Capítulo Cinco
Todo el país estaba con vida para las festividades. La gente trataba de atenuar sus celebraciones bulliciosas del casamiento y coronación del nuevo rey por respeto al actual rey de Madina, quien yacía en su lecho de muerte. Pero a medida que se acercaba el día, la euforia incontrolada de los ciudadanos era visible en toda la ciudad.
Las banderas colgaban de los hoteles y las tiendas; algunas personas vendían recuerdos hechos en casa para conmemorar la ocasión. Faltando tres días para el suceso, Tomoyuki veía pendones que decían que ese día sería una festividad nacional. Algunas personas incluso estaban trabajando para hacer de esa fecha una festividad anual permanente.
Se habían reunido las organizaciones de noticias de instituciones naciones e internacionales para capturar el momento en que el nuevo rey de Madina fuese coronado. La batalla de los medios de comunicación estaba lentamente entrando en calor, hasta tener una intensidad al rojo vivo, con cada estación de televisión y periódico ofreciendo nada más que historias sobre la boda. Naturalmente, había restricciones obligadas en el lugar y aquellas localidades que podían filmarse habían sido designadas con bastante anticipación.
Las calles de Madina, los grupos turísticos desertores y la mezquita más grande de Madina, en donde se llevaría a cabo la boda y la coronación, eran totalmente accesibles para los reporteros. Así como también el palacio del rey, que patrocinaría una fiesta de celebración después. Pero no se permitiría ninguna cámara en la mezquita o en el palacio el mismo día de los eventos.
En un agudo contraste con el humor jovial de la población, el gobierno de Madina estaba tenso. Algunos turistas estaban molestos porque las inspecciones fronterizas se habían vuelto más estrictas en previsión del inusual evento.
— Sólo se pondrá peor —, dijo Zafar, con un cigarro en una mano. Contempló hacia afuera de su casa, sacudiendo su cabeza con fatiga. — Para la próxima semana, los VIP de todos los países del mundo estarán en Madina para asistir a la fiesta. Los grupos anti-monarcas están posicionando sus tropas, así que no podremos tan sólo relajarnos y disfrutar de la celebración.
— Ésta es una oportunidad de oro para ellos —, comentó Tomoyuki. — Incluso si sólo se muestran en los reportajes criminales, podrían tener un gran impacto.
Zafar le sonrió pálidamente. — ¿Qué harías si fueras ellos, Tomoyuki? ¿Atacarías la mezquita, donde se está llevando a cabo la celebración, o preferirías el hotel que patrocina la fiesta después?
Habría sido natural ser insultado por la forma en que Zafar había hecho la pregunta, pero Tomoyuki la pensó seriamente. Encontró su respuesta dentro de un rato.
— Si fuera yo, atacaría los hoteles donde se hospeda toda la gente importante el día después de las festividades. Antes de que tengan tiempo de recuperarse.
Zafar lo contempló con una lánguida sorpresa. — Qué cruel.
— Bueno, después de todo son grupos anti-monarcas —, respondió Tomoyuki.
Se había estado quedando en casa de Zafar por los últimos 10 días, y el evento de toda la vida que se debe ver en Madina estaba a sólo tres días. Después del matrimonio en la mezquita sería la coronación y entonces Aswil sería oficialmente rey.
— Ya veo. ¿Y cuáles son los objetivos del grupo? ¿Dinero? ¿Poder político? — cuestionó Zafar.
— Libre comercio de los campos de petróleo —, adivinó Tomoyuki. — No es correcto que sólo la familia real pueda poseerlos. La competencia no regulada es la base del capitalismo.
— Eso no funcionará —, dijo Zafar, rechazando la idea. — La familia real de Madina no sólo es un símbolo cualquiera. Somos la cúspide de nuestra nación. Nadie puede permitirse tener un mayor estatus que el rey.
— Debe ser difícil para la familia real, también. Ni siquiera lo puedo imaginar —, meditó Tomoyuki.
Si él poseyera los campos de petróleo, entonces eso significaría que a veces el mismísimo rey tendría que jugar a la licitación con las súper potencias del mundo. Negociaría en el extranjero con un ojo en la protección de los intereses de su propio país. El país puede que sea rico en recursos, pero el rey necesitaba inteligencia, resistencia y mucha energía para protegerlo. Si le faltaba alguna de estas cualidades, no le convenía.
— Hay muchos grupos, algunos pro-Aswil, algunos pro-Zafar y algunos otros —, confesó Zafar. — Hay mucho antagonismo entre todos ellos. Pero personalmente, no odio a Aswil. De hecho, le tengo lástima. Hay más que unos pocos familiares testarudos que tenían prejuicios contra él sólo porque su madre era extranjera.
Tomoyuki escuchó la historia en silencio.
— Hubo un tiempo en el que el Rey Mushrid tampoco estaba seguro de qué hacer. Aswil tiene el derecho a la primera herencia, pero si se vuelve rey de esta manera, por aprobación real de Mushrid, la oposición sólo se volverá más radical. Me preocupa que el gobierno se divida en dos. En Madina, nadie puede obligar al rey a abdicar. El Rey Mushrid observó a Aswil estos últimos seis años y finalmente decidió que él valía la pena. Por esa razón Aswil se volvió tan cauteloso.
Tomoyuki entendió ahora por qué Aswil no lo había contactado ni una sola vez en todos estos años. Aswil no podía haberlo hecho, sin importar cuánto hubiese querido — tenía miedo de que Tomoyuki también pudiera ser atrapado por la política. Pero una vez que estaba nuevamente seguro, hizo su movida.
Sólo para mantener su promesa de que volvería por Tomoyuki.
— Por los últimos seis años, Madina eficazmente no ha tenido rey —, continuó Zafar. — En tres días, eso habrá terminado y Madina comenzará de nuevo, con un nuevo rey. Es tan grandioso.
Tomoyuki lo miró fijamente, sintiendo una gran cantidad de sarcasmo es sus enérgicas palabras.
Zafar exhaló algo de humo descuidadamente. — Supongo que hay varias formas de tomar esa noticia.
Volteó sus ojos desde Tomoyuki hacia la ventana. No parecía querer continuar su discusión, así que Tomoyuki dejó a Zafar en silencio.
Quedan tres días.
¿Quería que el día llegara rápidamente, o deseaba que nunca llegara? No podía deducirlo.
Pero sin importar qué quería Tomoyuki, el día llegaría.
Todo lo que pudo hacer fue esconderse y esperar el día de su despedida final de Aswil.
**********
Llegó la mañana de la boda.
Era un día especial para Madina. Todo el pueblo estaba al borde de sus asientos, esperando el nacimiento de su nuevo rey. Tomoyuki sabía que sería un día que nunca olvidaría.
Planeó ir con Zafar a la mezquita donde se llevaría a cabo la ceremonia del matrimonio. Normalmente, debido a la intensificada seguridad, nadie además de la familia real y de algunos personeros del estado podía incluso llegar al edificio, y mucho menos poner un pie adentro. Pero Zafar había hecho uso de algunas de sus influencias y arregló el acceso para Tomoyuki.
Pero ahora que el momento había llegado, el estómago de Tomoyuki estaba revuelto. Tenía problemas para permanecer calmado. Había estado despierto toda la noche pensando, repasando la larga lista de dudas y arrepentimientos. Por ejemplo, ¿por qué no había vuelto a Japón por cuenta propia? Y ¿qué estaba haciendo completamente solo en un lugar como éste?
Quedan sólo unas pocas horas.
En unas pocas horas más, Aswil estaría casado y sería rey. Se iría del alcance de Tomoyuki para siempre. El hombre japonés había tomado esta decisión por sí mismo, pero aún había una parte de él que vacilaba y era miserable.
De repente, un llamado vino desde Samira, interrumpiendo sus pensamientos. Quería verlos inmediatamente, le informó Zafar. Había algo que quería discutir.
Zafar estaba preocupado, preguntándose qué era lo que posiblemente pudiese decir Samira el día de su boda, pero Tomoyuki había agotado sus reservas de ansiedad. De todos modos, ¿por qué debería alguien preocuparse por Samira? Estaba a punto de celebrar su matrimonio con Aswil y de vivir el resto de su vida en sus brazos.
— Vamos, Tomoyuki.
Zafar guió a Tomoyuki hacia afuera. Iban a la mezquita dos horas antes de lo presupuestado.
— Tú ve solo. Yo... te esperaré aquí.
— Samira pidió que tú también fueras —, respondió Zafar, apurando a Tomoyuki. Aparentemente, quería que Tomoyuki sufriera incluso más. Probablemente, sólo quería que afrontara la realidad de la boda, pero Tomoyuki había tenido suficiente de realidades difíciles. No podía soportar una más.
Se resistió, aunque sabía que estaba lloriqueando como un niño. — ¿Por qué debería? Soy japonés, no es de mi incumbencia —. Había perdido todo el deseo de asistir a la ceremonia en la mezquita.
— Contrólate —, ordenó fríamente Zafar. Él era el aliado de Tomoyuki, pero también era miembro de la familia real. No se preocuparía por mucho tiempo de los delicados sentimientos del hombre japonés. — No me importa cuánta lástima sientas por ti, irás igual. Eso es lo que Aswil quiere.
La sola mención del nombre de Aswil lo dejó sin palabras. No podía creer que Aswil personalmente quisiese que asistiera. Entonces, el hombre iba a hacer todo lo que pudiese para acosarlo.
Perdió la energía para resistir el abuso de Aswil.
— Vamos, ahora. Esta es la completa razón por la que permaneciste en Madina, ¿no es así? Para ser testigo de este día —. Zafar le dio una palmada en el hombro al tiempo que lo regañaba, y Tomoyuki lentamente levantó sus pestañas caídas.
Zafar tenía razón. Tenía que recobrar la compostura. Cualquier otra cosa que ocurriese hoy, finalmente se acabaría. Sin importar cuán doloroso pudiera ser para él, tenía que asistir a la boda y ver a Aswil por sí mismo. Tenía que ver la realidad de la nueva vida de Aswil con sus propios ojos. Si no lo hacía, el sufrimiento de estos últimos seis años sólo se repetiría una vez más.
Tomoyuki se apresuró hacia la mezquita con Zafar.
Esperaron en una recámara, lejos del área de recepción destinada para la familia real. Samira apareció casi al instante. Aún no se había puesto su vestido de novia. Tomoyuki estaba aliviado por la falta de preparación de Samira. Estaba lo suficientemente feliz como para retrasar la visión de ella como novia de Aswil.
— Necesito hablar contigo —, dijo con urgencia.
¿De qué demonios podría querer hablar? Tan pronto como lo había visto, su rostro se había endurecido con una determinación de acero.
— ¿Qué está pasando? — preguntó Zafar.
Samira permaneció distraída. No parecía haber oído la pregunta de Zafar. Pero unos pocos momentos después, volteó sus ojos hacia Tomoyuki, su mandíbula tensa. Estaba lista para hablar.
— Tengo que pedirte algo —, dijo.
Tomoyuki estaba sorprendido por su seria expresión. No podía imaginar lo que Samira necesitaría de él.
— ¿A mí...? — preguntó dudosamente, y Samira asintió enfáticamente.
— Sí, a ti.
Zafar también lucía atónito, frunciéndole inciertamente el ceño a Samira. Pero no interrumpió.
— No estoy seguro de poder ayudarte —, dijo Tomoyuki, tratando de ganar algo de tiempo. Samira lo estaba presionando por una respuesta, pero ni siquiera había escuchado la petición. Le dolía ver lo seria que estaba la joven mujer. — ¿Qué necesitas?
Los labios de Samira se apretaron y dejó salir un largo suspiro. — No quiero casarme con Aswil.
Tomoyuki no pudo procesar en el momento lo que Samira había dicho. Estaba tan lejos de lo que había esperado escuchar, que pensó que debió haber entendido mal.
¿Qué acababa de decir? Lo pensó cuidadosamente, luego finalmente se dio cuenta exactamente de lo que le había dicho. Pero no podía ayudarla. La ceremonia de la boda era en tres horas. No debió haber dicho algo como esto ni siquiera como una broma.
Miró rápidamente a Zafar, pero su rostro era imponente. Parecía estar luchando contra un flujo de emociones poderosas.
— No puedo casarme con Aswil. Por favor... — dijo nuevamente Samira.
Esta vez, su hermoso rostro lucía torturado.
Tomoyuki no entendía lo que ella quería. ¿No era éste el día que Samira había esperado por tantos años? Al menos nunca antes había revelado su desasosiego de forma tan sincera.
— Deja de actuar como una niña —. Una baja voz salió ahogada desde dentro de Zafar. Su ira había establecido una vena en su sien, que latía. — ¿No crees que es un poco tarde para un ataque de nervios? Nadie va a escuchar tus peticiones egoístas ahora, cuando estás a punto de convertirte en reina.
— Lo sé —. Samira apeló a Zafar con sus ojos, revelando cuán fuertes eran las emociones que contenía en su corazón. — Asumí que tenía que obedecer la decisión del Rey Mushrid. Aswil lo supuso, también. Pero no lo hacemos. Sólo se volvió más y más difícil a medida que se acercaba el día. ¿Tenemos que seguir adelante con tal infeliz boda? ¿No se supone que el matrimonio sea con alguien que amas?
— ¿Qué—? — Zafar lucía desconcertado. Su pecho se alzó con su frenética respiración. — ¿Qué estás diciendo? ¿Cómo puedes ser tan ingenua cuando vas a convertirte en la próxima reina? Este matrimonio no es para ti, es para tu país. Eso es lo que significa ser parte de la familia real.
Su voz traicionó la agitación dentro de él, menoscabando su argumento. Él mismo no creía las cosas que estaba diciendo. Puede que tenga razón en teoría, pero eso no era lo que importaba.
— ¿Es un crimen para la familia real buscar su propia felicidad? — preguntó Samira.
Una sonrisa cínica oscureció su rostro. La mandíbula de Zafar se tensó al ver tal desolación.
— Zafar —. Samira volteó sus ojos manchados en lágrimas hacia él. — Hay alguien más a quien amo. Luché para abandonar esos sentimientos, pero se rehusaron a desaparecer. ¿Y aún así quieres que me case con Aswil y tenga sus hijos?
El rostro de Zafar era una imagen de agonía. Este no era el hombre que conocía Tomoyuki. Veía a Zafar como un hombre desapegado, filosófico acerca de todo.
Fue entonces cuando Tomoyuki entendió a quién era que Samira realmente amaba.
Zafar también lo sabía. Debe haber sentido lo mismo que ella.
— No tenía otra opción más que aceptarlo.
Todo en el corazón de Zafar yacía desnudo gracias a esa simple oración.
— Es demasiado tarde... — susurró, aún tratando de rechazar la idea, pero su voz se quebró.
Le dolía a Tomoyuki ver cuán violentamente el hombre luchaba para contener sus propias emociones.

Como parte de la realeza, Zafar no tenía elección. Existía por el país y por su gente. Su primera prioridad era hacer lo que era mejor para el país, no para sus propias emociones. Aswil, Zafar y Samira habían nacido dentro de la realeza árabe, y la importancia del rol de la familia real sin duda se les había inculcado desde que eran niños.
Pero Samira decía que no podía renunciar a su amor. Zafar luchaba con indecisión. Y Aswil — sólo había estado ocupándose de búsquedas egoístas como secuestrar a Tomoyuki, incluso cuando sabía que era algo descabezado.
Quizá Tomoyuki no había entendido nada acerca de esta gente. Se debe tener mucha fuerza de voluntad para vivir sus vidas.
Había acusado a Aswil de ser egoísta y arrogante, pero el hombre no había estado actuando por una determinación común y corriente. Debe haber pensado muchísimo en el asunto y agonizado sobre su posible decisión. El resultado de eso había sido secuestrar al hombre japonés y traerlo hasta Madina, lo que superficialmente se veía muy tonto.
Aswil había dicho que lo había hecho para cumplir su promesa con Tomoyuki, pero esa no era la única razón. Quería amar a alguien por su propio bien y asegurar su propia felicidad, independientemente de sus obligaciones como el próximo rey.
Tomoyuki arriesgó una impertinencia. — Es ridículo dejar que tus padres arreglen tu matrimonio en estos tiempos —, dijo. — Incluso si te tragas tus sentimientos y te casas con Aswil, nunca serás feliz con alguien que no te gusta.
Sabía lo descortés que era para él, como extranjero, ofrecer su opinión.
— ¿No se supone que el matrimonio sea con alguien que amas?
Sin importar de qué país sea una persona, sean de la realeza o peones, todos son seres humanos.
— Creo que necesitas decírselo inmediatamente a Aswil —, sugirió. — Estoy seguro de que entenderá. Pensará en algo para que nadie salga herido.
Sabía que Aswil pondría los sentimientos de Samira en primer lugar, incluso si eso significaba ponerse a sí mismo en desventaja. Aswil se preocuparía de la felicidad de Samira como ser humano, incluso si era miembro de la familia real. Incluso si no pudiese tener lo que quería para él. Pero no, le concedería a Samira sus deseos precisamente porque los propios le eran negados.
— Tengo una mejor idea —, Samira le dijo a Tomoyuki.
— ¿Sí? ¿Cuál es?
Se dio cuenta de que sólo ahora estaban llegando a la verdadera razón por la cual ella lo había llamado.
— Quiero que tomes mi lugar.
— ¿...Tomar tu lugar? — repitió, sin comprender.
Samira explicó con una voz clara, — Quiero que te cases con Aswil en mi lugar, para evitar provocar un escándalo.
Samira había conmocionado tanto a Tomoyuki, que lo dejó en silencio cuando anunció que no quería casarse con Aswil. Pero eso no había sido nada comparado con su reacción de ahora.
— ¿Sabes... sabes lo que estás diciendo? No puedes hablar en serio —, gritó, rechazando rotundamente la idea. Y el saber lo seria que era la joven mujer hizo más imposible perdonar su propuesta.
— Lo digo en serio —, insistió Samira. — Si cancelamos la boda, la gente no va a actuar como si nada ha pasado y seguirá adelante con la coronación de Aswil. Hemos llegado tan lejos; ahora tenemos que asegurarnos de que todo continúe de acuerdo a lo planeado.
— Quizá, pero...
Esto estaba llevando las cosas mucho más allá que sólo reemplazar a una empleada para escapar del palacio. No sólo estaría engañando a la familia real y a los personeros del estado, sino que al mismísimo Aswil. Tomoyuki no podía hacerlo. Era irrazonable.
— Creo que deberías hablar con Aswil primero —, dijo él.
Samira bajó sus ojos tristemente en respuesta a su sugerencia. — No hay tiempo.
— Vamos... — suplicó Tomoyuki.
¿Qué pensaría Aswil? ¿Cómo afectaría a su reputación? Esto efectivamente le daría una puñalada por la espalda.
— No volveré.
Al tiempo que Samira dijo esto, la puerta entre su habitación y el área de recepción se abrió. Leila entró, acarreando el vestido de novia. Era castamente blanco, el hijab cubierto en aplicaciones de hilo dorado. Durante la ceremonia de coronación, la corona se colocaría sobre esta tela.
— No puedo hacer esto —, dijo Tomoyuki firmemente.
— Pero, ¿no estuviste de acuerdo en que era indignante casarme en contra de mi voluntad? — preguntó Samira.
Tomoyuki titubeó. — Sí, pero...
Samira no echó pie atrás. Su decisión era final y no permitiría que se discutiera más del asunto.
— Confía en mí —, dijo. — Todo estará bien. Tenemos que hacer lo que sabemos que es correcto. De otra forma, sólo viviríamos para lamentarlo.
— Samira...
Su fuerza de voluntad lo impresionó.
Zafar aún estaba completamente en silencio, con una mirada sombría en su rostro. También estaba fuera de su capacidad.
Normalmente, Tomoyuki nunca permitiría que esto procediera. No era exagerado decir que este crimen era castigable con la muerte. Pero si Samira estaba teniendo dudas ahora, todos lamentarían este momento para siempre. Tenía que hacer lo que podía hoy.
La determinación de Samira abrumó a Tomoyuki. No podía decirle que no sólo porque no quería hacer esto. Permaneció ahí, incapaz de moverse o pensar en qué más podría decir. Samira se impacientó y le indicó a Leila que trabajara.
— Disculpe —. Los dedos de Leila descansaban en uno de los botones del thawb de Tomoyuki.
— Me doy por vencido —. Zafar dejó escapar un suspiro largo y profundo. Su antiguo yo estaba de vuelta. Al final, no debió haber hecho caso a su confusión. La mirada de agonía había desaparecido de su rostro.
— Zafar...
Samira lo miró fijamente, sus ojos empañándose. Enfrentado a una expresión como esa en el orgulloso rostro de la joven mujer, Zafar no pudo evitar emocionarse. Él era, después de todo, el único que ella amaba. Sus ojos también sostenían una poderosa determinación.
— Nunca nadie ha podido ser capaz de rebelarse ante ti, Samira —, dijo finalmente, con una sonrisa.
Samira era una mujer que podía cambiar a Madina y a la familia real. El primer paso era que se casara con la persona que amaba.
Tomoyuki renovó su convicción y ayudó a Leila a ponerse la opulenta vestimenta.
Las ropas que remolineaban alrededor de su cuerpo estaban diseñadas de tal forma que la diferencia entre sus proporciones y las de Samira fueran casi imperceptibles. Era todo extrañamente cómodo y de alguna forma el doblez le caía a la altura correcta, casi como si hubiese sido hecho para él.
La hechura era tan hermosa que merecía admiración. Innumerables perlas remarcaban un patrón de rosa en la seda blanca. No se había utilizado ninguna otra joya para resaltar mejor el cuello que una gran esmeralda rodeada por diamantes color rosa.
Incluso en un hombre como Tomoyuki el efecto era fascinante.
— Es una gran obra —. Zafar miró a Tomoyuki de arriba hacia abajo, como si el hombre japonés se hubiese convertido en una persona totalmente nueva. — Te luce perfecto. Es impresionante.
Tomoyuki se sonrojó al tiempo que Zafar soltó una risa. Miró furiosamente a Zafar y Samira lo guió hacia un sofá para sentarse. Leila comenzó a aplicarle maquillaje con mucha mayor elegancia que cuando había personificado a la empleada.
— Acérquese.
Cuando todo había terminado, lo llevaron a verse a un espejo. Tomoyuki no se reconoció. Se veía como una persona totalmente diferente.
— Puede que seas incluso más bella que Samira —, meditó Zafar.
Samira clavó sus ojos en su amado. — Espero que no lo digas en serio.
— No, no. Sólo es una broma, claro —. Zafar elevó ambas manos, indicando su rendición ante el malhumor de Samira.
Tomoyuki había llegado tan lejos, pero ahora sus miedos nuevamente lo alcanzaron. Le estremecía pensar que tendría que pararse en frente de Aswil vestido así. Quizá el hombre no lo reconocería si mantenía su rostro cubierto. Quizá la ceremonia saldría exactamente como se había planeado.
¿Pero qué pasaría después? ¿Qué haría Aswil cuando lo descubriera? Tomoyuki no lo podía imaginar.
Estaba cometiendo un horrible crimen...
Volvió su espalda al reflejo en el espejo y miró a Samira. — Lo siento... no puedo—
Antes de que pudiese terminar, Samira lo cortó. — Si te rehúsas, seré forzada a suicidarme aquí mismo. Nada provocaría en Aswil mayor lástima que eso. Si su novia se deshace de él a vista y paciencia de todo el mundo, no podría convertirse en rey y sería un hazmerreír por el resto de su vida.
— Yo...
Tomoyuki tembló con terror. Cualquier otra cosa que sucediese, no podía dejar que ella le hiciera eso al hombre que amaba. Estaba envolviendo sus brazos alrededor de su cuerpo para tranquilizarse, cuando alguien llamó a la puerta. Se encogió y apresuradamente se puso el niqab de un lado a otro de su rostro. Samira rápidamente abandonó la habitación.
La puerta se abrió. Era Aswil, con su vestimenta formal.
Surgió la tensión en la habitación al tiempo en que entró. La presencia de un rey recargó la habitación completa. El aliento de Tomoyuki se contuvo en respuesta a la inesperada visión de Aswil, y sintió como si sus rodillas fuesen a ceder.
Aswil vestía una joya azul transparente en el pecho de su thawb blanco. Diseños de rosa en hilo dorado estaban bordados en sus puños y una pequeña espada adornada con 99 diamantes y grandes piedras de jade colgaba de su cadera. Una cadena de joyas magnífica decoraba su keffiyeh.
Caminó hacia dentro de la habitación tan majestuosamente, acompañado por sus guardias, que parecía un rey salido directamente de las películas.
Era muy hermoso y desbordaba tanta gracia que Tomoyuki se quedo sin aliento.
— No podía esperar ni un minuto más —, dijo Aswil. — Tenía que verte. Te ves maravillosa. Incluso las rosas de Madina se marchitarían al lado de mi novia.
Tomoyuki se sintió mareado. No estaba seguro de si era porque Aswil estaba parado frente a él o porque su crimen le pesaba demasiado en su mente. Su corazón se estaba acelerando y su cuerpo completo se sacudió verticalmente hasta las puntas de sus dedos.
Zafar tomó el brazo de Tomoyuki al tiempo que tambaleaba.
Aswil caminó a grandes pasos hacia ellos y apartó el brazo de Tomoyuki.
— No serás tan atrevido con mi novia —, gruñó.
Aswil hizo que Zafar bajara los ojos. Zafar sacó sus manos de encima de Tomoyuki y las sostuvo en alto en señal de rendición.
Tomoyuki entró en pánico. El brazo de Aswil estaba envuelto en sus hombros. Apenas podía respirar. Aswil pensaba que él era Samira. Este conocimiento lo hizo incluso más difícil para él.
— Vamos —. Los ojos de Aswil cayeron en Tomoyuki.
El hombre japonés no pudo devolver la mirada que recibió de los suaves ojos color miel de Aswil. Bajó sus pestañas al tiempo que Aswil besaba su palma temblorosa.
Sólo ahora se dio cuenta lo que involucraría tomar el lugar de Samira. Tendría que observar desde la ventaja más cercana posible cómo Aswil declaraba su amor por Samira y la tomaba como su novia.
Y una vez que todo se revelara, Aswil rostizaría cruelmente a Tomoyuki. Tomoyuki tendría que intentar resignarse a cualquier culpa que reciba. Si Aswil le preguntaba por qué nadie le había consultado acerca de esta pequeña farsa, no tendría una respuesta.
Podía decir que fue por Samira — pero no. Sabía que Aswil se pondría furioso con tener que humillarse a sí mismo. Pero aún así, quería confesar todo el plan.
Estaba tratando de abordar el problema de manera lógica, pero temía la ira del otro hombre más que cualquier otra cosa. Si Aswil alguna vez lo odiaba... se volvió loco con sólo pensarlo.
Tomoyuki volteó para encarar nuevamente a Aswil, listo para decirle todo.
— Asw—
Pero Aswil lo detuvo.
— Mi novia —. Aswil le sonrió vibrantemente, vivo y con deseo. — Todo terminará hoy y comenzará de nuevo. Deposita tu confianza en mí.
Un dolor disparó al corazón de Tomoyuki debido a las dulces palabras susurradas a su oído. Definitivamente, todo terminaría para él hoy, pero no habría un nuevo comienzo.
— Vamos.
Aswil presionó su mano contra la espalda de Tomoyuki, aún ignorante de que algo andaba mal. Tomoyuki avanzó temblando. No había nada más que hacer.
Antes de que abandonaran la habitación, Aswil le habló a Zafar sin voltear.
— Deberías observar la ceremonia. Puede que te aburras un poco, pero no te irás hasta que termine.
— ¿Es ésa la orden del rey? — lanzó Zafar belicosamente.
— Sí —, dijo rotundamente.
Zafar se quedó callado y abandonaron la habitación.
Estaban rodeados de guardias por ambos lados. Tomoyuki sólo pudo seguir hacia donde Aswil lo guiaba.
Aswil paró en frente de la habitación preparada para la novia. — Debemos separarnos por un rato, pero... estaremos juntos nuevamente pronto.
Aswil miró a Tomoyuki con una expresión radiante. Estaba extasiado por el día de su boda. Tomoyuki, por otro lado, pensaba que su corazón se haría pedazos.
Aún quedaba algo de tiempo antes de la ceremonia, pero no tendría nada que hacer más que pasar el tiempo siendo torturado por sus arrepentimientos.
—Cuida de mi novia—, Aswil se dirigió a Leila, quien estaba apartada en un lado. Leila lució ligeramente apesadumbrada y dio una reverencia inquieta.
En ese momento, completamente inconsciente de los ojos de sus propios guardias o de aquellos situados afuera de la habitación de la novia, Aswil miró apasionadamente a Tomoyuki — no a él, él era Samira — y se dobló cerca de él.
— Cuando te saques el vestido de novia, te pido que estés sonriendo —, susurró Aswil.
Tomoyuki mordió sus labios. Si no lo hacía, relevaría que él no era Samira.
No había vuelta atrás ahora. Todo lo que podía hacer era hacer el papel de la novia como Dios da a entender. Y al mismo tiempo, esculpiría cada detalle de Aswil en su memoria para que dure eternamente.
De ninguna forma podría olvidar a Aswil, así que quería recordar sólo un poquito más. De esa forma, tendría más que sólo recuerdos dolorosos de su profundo amor y este momento juntos.
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