpo se estremeció y gritó, lanzando su espesa carga en el condón que lo envolvía, muy dentro del culo de Clyde mientras su esposa se 
quedaba mirándolos. 
Por último, redujo la velocidad y se retiró del cuerpo de Clyde 
cuando este se puso en pie. El ranchero tropezó con sus jeans y cayó de bruces en el polvoriento suelo de paja.
El rostro de la señora Jefferies se puso de un tono de rojo bastante antinatural mientras estaba allí parada temblando y mirándolos. Austin se puso en pie y tiró de sus pantalones vaqueros sin retirar el condón.
La mirada de ella cayó sobre él. —Vete. De. Mí. Jodida. Tierra. 
Austin sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago, pero había sabido que esto podría pasar todo el tiempo.
—Sí, señora.
—Espera un minuto, querida —dijo Clyde alrededor del bocado en su boca. El hombre no parecía listo para quitárselo, tampoco—. Esta es mi tierra, y yo decidiré quién viene y quien se va de aquí.
—Si quieres despertar mañana con tus bolas intactas, vas a hacer que ese hombre se vaya de aquí y no vuelva nunca más —respondió ella fríamente.
—Todo está bien, Clyde. Era hora de que siguiera mi camino de todas maneras.
Clyde se volvió a Austin. —Pero yo no quiero que te vayas. —Se volvió hacia su mujer—. ¿No podemos hablar de esto?
—Es él o yo, Clyde —la mujer escupió, mirando a Austin—. Y recuerda que papá firmó el préstamo para este lugar.
Los ojos de Clyde se cerraron. —Será mejor que te vayas,Austin.
Austin asintió, mirando al hombre roto de pie allí con sus jeans enredados alrededor de sus pies, la cola y el freno todavía en su lugar. La señora Jefferies agarró la fusta tirada en el suelo cubierto de paja y golpeó el culo de Clyde con esta.
—Creo que será mejor que entres en esa casa antes que use esto en ti yo misma.
Los ojos de Clyde se iluminaron. —¿Lo prometes? 
La señora Jefferies puso los ojos en blanco. —Entra en la 
maldita casa, Clyde. —Se dio la vuelta para mirar a Austin—. Cuando vuelva aquí en unos cuantos minutos, será mejor que te hayas ido.
Austin asintió y salió del establo y corrió a las escaleras de su apartamento. El pequeño estudio sobre el garaje había sido su casa durante algún tiempo, y no tenía ganas de irse, pero lo hecho, hecho estaba. Mientras hacía las maletas, se preguntó lo difícil que sería encontrar otro rancho al cual llamar hogar.
Esta vez, tengo que mantener mi polla en mis pantalones.

1 comentario:

  1. Jajaja híjole... Pero quién sabe si podrá he.. :v
    Gracias x la nueva historia.. :)

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