Al día siguiente, Aisha le dijo a Tomoyuki que Samira volvería a la casa de sus padres. Asumió que la decisión estaba relacionada con lo que había pasado la noche anterior, pero resultó que ella lo había estado planeando hace un tiempo.
—Se quedará por una semana—, la anciana mujer explicó. —Es el cumpleaños de su padre.
Había pasado un año desde que Samira había estado en casa por última vez. Luego Aisha dijo un nombre que Tomoyuki nunca esperó escuchar de su boca.
—Toda la familia se juntará ahí. El año pasado, Lord Zafar estaba en el extranjero, así que no pudo asistir, pero este año dijo que iría.
—¿Zafar?
Ésta era la primera vez que Tomoyuki había escuchado que Zafar y Samira fuesen primos. A diferencia de Aswil y Zafar, Zafar y Samira no tenían una relación sanguínea. Era casi imposible para Tomoyuki entender las estructuras familiares en la sociedad de Madina, ya que permitían a un hombre tener hasta cuatro esposas.
—Si te metes en problemas, ten la libertad de venir. Es posible que pueda ayudarte.
Recordó lo que Zafar le había dicho la última vez que se habían visto. Él era primo de Aswil, segundo en la línea del trono. Si había alguien en este país que podía enviar a Tomoyuki de vuelta a Japón además de Aswil, sería Zafar.
Zafar parecía frecuentar el burdel de Ziyard y tener alguna conexión con Kadim, quien lo dirigía. Pero había sido gracias a la presencia de Zafar que habían tenido piedad con Tomoyuki. Incluso Aswil conocía el rol de Zafar.
Zafar sería una buena apuesta...
Tomoyuki sintió la desesperación suficiente para aferrarse a cualquier oportunidad que pudiese encontrar.
—¿Le preguntaría a Samira si puedo acompañarla? — le dijo a Aisha.
Era una petición inofensiva. Pero si Samira lo permitía, Tomoyuki podría abandonar las habitaciones de las mujeres. Ni Samira, prometida de Aswil, ni Zafar, de la familia real, podían acoger la idea de que Tomoyuki se quedara en Madina de manera indefinida.
Si él le explicaba la situación a Samira y le decía que quería volver a Japón, probablemente lo ayudaría. Su confianza en este hecho lo motivó a preguntarle a Aisha, aunque sabía que era riesgoso.
—¡Nunca faltaría a una promesa con el príncipe Aswil!—, exclamó la anciana enfermera, no queriendo estar de acuerdo con la petición. Incluso cuando encontraba ofensiva la presencia de Tomoyuki, no sería fácil convencerla, debido a su promesa con Aswil.
—No quiero molestarla. Sólo la ataré y forzaré mi salida—, advirtió Tomoyuki.
— ...Eso no me asusta —, replicó Aisha.
Se resistió por un largo tiempo, pero al final accedió a ayudar. Sólo iba a actuar como si no supiera lo que Tomoyuki estaba planeando.
— Si vuelvo a Japón, Aswil se recobraría de su delirio —, dijo Tomoyuki desesperadamente.
Ése era el argumento que parecía arreglar el asunto para ella. Aisha salió pronto de la habitación y cuando volvió, Samira la acompañaba.
La joven mujer dejó salir un pequeño chillido cuando vio a Tomoyuki. Estaba impactada porque había un hombre en las habitaciones de las mujeres y, a la vez, un poco asustada.
— ¿Qué... está pasando aquí? ¿Quién es este hombre? — preguntó, escondiéndose detrás de Aisha.
La expresión de la boca de Aisha se volvió triste. — Mis disculpas. Por favor perdóneme por mi parte en esto.
La anciana mujer no trató de explicarse. Todo lo que pudo hacer fue disculparse una y otra vez, las lágrimas formando una nube delgada debajo de sus ojos. Esto parecía comunicarle todo a Samira.
— ¿Eras un hombre todo el tiempo? — dijo Samira en asombro.
Como miembro de la familia real, no podía permitirse portarse mal tan excesivamente. Cuando su sorpresa se había disipado, más bien la invadió la curiosidad. Dejó el lado de Aisha y se acercó a Tomoyuki. Quizá había decidido que ya no había ninguna razón para pelear con la amante de Aswil, ya que era un hombre extranjero.
— ¿Qué quieres conmigo, entonces? — preguntó.
— Tengo una petición.
Y Tomoyuki explicó por qué tenía que volver a Japón y que necesitaba la ayuda de Zafar para hacerlo.
— ¿Zafar? —. La expresión de Samira era imposible de leer. Sus ojos lo probaban. — ¿Por qué él?
— Creo que Zafar puede decirme cómo volver a Japón —, respondió.
Sabía que estaba poniendo demasiada esperanza en Zafar, a quien sólo había visto una vez. Pero no podía pensar en ninguna otra cosa, así que no tenía mucha opción.
¿Qué habría sido de él si continuaba así en las habitaciones de las mujeres? Luchó para imaginar un resultado que sería incluso levemente positivo, pero nada lo sugería. Si sus citas secretas con Aswil continuaban en este lugar aislado y desértico, el futuro le ofrecería nada más que olvido. Su relación no podía continuar. Sólo estaba contando los días hasta que muriera, así que era mejor matarla ahora, con sus propias manos.
— ¿Te refieres a que has conocido a Zafar? — preguntó Samira, su expresión tensa.
— Sí. Una vez —. No había necesidad de decirle que había sido en el burdel de Ziyard. — Me dijo que si necesitaba ayuda, que podía ir a verlo.
La joven mujer parpadeó con sus largas pestañas e inhaló suavemente. — ¿Se veía bien?
— Sí.
— Ya veo.
Samira no parecía fijarse en sí misma, pero cuando dijo el nombre de Zafar, hubo un indicio de aprensión en su voz. ¿Hubo una historia entre ellos? Quizá Tomoyuki no debió haberle pedido que la ayudara después de todo.
Pero no sintió que podía pedir nada más, así que simplemente esperó su respuesta.
No tomó mucho tiempo en decidirse. — Está bien —, dijo. — Tomarás el lugar de una de mis asistentes. Me imagino que para ahora eres un maestro del transvestismo.
La vergüenza brotó en él. La razón del odio de Samira era evidente. No pudo hacer más que aceptar el insulto.
— Gracias por ayudarme —, susurró.
— No te hagas una idea equivocada —, respondió la joven mujer. — No estoy haciendo esto por ti. Podría negarme, pero no te odio, tampoco. No te conozco lo suficiente como para eso. Te ayudaré, porque enviarte de vuelta a tu país está en nuestros mejores intereses, también. Probablemente no sepas por qué es eso. Pero no entiendes a Madina, o a su gente.
— Samira... — titubeó Tomoyuki.
Era una mujer fuerte y motivada por la justicia Era muy apropiada para Aswil. La gente de Madina de seguro la aceptaría como su reina. Sería mejor para Aswil.
Tomoyuki asintió silenciosamente.
Comenzaron inmediatamente los preparativos. Aisha lo vistió con ropas de una empleada y le puso una delgada capa de maquillaje en su rostro. No se veía como un hombre, pero tampoco se veía mucho como una mujer. Pero si no actuaban con confianza, su plan de todas formas no funcionaría.
La anciana mujer lo llevó a la habitación de Samira. Había oído que iba a casa por una semana, pero había más maletas afuera de su habitación que las que podía imaginar usar en un mes.
Se mezcló con el amplio grupo de empleadas que esperaban a Samira. Ninguna de las mujeres le prestó la más mínima atención, ya sea porque estaba con Aisha o porque simplemente la tomaban como una nueva empleada.
Al final, Samira apareció y se dirigió hacia la entrada de las habitaciones de las mujeres. Sus empleadas la seguían detrás, llevando las maletas.
Parecía haber rangos entre las mujeres, de acuerdo a su origen o a la cantidad de confianza que les tenía Samira. La empleada que caminaba al lado de ella no llevaba ninguna maleta. Samira la llamaba Leila. Era su trabajo traspasar las órdenes de su señorita a las demás mujeres.
Empacaron las maletas en una limosina y dos asistentes se subieron con Samira — una de ellas era Leila. El otro era Tomoyuki.
Aisha y las otras mujeres paradas detrás en el palacio permanecieron en el camino de acceso a medida que la limosina lentamente se alejaba.
Tomaría cerca de una hora llegar a la casa de Samira.
Tomoyuki estaba paralizado por la ansiedad. Ni siquiera podía concentrarse en mirar la bella ciudad de Madina para pasar el tiempo.
Atravesaron el portón hacia la propiedad de la familia de Samira y condujeron lentamente a través del antejardín. Una fuente borboteaba en el centro de un camino pavimentado con bloques de piedra y había palmeras plantadas en cada lado. La propiedad estaba bien equipada, muy apropiado para la familia real.
Entraron a la casa pasando a 10 empleadas, quienes permanecían en línea en frente de la casa para saludar a Samira. Adentro, Tomoyuki se maravilló por el alto techo que formaba una curva sobre las escaleras y por los lujos árabes de las paredes. Y aunque los muebles eran extravagantes, todo lucía digno.
Una anciana empleada se presentó.
— Bienvenida a casa, mi señorita —, dijo.
— Gracias, Sari —. Samira le sonrió alegremente. — ¿Mi padre salió?
— Sí, fue a una recepción para las competencias de mañana.
— ¡Ocupado como siempre!
La mujer de la casa entró sus maletas. Fue a la sala de estar con sus dos asistentes, Tomoyuki y Leila. Era una habitación espaciosa con un alto techo.
— Lord Zafar está esperando en el salón —, dijo Sari, sorprendiendo a Tomoyuki. Samira debió haberlo contactado antes de abandonar el palacio.
— Tú —, Samira ordenó a Tomoyuki, — ve a explicarle el negocio de Aswil por mí.
Tomoyuki le hizo un gesto respetuoso y siguió a una empleada hacia la habitación donde esperaba Zafar.
Zafar estaba sentado en el sofá fumando un cigarro, vestido con un thawb blanco. Reclinándose en un cojín decorado con un bordado árabe, sonrió al tiempo que Tomoyuki entraba, poniéndose de pie.
— Me honra que me hayas contactado —. Zafar tomó la mano derecha de Tomoyuki y, mirando a sus ojos, le besó la parte de atrás de su mano. — Esta abaya le viene a tu piel de marfil. Pero podría darte incluso mejores cosas que ésta.
Era igual que en el burdel — Tomoyuki no estaba seguro de cuánto de lo que decía Zafar era en serio y cuánto era una broma. En cualquier caso, veía poco necesario esconder su identidad. Se sacó su hijab.
— He venido a pedir tu ayuda, Zafar —, dijo sin más ajetreo. — Dijiste que me ayudarías si estaba en problemas, ¿verdad?
Zafar extendió sus manos ampliamente, asintiendo. — ¿Te cansaste de Aswil? Si estás buscando a alguien nuevo, siempre estoy disponible.
Tomoyuki lo interrumpió, sin tener tiempo para gastar en el sentido del humor de Zafar. — Necesito de tu asistencia. Quiero que me devuelvas a Japón.
Zafar se encogió de hombros en respuesta a su petición. Volvió al sofá y puso el cigarro en sus labios, luego lo re—encendió con un gesto indiferente. — ¿Por qué? ¿No te quieres quedar en Madina? Es mucho más agradable aquí que en Japón.
El trato completamente indiferente y falto de tacto del hombre irritó a Tomoyuki. Había pensado que Zafar trataría esto con un poco más de seriedad. Zafar era, después de todo, primo de Aswil y segundo en la línea del trono de Madina.
— Ése no es el asunto —, dijo bruscamente. — Por favor, no seas tan frívolo con respecto a esto.
Sacudido por este disgusto al desnudo, Zafar lo miró por primera vez. Vaya, había visto al hombre japonés antes, pero había sido como si uno mirara a un animal exótico, sin deseo en absoluto de interactuar seriamente.
— No lo dije en broma —, dijo cuidadosamente. — Deberías dejarlo ponerte en una jaula, lindo pajarito. Estamos hablando de Aswil. Estoy seguro de que incluso te daría una casa separada para ti solo, si lo quisieras. No es el tipo de hombre que renuncia a algo a mitad de camino una vez que ha decidido tenerlo.
— No puedes estar hablando en serio —, exclamó Tomoyuki, molesto.
— Al menos Aswil habla en serio —, respondió Zafar.
La forma en que el hombre lanzaba al aire el nombre de Aswil causó un dolor agudo que atravesaba Tomoyuki, como si algo estuviera perforando su corazón. No importaba si Aswil hablaba en serio o no. Todo lo que importaba era la realidad que les saltaba a la vista.
— ¿O estás diciendo que ya no quieres estar con Aswil?
La pregunta de Zafar le llegó envuelta en humo.
— No, no quiero —, respondió fríamente. — Quiero irme a casa lo más pronto posible.
Zafar buscó el rostro de Tomoyuki, sin apartar sus ojos de él. — Entonces tu pasión se ha enfriado —, dijo finalmente.
Tomoyuki no pudo responder. Sabía más que cualquiera lo poco que habían cambiado sus sentimientos.
Si estaba alejado de Aswil, su deseo podría acrecentarse. Eso era lo que hacía que Aswil lo deseara ahora más que antes y hacía imposible para Tomoyuki resistirse a él. Pero esa era otra razón más para alejarse tan pronto como pudiese. Mientras más se quedara con Aswil, más difícil sería abandonarlo.
— ¿Qué pasión? — preguntó.
"Nunca había habido alguna" era lo que él quería que Zafar creyera. Se le esbozó una sonrisa a través de sus labios. Trató de no parecer demasiado autocompasivo.
Pero ya no estaba seguro de que lo que sentía era amor. ¿No debería ser el amor más cálido, más tranquilo? No creía haber sentido alguna vez tranquilidad hacia Aswil.
Cuando lo conoció, había sentido sólo lujuria, como una terrible fiebre. Nunca había imaginado que tal emoción ferozmente dulce, pudiese existir dentro de él hasta ese momento.
— En diez días será el matrimonio y la coronación. Éste será el evento más grande de Madina en los últimos seis años. Y el mundo entero estará mirando. Así que es demasiado tarde. La responsabilidad que conlleva ser un rey es muy diferente a aquella que conlleva ser un príncipe, y así también es la cantidad de atención que él debe resistir —, Zafar le dijo a Tomoyuki calmadamente, como si necesitara explicar la situación para él.
Había lástima en el rostro del hombre, y Tomoyuki volteó sus ojos hacia el humo púrpura que se enroscaba desde el cigarro del hombre.
Si intentaba hablar, sólo sería más doloroso. Sabía que sólo debían apurarse.
— Si están preparados —, dijo Zafar, interrumpiéndose con un suspiro. — Preparados para no verse nunca más el uno al otro en esta vida, te enviaré de vuelta a Japón. Sería mucho trabajo, pero confío en que mi nombre hará el trabajo.
No verse nunca más en esta vida — las palabras de Zafar lo clavaron. Siempre había sabido que si quería volver a Japón, probablemente nunca vería de nuevo a Aswil. Pero escuchar a alguien más decirlo, hizo que la realidad colgara pesadamente sobre él.
No ver a Aswil nunca más, cuya calidez y aliento aún se sentían en su piel — sólo imaginárselo enfriaba sus dedos.
Vivir una vez más como lo había hecho los últimos seis años; siendo incapaz de olvidar, aunque quisiese; siendo incapaz de llorar, aunque quisiese; alejando el deseo que sentía dentro de él. Haría todo eso y luego pasaría su tiempo actuando como si lo hubiese superado. Cerrando sus recuerdos, uno a uno.
Era un trabajo agonizante. Le rompía el corazón el sólo pensar en aquellos tiempos, y ahora tenía que pasar por todo eso de nuevo.
— ¿Y bien? — estimuló Zafar.
Tomoyuki forzó el respirar hondo a lo largo del nudo en su garganta. Todo estaba bien. Estaba haciendo lo correcto. Si vacilaba ahora, sus arrepentimientos lo destruirían. Se dijo a sí mismo todas las cosas que se supone que se dijera, luego asintió.
— No lo veré —, dijo lo más firme que pudo. — Nunca más.
— Está bien —. Zafar asintió y se paró del sofá. Posó una mano en el hombro de Tomoyuki y forzó una sonrisa. — Mientras tanto, llegarás a aceptar la realidad de eso.
— Zafar...
— Porque tienes que hacerlo —, dijo Zafar, contemplando por delante de él el aire vacío.
Tomoyuki lo miró, sintiéndose extrañamente incómodo.
Zafar y Aswil no se parecían en nada, a pesar del hecho de que eran primos. Zafar tenía el pelo y los ojos negros, los rasgos típicos de un hombre del Medio Oriente.
Al ser el siguiente en la línea del trono después de Aswil, Tomoyuki sabía que Zafar debió haber sufrido de una forma que nadie más podría entender. Su posición en el mundo no complacería a nadie, aun cuando estaba bendecido por la riqueza y el estatus.
Hubo un golpe vacilante a la puerta.
Tomoyuki volteó sus ojos desde Zafar hacia la puerta detrás de él. Zafar caminó para abrirla y una empleada apareció, luciendo preocupada y compungida.
— Siento mucho interrumpir —, dijo. — Pero... el príncipe Aswil está aquí.
— ¿Aswil? — Zafar miró de reojo a Tomoyuki.
Tomoyuki entró en pánico al escuchar el nombre de Aswil. Su corazón aún no se había endurecido por el futuro sin él.
¿Pero cómo pudo Aswil haberlo descubierto tan rápido? No, no pudo haberlo descubierto aún. Debió haber venido por alguna otra razón.
— ¿Qué quiere? — preguntó Zafar.
— Dice que quiere verlo, Lord Zafar —, respondió la empleada.
— ¿A mí? — Zafar acarició su mentón con aire pensativo. Su vacilación era sólo de esperarse. ¿Cómo pudo haber sabido Aswil que él estaría en la casa de Samira? Aisha era la única razón que se le pudo ocurrir a Tomoyuki. Si Aswil exigía saber algo por parte de ella, no habría sido capaz de esconder nada.
Zafar dejó que su mano cayera de su mentón. — Veré a Aswil aquí.
La empleada se fue para entregar el mensaje.
¿Aswil entraría a esta habitación? Tomoyuki estaba fuera de sí, nervioso, sus ojos moviéndose rápido alrededor de la habitación, buscando un lugar para esconderse.
— Cálmate —, dijo Zafar. — Puedes esperar en la habitación contigua. Aswil vino a verme a mí, aunque estoy seguro de que tú eres la razón para eso.
Aparentemente, él también creía que el embrollo de Tomoyuki ya había sido expuesto.
Tomoyuki fue a esconderse en la otra habitación. Se preguntaba lo que Aswil podría querer con su primo. Contuvo su respiración, súper atento de incluso sus más mínimos movimientos, y presionó su oído contra la puerta.
La puerta del salón se abrió y escuchó a alguien entrar. Era Aswil.
— Vaya, hola, primo —, dijo Zafar gratamente. — No te había visto desde que pasaste por el burdel de Ziyard. Supongo que debo comenzar a llamarte Rey Aswil.
Tomoyuki oyó claramente la voz de Zafar. Pudo imaginarlo abriendo sus brazos en forma teatral. El hombre siempre le hablaba a Aswil con un significado oculto. Siempre se humillaba a sí mismo, y así recalcaba la diferencia entre ellos, el primero en la línea del trono y el segundo.
— Zafar —. Era Aswil. La tranquila tensión en su voz le dijo a Tomoyuki que estaba manteniendo sus emociones bajo control. — Por favor, no gastemos nuestro tiempo en tales necedades.
Zafar respondió a la dureza de Aswil con su tono usual. — Por supuesto. Yo también prefiero ser breve. Entonces, ¿qué puedo hacer por ti? Debe ser muy urgente si te molestaste en rastrearme hasta aquí.
Aswil se alarmó ante la timidez de Zafar. Tomoyuki pudo sentirlo a través de la puerta.
— ¿Me devolverás a Tomoyuki? — preguntó Aswil, yendo al grano en el asunto.
Tomoyuki tembló en sorpresa. Había esperado que esto pasara. Pero saber que Aswil había venido de tan lejos para encontrarlo, lanzó todas sus emociones hacia el caos.
También estaba irritado por el hecho de haber sido atrapado tan pronto después de haber escapado. Se clavó los dedos de las manos en sus palmas.
— Vaya, esto es repentino —. Zafar se oía más que un poco sorprendido y lanzó una pequeña risa.
— Sabes por qué estoy aquí —, estalló Aswil, — y dejarás de interferir en mis asuntos. No sé por qué te arriesgarías en primer lugar.
— No es muy agradable que insinúes todas esas cosas horribles acerca de mí —, respondió Zafar.
Aswil se oía molesto. Su voz nunca se transformó en ira, pero evidentemente estaba enfurecido. Su rabia se reveló por el hecho de que había venido desde lejos hasta la casa de Samira.
— Me llevo a Tomoyuki a casa ahora —, gruñó. — ¿Lo enseñarías?
Probablemente no había castigado a Aisha. No quería hacer que las mujeres resintieran a Tomoyuki.
— Aswil...
Aswil interrumpió a Zafar antes de que el hombre pudiese continuar. — No vine aquí a hablarte. Sólo devuélveme a Tomoyuki y estaremos listos.
Éste era un gran ejemplo del dicho "hacerse el sordo". Aswil no le daría a su primo ninguna oportunidad para explicarse. Sólo insistiría tercamente en que Zafar le devolviera a Tomoyuki. Quizá no necesitaba una explicación.
Incluso si su madre era extranjera, no había duda de que Aswil era el hombre que se convertiría en el próximo rey de Madina. Sus genes y su educación le permitían dar órdenes, incluso a su primo, como algo natural.
— Soy un hombre ocupado, Zafar —, añadió.
Tomoyuki presionó su cuerpo en contra de la puerta y escuchó atentamente, sin querer perderse una sola palabra. También quería hacerse una idea de lo que Aswil realmente pensaba.
— Supongo que es verdad —, Zafar respondió evasivamente. — Estoy seguro de que también estás demasiado ocupado como para preocuparte de los sentimientos de las otras personas.
Sus palabras claramente querían provocar.
— Gracias por tu oportuna opinión —, estalló Aswil. No dejaría que Zafar se le metiera en la cabeza ni que lo provocara. Había desdeñado a su primo desde el principio, tratando de destruirlo. — Puedo hacer que mis hombres registren el edificio completo. Pero no creo que quieras eso.
— Aswil, ¿te estás escuchando?
— Sí. Sé exactamente lo que estoy haciendo.
La voz de Aswil se oía lo suficientemente desesperada como para que de verdad registrara la casa completa. Estaba furioso porque Tomoyuki se había escapado de las habitaciones de las mujeres.
— Aswil, tienes que— Las palabras de Zafar fueron interrumpidas por un sonido agudo.
Tomoyuki había abierto de golpe la puerta que daba hacia la habitación contigua, corriendo riesgos innecesarios.
Aswil miró a Tomoyuki y sus ojos se achicaron. Tomoyuki sabía que Aswil estaba molesto, pero sólo por un momento, la expresión del hombre mostró el alivio y las emociones tiernas que estaban brotando dentro de él. Sólo verlo parado ahí como un león árabe, sus ojos color miel y su piel enmarcada por un thawb blanco, hizo que el pulso de Tomoyuki se acelerara.
Al tiempo que Aswil avanzaba a zancadas hacia él, Zafar se movió y se ubicó entre ellos.
— Déjalo solo —, dijo Zafar.
— Muévete. Esto no te incumbe —, Aswil advirtió suavemente.
Incluso estando detrás de él, Tomoyuki pudo sentir la molestia de Zafar y la forma en que le fruncía el ceño a Aswil.
Zafar también se rehusó a dar un paso atrás. — No puedo hacer eso. Como tu primo y amigo de la infancia, no puedo ignorar lo irresponsable que estás siendo.
— Sólo estás preocupado de Samira, ¿o no, Zafar? — se burló Aswil. Su cara, tan esculpida como la de una muñeca, lo hizo verse incluso más cruel.
— Cueste lo que cueste —. Zafar fijó sus ojos, tan negros como las sombras, en Aswil.
Tomoyuki miró a ambos, mirándose uno al otro fijamente, y encontró su decisión. O, más que eso, renovó la fuerza de su decisión. No podía permitir que Aswil se comportara tan escandalosamente. Aswil no podía forzar su entrada a las casas de otras personas para perseguir a un hombre.
— No volveré allá. Prefiero suicidarme ahora que volver —, dijo enfáticamente.
Un músculo de la mandíbula de Aswil se contrajo. Clavó sus ojos en Tomoyuki, su enorme pasión temblando en sus ojos.
— Qué ridículo... — comenzó a decir, pero Tomoyuki lo cortó.
— ¡Estoy hablando en serio!
Tomoyuki pensó que podría llorar. Luchó contra esa urgencia y miró furiosamente a Aswil. Era trágico que tuviese que rechazar al hombre que amaba tanto.
— Primo —, murmuró Zafar. Miró de reojo nuevamente a Tomoyuki, luego volteó sus ojos hacia Aswil. Su voz se volvió más fuerte, demandante. — ¿Alguna vez has considerado los sentimientos de Tomoyuki?
La expresión de Aswil inmediatamente se volvió fría. Incluso su piel comenzó a lucir azul. Tomoyuki volteó sus ojos, mirando hacia otro lado. Cada vez que miraba a Aswil, quería correr a su lado para abrazarlo y cometer una vez más los mismos errores.
Pero entonces, todo lo que él había hecho para llegar hasta aquí habría sido por nada.
Zafar siguió su ataque. — Lo lamento por Tomoyuki. Debes saber que no habrá paz para él aquí en Madina. Tú, el sereno y confiado Aswil al—Mushrid, has llevado a este hombre a tu lado sin siquiera considerar lo que eso le hará a él. La gente pasará por encima de Tomoyuki. No es algo tuyo que te dejes llevar tanto por tus sentimientos y que no pienses en algo tan evidente.
Aswil permanecía en silencio. Probablemente, nunca en su vida había sido regañado furiosamente por alguien más, y no tenía ninguna respuesta. Juntó sus labios, presionándolos, profundas arrugas replegándose en su frente.
Tomoyuki decidió interrumpir, incapaz de verlo así. No quería observar a Aswil siendo degradado por Zafar.
— Zafar, eso es—
Pero Zafar prosiguió. Arrojó sus opiniones francas a Aswil, ignorando el intento del hombre japonés de restringirlo. — Estoy seguro de que te das cuenta de que si alguien descubre que Tomoyuki está aquí, tendrías que mandarlo lejos. No tiene aliados aquí. Mientras Tomoyuki se quede, su presencia en Madina ofenderá a todos.
Quizá Zafar de hecho no estaba haciendo nada para proteger a Tomoyuki; más que eso, estaba protegiendo a Aswil. Él no conocía mucho a Tomoyuki después de todo.
Aswil no se movió ni dijo nada.
Zafar se acercó a su primo y apoyó sus manos en los hombros de Aswil, impresionado de que el príncipe, después de todo, no entendiera lo que se le estaba
diciendo. — No puedes encerrarlo por el resto de su vida. Su espíritu se desmoronaría bajo la presión. Te das cuenta de eso, ¿verdad?
Aswil se quedó con la mirada fija hacia adelante, sin reaccionar ante la dura crítica. Zafar lo zamarreó, completamente hastiado.
Finalmente, Aswil abrió ampliamente su boca.
— ¿Tomoyuki vino a pedirte ayuda para regresar a Japón? — preguntó.
Zafar asintió con urgencia. — Así es. Pensó que podría hacer algo. Estaba desesperado. Quiero ayudarlo.
Aswil nunca miró, ni siquiera una vez, a Tomoyuki. Probablemente consideró el escape de Tomoyuki de las habitaciones de las mujeres y su confianza en Zafar como una doble traición.
— Como uno de tus ciudadanos, te lo ruego —, continuó Zafar. — Serás el próximo rey y quiero que elijas ahora, ¿él, o tu prometida Samira?
Incluso Tomoyuki pensó que el ultimátum de Zafar era osado. Tragó y miró a Aswil.
Aswil mantuvo su silencio, sin mostrar emoción alguna. Pero era claro que no estaba deliberando a quién elegir.
— Esto debería ser simple —, dijo Zafar, presionando una respuesta.
Y, finalmente, los labios de Aswil se aflojaron.
— Supongo que sí —, dijo con aspereza. La vida volvió a su rostro y nuevamente el mismo antiguo brillo estaba en sus ojos. Se había decidido.
Le dio la espalda a Tomoyuki. Esa era su respuesta.
— Para mostrar mi apreciación, ¿por qué no dejo que Tomoyuki se quede en mi casa hasta la boda y coronación? — preguntó Zafar. — Creo que sería lo mejor para ti también, Aswil.
Eso era para que Aswil pudiese enfrentar la realidad. Ciertamente, si se confrontaba con la realidad de su separación, tendría que lidiar con ello.
Aswil abandonó la habitación sin decir otra palabra. Tomoyuki permaneció con su mirada fija e inexpresiva. Aswil se había ido sin él, sin siquiera mirarlo. Aswil estaba demostrando que ya no necesitaba a Tomoyuki, ahora que había tomado su decisión.
Si Tomoyuki quería la ayuda de Zafar, podía quedarse con Zafar. Y si quería volver a Japón, podía volver. Tomoyuki prácticamente podía oír la voz de Aswil diciéndole esas cosas.
Qué conclusión tan decepcionante.
Era el resultado que pensó que quería, pero cuando finalmente pasó, estaba demasiado impresionado para las palabras. Sabía que no debería estar herido, pero el dolor en su corazón era real.
Zafar se acercó a Tomoyuki, quien aún miraba fijamente, sin moverse, la puerta por la que Aswil había desaparecido. Presionando sus dedos contra su rostro, Zafar dejó salir un suspiro. — Está hecho.
Había dicho eso esperando que Tomoyuki estuviera feliz, por lo que Tomoyuki trató de responder con una sonrisa, pero sus mejillas sólo se contrajeron. No lo entendía. Debería haber estado contento de que su deseo finalmente haya sido concedido.
— Vamos a mi casa —, sugirió Zafar. — No puedes vestir como una empleada para siempre.
— Gracias... has hecho mucho por mí —. Tomoyuki dijo las palabras mecánicamente, su boca haciendo los gestos de cortesía. Todo lo que podía ver era la espalda de Aswil.
Estaba hecho, tal y como Zafar había dicho. Aswil nunca más se aferraría a Tomoyuki. Probablemente ni siquiera habría otra oportunidad de verse nuevamente. Ya nada más los mantenía unidos.
— No hay de qué. Me estoy convirtiendo en tu aliado al hacer esto —. Zafar lanzó una leve sonrisa. Hizo pensar a Tomoyuki que había ciertos tipos de sufrimiento y tristeza a los que sólo la familia real tenía acceso.
Pero ahora Tomoyuki tenía sus manos llenas sólo con manejar sus propias emociones; no tenía la energía para preocuparse de los de Zafar también.
— Ya le di la orden a Leila —, continuó Zafar. — No estás en condiciones de ver a las otras empleadas, así que fingiremos que regresaste antes. ¿Nos vamos?
Abandonaron la casa de Samira y se dirigieron a la de Zafar. Zafar le dijo que tomaría una hora en auto llegar allá.
Pareciera que fue hace tanto tiempo que se había despertado en el oasis del palacio de Saria, pero en verdad no había sido tanto tiempo. Habían pasado muchas cosas, pero nada había cambiado. Tomoyuki había estado solo antes de reunirse con Aswil, y ahora estaba nuevamente solo.
— No necesitarás vestirte como una mujer en mi casa. Por supuesto, si lo quieres, hazlo con toda confianza. Soy el único que vive allá, así que no te restrinjas por mí.
La sugerencia de Zafar fue bienvenida. El hombre probablemente se iba a asegurar de que Tomoyuki no se deprimiera demasiado. Pero Tomoyuki estaba demasiado exhausto como para agradecerle apropiadamente. Sólo pudo mirarlo con gratitud.
— ¿No eres casado? — preguntó Tomoyuki.
No sabía nada de Zafar, aparte del hecho de que era primo de Aswil y de Samira, y segundo en la línea del trono. Ni siquiera sabía su edad.
— Mi hermano menor es casado y ya le ha dado a la familia sus nietos, así que mis padres ya perdieron las esperanzas conmigo. Tarde o temprano probablemente desistiré de luchar, pero por ahora, disfruto demasiado mi soltería.
— Ya veo...
Si tan sólo Aswil tuviese hermanos, su posición habría sido diferente. Si no estuviese en la línea del trono... Tomoyuki mentalmente se pateó por perder su tiempo en estas fantasías. No tenía mucho caso evitar más la realidad. Aswil se casaría en dos semanas y sería rey. Pero no pudo evitar fantasear un poco.
La casa de Zafar estaba en las afueras de Madina.
El terreno era espectacular. Estaba cerca del desierto, con una vista hacia el horizonte. No había turistas ahí como aquellos en el centro de la ciudad, pero quedaba cerca de un mercado, por lo que el ambiente igual estaba lleno de energía.
Tomoyuki había notado que los jardines en Madina utilizaban agua y verdosidad como elementos principales, y la casa de Zafar no era la excepción.
El auto frenó en el camino de acceso. Zafar y Tomoyuki se bajaron y una puerta de garage se abrió. Lógicamente era un garage, pero era distinto de todos los que Tomoyuki había visto antes — había más de 20 autos de lujo adentro. Sintió como si estuviera en un espectáculo de autos. Al parecer, Zafar era un aficionado a los autos. Y como era soltero, todo era de él, para hacer lo que quisiera.
Entraron a la casa directamente desde el garage. Había un vestíbulo al otro lado de las puertas automáticas y un ascensor que subía hasta el segundo piso. Entraron a la sala de estar y Tomoyuki quedó cegado por su extravagancia. Los sofás estaban alineados uno después del otro, y todos los cojines eran de seda trenzada con hebras de oro. Subieron por una escalera tipo espiral hacia el segundo piso, pasando por innumerables puertas a medida que caminaban por el pasillo.
— Ocupa la habitación que quieras —, ofreció Zafar. — Eres bienvenido en mi habitación, también.
Guiñó y Tomoyuki lanzó una sonrisa apenada.
— Gracias. Aquí está bien.
Apuntó a una puerta que lucía prometedora. Cuando Zafar la abrió, vio una habitación que parecía cómoda y que era mucho más grande que la que tenía en Saria.
— El dormitorio está en la siguiente puerta —, dijo Zafar.
— Muchas gracias. Esto es... — su voz se desvaneció.
Zafar miró de reojo a Tomoyuki, sarcásticamente. — Es un poco anticipado que me agradezcas. Vas a arrepentirte el haber renunciado a Aswil.
— Es un poco tarde para eso —, Tomoyuki dijo suavemente. Ya tenía muchos arrepentimientos que probablemente nunca se irían. Pero también se había arrepentido de aceptar el dominio de Aswil. No sabía cuál era mejor. Probablemente no lo sabría en mucho tiempo más.
— Usa todo lo que encuentres aquí con confianza. No me molesta. También... — Zafar presionó un botón en el teléfono de la habitación. Hubo un toque a la puerta pronto después y apareció un hombre mayor. — Él es Hayil. Si necesitas algo, hazle saber. Puede manejar casi cualquier cosa. Eso incluye cuando tengas hambre. Hayil, él es Tomoyuki, un invitado de Japón.
Tomoyuki se erigió en toda su altura y saludó al sirviente. — Es un placer conocerlo.
Extendió su mano y Hayil devolvió su apretón.
— Lo primero es la vestimenta —, dijo Hayil, prácticamente. — ¿Qué le gustaría?
— Oh...
Ahora que lo había mencionado, Tomoyuki se dio cuenta de que aún vestía como mujer. Hayil no hizo mucho más que elevar una ceja en respuesta al rostro escarlata de Tomoyuki. Avanzó calmadamente hacia él. — Permítame.
Tomoyuki asintió y Hayil lo examinó rápidamente, luego dejó la habitación. Debe haber estado tomando las medidas de Tomoyuki.
— Hayil puede ver lo que te viene sólo con mirarte —, se encogió Zafar. — Pero se veía muy astuto, creo que se estaba imaginando cómo lucirías desnudo.
Hayil volvió pronto con una muda de ropa en la mano. Tomoyuki le agradeció y aceptó la camisa y pantalones que trajo el hombre.
— Una vez que te hayas cambiado, ¿te gustaría ir a dar una vuelta? — preguntó Zafar.
Tomoyuki no estaba seguro de cómo responder a la invitación. No tenía muchas ganas de ir de excursión.
— Gracias, pero no lo creo —, respondió finalmente.
Zafar cloqueó su lengua. — Sólo te deprimirás si te quedas encerrado aquí dentro. Deberías respirar aire puro. Madina es una ciudad muy bella, pero te apuesto a que nunca has visto nada de ella.
Zafar tenía razón. Salir podría animarlo un poco. Tomoyuki cambió su respuesta la segunda vez, aceptando la invitación alegremente. — Gracias, entonces.
— Claro. ¿Te gustaría comer algo primero? Hayil, ¿ya está listo el almuerzo?
— Sí, señor.
Hayil dejó la habitación con un gesto de respeto y Zafar se sentó en un sillón reclinable pegado a la pared.
— Me gustaría cambiarme —, dijo Tomoyuki.
A pesar de la evidente implicación de que quería estar solo, todo lo que hizo Zafar fue decir un "adelante" al viento. Tomoyuki recordó que el dormitorio estaba conectado a esta habitación y pensó en irse a la habitación contigua a cambiarse, pero decidió no hacerlo. No le molestaría si Zafar lo viese cambiarse.
Se sacó la abaya de mujer y se puso los pantalones y la camisa. Se sintió más relajado sólo al estar nuevamente con ropa de hombre, y su humor mejoró.
Zafar levantó su mirada hacia él. — ¿Puedo preguntarte algo?
Tomoyuki estuvo de acuerdo, preparándose duramente para lo peor, lo que vino inmediatamente después de la franca pregunta de Zafar: — ¿Eres gay?
El hombre no pudo haberle preguntado a Tomoyuki algo más descortés si lo hubiese intentado. Y preguntar eso después de haberlo visto cambiándose ropa... ¿qué podría decir además de que Zafar era un hombre espontáneo?
Pilló a Tomoyuki desprevenido.
— ¿Te dio vergüenza ver cómo me cambié? — preguntó con igualdad.
Zafar asintió. — ¿No estás ni siquiera un poco consciente de los hombres que te observan?
— Desafortunadamente, en toda mi vida no me he dado cuenta de los hombres que me miran—, respondió Tomoyuki.
Con una excepción, por supuesto.
Cuando los ojos color miel estaban sobre él, su corazón se aceleraba dolorosamente.
— Entonces, ¿por qué estabas con Aswil? — preguntó Zafar.
Esta pregunta frenó a Tomoyuki. ¿Por qué había estado atraído por Aswil si no era gay? Estaba profundamente atormentado por la pregunta y no encontraba una respuesta.
Había querido aclarar las cosas cuando se había confesado con Aswil, y había estado preparado para una batalla irremediable. Pero, asombrosamente, su jugada había merecido la pena. No había pensado en que Aswil lo aceptaría, por lo que se sintió increíble cuando Aswil había correspondido sus sentimientos. Y todo lo que pasó después sólo había sido más y más increíble. "Flotar en la nube nueve" era la única manera de describir lo que había sentido en ese entonces.
— Sabes cómo es Aswil —, dijo Zafar. — Estaba libre, aunque sólo fuera por un momento, de las costumbres estrictas y grandes responsabilidades de la corte. No es tan notable que haya tenido algunas aventuras románticas mientras estaba estudiando en el extranjero. Y mientras nadie lo descubriera, era probablemente menos molestia estar con hombres. Una mujer podría venir a perseguirlo después.
Tomoyuki finalmente entendió lo que Zafar estaba tratando de decir. El hombre pensaba que Tomoyuki había seducido a Aswil.
Ciertamente, él había sido el que confesó sus sentimientos. No podía negarlo. Pero sus sentimientos habían sido más de deseo. Le gustaba tanto Aswil que quería conocerlo mejor, pero no había pensado en nada más que eso.
Pero en cualquier caso, el sex appeal de Aswil fue la razón por la que habían comenzado una relación física. Aswil sabía exactamente lo encantador que podía ser, y había aprisionado a Tomoyuki con pequeños actos y miradas coquetas.
— Si te invitara a mi cama, ¿qué harías?
Aswil lo había contemplado con unos ojos ardientes y Tomoyuki había tomado su mano extendida, como si le hubiesen lanzado un hechizo.
Si tan sólo no hubiese confesado sus sentimientos, o si no hubiese tomado la mano de Aswil... pero no importaba cuánto se arrepintiera del pasado, no había nada que pudiese hacer ahora.
— Oh, Dios —. La boca de Zafar se torció y agitó su cabeza. Se frotó su sien y dio un suspiro incontenible. — Si hubiese sabido que ibas a ponerme esa cara, no te hubiese preguntado.
Tomoyuki le lanzó a Zafar una sonrisa irónica. El hombre estaba muy avergonzado.
— Ya todo terminó ahora. Más importante es que tengo un poco de hambre —. Persuadió a Zafar con un tono intencionalmente despreocupado. No quería seguir discutiendo sobre el tema.
— Oh, está bien.
Abandonaron la habitación de Tomoyuki y caminaron hacia el comedor. Una araña de luces completamente de oro colgaba en la habitación elegante y espaciosa y una magnífica mesa color palo rosa estaba en el centro.
Se les llevó una procesión de comida majestuosa para su "almuerzo". Había una sopa con muchas diferentes variedades de frijoles en ella, una ensalada de tomate y aceituna, cordero salteado, pollo al horno y vegetales. Una abundancia de frutas también había sido preparada para ellos.
— ¿Hay algo en particular que quisieras ver? —, preguntó Zafar, refiriéndose a la excursión después de la comida.
— Quizá el mercado —, sugirió Tomoyuki después de haberlo pensado.
— Hecho. ¿Algo más? ¿El hipódromo, el casino, los bares? — Las esquinas de la boca de Zafar se incrementaron en una amplia sonrisa. — Ya hiciste el tour al desierto.
Tomoyuki lo miró furiosamente en respuesta a la broma. No le gustaba que le recordaran cómo había salido corriendo tontamente hacia el desierto y terminado en el burdel.
Hizo una pausa. Estaba pensando en Aswil. Su pelo negro azabache, la forma en que sus ojos color miel se arrugaban cuando reía, su mirada fija, sus largos dedos... El Aswil que veía en su mente no era el Aswil de seis años atrás, sino el Aswil de hoy en día. Cuando su thawb fluía por detrás de él, era hermoso — más llamativo, más hombre que cualquier otro.
Una onda recorrió el cuerpo de Tomoyuki mientras pensaba en Aswil. No podía frenar sus emociones. Se volvían más y más desafiantes a medida que se daba cuenta de que todo había terminado. La maravillosa comida se hizo polvo en su boca. Se sintió mal por poner a Zafar en tales problemas.
Cuando terminaron de comer, fueron a la excursión, como se había prometido. Tomoyuki había perdido todas las ganas de salir a esas alturas, y la presencia del chofer y los guardias lo oprimían aún más. No podía echarse atrás ahora, así que en silencio se subió al asiento trasero.
— Madina es un país verdaderamente hermoso —, dijo Zafar. — Los turistas disfrutan del lujo de los hoteles y de casinos y luego, al día siguiente, pueden volverse nómades del desierto. Y somos uno de los principales productores de petróleo en el mundo. ¿Sabías eso? Sólo la familia real puede poseer campos de petróleo en Madina. Sin importar lo mucho que lo intenten, nadie puede tocar el petróleo si no es parte de la familia real.
A medida que escuchaba a Zafar, Tomoyuki entrecerraba sus ojos por la calurosa brisa que acariciaba su mejilla. Habría sido maravilloso visitar este país como turista.
La evidencia de la riqueza de Madina estaba por todos lados. Desde luego, los lugares de turistas estaban bien cuidados. Pero un vistazo demostró que el dinero fluía libremente, también, en las habitaciones cerradas donde la gente pasaba sus vidas, en los hospitales y edificios de salud, y en las áreas residenciales. No había señal de inmundicia en ninguna parte y la abundancia de edificios bajos y blancos sugería que la gente estaba reticente a arruinar el escenario. Las palmeras que alfombraban la ciudad también estaban bien cuidadas.
Madina era excepcional, incluso entre las naciones de Ridwan Unidos. Todo lo relacionado con la educación y el bienestar era completamente gratis, algo que los otros países encontraban difícil de imitar.
Éste era el país de Aswil. Nació y creció en esta bella tierra.
Tomoyuki veía la imagen de Aswil — ardiente, inolvidable — cada vez que cerraba sus ojos. Una vez que deje Madina nunca más podrá volver, así que quería grabar la imagen en su memoria ahora.
Su jeep cruzó hacia el desierto. Dentro del jeep, cubierto por el polvo que levantaba, Tomoyuki inclinó su cabeza curiosamente hacia Zafar. — Pensé que iríamos al mercado.
El hombre estaba sentado en la parte trasera del jeep, con sus largas piernas cruzadas, mirando el camino a través de la ventana. — Iremos. Éste será tu segundo viaje, ¿verdad?
— ¿Mi segundo viaje?
De pronto se dio cuenta de que Zafar se dirigía a Ziyard.
— ¿Por qué estás haciendo esto? — Clavó sus ojos en el rostro desinteresado de Zafar y obtuvo una sonrisa alegre en respuesta.
— A pesar de lo fácil que eres de secuestrar, no tengo segundas intenciones. Viste la belleza de Madina. Ahora quiero mostrarte los rincones oscuros de mi bendito país.
Tomoyuki no entendía lo que Zafar quería lograr. No tenía más que horribles recuerdos de Ziyard, pero sabía que si pedía ir a algún otro lugar, sería ignorado.
Ahora la ventana permanecía entre él y la ciudad que había visto sólo hace unos pocos días atrás. Estaban en Ziyard, una grieta sombría escondida en el desierto.
Este pueblo era la casa de los burdeles y la música, para usar las palabras de Zafar, "dentro de los límites de Madina, pero aislado". Ziyard estaba muy distante de la imagen brillante que la gente tenía de Madina. Los ciudadanos de Madina probablemente preferían que otros países ni siquiera supieran que existía el pueblo.
El jeep ondeó con experiencia a través de los complejos callejones, lo que sólo probó cuán seguido Zafar venía a este lugar. Pero, ¿por qué vendría aquí si pensaba que era turbio? Este lugar era repulsivo. Zafar era un hombre extraño.
Un escalofrío recorrió la espalda de Tomoyuki cuando divisó el burdel. Salieron del auto y Zafar caminó hacia el edificio, con un aire de mucha experiencia en sus pasos, y Tomoyuki iba atrás de él.
Vieron a Kadim en la misma habitación de antes.
— Vaya, nuevamente es nuestro invitado inesperado —, saludó el hombre.
Había una caja fuerte en la mesa. Kadim, quien aparentemente había estado contando billetes, volvió a poner la tapa de la caja y la cerró con llave antes de pararse y caminar hacia ellos. Sus agudos ojos eran la advertencia en persona. No parecía confiar completamente en el hecho de que Zafar haya llevado al invitado de Aswil hasta allí.
— No, sólo le estoy dando un tour —, dijo Zafar.
Al tiempo que Zafar y Kadim se abrazaron, Tomoyuki finalmente vio con claridad que se estaban manteniendo a raya.
— Debe haber mejores lugares para llevarlo de excursión —, gruñó Kadim.
Zafar debe haber sido una especie de arma de doble filo para Kadim. Era bueno para el negocio que un miembro de la familia real auspiciara su burdel, pero por otro lado, Zafar también era una carga. Sin importar lo que hiciera Kadim, tenía que estar consciente de los ojos vigilantes de Zafar.
— ¿De verdad? Creo que este es uno de los puntos de referencia de Madina —, dijo Zafar en un modo casual, ignorando el énfasis de Kadim.
Kadim no tenía una respuesta para eso.
Una ovación brotó de algún lugar a su izquierda.
— ¿Es ése un show? — preguntó Zafar.
Kadim asintió, su rostro fisionándose hacia una delgada sonrisa. — En otras circunstancias, nuestro invitado estaría ahora en el escenario.
Tomoyuki se impactó por la sonrisa astuta de Kadim. No podía comenzar a entender cómo un país próspero como Madina pudiese permitir que existiera un lugar como Ziyard.
Zafar lanzó una risa seca. — No deberías bromear con eso. Aswil no lo encontraría muy divertido. ¿O planeas comenzar a buscar un pleito con Sheik Aswil?
Le lanzó a Kadim una mirada de advertencia con sus ojos agudos y penetrantes.
— No seas ridículo —. Kadim sacudió su cabeza. — Ni siquiera imaginaría contradecir a su majestad. Sólo pensé que arriesgaría una pequeña broma contigo, ya que has sido tan generoso con tus auspicios.
La habitación estaba llena de una atmosfera inquieta, como si este preciso intercambio hubiese ocurrido muchas veces antes.
Kadim asintió cortésmente, luego recogió la caja fuerte y se dirigió hacia la puerta. — Están en su casa. Pero si me disculpan...
Tomoyuki respetó la puerta por la que Kadim había salido intranquilamente.
— ¿Quieres ir a ver el show? — inquirió Zafar.
Tomoyuki rechazó la invitación inmediatamente. — ¡No! Es horrible.
No iba a complacer a Zafar. Kadim había revelado el verdadero horror del burdel.
— En cuanto lo lleve a mi burdel, estará muerto para el mundo. Nadie podrá encontrarlo de nuevo.
Un escalofrío de disgusto recorrió su columna vertebral en respuesta al recuerdo.
Siempre había escuchado que el sistema de educación y de salud de Madina era igual para todos. Pero lo que ocurría en Ziyard parecía contradecir eso.
— Sí, despreciarías eso, ¿verdad? — dijo Zafar. — Este lugar le da a Aswil la mayoría de los dolores de cabeza de todo el país. Ziyard es lo que se conoce como una región extraterritorial.
— ¿No puede controlar las cosas aquí? — preguntó Tomoyuki.
El rey de Madina tenía el poder absoluto. Como sucesor del rey, Tomoyuki pensó que Aswil podía cerrar el burdel.
— Viste el mercado, ¿verdad? — Los ojos de Zafar se nublaron. — La gente de Ziyard sobrevive gracias a los favores del burdel. Ha sido así por cientos de años. También he escuchado a la gente decir que hace mucho tiempo Ziyard solía gobernar Madina. No es fácil controlar a Ziyard, ya que Madina nunca ha logrado conquistarlo.
Habló sin ninguna emoción — Ziyard ya no era un tema sensible. Ésa era una señal de cuán antiguo era realmente el problema de Ziyard.
— Antiguamente, Aswil solía venir seguido—, reveló Zafar. — Si la gente se hubiese enterado de que el heredero al trono estaba visitando los burdeles de Ziyard, no le habría hecho ningún favor políticamente, pero de todas formas igual venía.
— ¿Y por eso ahora vienes a este lugar? — preguntó Tomoyuki. — Pero tú también eres de la realeza, ¿verdad?
— Es mucho menos problema para todos. Aswil y yo estamos en mundos separados, así como va nuestra responsabilidad con el público.
Tomoyuki sintió como si pudiese deducir hacia donde se dirigía esto. Quizá por eso fue que Zafar lo llevó hasta allí.
Zafar añadió, — Aswil es un hombre importante, no sólo para Madina, sino también para las naciones de Ridwan. Él es el único elegible para convertirse en rey que no alejará sus ojos de la oscuridad en Madina.
Una ovación mayor que nunca retumbó afuera. No había el más mínimo sentimiento de culpa en la voz de la audiencia — sólo emoción pura. El show debe haber alcanzado su punto máximo. Tomoyuki pudo ver el rostro burlón de Kadim.
— Tú eres un gran hombre, ¿verdad? — dijo Tomoyuki.
El rostro de Zafar se endureció, como si hubiese tomado las palabras de Tomoyuki como un sarcasmo.
El hombre japonés continuó. — De verdad creo eso. Es decir, pudiste haber ignorado a un extranjero como yo. No me debes nada. Aswil pudo haberme llevado de vuelta con él, sin ningún problema, pero te aseguraste de que renunciara a mí.
Zafar se suavizó un poco. — No tuvo más opción que renunciar —, respondió brevemente. Su voz era dura mientras miraba hacia el espacio. Se oía como si estuviese hablando consigo mismo.
Tomoyuki miró hacia otro lado. — ¿Podemos irnos ahora? Este lugar me hace sentir...incómodo.
Dejó el burdel y caminó hacia el auto, delante de Zafar. El viento había recogido una nube de arena remolineante. Siguió caminando, mirando hacia el frente.
¿Qué más podría hacer?
Un momento ¿y el capitulo 3??? Donde quedo??? Por favor ayudaaaa
ResponderEliminarAnuma.. y el capitulo 3?? Ya decia yo, Algo raro sucede.. :v
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