Capitulo Dos
Segunda Parte
Tomoyuki, Kadim y la mujer de bata negra siguieron su mirada y escucharon.
Oyeron un ruido apenas perceptible, que se iba acercando más hasta convertirse en un rugido. Tomoyuki también lo reconoció: el ruido de las hélices. Finalmente el ruido se silenció, y en su lugar oyeron balbuceos alrededor de ellos.
Era imposible decir cuánto tiempo pasó. Un minuto, o dos. Luego oyeron el sonido de pasos sobre piedras.
La puerta se abrió bruscamente, dejando ver a Aswil, con su thawb blanco ondulando alrededor de su cuerpo. Tomoyuki fue en lo primero que fijó sus ojos, a medida que avanzaba a zancadas por la habitación. Su expresión dura se suavizó sólo por un momento. Pero luego, sus cejas se juntaron una vez más, evidenciado su disgusto.
Tomoyuki continuó parado, incapaz de hacer el más mínimo movimiento. No podía recuperarse, pero era más que sólo eso. Alegría, pesar, vergüenza y muchas otras emociones recorrían su corazón.
—Zafar—, Aswil llamó en una voz baja.
Estaba vestido sólo con un keffiyeh y thawb blancos. Tomoyuki estaba abrumado por su majestad y se quedó mirándolo, perplejo, olvidando todo lo demás.
—Dime qué está pasando aquí—, ordenó Aswil.
Él era un león del desierto. Una energía nerviosa llenó la habitación en respuesta a su amenaza, acomodada en sus deslumbrantes ojos color miel.
—Oh, nos conocimos por casualidad, —respondió Kadim—. Quería ofrecerle algo de café, pero supongo que es tiempo de enviarlo a casa.
—No estoy hablando contigo—, estalló Aswil, ignorando la explicación.
Kadim empalideció y sostuvo su lengua.
—Zafar.
La segunda vez que Aswil dijo su nombre, Zafar apagó su cigarro sin prisa. —Aswil, por favor no culpes a Kadim, —dijo finalmente—. Estoy seguro de que él nunca imaginó que un invitado tuyo andaría divagando perdido en el desierto.
Un pequeño músculo en la sien de Aswil se contrajo. Tomoyuki no sabía a cuál de los insultos Aswil estaba reaccionando, pero era claro que estaba furioso.
—No puedo dejar esto pasar, fuese cual fuese el motivo, —respondió.
— Es perfectamente entendible, —asintió Zafar—. Pero, ¿podrías reflexionar y perdonar esta vez, por consideración a mí? Incluso si no tenía idea de que tenías un invitado en el palacio en Saria.
El tono dramático de Zafar sin duda no era intencional. Tomoyuki pensó que había detectado un indicio de negociación en la voz del hombre también — olvida todo esto a cambio de mi silencio.
Lo más fuerte de su ira estaba reservado para Tomoyuki, pero el hombre no lo miró. Obviamente, estaba más enojado con Tomoyuki que con cualquier otro por actuar de manera tan estúpida y haber sido atrapado en un lugar tan peligroso.
— Primo, te juro que no le hemos hecho nada —, Zafar añadió. — Pregúntale tú mismo.
Primo. Tomoyuki lo recordó ahora. Zafar al-Ibrahim, el primo menor de Aswil, y el siguiente en la línea del trono.
—Tendrás problemas muy pronto si te sigues asociando a un lugar tan deplorable como este —, Aswil respondió rápida y fríamente.
Zafar lanzó una pequeña sonrisa de escarnio. — Tendré tu consejo en mente, primo. Todos estamos de acuerdo en que el burdel de Ziyard es un hoyo escandaloso, dentro de los límites de Madina, pero aislado... ¿no es así, Kadim?
Kadim miró más perturbado por la petición de Zafar de apoyarlo en esto.
Los ojos de Zafar volvieron hacia Tomoyuki. — Ah, el invitado. Si te metes en problemas, ten la libertad de venir. Es posible que pueda ayudarte.
Aswil no respondió. Tampoco le dio a Tomoyuki la oportunidad de hacerlo. Agarró al hombre japonés del brazo y lo llevó a empujones fuera de la habitación.
Tan pronto estaban fuera del edificio, Aswil liberó su mano. Silenciosamente, a pasos agigantados, avanzó por el callejón y Tomoyuki tuvo que trotar para alcanzarlo. Este no era el momento adecuado para agradecer a Aswil el haberlo salvado.
Los guardias de Aswil lo estaban esperando en frente del burdel.
Salieron hacia la plaza, donde se encontraba el helicóptero. Aswil se subió, pero Tomoyuki dudó por un momento. Aswil le lanzó una mirada y subió, obligado. Luego, los guardias subieron a los asientos delanteros.
El helicóptero se elevó en el aire.
Aswil pasó todo el viaje en silencio, mirando hacia adelante. Tomoyuki había perdido la oportunidad de expresar su gratitud y, al final, regresaron al palacio de Saria sin decirse una sola palabra.
**********
Sana corrió hacia él cuando llegaron al palacio. — ¡Señor Tomoyuki! ¡Me alegra mucho saber que está a salvo!
Tomoyuki se arrepintió de lo que le había hecho a Sana. Ella había estado tan preocupada por él que estaba llorando.
— Sana... — Quería decirle que lo sentía, pero ella no lo dejó.
— Debió haber sido terrible cuando su caballo se asustó por el ruido del accidente —, balbuceó.
— ¿Qué? — Miró a Sana, pero sacudió sus hombros, como si estuviese asustada. Sabía perfectamente bien que el caballo no se había asustado, pero esa parecía ser la historia a lo que los sirvientes decidieron aferrarse.
— Sana, puedes irte. Gracias —, dijo Aswil gentilmente.
Tomoyuki esperaba que Aswil estuviera indignado, pero el hombre estaba exactamente igual que siempre. Pudo deducir cuánta confianza tenia Aswil en Sana, aunque no los había visto casi nunca juntos.
Cuando Sana se fue, Tomoyuki se quedó solo con Aswil. En el momento en que la puerta se cerró, un sentimiento agobiante descendió en la habitación.
— Qué cosa tan ridícula —, Aswil comenzó la denigración. Los rabillos de sus ojos se detuvieron y arrugas profundas acortaron su ceja. No pudo esconder su rabia apasionada. — ¿En qué estabas pensando, escapándote al desierto solo? ¿Qué crees que hubiese pasado si Zafar no hubiese estado ahí?
Tomoyuki apretó sus labios. Incluso si sus propias acciones imprudentes lo pusieron en peligro, no iba a permitir que Aswil lo criticara por ello. De todas formas, ¿quién fue el culpable de haberlo forzado a hacer tal cosa?
— Tomoyuki, por favor di algo por ti —, ladró Aswil.
Tomoyuki desvió sus ojos y se alejó, molesto por haber sido regañado por él.
— Eres...— La voz de Aswil se desvaneció y no dijo nada más. Probablemente iba a criticar a Tomoyuki otra vez, pero al parecer lo pensó mejor. Frotó su frente, luciendo cansado, y dio un largo suspiro. — Cuando desapareciste en el desierto, Ziyard fue el primer lugar en el que busqué. Si estabas ahí, estarías en más peligro que en cualquier otro lugar. Y si pasaba más tiempo, las cosas habrían sido distintas. Incluso cuando mi primer movimiento fue buscar en Ziyard, si hubiese esperado demasiado, nunca habría sido capaz de rastrearte de nuevo. Ese es el tipo de lugar que es Ziyard.
Tomoyuki se dio cuenta sólo ahora de cuán afortunado había sido. Si Zafar no hubiese estado ahí, o si Aswil no hubiese ido tras él, estaría en un lugar muy diferente ahora. El concepto japonés del mundo le hizo imposible imaginar cuán grande sería el precio por actuar descuidadamente incluso una vez.
— Lo siento —, musitó.
Aswil sacó su mano de su cabeza y miró a Tomoyuki. Pero el hombre japonés aún no quería hacer contacto visual y mantuvo su mirada hacia abajo.
— Sana estaba hecha un mar de lágrimas cuando me contó lo que pasó —, Aswil continuó. — Escuchó la conmoción y salió para ver qué estaba pasando. Obtuvo la historia del caballerizo. Aunque el guardia que vino a reportarme lo sucedido no mencionó que el caballo estaba asustado.
Tomoyuki realmente le había hecho algo muy malo a Sana. Se culpó a sí mismo sin dudar.
— Tomoyuki.
Aswil abrió sus brazos ampliamente. Antes de que Tomoyuki tuviese tiempo de escapar, estaba sumergido en un abrazo tan fuerte que hizo sonar sus huesos.
— Aswil... — chilló.
— No te escapes —, Aswil murmuró intensamente. — Si haces esto de nuevo, no sé lo que haré.
Sus palabras fueron avasalladoras, pero, desafortunadamente, Tomoyuki estaba consciente de la preocupación que había generado en Aswil. Tomoyuki se resistió a la necesidad de Aswil de abrazarlo ahora lo más fuerte que podía, ya que no tenía ninguna intención de obedecer al hombre.
Era demasiado obvio que si se sometía a él ahora, no se sabía lo que podría pasar. Permanecer en Madina y hacer lo que Aswil deseaba era lo mismo que negarse a sí mismo su propia vida. Tendría que abandonar muchas cosas, como su vida tranquila y todo el esfuerzo que había puesto en su carrera.
Pero en verdad, no le importaban esas cosas. No, lo que no podía tolerar era que le pidieran abandonar su orgullo. Si alguna vez hacía eso, tarde o temprano se volvería loco.
— Sólo quiero volver a Japón —, murmuró.
— De nuevo con eso —. Aswil lo empujó bruscamente.
Tomoyuki lo miró fijamente. — Lo diré tantas veces como lo desee. Tengo que volver. No pertenezco aquí. No importa lo que pienses, porque volveré a Japón —.
No podía quedarse en Madina. No tenía futuro aquí.
— ¿Y la próxima vez? ¿Dejarás que te fuercen a ir a un burdel? — preguntó Aswil, evidentemente no interesado en discutir más sobre el tema.
Tomoyuki no dudó en responder, — Eso podría ser mejor que estar en este palacio —.
Una esquina de la boca de Aswil se levantó en señal de disgusto. — Ridículo.
Tomoyuki sabía que era ridículo. Pero no había manera de que cediera a esta situación. Le hubiese gustado nombrar sus quejas, pero no tuvo ganas de hacerlo.
Aswil miró ferozmente a Tomoyuki, con seriedad, pero luego lo agarró con ambos brazos. Asombrado por el movimiento repentino, Tomoyuki cayó fácilmente a la cama. Hiso un movimiento para escapar de inmediato, pero el cuerpo de Aswil lo presionó antes de que pudiera hacerlo.
— ¿Qué estás haciendo? — preguntó frenéticamente.
— Sólo reviso para estar seguro de que no te hicieron nada —, dijo Aswil.
— ¿Estás bromeando? — gritó Tomoyuki, asombrado por su abrumadora respuesta.
— No, no bromeo —, murmuró Aswil cruelmente al oído de Tomoyuki.
Tumbados en las sábanas, el hombre japonés reunió una resistencia tenaz, pero estaba en una posición tan cruelmente desventajosa, que no logró nada.
— ¡Ellos... no me hicieron nada! — dijo. — Llegaste antes de que pudieran.
Aswil no aceptó la explicación. — No dirías nada.
Sostuvo la mano del hombre japonés abajo y enrolló su thawb, luego arrancó sus pantalones y su ropa interior.
Tomoyuki arañó las sábanas, estremecido por un sentimiento mucho más fuerte que la lástima. Era como si el otro hombre no pudiese creer que existiese una persona que huiría de él.
— Aswil... — Tomoyuki sintió sus ojos hambrientos y sus piernas temblaron. — Es suficiente. Ya lo has visto por ti mismo ahora —, rogó.
¿Por qué me estás haciendo eso? quería gritar.
Juntó sus dientes, pero lo único que lo controlaba era el hecho de que Aswil lo estaba observando. Nunca quiso revelar su debilidad al otro hombre. Si la mostraba una vez, lo haría una y otra vez. Y si alguna vez dejaba de pensar en lo que estaba haciendo, comenzaría a obedecer a Aswil.
Al parecer Aswil sintió el rechazo silencioso del hombre japonés.
— Aún no —, dijo con una voz fría, elevando bien alto las caderas de Tomoyuki. No había oportunidad de luchar.
— ¡Para con... eso! — protestó Tomoyuki.
— De nuevo estás cerrado y apretado, a pesar de todo lo que te hice anoche —, dijo Aswil. — Qué lindo... ¿eres así de tímido?
— ¡Aswil!
— Pero si estás todo rojo — dijo Aswil persistentemente.
Las mejillas de Tomoyuki se sonrojaron por los insultos lascivos que le llovían. Aswil estaba lo suficientemente cerca como para que Tomoyuki pudiera sentir su respiración. ¿Cuánto necesitaba el hombre humillarlo antes de estar satisfecho?
— Apuesto a que incluso estás más rojo adentro —, añadió Aswil.
— ¡--agh ! — gimió Tomoyuki.
Los dedos de Aswil pasaron rozando a través de su orificio, y la mente de Tomoyuki recordó lo de anoche. Aswil no había mentido cuando dijo que lo harían como si fuese la primera vez. Había sido tan gentil que Tomoyuki había deseado que fuera más duro.
— ¡No! No... - murmuró Tomoyuki.
— No importa cuánto luches, no puedes desafiarme —, Aswil susurró de vuelta. — Creo que eso te lo enseñé anoche. En mi palacio, no tienes opción más que obedecerme.
— Aswil — ah...
Aswil estaba acariciando la entrada al cuerpo de Tomoyuki. Parecía estar al borde de penetrarlo, y el cuerpo de Tomoyuki se puso rígido en anticipación.
— Dejarás de rechazarme muy pronto —, dijo Aswil confiadamente. — Te ayudaré a recordar, en caso de que te hayas olvidado. ¿Qué me estabas rogando anoche cuando te aferraste a mí?
Tomoyuki no podía creer la facilidad con la que Aswil podía decir estas cosas. ¿Cuán inhumano podría ser?
Sus recuerdos de Aswil como un hombre amable se fueron desmoronando. Siempre había pensado que Aswil era confiado y asertivo, pero el hombre que conoció nunca antes habría forzado a alguien a someterse a él. Aswil ahora no era más que un tirano arrogante.
— ¿Tú crees... que realmente puedes entrar? — dijo Tomoyuki, eligiendo a propósito un tono cruel. Tenía que parar esto. Se dio cuenta de que había una parte de él que quería estar abrumada. No importa cuán arrogante fuera el hombre, Tomoyuki aún lo encontraba irresistible. Había sido forzado a enfrentar ese hecho cuando observó a Aswil invadir el burdel.
— Volveré por ti. Así que quiero que me esperes. Pueden pasar años, pero mis sentimientos no cambiarán.
Ahora era el turno de Tomoyuki de darle vueltas a la promesa que Aswil había hecho seis años atrás. Había acusado a Aswil de mentir, y había sido forzado a fingir que había olvidado su promesa para protegerse a sí mismo. La razón por la que seguía resistiéndose ahora era que él podía imaginar fácilmente cómo sería si se permitía a sí mismo ser devastado.
Parte de él estaba feliz porque Aswil estaba tan obsesionado con él. Por otra parte, los sentimientos de Aswil podrían enfriarse. O quizá se canse de él. O sus esposas, consumidas por las sospechas, podrían ponerse celosas...
Tomoyuki se estremeció. Prefería la muerte a vivir así.
— Me pregunto —. La voz de Aswil era fría. — Podría estar satisfecho si durmiéramos juntos. Al menos, hasta que nos cansemos el uno del otro.
Con estas palabras, algo se estiró demasiado dentro de Tomoyuki y se partió en dos.
Había hecho lo mejor que pudo para proteger su sanidad, pero su obstinada tenacidad no coincidía con las palabras de Aswil. El hombre lo acosaría por el tiempo que lo deseara, y luego sólo lo desecharía cuando se aburriera. Tomoyuki no podía hacer nada más que rezar por que Aswil perdiera rápidamente el interés.
Él era diferente a Aswil. Mientras más estaban juntos, más profundas serían sus heridas.
¿Por qué el hombre no pudo dejarlo solo? Después de seis años, finalmente se estaba recuperando. Ahora, en sólo un instante, sería arrastrado una vez más al sufrimiento que lo había oprimido antes.
— Dame un beso, Tomoyuki —, ordenó Aswil, mirándolo hacia abajo.
Tomoyuki se vio a sí mismo reflejado en sus ojos color miel, amenazando tragarlo. Pero parecía que estuviese mirándolo desde un lugar muy lejano.
Levantó su cabeza desde la cama y le dio a Aswil un leve beso. Aswil no perdió tiempo en sostener su cabeza y forzar a que el beso se volviera más profundo.
Los pensamientos de Tomoyuki se evaporaron. Qué fácil sería entregarse a Aswil y no dejar que nada lo preocupara. Estaba muy indignado por la parte de sí mismo, oculta en un costado de su mente, que quería esto.
**********
Escuchó a alguien llamarlo por su nombre y abrió sus pesados párpados.
La luz de la luna emanaba dentro de la habitación. Aswil estaba elevando a Tomoyuki en sus brazos.
— Nos vamos —, dijo Aswil. — Vístete.
Tomoyuki miró al reloj en el velador y vio que era cerca de la una de la madrugada. ¿Dónde posiblemente podrían ir a esta hora de la noche?
No preguntó. No le importó. La resistencia no lo llevaría a ningún lado. Al final, tendría que obedecer las órdenes de Aswil.
Cuando se levantó de la cama, Aswil — muy apurado — comenzó a ayudarlo a cambiarse. Le sacó su ropa de noche en la oscuridad y, una vez que Aswil había terminado de vestirlo con la ropa que él había preparado, Tomoyuki entendió. Era una abaya, vestimenta de mujer.
— ¿Por qué tengo que usar esto? —, demandó, desconcertado. Incluso si había perdido el deseo de luchar, aún había cosas que no aceptaría. — No quiero.
Comenzó a sacarse la abaya, pero Aswil sostuvo su mano. Su cara era lúgubre. — No hay tiempo para preguntas. Si te opones, tendré que pedir ayuda a otras personas.
Aswil estaba amenazando con traer a otras personas para que desnudaran a Tomoyuki si él no se comportaba. No tenía más opción en el asunto.
Más que resistirse, cerró su boca muy fuerte. Si Aswil iba sólo a ignorar todo lo que él decía, no había caso en discutir. Obedeció en silencio.
Una vez que habían cubierto su cabeza con un hijab, escondiendo todo menos sus ojos, Aswil salió con él de la habitación apurado. Un jeep los estaba esperando en la carretera. Lo apresuró hacia el asiento trasero y, cuando se deslizó a su lugar, el jeep comenzó a arrancar silenciosamente. Lanzó una mirada de reojo a la rociada de una fuente del jardín, centelleando a la luz de los focos delanteros a medida que el jeep se dirigía a la puerta principal.
El portero la abrió rápidamente. Los guardias dieron un último gesto de respeto al jeep que llevaba a Aswil y Tomoyuki. Nada más bloqueó al jeep a medida que avanzaba hacia el desierto de medianoche.
— Estoy seguro de que hay cosas que quieres preguntar —, dijo Aswil una vez estaban fuera del palacio. — No dejes que el conductor te moleste. Nunca hablará de lo que ve o escucha —, añadió, ofreciéndole a Tomoyuki su oportunidad de preguntarle, sin más que dirigir una simple mirada en su dirección.
Existe un dicho en árabe: "man saqata salim", que significa "hay seguridad en el silencio". O, como dicen en Japón, "el silencio es oro". Todos los empleados en el palacio de Aswil, incluido el chofer, se habían tomado el "man saqata salim" a pecho.
Por supuesto que había cosas que Tomoyuki quería preguntar, como ¿dónde iban? y ¿por qué? Pero permaneció en silencio. Incluso si sabía esas cosas, no sería capaz de hacer nada al respecto.
— Nos dirigimos a Madina —, Aswil dijo, su voz dura.
A Madina.
Esta respuesta inesperada sólo generó más preguntas. ¿No era que Aswil había llevado a Tomoyuki a su palacio en Saria para que nadie lo descubriera? ¿Cómo Aswil explicaría las cosas si su familia y ayudantes descubrían a Tomoyuki una vez que llegaran a Madina? En la posibilidad remota de que el secuestro de Tomoyuki se volviera público, Aswil no podría lidiar más con el escándalo en forma privada.
No tenía idea de lo que Aswil estaba pensando.
— No hay de qué preocuparse —, pareciera que Aswil leyera las reacciones de Tomoyuki sin siquiera mirarlo. Aún estaba con su mirada hacia el frente, sonriendo burlonamente. — Siempre has sido un preocupado. En cuanto pones un pie fuera de tu habitación, no piensas en nada más que en cómo reaccionarán los demás.
Tomoyuki tragó por la forma en que Aswil estaba sonriendo y por su expresión tierna. No quería hablar del pasado. Ya había terminado. Quería encerrarlo, pero no podía.
Los ojos de Aswil se entornaron indulgentemente, y Tomoyuki se preguntó en qué estaba pensando. Luego de atreverse a secuestrarlo y traerlo a Saria, el hombre había estado tratando de quebrantarlo con su arrogancia. Pero el Aswil que Tomoyuki veía ahora no era como el de seis años atrás.
— ¿Recuerdas esa pelea que tuvimos? — preguntó Aswil repentinamente.
Por supuesto que Tomoyuki la recordaba. Fue cuando uno de los otros estudiantes japoneses lo había invitado a una noche de citas rápidas que no pudo rechazar. Habría sido extraño si lo hubiese hecho. Aswil se había reído y dicho que lo había estado pensando mucho y que no había necesidad para que él fingiera ser heterosexual. Pero Tomoyuki reconoció que una relación homosexual no era natural. Para él, no tomar precauciones era demasiado.
Él quería que su relación con Aswil no terminara nunca. Estaba dispuesto a fingir que sólo eran muy buenos amigos para protegerla. Pero Tomoyuki nunca se habría imaginado que algún día tendría que ir a una cita con una chica de la escuela. Pero tenía que hacerlo, él lo haría.
— No puedo deducir qué es lo que quieres.
Y cuando Aswil se enojó con él, había dicho que eso, también, era inevitable.
Aswil lo había llamado una pelea, pero no lo era. Tomoyuki sólo había estado en shock por lo frío que Aswil lo había tratado.
Al final, había cancelado la cita. Le había dicho a la chica que había alguien más que le gustaba, y ella le dijo que pensaba que él tenía un enamoramiento parcial por ella. Ambos estaban aliviados.
— La verdad es que no recuerdo ese tiempo —, dijo Tomoyuki, contradiciendo la ola de recuerdos que había aparecido en su mente.
La sonrisa desapareció del rostro de Aswil. — Estás molesto porque te traje aquí tan repentinamente, ¿verdad? — dijo.
Las sombras proyectadas por la luz de luna hicieron que algo en el rostro de Aswil titubeara. Tomoyuki pensó que veía arrepentimiento tiñendo la expresión de Aswil y, confundido, miró hacia otro lado. Dominó sus débiles sentimientos y respondió con un denso sarcasmo, — ¿Quieres decir vestido así? ¿O te refieres a Madina?
Aswil respondió discretamente que se refería a ambas.
— Si sabes que estoy enojado, entonces, ¿por qué estás haciendo esto? — dijo Tomoyuki. — Eso no es precisamente racional.
Había pensado que nunca más vería a Aswil de nuevo luego de seis años de no tener noticias de él. Sintiéndose abandonado, se había dicho a sí mismo que sólo había sido una mentira cuando Aswil le dijo que volvería por él, parte del cliché de los amantes que se van.
Este hombre era el heredero al trono de Madina y estaba comprometido en matrimonio con alguien. Tomoyuki estaba seguro de que había ocultado detalles de sí mismo a propósito cuando era un estudiante de intercambio, para poder disfrutar durante ese corto tiempo de libertad.
Pero, ¿qué podía hacer Tomoyuki? Si el hombre que amaba era malo para él, todo lo que podía hacer era renunciar a él. Había despreciado la parte de sí mismo que quería creer en que Aswil regresaría, y tenía que discutir una y otra vez con la creencia ingenua de que no debería darse por vencido.
Pero a pesar de todos sus esfuerzos, desde el momento en el que Tomoyuki vio a Aswil nuevamente, todo había sido por nada. Su corazón le dolía tanto, incluso cuando había encerrado a Aswil en el pasado. Sus antiguas cicatrices habían supurado y abierto nuevamente, sus heridas derramándose.
— Si te hubiese preguntado directamente si querías venir a Madina conmigo, ¿habrías aceptado? — preguntó Aswil suavemente.
— ¿Cómo puedo responder eso? — preguntó de vuelta Tomoyuki.
Trató de imaginar lo que habría hecho. Probablemente no habría sido conquistado con una simple sonrisa de Aswil, de quien no ha visto una en mucho tiempo. Y todos aquellos sentimientos nostálgicos no lo habrían abrumado, así que sabía que habría rechazado la idea.
Aparentemente, aún no había lidiado completamente con el pasado.
— No habrías venido, ¿verdad? — insistió Aswil. — Sabía que te estabas recomponiendo. Sabía que estarías bien sin mí —.
Tomoyuki se tragó su respuesta, maravillado por lo egoísta que había actuado Aswil. No había estado bien para nada. Sólo había sido forzado a estar bien. Pero no tenía sentido decir eso.
Sus emociones flaquearon, pero Tomoyuki las remitió al increpar, — Si sabías todo eso, ¿por qué lo hiciste? ¿Qué quieres de mí? Me forzaste a venir aquí, y ahora me estás forzando a vestirme como mujer, ¿para cumplir una promesa que hiciste? No seas ridículo. De toda la gente, tú debes darte cuenta de que esto no tiene sentido. Debes —. Dudó en darle voz a la más importante de sus discusiones y se cortó. Pero sacudió su cabeza a esa parte de sí mismo y, en vez de eso, dio empuje a su punto. — Te casarás, ¿verdad?
Estaba aliviado de que su voz no se haya debilitado cuando dijo eso.
— Casarme... — Aswil inclinó su cabeza y lo miró por primera vez desde que subieron al auto. Sus ojos se cerraron. Los ojos color miel de Aswil estaban negros ahora, reflejando la oscuridad.
Sin ningún cambio en su expresión, confirmó las sospechas de Tomoyuki. — Supongo que debo hacerlo. He estado comprometido por seis años. Mi padre quiere verme casado mientras aún siga vivo, y todos me están presionando.
El corazón de Tomoyuki se apretó.
Había estado tratando de llegar a aceptar que Aswil estaba comprometido, pero le angustiaba oírlo directamente del hombre en persona. Y la calmada respuesta sólo hizo que Tomoyuki lo odiara más.
Y esto lo llevó a su pregunta original. Si Aswil se iba a casar, ¿por qué había ido por Tomoyuki?
— Ya veo —, dijo fríamente. — Supongo que felicitarte aún es muy prematuro.
¿Qué más podía hacer que reírse y dejarlo ir? Ya no podía esperar tener sus sentimientos bajo control. Sólo se le había dado la determinación de hacerlo, porque cada vez que ojeaba el rostro de Aswil, los seis años que había acumulado entre ellos se habían caído a pedazos.
— Supongo que pienso que no querrías venir a Madina —, dijo Aswil, dejando de mirarlo.
— Tienes razón —, asintió. — No quería venir.
— ¿Entonces, no querías estar conmigo porque te dejé de importar? — dijo Aswil.
Qué cosa tan insensible. Tomoyuki reunió sus emociones, las que estaban al borde del completo colapso. No dejaría que Aswil supiera que lo había herido.
Si lo admitía, sólo haría que luciera innecesariamente patético.
— Eso ya no importa. Mientras me dejes volver a Japón —, dijo, actuando indiferente.
— ¿No importa? — repitió Aswil fríamente.
— Por supuesto que no —, insistió Tomoyuki. — Tengo mi propia vida que vivir. Además, tengo un trabajo, sabes. ¿Cuánto tiempo piensas retenerme aquí?
— ¿Así que también odias Madina? — dijo Aswil.
Una sonrisa cruel vino a su rostro. Trajo a la memoria de Tomoyuki el recuerdo de la expresión arrogante de Aswil cuando lo forzó hacia él.
— No tienes que preocuparte de tu trabajo —, continuó Aswil. — Les dijimos que las negociaciones continuarán por tiempo indefinido, por lo que tenías que quedarte mucho más tiempo.
— ¡No estamos hablando de eso! — explotó Tomoyuki, su irritación a flor de piel. Sus conversaciones siempre iban en líneas paralelas que nunca se interceptaban, sin importar cuán lejos fueran.
Aswil dirigió su atención hacia otro lado y miró hacia fuera por la ventana. — Estaremos allá pronto —, dijo fríamente.
Tomoyuki también miró por la ventana, y vio que habían entrado a un pueblo. No había nadie en las calles tan temprano, pero las luces de la ciudad brillaban con vigor.
Los hoteles de lujo y centros comerciales al costado de faroles de un color naranjo llamativo contribuían a una vista brillante que quemaba los ojos. La ciudad merecía su reputación como un lugar turístico famoso en el mundo. Si Tomoyuki hubiese venido en circunstancias diferentes, estaba seguro de que lo habría disfrutado.
El jeep aceleró por un camino derecho, compartiéndolo sólo con unos pocos otros autos.
Tomoyuki bajó la ventana un poco, esperando tranquilizarse con el aire fresco. La brisa nocturna recorrió su pelo y acarició su rostro y sus emociones, desgastadas por la pelea con Aswil, comenzaron a relajarse.
— Es hermoso —, dijo tranquilamente, y el rostro de Aswil se suavizó también.
— Madina es especial, incluso para las naciones de los Emiratos de Ridwan —, dijo Aswil. — Los turistas y VIPs de todas partes del mundo vienen aquí. Tenemos hoteles cinco estrellas, casinos, el desierto, caballos de carrera, y caza de halcones. Todos los placeres del mundo están aquí, en Madina.
Aswil amaba verdaderamente esta nación. Pero lo que amaba aún más era la vida en el desierto. Le había dicho a Tomoyuki eso antes. Con los ojos brillando como los de un niño, se preguntó muchas veces sobre qué tan fantástico sería vivir tu vida deambulando como las tribus nómades antiguas del desierto.
Saria podría ser lo más cercano a lo que Aswil llegaría para ver su sueño concedido.
Tomoyuki recordó lo que el caballerizo le había dicho.
— Esta es la primera vez que el príncipe Aswil ha invitado a un amigo a Saria, así que todos están muy emocionados.
Pero no tenía que sentirse mal por Aswil. Sacudió su cabeza y expulsó la compasión de su mente.
— Estamos aquí.
El jeep se detuvo. Tomoyuki se bajó del auto y permaneció parado ante una muralla blanca que se extendía en ambas direcciones. No había forma de decir desde afuera lo grande que eran las tierras adentro.
Este era el palacio real de Madina. El padre de Aswil era el actual gobernante, pero algún día, Aswil lo heredaría todo.
Caminaron la pequeña docena de metros hacia la puerta. Con la hora que era, Tomoyuki comenzó a ponerse más nervioso y el sudor se juntó en las palmas de sus manos. Aswil había elegido traerlo aquí ahora para evitar ser visto. El hombre no quería que nadie supiera que Tomoyuki estaba ahí.
La puerta automática era lo bastante grande para un auto, pero nadie estaba estacionado en frente de ella.
— Aisha —, llamó Aswil, y una mujer anciana en una abaya apareció en el otro lado de la puerta apenas
abierta. La pequeña mujer bajó su mirada respectivamente al príncipe. Ni siquiera miró a Tomoyuki.
Aisha dirigió a Aswil hacia dentro de la puerta. Evidentemente, habían planificado este encuentro.
Tomoyuki se fijó en un guardia que estaba parado y atento en el otro lado de la puerta, y nerviosamente encorvó sus hombros para esconder su rostro. Pero su precaución fue innecesaria.
— Se debe tratar a esta persona con la mayor discreción —, ordenó Aisha. — No hables de esto con nadie.
La espalda del guardia se puso incluso más rígida en respuesta, no tanto por la orden de Aisha, si no por la presencia de Aswil. Quizá la anciana le había dicho al guardia que el príncipe iba a traer con él a una mujer con antecedentes desfavorables.
Al fin, Tomoyuki entendió por qué tenía que usar ropa de mujer. Sin importar lo que los guardias pudiesen imaginar sobre lo que estaba pasando, no podrían curiosear sobre los asuntos de una mujer.
Miró al edificio en frente de él. Una entrada calada se arqueaba entre dos columnas de mármol. El palacio circundaba su jardín en forma de U, dándole al edificio una belleza subestimada. Una poza se extendía como un canal desde el centro del jardín hasta la entrada del palacio y cada unos pocos metros, había fuentes que lanzaban arcos brillantes de agua hacia el cielo.
Debe haber unos 200 metros entre la puerta y la entrada del palacio. Se apresuró detrás de los otros dos, quienes caminaban a un paso bien definido en completo silencio.
Se deslizaron hacia dentro a lo largo de una tremenda entrada de madera.
Una colección sofisticada de esculturas adornaba las paredes, empequeñecida por el techo montado en joyas que curvaba en lo alto. Si el palacio lucía así de hermoso en la opacada oscuridad de la noche, debe ser conmovedor a la luz del día. Un suspiro de admiración escapó de Tomoyuki.
— Por aquí —, dijo Aisha, abriendo una puerta.
Aswil y Tomoyuki procedieron a entrar. La habitación parecía un salón privado, y Tomoyuki se relajó. Tenía una decoración tradicional del Medio Oriente, con una alfombra que se extendía en el suelo y baldosas estampadas en las paredes. No se parecía en nada a una habitación japonesa.
— Príncipe Aswil —, dijo Aisha.
Ella y Aswil voltearon para mirarse. Ambos se abrazaron y besaron en la mejilla.
— Siento exponerte a todo este problema sin ofrecerte ninguna explicación —, dijo Aswil.
La anciana sonrió y sacudió su cabeza. — Para nada. Con gusto daría mi vida para cumplir mis deberes hacia usted.
— Aisha...
Tomoyuki sintió la profunda confianza que había entre ellos. Pero ya que Aswil no le había dado ninguna explicación a él tampoco, no estaba seguro de lo que debería hacer. Así que simplemente permaneció parado, esperando.
— ¿Él es? — Aisha volvió sus ojos negros como el azabache hacia él.
— Tomoyuki Makabe —, Aswil lo presentó. Tomoyuki saludó a Aisha, aún completamente confundido. Ella le pidió que se sacara el niqab que cubría su rostro.
Miró a Aswil, quien asintió, y así, endureciéndose, obedeció. Concluyó, por la falta de sorpresa que Aisha mostró al ver su rostro, que ya le habían dicho que él era un hombre. Se preguntó cómo Aswil le había explicado su relación, pero no tuvo el coraje de preguntar.
— Yo soy Aisha, la enfermera del príncipe Aswil.
— Sana es la hija de Aisha —, añadió Aswil.
Ahora sabía por qué Aswil confiaba tanto en Sana. Ella era una sirvienta real, por supuesto, pero mucho más importante, era la hija de Aisha.
La anciana enfermera debe haber sido como una madre para Aswil, ya que había perdido a la suya mucho antes. La confianza de Aswil en Aisha era evidente también por el hecho de que le estaba encomendado Tomoyuki a ella.
— ¿Sana se está comportando? — preguntó Aisha, y Aswil asintió enfáticamente.
— Estas son las habitaciones de las mujeres del palacio de mi padre —, explicó Aswil.
Tomoyuki no podía creer lo que oía. Aswil en persona había admitido que estaba pidiendo mucho de Aisha, pero esto era increíble. Era un completo enredo.
La anciana lo miró fijamente, inexpresiva, y se preguntó cuánto sabía ella de la situación.
— ¿Qué estás diciendo? ¡No puedo estar aquí! — exclamó.
Las habitaciones de las mujeres eran la casa de las esposas del rey y de las sirvientas que las ayudaban. Ningún otro hombre más que el rey podía acercarse a ellas, menos aún entrar.
Tomoyuki había preguntado antes si Aswil pretendía ponerlo en su harem, pero el hombre lo había negado, diciendo que lo decía como una broma.
— Tengo permiso especial para entrar a la habitación de las mujeres, para poder decirles a las esposas del rey sobre esta condición y animarlas cuando él no está —, Aswil explicó. — Podremos vernos cuando queramos aquí, y es más seguro que cualquier otro lugar.
Tomoyuki encontró difícil creer las cosas que Aswil le estaba diciendo tan calmadamente.
— ¿Pero qué pasa con—? — comenzó a protestar, pero estaba tan perturbado que no pudo encontrar las palabras.
Aswil lo miró fijamente, observándolo en forma de crítica. — Saria ya no es segura. Por eso es un lugar especial para mí, y nunca traigo invitados aquí. Zafar sabe eso, pero ahora él y Kadim saben acerca de ti. De seguro se corre la voz de que te invité aquí. La gente comenzará a presentarse, esperando utilizarte.
La voz de Aswil hacía eco delirantemente en su cabeza. Incluso cuando Tomoyuki escuchó las palabras, no podía entender lo que posiblemente podían significar. No podía tomar lo que se había dicho como algo racional.
— Si acabas de decir que estabas dando refugio a una mujer que necesitaba tu ayuda —, trató de razonar, — no creo que nadie se presente a tratar de hacer nada descaradamente, incluso si habían rumores.
Entendió que Saria era especial. Aswil había confesado que deseaba haber vivido como las tribus nómades antiguas del desierto. Saria, relativamente aislada del resto de Madina, era probablemente uno de los pocos lugares en donde podía sentir como si estuviese alcanzando ese sueño.
— Pero en serio... ¿esto? — Tomoyuki preguntó desamparadamente.
— Nadie podrá acercarse a ti en las habitaciones de las mujeres —, respondió Aswil.
Tomoyuki estaba seguro de que la única persona además de Aisha que sabía que él estaba ahí era el guardia, y no era probable que el hombre dijera algo sobre la mujer que el príncipe había traído al palacio.
Pero el hombre japonés no podía aceptar esto.
— ¿No sería más fácil mandarme a casa? — preguntó.
La pregunta de por qué Aswil había actuado ahora, después de haber estado seis años separados, aún lo molestaba. Si se descubría que había escondido a Tomoyuki en las habitaciones de las mujeres, Aswil probablemente enfrentaría un gran dilema.
— Ya he tenido suficiente de esta farsa —, Tomoyuki contestó bruscamente, avanzando un paso hacia la puerta.
Pero no pudo avanzar otro, ya que Aswil agarró su brazo y lo miró furiosamente. — Creo que te dije que no toleraría tu rebeldía. No dirás ni una sola palabra en contra mía.
La sangre de Tomoyuki se le subió a la cabeza en respuesta a la fría orden. No podía soportarlo más. Se sacó el hijab de su cabeza y lo lanzó al piso. — ¡No soy tu esposa ni tu esclava! — gritó.
¿Qué tan egoísta podría ser Aswil? El hecho de que este hombre había aparecido de la nada y lo envió a Madina a la fuerza, y luego prohibió completamente cualquier pregunta, era prueba de que Aswil no lo veía como un ser humano. Incluso si esa era la norma en
Madina, como ciudadano japonés, Tomoyuki no tenía que obedecerlo.
— ¿Dónde vas? — preguntó Aswil.
— Suéltame —, Tomoyuki gritó. — ¿A quién le importa dónde voy? Prefiero dormir en el desierto que quedarme aquí.
— Estás siendo ridículo —, gruñó Aswil.
Su agarre aflojó y Tomoyuki sacudió su brazo, quedando libre.
— ¡Sólo déjame en paz! — gritó el hombre japonés.
Se estaba comenzando a excitar, olvidando el hecho de que Aisha aún estaba ahí. Todo era culpa de Aswil. El hombre había sido muy arrogante.
Pero cuando Aisha imperiosamente interrumpió su invectiva, las palabras de Tomoyuki quedaron atoradas en su garganta.
— ¡Cómo te atreves a hablar así! — La anciana miró furiosamente a Tomoyuki con una expresión rígida. — Recordarás cuál es tu lugar y le hablarás a su majestad con más respeto. El príncipe Aswil está preocupado por ti, y tú no haces nada más que tratarlo mal. ¿Esperas que permitamos tal brusquedad?
— Yo — yo — — Tomoyuki tartamudeó.
Sintió como si lo hubiesen abofeteado. Su rabia desapareció. Sabía que no había hecho nada malo, pero sus sentimientos desafiantes se marchitaban haciendo frente a esta acusación acalorada.
— ¡Pero me trajeron aquí en contra de mi voluntad! — pudo finalmente decir.
Aisha cuadró sus hombros en respuesta a su lloriqueo. — Ya veo. ¿Y qué pretendes lograr ahora quejándote? Ya escuchaste lo que dijo su majestad. No sé los detalles de tu situación, pero puedo decirte esto: mientras estés en Madina, harás las cosas a nuestra manera. Tu lloriqueo egoísta no funcionará aquí.
Tomoyuki no dijo nada, aunque sí se preguntó cuál de ellos estaba siendo egoísta. No tenía aliados en Madina. Con su resistencia no lograría nada.
— Ahora, siéntate. Prepararé café —, dijo Aisha, desapareciendo hacia la habitación contigua.
Aswil se sentó en una silla tallada en madera con una mirada amarga en su rostro, y Tomoyuki no tuvo otra opción que hacer lo mismo. Una simple flor blanca estaba ubicada sobre un mantel bordado magníficamente. Tomoyuki miró fijamente sus pétalos al tiempo que mordisqueaba su labio.
Estaba indeciso entre las cosas que quería decirle a Aswil y las cosas que quería preguntarle, y estaba decidiendo cuál hacer primero. Podría haber comenzado desde el principio, pero no quería hablar del pasado. Y, de todas formas, sin importar lo que dijera, sabía que sería peor que cuando comenzó, por lo que terminó con un sentimiento de fracaso.
Aswil tampoco le dijo nada a Tomoyuki.
Aisha regresó, acompañada por la esencia del café. Aswil esperó que colocara las tazas en la mesa antes de dirigirse a ella.
— Lo siento, pero, ¿podrías dejarnos solos?
Era imposible decir lo que ella pensó de esta petición, pero no expresó ninguna palabra. Volvió silenciosamente a la otra habitación.
La atmósfera incómoda volvió tan pronto ella se fue.
La tensión era insoportable. Tomoyuki respiró rápidamente y luego comenzó a hablar, sin esconder el esfuerzo que le tomó hablar.
— Me gustaría saber por qué estoy aquí. Han sido seis años de la última vez que supe de ti. Pensé que te habías olvidado de mí. Finalmente he desistido.
Fue cuidadoso en evitar quejarse, pero de todas formas una nota de culpa se arrastró hacia su voz. Mentalmente se pateó.
Aswil no le había dicho nada, pero tenía que admitir que eso era entendible. ¿Qué razón podría tener un hombre, yéndose a casa para convertirse en rey y recibir una prometida, para mantener el contacto con su antiguo amante?
Tomoyuki trató de pensar en el problema calmadamente. Si sólo había sido un capricho sexual, Aswil no tenía que salir a buscarlo. Si Aswil quería recordar
los buenos viejos tiempos, no tenía que llegar tan lejos secuestrándolo.
Quizá Aswil quería decirle cara a cara que todo estaba terminado — pero todo lo que pudo decir sobre esa idea fue que era claramente ridículo.
— No pude... — Aswil se cortó, con una expresión afligida en su rostro. Profundas arrugas doblaron su ceño antes de que las siguientes palabras vinieran en un tono serio. — No pude contactarte. Los asuntos internos de Madina no han estado exactamente estables estos últimos seis años. El gobernador absoluto se enfermó, y me llamaron de vuelta. Como príncipe heredero, tuve que asumir las responsabilidades de mi padre. Era mi oportunidad para eventualmente ser coronado. Pero ya que mi madre era inglesa, mis parientes comenzaron a discutir que yo no era adecuado para ser el próximo rey. Hubo varios otros competidores como Zafar, quien es el segundo en la línea por el trono, su hermano Rashid, y muchos otros. En la superficie, Madina era un país próspero como nunca antes, pero a puertas cerradas estaba invadido por facciones tensas. ¿Qué crees que hubiese pasado si te hubiese contactado en ese entonces?
Tomoyuki permanecía en silencio.
Si alguien hubiese cuestionado la relación de Aswil y Tomoyuki, Aswil podría haber perdido su derecho a la posición de príncipe heredero. Se habría convertido en un gran escándalo, y la vida tranquila del hombre japonés probablemente habría estado afectada también.
— Entonces, ¿la historia de que te ibas a casar pronto era sólo una táctica? — preguntó Tomoyuki.
Había visto a la novia de Aswil, Samira Ali, en las noticias. Los medios habían hablado de ella como la próxima reina de Madina. Eso fue hace seis años atrás, justo después de que Aswil había regresado a casa. Samira tenía 13 años en ese tiempo, pero evidentemente había sido una joven inteligente y hermosa. Debe ser una mujer increíble ahora que tenía 19.
— No entiendo por qué necesitas desenterrar el pasado —, añadió.
La historia de Aswil con él no era nada más que una mancha en su reputación. No le había causado ningún problema antes, porque no había contactado a Tomoyuki en ese entonces.
Aswil forzó una sonrisa que no llegó más allá de sus labios. El estómago de Tomoyuki se revolvió al ver la sonrisa torcida.
— Prometí que volvería por ti —, respondió Aswil.
¿Cuántas veces Tomoyuki había escuchado esto?
— No me vengas con eso de nuevo —. Deslizó una mano por su pelo, tratando de no parecer especialmente equívoco. — Ya había olvidado todo sobre esa promesa. Es demasiado tarde.
La sonrisa de Aswil cambió a una de autohumillación.
La respiración de Tomoyuki se contrajo al verla. Quería poner un punto final a todo esto, insistir en que había terminado con el pasado. Pero ver a Aswil nuevamente lo había hecho profundamente consciente de que se estaba mintiendo a sí mismo. Fue sólo a través de esta resistencia que había logrado preservar su autocontrol.
— Hubiese aceptado si te hubieses casado y hecho una vida por ti mismo —, dijo Aswil repentinamente. — Habría sido feliz por ti si hubieses tenido una familia. Pero estabas solo. Ni siquiera habías tenido un amante en seis años.
No valía la pena preguntar cómo Aswil sabía eso. Tomoyuki estaba lo suficientemente molesto sólo por enterarse de que el hombre sabía tanto sobre los últimos seis años de su vida.
— Entonces, ¿sientes pena por mí? — preguntó de prisa, interrumpiendo a Aswil. Tenía miedo de escuchar todo lo que el hombre tenía que decir, por lo que lanzó una rápida conclusión antes de que Aswil pudiera decir algo. — ¿O pensaste que estaba solo por ti? Si es así, pensaste mal.
¿Cómo pudo haber tenido un amante? Había estado comparando inconscientemente a todo el que conocía con Aswil, y todos habían parecido muy aburridos después de este hombre.
Aswil era confiado y asertivo, insatisfecho si no podía hacer que cada situación fuera o blanco o negro. Incluso sus excentricidades eran encantadoras. Los recuerdos que Tomoyuki había tenido con Aswil aún eran preciados para él. Sólo fue un corto año, pero había aprendido más de Aswil que de cualquier otra persona.
— Está bien —, admitió Aswil. — Es mi culpa que estés actuando así.
El corazón de Tomoyuki comenzó a palpitar. Sus viejas heridas estaban derramando sangre. Haría cualquier cosa que Aswil quisiera. Las palabras incluso se infiltraban en su garganta.
— ¿Te refieres a que porque me vestiste como mujer y me dejaste atrapado en las habitaciones de las mujeres del palacio de tu padre?
Sabía que no valía la pena. Podía dejar que sus emociones lo guiaran a medida que iba hablando. Pero, ¿y después qué? Si seguía actuando impulsivamente, sería él quien se arrepintiera al final, no Aswil.
— Aún no he decidido lo que debería hacer, o lo que me gustaría hacer —, dijo Aswil. — Así que aún no puedo dejarte ir —. Bajó su mirada.
Las sombras que obscurecían los ojos de Aswil, que normalmente se mantenían con un poder heroico, tiraron el corazón de Tomoyuki hacia la confusión.
— Deberías casarte con tu prometida y dejarme volver a Japón —, dijo, manteniendo sus emociones vigiladas cuidadosamente, para no complicar más las cosas ni causar que su voz titubee. Ni siquiera dejó que un indicio de su sufrimiento se mostrara en su rostro. Ese era el beneficio de seis años de sufrimiento.
— ¿Es eso lo que quieres? — Los ojos críticos de Aswil se fijaron en él.
— Por supuesto que sí —. Tomoyuki dejó que una sonrisa cruzara sus labios, nunca titubeando.
¿Qué más podía decir, por el bien de él o el de Aswil? Repitió esto una y otra vez en su mente para contener el remolino de emociones.
Aswil se paró silenciosamente.
— Necesito tiempo —, dijo bruscamente, dejando a Tomoyuki con algo muy distinto de lo que esperaba oír.
— ¿Qué significa eso? — preguntó Tomoyuki.
Sin mirarlo, el otro hombre caminó hacia la puerta. Se rehusó a voltear, incluso después de que Tomoyuki lo llamara.
— Lo que significa... — Aswil le dijo con una voz firme justo antes de abrir la puerta, — es que aún te amo.
Una descarga eléctrica recorrió desde el corazón de Tomoyuki hasta la punta de sus dedos. No de alegría, sino de sorpresa.
Esto era lo más cruel que Aswil podía posiblemente haber dicho. Ya era bastante malo para Tomoyuki cuando había mantenido la llama de su romance encendida secretamente dentro de él. Pero ahora que sabía que Aswil sentía lo mismo, sintió como si ya no pudiese odiar al hombre o atacarlo. ¿A quién podría culpar ahora? Había utilizado el odio que sentía al ser traicionado para reconstruir su vida.
Incluso si se amaban mutuamente, Tomoyuki no quería que el otro hombre lo llamara así. No quería estar con Aswil.
Aswil salió de la habitación y cerró la puerta.
Tomoyuki mordió su labio y se lanzó sobre la mesa.
— ¿Por qué... por qué diría eso? — exclamó. ¿Qué logra...diciéndome eso?
La cuerda de sus nervios, que hasta ahora había sido estirada hasta el límite, se había partido en dos con la confesión de Aswil. Las emociones con las que había estado luchando reaparecieron y pensó que gritaría por la intensidad de ellos.
Su cuerpo estaba siendo destrozado por dos sentimientos encontrados: el sentimiento de desear estar al lado de Aswil y el sentimiento de autocontrol que le decía que se alejara del hombre.
Las emociones devastadoras que brotaban dentro de él hicieron imposible que se moviera por un largo tiempo.
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