El Aristócrata y el Príncipe del Desierto

Capítulo Diez

Considerando que Takeyuki se había agotado el día anterior, Zayid no podría culparlo del todo. Cuando salió de la cueva esa mañana, la tormenta de arena había terminado y el cielo estaba claro sobre sus cabezas. Al parecer ese día sería caliente, demasiado.

Tan pronto como terminaron su desayuno, subieron al camello y salieron. Zayid dijo que esta vez no irían al oasis.
Incluso desde que se despertaron y vieron al otro, Zayid había estado más tranquilo que de costumbre, y esas directas palabras eran las únicas que había pronunciado. Zayid estaba furiosamente callado, pero realmente no estaba enojado. Algo parecía estar desgarrando su corazón y estaba ocupado pensando. Así que él no podía molestarlo por nada. Esa era la impresión que Takeyuki tenía.
Sosteniéndose con ambas manos de la cintura de Zayid, mientras incómodamente se mecían en el camello, atravesaban el ardiente desierto. Esta vez era claro incluso para Takeyuki que Zayid se dirigía a la ciudad. Cuando llegaran quizá podría llevar a Takeyuki a la embajada de Japón. Takeyuki se sentía más seguro con esa esperanza.
Normalmente no debería necesitar esperanza para algo como eso. La depresión, impaciencia y desolación de Takeyuki iban en aumento.
La noche anterior Takeyuki había logrado tener valor y hablar sobre sus sentimientos a Zayid, pero él le había contestado “no”. Cada vez que Takeyuki le hablaba a Zayid
éste se sentía extrañamente incómodo y los sentimientos
pasados lo atravesaban. Zayid había capturado a Takeyuki
primero, pero ya no tenía intención, como al principio, de reclamarlo como su propiedad. Desde el momento en que Takeyuki le dijera que quería estar con él, Zayid se mostraba aturdido, como si se hubiera asustado de las cosas que había hecho, y hablaba como si quisiera olvidar todo lo sucedido entre ellos. Takeyuki estaba decepcionado, quería maldecir a Zayid por su cobardía.
Quizás Zayid pensaba que las palabras de Takeyuki de la
pasada noche se debían a una locura temporal. Ciertamente
sucedieron inmediatamente después de que Takeyuki sobrevivió a su encuentro con la muerte. Así que era difícil considerar que Takeyuki estuviera en control de su mente. Él había conocido el real miedo a morir y en ese momento Zayid era lo único en el mundo en lo que podía confiar. Eso intensificó sus sentimientos y lo empujó a hacer la declaración de que quería estar con Zayid. Takeyuki no podía negarlo.
Sólo que él realmente había querido decirlo.
El corazón de Takeyuki punzaba de desolación. Sentía, con cada paso del camello, más y más cerca el momento de su separación de Zayid. Su hermano y cuñada estarían
esperándolo cuando llegara a la ciudad. Ellos debían estar muy preocupados. Y Mustafá posiblemente hubiera sido atacado por todos debido a su falla.
Cuando dejó que las imágenes de lo sucedido llegaran a su
mente, Takeyuki dolorosamente reconoció cuán imposible era
permanecer con Zayid en la realidad. Si sus padres se habían enterado del incidente, estarían volando desde Japón a Cassina, y la situación estaría peor. Podía imaginar que el secuestro de una persona japonesa podría causar un incidente internacional. El efímero capricho de Takeyuki podría imponer una pesada carga a todo tipo de personas. Zayid era importante para él, pero antes de que pudiera angustiarse por eso su primera preocupación era cuidar de todo lo demás.
Pasaron el sol del mediodía a la sombra de unas rocas, cuando la temperatura bajó ligeramente volvieron a salir.
Mientras avanzaban, la conversación entre ellos era la mínima necesaria. Ambos estaban atrapados en sus propios pensamientos. Y a pesar del silencio ninguno parecía tener tiempo para preocuparse por eso. Era un diferente tipo de silencio que los compelía a permanecer callados.
El sol se metió y la noche regresó al desierto. Zayid detuvo el camello antes de lo usual.

—Dormiremos aquí esta noche.
Habían pasado horas desde la última vez que le hablara, y
el corazón de Takeyuki se aceleró, sólo con oír la ruda e imperiosa voz de Zayid. Sabía que era extraño pero no podía hacer nada por evitarlo. Ambos eran hombres. Pero estaba inapropiadamente consciente de Zayid. Takeyuki nunca antes en su vida se había sentido de esa forma.

—¿Qué está mal? —Frunciendo el ceño, Zayid veía a Takeyuki, quien miraba al firmamento en ese momento.

—Oh… No es nada, lo siento.
Mientras crecía fuertemente con cada momento la certeza
de que el tiempo de su separación se acercaba, Takeyuki se sentía molesto consigo mismo por su ineptitud y vergüenza.
Sabía que debía hablar con Zayid acerca de las cosas mientras todavía tenían oportunidad, pero cuando realmente lo tenía de frente su mente se quedaba en blanco y no se le ocurría nada.
Nunca imaginó que podría ser de esa forma. El miedo, la ira, y la incertidumbre que sintiera la noche que Zayid lo había capturado, ahora parecía un sueño. Pero si realmente pensaba sobre eso, profundamente desde el centro de su corazón, sabía que se había sentido intrigado por Zayid desde la primera vez
que le hablara en el avión. Tenía que admitir que se sintió atraído por Zayid.

—Debe haber algunas ramas secas entre aquellas rocas, ve
y consigue algunas —ordenó Zayid dándole a Takeyuki una
linterna de bolsillo.

Takeyuki caminó en la dirección que se le había dicho. Las redondeadas piedras calizas estaban a unos cincuenta metros.
Takeyuki deseó haber colocado la tienda más cerca de las
rocas. No sería tan infantil para decir que estaba asustado de caminar solo en la oscuridad, pero se sentía incómodo por alguna razón.
Iluminando la arena con la lámpara de bolsillo, Takeyuki encontraba las ramas que Zayid le había pedido. Sabía que esa noche sería la última que pasarían junto al fuego.
Takeyuki recolectó tantas como pudo llevar en sus brazos.
Preocupado por dejar que el fuego ardiera tanto como pudiera lograr con eso. Enfocado en su trabajo, Takeyuki no notó que alguien estaba detrás de él.
Cuando se agachó a levantar una rama de madera, vio
por entre sus piernas unas oscuras botas. Se puso de pie sorprendido y se giró.

—¿Qué estás haciendo? ¡Déjame! ¡Déjame! —Luchó
desesperadamente dejando caer todas las ramas—¡Suéltame! ¡Déjame!
Esa era la tercera vez que era secuestrado. ¿Por qué seguía
sucediéndole? Takeyuki quería gritar y maldecir a la persona.
Esto es una locura, pensó. Cómo se supone que voy a tratar con alguien si ignoro lo que quiere. Una intensa
rebelión hizo explosión en su corazón. Trató de luchar más fuerte de lo que hubiera hecho antes, pero la persona era asombrosamente fuerte y Takeyuki no logró liberarse. El hombre no era más alto pero detuvo la lucha de Takeyuki como experto, y lo contuvo.

—Zayid, Zayiiid —gritó pidiendo ayuda tan fuerte como pudo mientras era arrastrado. Sabía que Zayid podría salvarlo.
Debía ser capaz de oírlo. Gritó de nuevo, creyéndolo—. Ayuda, estoy siendo secuestrado, ¡Za… ngh!
Repentinamente su boca fue cubierta por una mano con guante de piel. 

—¡Mmf! —No podía hablar.
Takeyuki movía su cabeza adelante y atrás, luchando desesperadamente. ¡No, eso era horrible! ¡Zayid!
Pero Zayid nunca llegó, fuertemente asido fue arrastrado lejos. Había un jeep en las sombras de las rocas. Pudo ver que había otro cómplice sentado en el asiento del conductor.
Fue empujado en el asiento trasero, su resistencia completamente inservible, y su secuestrador entró detrás de él.

—¡Muévete! —El hombre le ordenó al conductor mientras cerraba la puerta.
El motor del jeep rugió inmediatamente y el automóvil avanzó, las llantas apenas hacían ruido en la arena. El cuerpo de Takeyuki fue presionado con fuerza contra el respaldo.
Rehusándose a rendirse, Takeyuki sacó la cabeza por la ventanilla del jeep y comenzó a gritar pidiendo ayuda. El hombre tomó sus hombros y lo jaló de nuevo al interior.

—Takeyuki —la voz le resultó familiar.
Se giró sorprendido y vio la cara de Mustafá, el árabe miembro del personal de la embajada. Sus ojos se abrieron más, asombrado.

—Mustafá, ¿cómo tú…?

—Takeyuki —Mustafá envolvió sus brazos alrededor de Takeyuki una vez más. 

—Estoy tan feliz de que estés a
salvo. Tan, tan feliz.

—Mustafá… 

La voz de Mustafá temblaba, Takeyuki sintió una opresión en su pecho, encontró que era imposible hablar sin balbucear.
Nunca imaginó que Mustafá lo rescataría. Sus pensamientos
eran un caos debido a la sorpresa, la alegría y el alivio. La vergüenza por los problemas que le había causado a la gente, y el dolor de haber sido forzado a dejar a Zayid, sin siquiera
decirle adiós, brotaba en su interior.

—Lo siento. Siento haberte preocupado, fui muy estúpido y lo siento. —Takeyuki se disculpaba con los ojos llenos de lágrimas. Mustafá sacudía su cabeza una y otra vez, mostrando sus dientes en una gran sonrisa y sus ojos también llenos de lágrimas.

—¿Estás bien? ¿No te lastimaron? —Mustafá preguntó viéndolo a la cara, se quitó los guantes y acunó la cara de Takeyuki con ambas manos, acariciándolo. Takeyuki, avergonzado, bajó la mirada.

—El cónsul, su esposa y el embajador han estado muy preocupados. Debes prepararte para el regaño.

—Sí... fue mi culpa. ¿Alguien vino del Japón?

—No. Tu hermano juzgó que era mejor no decir nada
durante un tiempo. Debíamos ser capaces de dar contigo esta noche, si teníamos suerte, no había necesidad de causarle preocupaciones a tus padres.
La respuesta de Mustafá alivió a Takeyuki. Su hermano era
tan sensato, que tendría que agradecerle por eso.

—Todavía no sé cómo me encontraron.

—Bueno —Mustafá sonrió significativamente—, envié a un ladrón a atrapar a los ladrones.
Takeyuki no lo entendió, pero dudó que Mustafá le explicara si preguntaba, así que selló sus labios.

—¿Te maltrataron? —Mustafá preguntó de nuevo. Takeyuki
sentía que Mustafá había detectado lo difícil que había sido para Takeyuki dejar al hombre que lo secuestró, y se sintió extrañamente avergonzado.

—No… de hecho él me salvo cuando huí adentrándome en el desierto, sin pensar.

—Oh, ¿en serio?

—Ese hombre no fue quien me secuestró ese día.

—Lo sé. Nosotros interrogamos a los bandidos que te secuestraron en el mercado. Ellos pretendían no saber nada, pero una vez que lo aceptaron, dijeron que alguien te robó de ellos.

—Él me iba a llevar a la embajada mañana, así que por favor…

—No te preocupes —Mustafá dijo confidencialmente, aliviando las preocupaciones de Takeyuki—. Nadie cuestiona su inocencia.

—Bien —Takeyuki suspiró aliviado y los inteligentes ojos de Mustafá lo vieron directamente—. Al parecer el “Halcón del Desierto” atrapó más de lo que negoció en esta ocasión.
Takeyuki lo miró sorprendido. Él podía ver las luces de la ciudad sobre los camuflados hombros del soldado que conducía, había pasado mucho tiempo desde que viera las
luces artificiales de la ciudad.
Takeyuki finalmente sintió la realidad del hecho de que llegaba a casa, y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.
Después de todo, la metrópoli era un lugar más reconfortante.
Al entrar a la ciudad el paisaje urbano le resultó familiar.
Takeyuki realmente no podría adaptarse a una vida fuera de la urbe. Incluso aunque disfrutara la novedad durante un tiempo, sabía que sufriría si lo hacía por siempre. Zayid debió entender eso. Solamente hasta ahora Takeyuki lo entendió.
Zayid era, después de todo, un hombre que vivía en un
mundo diferente al de Takeyuki. Trataba de dejar a Zayid fuera de sus pensamientos, pero sabía que era difícil de aceptar. Las
dudas y el remordimiento inundaban su corazón. Los
sentimientos que calentaron su corazón hasta el punto de
quemarlo, no eran fácil de olvidar.
Desearía que pudiéramos haber dormido juntos.
Cuando se dio cuenta de su pensamiento, su atrevido deseo hizo que se ruborizara. Se estaba comportando como un tonto.
Ambos eran hombres, y lo más importante, si Zayid realmente hubiera estado interesado, hubo muchísimas oportunidades para hacerlo. De hecho, Zayid podía ejecutar lo que le había dicho a Takeyuki, pero era evidente que sólo estaba bromeado con él.
Entre más pensaba en eso, Takeyuki más se decepcionaba.
Tratando de cambiar su humor, Takeyuki se giró para ver el escenario, el fluir de los autos. El jeep ya había llegado a la calle principal, aunque seguían en las afueras. Si seguían por ese camino pronto estarían en el corazón de Raz, la ciudad capital.
Viendo la pálida luz de las farolas de la calle, una detrás de otra, Takeyuki imaginaba principalmente la cara de Zayid.
Dudaba poder encontrar a un hombre que le dejara tan intensa impresión de nuevo.
Pero sin importar cuánto lo persiguiera Takeyuki, nunca sería capaz de tenerlo.
Tenía que renunciar a Zayid y olvidarlo lo más pronto
posible, a pesar del dolor que le causaba.

—¿Takeyuki? —Mustafá le hablaba tímidamente, y Takeyuki se giró hacia él.

—¿Te gustaría quedarte esta noche en un cuarto de
invitados en la embajada? Todo el mundo está ahí, esperando noticias de tu rescate.
Claro que Takeyuki no tenía objeción. Sentía tanta
mortificación por lo que le había hecho a todo el mundo, que su cabeza cayó profundamente, asintiendo.

—Entonces creo que mañana será posible que te reúnas
con el Rey, para decirle que todo está bien.
Takeyuki reaccionó a eso con un impactante sobresalto. —
Q-que, yo no sé qué decirle… Quiero decir…

—Todo estará bien, el Rey Muhammad es una persona muy amable.
Pero… ¿por qué se enteró el Rey acerca de lo que me
sucedió?

—Eso fue sólo pura casualidad. El día que fuiste secuestrado, el embajador y tu hermano tenían una audiencia programada desde hacía días para conocer al príncipe Ashif, quien finalmente había regresado, así que ellos se encontraban en el palacio. Cuando recibieron el primer reporte, el Rey y el príncipe se enteraron también del incidente, y bueno, desde entonces han estado profundamente preocupados.
Takeyuki apenas podía creerlo.
No solamente iba a ser regañado por su hermano y tener que disculparse con el embajador, sino que iba a tener una audiencia con el rey de la nación para asegurarle que todo estaba bien. Tantos pensamientos llenaban su mente, y el horror
hacía que sus piernas temblaran. Él sólo sentía la vergüenza de haber considerado la posibilidad de vagabundear con Zayid por el desierto para siempre. Si lo hubiera hecho, hubiera causado una conmoción real.
Treinta minutos después Takeyuki notó que el jeep llegaba a la calle de la embajada.
Atravesaron la puerta de la embajada ante los guardias y
entraron a los terrenos de la hermosa propiedad, con su edificio de tres pisos todo iluminado. Takeyuki vio el reloj, eran las diez de
la noche.
El jeep se detuvo frente a la entrada. Mustafá salió y le dio la mano a Takeyuki.

—¡Takeyuki!

—¡Oh, Takeyuki!

Atsushi y Masako, su hermano y cuñada, salían de la puerta
principal y corrían al jeep mientras Takeyuki salía.

—Oh, ¡gracias a Dios que estás a salvo! ¡Gracias a Dios! —Masako subía los brazos al cuello de Takeyuki y lo abrazaba fuerte. Con el peso de sus cinco meses de embarazo colgados de él, Takeyuki sentía que podrían caerse.

—Takeyuki.

—Atsushi.

Cuando Masako lo dejó ir, giró su cara hacia su hermano y se disculpó humildemente, sus emociones estarían casi al descubierto ante su hermano, que veía la cara de Takeyuki ligeramente ruborizada, pero recuperó el control ahora, y su
cara estaba más pálida que lo normal, e incluso más retraído y frío que nunca.
Takeyuki bajó la cabeza mientras se disculpaba y la levantó de nuevo para ver a su hermano a los ojos. Mientras lo hacía, sorpresivamente sintió un marcado dolor en su mejilla izquierda.

—¡Atsushi! —Masako gritó sorprendida—. No es razón para que lo golpees.

—Quédate fuera de esto.

—Pero…

Masako estaba de pie entre ambos. Takeyuki, quien estaba aturdido ante el impacto de ser golpeado por primera vez en su vida. Y por su hermano, quien normalmente era muy calmado, y nunca antes había levantado la mano. El embajador finalmente llegó con ellos.

—Ahora, Masako, dales a estos dos algo de tiempo, y acompáñame a tomar una taza de té.

El chofer llevó el jeep a la cochera y Mustafá se disculpó
entrando en la embajada. Cuando se quedaron solos, Takeyuki tocó con la punta de sus dedos su mejilla hinchada, entonces bajó la cabeza y se disculpó de nuevo.

—Lo siento… Lo siento, lo siento, por hacer que te preocuparas.

—¡No puedo creerlo! —Esta vez su hermano sorpresivamente lo abrazó. Su voz era gruesa y temblaba, Takeyuki nunca había oído a su hermano así antes.

—Atsushi. —Takeyuki se colgó de su hermano mientras los
brazos del otro lo apretaban fuerte.

—¿Puedes imaginar cuánto me preocupé? ¿Que se supone
que le diría a nuestro padre y a nuestra madre si lo peor hubiera sucedido? Tú nunca, nunca volverás a preocuparme así de nuevo.

—Lo siento. —Takeyuki sólo podía repetir esas palabras como si fuera un disco rayado. No podía encontrar nada más que decir.

—Has sido tan minado y eres tan ingenuo. Yo comparto
parte de la culpa con todo el mundo por haberte mimado tanto. Tú eras el menor, el segundo hijo de mamá, que querían con tanta urgencia en su edad madura, que ellos nunca te dejaron aprender lo que significa el trabajo duro. Incluso aunque empieces a trabajar el próximo mes, vas a tener un trato especial por parte de tu jefe. Me preocupaba eso, así que me hizo feliz que decidieras venir a Cassina. Pensé que podría extender tu experiencia de vida un poco. Pero nunca pensé que algo tan horrible pudiera sucederte.
Su hermano tragó saliva como si contuviera un sollozo, su mano acariciaba la parte de atrás de la cabeza de Takeyuki.

—Cuando el príncipe me prometió que te traería de regreso a salvo y me pidió que esperara cinco días, para ser honesto, no estaba completamente seguro de poder confiar en él. Pero me alegra haber confiado. Porque ahora estás a salvo con nosotros.
Puede que sea cristiano, pero esta noche le voy a agradecer a Alá.

—No voy a hacer nada estúpido de nuevo, lo prometo.

—Por favor, no lo hagas. Nosotros te amamos.

Takeyuki asintió y finalmente apoyó su cabeza en el pecho de su hermano, levantó la vista y vio los ojos de su hermano rojos, y Takeyuki estuvo seguro de que los suyos estaban igual.
Cuando sus ojos se encontraron ambos sonrieron y luego se
rieron.

—Estás un poco quemado por el sol. La punta de tu nariz
está roja brillante.

—Pero no estoy demasiado quemado, considerando que he estado en el desierto, ¿verdad?

—Tienes razón, es asombroso, incluso el sol del desierto te
consiente.
En realidad casi había muerto de deshidratación en el desierto, pero Takeyuki decidió mantenerlo para sí mismo. No había necesidad de causarle más preocupaciones a su
hermano. Takeyuki estaba a salvo, gracias a Zayid.
Al recordar a Zayid una punzada de deseo lo inundó.
Apenas unas horas antes ellos habían estado juntos, pero ahora estaban separados y probablemente nunca se verían de nuevo en este mundo.
No puedo regresar al Japón de esta manera, pensó Takeyuki con fuerza. Pero sólo Dios sabía si podría ver de nuevo a Zayid antes de irse. De cualquier manera Takeyuki podía decir que Zayid vivía una vida respetable, pero parecía no tener conexión con la humanidad

—Ahora irás a tomar un baño y lavarte de toda esa tierra y
cansancio, luego vas a dormir y mañana iremos al palacio a ver al Rey, para disculparte por toda esta conmoción. ¿Correcto?

—Correcto, pero, ¿qué con el príncipe?

—Con suerte lo veremos, pero él no es el tipo de personas que se quedan mucho tiempo en un lugar.
Mientras hablaban entraron al vestíbulo de la embajada y
se dirigieron al lado oeste, hacia el área de huéspedes.
En el camino, cuando dieron vuelta en una esquina, se encontraron a Masako y al embajador en un juego de sofás.
Takeyuki y Atsushi se aproximaron, había un juego de té en la mesa, ellos posaron sus tasas en la charola y se pusieron de pie.
Takeyuki bajó la cabeza y se disculpó de nuevo. Masako se quejó de la hinchazón en su mejilla, pero Takeyuki le sonrió y le dijo: —Me lo merecía.
Ella finalmente pareció confortada. El embajador sonrió y comento: —De cualquier manera, estamos aliviados.
Takeyuki se calmó cuando lo dejaron solo en el cuarto de huéspedes. Inmediatamente entró en la ducha para su primer baño en cinco días. Se limpió el sudor y la tierra de varias jornadas con jabón y una esponja.
Recordó la fría agua del oasis, en donde sólo lavó su cuerpo, Takeyuki dejó la esponja y miró su cuerpo enjabonado.
¿Qué habrá sentido Zayid cuando vio su cuerpo desnudo?
Quizás se decepcionó por lo enclenque que era. Takeyuki no conocía las preferencias de Zayid, pero sabía que un cuerpo huesudo no se sentía bien ni ofrecía mucha diversión durante el sexo, no como un suave y seductor cuerpo. Era por eso que a pesar de todas las cosas sugerentes que Zayid le dijera, nunca le puso un dedo encima.
Pero él me besó, y lo hizo varias veces. Mientras el agua de la ducha caía sobre su cabeza, Takeyuki cerró su mano alrededor del tembloroso miembro entre sus piernas.
Masajeó su eje entero suavemente.

—Ah. —Un placer que superaba sus expectativas recorrió su
cuerpo e hizo que inadvertidamente gritara.
Era porque pensaba en Zayid que se había excitado, y su cuerpo había reaccionado intensamente. Takeyuki imaginó que su mano era la de Zayid, y su cuerpo lo estaba rodeando en el momento en que era sumergido en la pasión. Sabía que debería sentirse avergonzado por lo que estaba haciendo, pero una vez que el fuego se había encendido dentro de su cuerpo, le era imposible apagarlo hasta que llegara a su liberación.

—Oh, oh, ¡Zayid! —Un chorro de leche golpeó contra los azulejos antes de que Takeyuki gimiera fuerte.
Después de su separación, Takeyuki se dio cuenta que realmente amaba a Zayid, y no sólo por el deseo de estar juntos.
Era el anhelo de ser físicamente uno. No le importaba que ambos fueran hombres, nunca había amado a alguien tan desesperadamente.
El dolor era tan fuerte que sentía que su corazón se haría pedazos ahora, cuando Takeyuki estaba haciendo ese tipo de cosas, pensando que eran los largos y hermosos dedos de Zayid, pero patéticamente ensuciaba los suyos.
Se secó el cabello y se vistió en el cuarto de baño con un pijama de seda, entró en la suave cama. No necesitaba esas cosas.
No necesitaba ninguna de esas cosas, sólo quería ver a Zayid una vez más.
Su deseo no tenía esperanza, y empezó a darse cuenta.
Enterrando su cabeza en la almohada Takeyuki mordía su llanto y sollozos, mientras pensaba en dejar el país e irse a cualquier lado 
—a él no le importaba dónde— en el último vuelo del día siguiente, luego de visitar el palacio. Era imposible dejar de pensar en Zayid mientras estuviera en Cassina. Takeyuki tenía
esa sensación. A él no le importaba que la gente le dijera “niño de mami”. Ésa era la primera vez que Takeyuki se había enamorado seriamente de alguien. Él había vivido veintidós años y era la primera vez que sentía más cariño hacia otra persona que hacia sí mismo, o hacia cualquier otra cosa.
Sintió que se había quedado dormido llorando, así que cuando despertó la siguiente mañana se vio al espejo, sus ojos estaban hinchados, la marca de su mejilla debido al golpe de su hermano había desaparecido, pero su cara se veía peor ahora. Estaba nervioso por ir al encuentro del Rey del país viéndose así.
Su hermano, su cuñada y el embajador estaban desayunando juntos, todos ansiosos y animándolo. Takeyuki se sintió mal y se esforzó por animarse.
Su hermano le había dicho a Masako que tuviera un cambio de ropa listo para Takeyuki, así que se vistió
formalmente con un frac que había traído desde Japón. Era un encuentro privado, pero era con el Rey, así que las formalidades debían ser estrictamente observadas.
A las diez de la mañana en punto un auto llegó por ellos, era una gran limusina negra. El embajador y Atsushi iban con Takeyuki, y Mustafá en el asiento del pasajero al frente. Mientras el auto salía, Takeyuki respiraba profundamente tratando de calmar sus terribles nervios.



Lamento la tardanza pero aquí otro capítulo ya nos acercamos al final 😉😉😉 últimos 2 capítulos 

No hay comentarios:

Publicar un comentario