Dura Cabalgata

Capitulo Dos

Jensen James escuchó el chirrido de la puerta de malla cuando se abrió, y se volvió para ver a su jefe entrar en la cabaña. Metiendo la novela que estaba leyendo en el hueco de su brazo, volteó los huevos en la sartén de hierro fundido y disminuyó el gas, a sabiendas que dividiría su atención.
—¡Qué tal, Mack!
—Hola, chicos.
Owen y Davis se apartaron de sus propios platos y miraron 
hacia arriba. —Buenas —dijeron en forma sincronizada.
—Tengo algunas noticias para compartir —dijo Mack  Maitland, quitándose su Stetson negro y agarrando el ala del sombrero, su mirada vagando a todas partes excepto a los tres.
Jensen apagó el gas por completo, sabiendo que probablemente no le gustaría lo que Mack estaba a punto de decir. 
Bajó la novela a la mesa y cruzó sus brazos sobre el pecho.
—¿Qué estás leyendo, Jensen? 
Jensen miró su libro y de regreso a Mack. —No importa. Sólo dinos lo que tienes que decir.
Mack se acercó y cogió el libro muy manoseado, poniendo su 
sombrero sobre la mesa.
—Fahrenheit 451. Ray Bradbury. Creo que tuve que leer esto en el instituto, pero ha pasado mucho tiempo. Pero entonces, nunca fui muy aficionado a la lectura. No como tú.
Jensen tomó el libro de la mano de Mack y lo dejó. 
—¿Tus noticias?
Mack miró alrededor de la cabaña, mirando a todo, excepto a sus trabajadores.
—Necesito contratar al menos una media docena de nuevos 
empleados. —Dijo Mack, insertando sus pulgares por las presillas del frente de sus vaqueros y mirando a los tres hombres frente a él
—.¿Ustedes chicos tienen algún problema con eso?
Jensen suspiró. Nuevos empleados a menudo significaba drama. Owen, Davis, y Jensen trabajaban muy bien juntos. 
Compartían la misma ética de trabajo y eran fuertes. Los tres podían hacer el trabajo de diez hombres.
—¿Seis nuevos empleados? Hemos estado haciéndolo muy bien nosotros tres —dijo Owen.
—Owen, compré el rancho de Jim Hutchens ayer en la tarde, 
casi triplicando mi tierra. Voy a comprar más ganado y eso significa más trabajo. No voy a presionar a los tres más fuerte de lo que ya lo hago. Tal cual, debería tener al menos seis hombres trabajando mi tierra.
—No creo que lo que pensamos realmente importe, ¿no es así, 
Mack? —Preguntó Jensen.
—Yo quería consultarlo con ustedes tres, así sabrían lo que iba a pasar y asegurarme de que supieran lo mucho que necesitamos esto. Ustedes han hecho huir a mis tres últimos empleados, y no puedo tenerlos a ustedes siendo demasiado duros con los nuevos.
Jensen frunció el ceño. No era que fueran demasiado duros. Era que los nuevos empleados no aceptaban, o no entendían, la relación que, él, Owen, y Davis compartían.
—Sabes por qué se fueron. 
El rostro de Mack se volvió un poco rosa.
—Sí, lo sé. Ustedes tienen una... relación especial.
—Una relación que no tengo planes de ocultar o detener —dijo Davis con la boca llena de comida—. Si tienes un problema con eso, tal vez necesites más de seis empleados.
Mack levantó las manos en señal de rendición. —Ustedes chicos no van a ninguna parte. Trabajan como bestias, y son leales. ¿Pero tal vez podrían mantener sus asuntos privados, privados por un tiempo y no ser tan abiertos con lo que hacen en su tiempo libre? 

—El esconderlo no es lo nuestro —estalló Davis.
—No estoy diciendo que lo oculten para siempre. Dejen que los nuevos chicos los conozcan a todos un poco, antes de darlo a conocer. Tal vez eso los pondrá más cómodos con lo que a todos ustedes les gusta hacer.
—O tal vez nos dejes escoger a los empleados —dijo Owen con una sonrisa—. Podemos ver lo duros que son en el rancho y luego vemos de qué lado untan la mantequilla en su pan (1) cuando caiga la noche.
Jensen negó con la cabeza. El filtro interno de Owen había estado roto desde que había conocido al hombre. En la mayoría de los casos, Owen se mantenía en silencio. A menos que se sintiera cómodo, como lo estaba con Mack. Al menos su jefe aceptaba su arreglo único. No muchos de los rancheros de Texas serían tan tolerantes.
—Vamos a hacer como lo pides, Mack —interrumpió Jensen.
—¿Qué? —Preguntó Owen, los ojos muy abiertos.
—Owen, cálmate. Lo haremos. 
Owen apretó la mandíbula, claramente descontento. Davis le daba la espalda a Mack, en silencio. Jensen estaba más preocupado por la reacción de Davis que de la de Owen.
—¿Te parece bien, Davis? —Jensen preguntó, su voz baja. 
Davis airadamente empujó su comida alrededor de su plato.
—Supongo que tengo que decir sí, ya que hablaste por todos 
nosotros.
Jensen sabía que habría mucho que decir una vez que Mack se 
fuera, pero eso era lo más cercano a un sí que iba a sacar de la Davis por ahora.
—No te preocupes, Mack. Vamos a estar bien. 
Mack miró por la habitación antes de retroceder hacia la puerta.
—Gracias, Jensen. Voy a ir a la ciudad hoy para correr la voz de que necesito ayuda. Voy a ver que puedo ser capaz de reunir.
—¿Qué pasa con los hombres de Hutchens? —Preguntó Davis, 
nunca dándose la vuelta para enfrentar a Mack.
La boca de Mack se abrió, pero no salió nada por unos segundos. —Ellos no quieren venir a trabajar para mí.
—No quieren venir a trabajar con nosotros más bien —dijo Davis—. No va a ser fácil encontrar ayuda aquí llegados a este punto.Tal vez nosotros tenemos que seguir adelante.
—No quiero que ustedes tres vayan a ningún lugar —dijo Mack con firmeza—. Confío en que ustedes cuiden de mi tierra. Así que deja de hablar así. Estoy seguro que podemos encontrar algunos tipos de mente abierta para que vengan aquí.
—Seguro —dijo Davis.
—No le hagas caso —dijo Jensen, pateando una de las patas de la silla de Davis. Davis miró hacia arriba, mirando a Jensen, pero volvió a la comida torturada en su plato.
Mack asintió. —Tomaré posesión de la extensión de los Hutchens en treinta días, pero Jim me ha pedido mover el ganado que queda, para que su familia pueda centrarse en empacar. Me gustaría que vayan allá esta mañana y echen un vistazo. Les di un vistazo ayer y todos parecía estar bien para mí, pero me gustaría una segunda opinión. Asegúrense de que no estemos trayendo animales enfermos. Tomen el remolque y cárguenlos. Debería de estar de vuelta alrededor del mediodía.
Mack salió, sombrero en mano, la puerta de malla se balanceó cerrándose con un chirrido. 
La sala se quedó en silencio por unos momentos.
—Es hora de irse y lo sabes —dijo Davis. A pesar de que no 
dirigió la declaración a nadie en particular, Jensen sabía que era para él.
—Mack ha sido muy bueno con nosotros, y no le muestras el 
respeto que merece.
—No voy a ocultar lo que soy. Pasé muchos años sintiendo 
vergüenza por quién era. No voy a dejar que nadie me haga sentir avergonzado otra vez. —Davis se levantó y arrojó el contenido de su plato, a medio comer, en el fregadero y encendió el agua y el triturador. Después de enjuagar su plato, se volvió y se apoyó en el borde del fregadero y se quedó mirando primero a Owen y luego a Jensen—. Soy consciente de que Mack nos permite hacer lo nuestro, pero su anuncio, básicamente es el fin de su aprobación. Él quiere que ocultemos lo que somos y que juguemos según sus reglas. Todo estaba bien cuando éramos sólo nosotros tres, pero ahora, ahora las cosas nunca serán las mismas.
—Tengo que estar de acuerdo con Davis. Tal vez es hora de irse, Jensen. —Owen devoró un gran bocado de huevos y miró a Jensen, masticando bien—. No hay nadie que vaya a querer trabajar aquí con nosotros, no después de que ahuyentamos a esos pocos trabajadores. Ellos lo dijeron a todos por doquier, lo que pasa aquí en la noche. Es un milagro que no conseguimos el culo golpeado como suele suceder.
—Y ¿a dónde nos vamos? ¿A otro rancho que podría ser peor 
que la vida que hemos tenido aquí? —Preguntó Jensen—. Tal vez Mack tiene razón. Tal vez encuentre algunos tipos de mente abierta que vengan a unirse a nosotros. Al menos podemos esperar y ver lo que pasa.
—No, vamos a trabajar en el circuito de rodeo y compartir un remolque. Nadie se dará cuenta —dijo Davis—. ¿No era ese el plan antes de que tuviéramos suerte aquí?
—No podemos dejar a Mack en la estacada —gritó Jensen—. Él 
está dispuesto a tratar, así que también deberíamos. —Jensen no podía luchar contra el sentido de anticipación que de repente sentía. 
Tal vez él se sentiría menos como la tercera rueda ahora, si podían encontrar al “cuarto” adecuado. 
Pero vendría más que un “cuarto” y sabía que esperar nada era la forma segura de no conseguir nada.
—Dale a Mack una oportunidad. Por lo menos permítele conseguir algunos nuevos trabajadores a bordo antes de armarnos de valor e irnos. —Jensen regresó a sus huevos, de seguro estaban demasiado cocidos. Los deslizó en un plato, agarró los últimos tres trozos de tocino que Owen cocinó, y se sirvió una taza de café. 
Cuando se sentó miró a sus amigos, deseando que lo escucharan.
Davis al principio no le miraba a los ojos, pero finalmente 
levantó su vista. Observó a Jensen un minuto, como si sopesara la intención de Jensen. —Bien. Le damos a Mack un poco de tiempo para que sus novatos estén encaminados correctamente y luego tomamos una decisión de una manera u otra. No esperaré mucho, sin embargo.
Owen intervino justo después. —Estoy de acuerdo. No estoy 
nada contento acerca de ocultar lo que tenemos, pero Mack se merece una oportunidad.
Jensen les sonrió a ambos, no sabía por qué se sentía tan feliz. 
El sol comenzó a elevarse en el horizonte, la luz comenzó a filtrarse por la puerta de malla. Cogió el cuchillo y el tenedor y cortó sus huevos, sorprendió de que estuvieran cocinados a la perfección. Hoy va a ser un buen día.

(1 Saber quién les conviene.)

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