Gaps in your soul

Capitulo Uno


Jared North dirigía su automóvil dentro del carril derecho de la carretera interestatal 35. El sol de la tarde quemaba un lado de su cara a pesar de la fría brisa del aire acondicionado. Suave jazz se filtraba de la radio.
Afortunadamente, esa tarde de viernes, él no llegó a Dallas a la hora pico del tráfico. Sus pensamientos estaban en su viaje tanto como en su destino. 
Dado que su mejor amigo Steve le había pedido que fuera su 
padrino de bodas, la mente de Jared se había llenado con pensamientos de Dalton Rainey, el hermano menor de Steve. Mucho había sucedido en diez años, desde la última vez que viera a Dalton, pero sus recuerdos de la  última noche que estuvieron juntos no se habían desvanecido.
A los diecinueve años, Dalton tenía una rápida sonrisa y unos 
oscuros ojos azules que siempre activaban algo dentro de los pantalones de Jared. Las mujeres con las que había salido nunca habían logrado la excitación que le recorría el tan solo estar cerca de Dalton. Pero en ese entonces se contenía, al descubrir que lo que sentía cuando Dalton estaba cerca estaba mal. Era un hombre, un futuro oficial de la armada, Jared no podía permitirse que la pasajera fascinación por Dalton cambiara su elección de camino.

La rampa de salida llegó más rápido de lo que Jared se esperaba. 
Los vehículos zumbaban a su lado cuando disminuyó la velocidad y tomó la salida hacia el hotel. Su corazón se aceleró mientras se acercaba al hotel y a Dalton. 
Como un pequeño hermanito, Dalton no había sido más que una molestia hasta que se unió a Steve y a Jared en la Universidad de Dallas, Texas. Mientras Jared no le prestaba atención, el molesto niñito creció. En la universidad era difícil ignorar a Dalton cuando su presencia enviaba calor erótico que recorría el cuerpo de Jared. 
Incluso ahora, el fijo recuerdo de la caliente boca de Dalton rodeando su pene hacía que su carne se hinchara en los confines de sus jeans. Con la mente de Jared gritando “no”, Dalton había tomado la delantera de una manera que iba más allá de sus diecinueve años. En lugar de alejarlo, Jared se había apoyado contra la fría pared del dormitorio de Dalton, cerrando los ojos y dejando que sucediera. 
Con sus dedos y su lengua Dalton había recorrido cada centímetro cuadrado del cuerpo de Jared. Todo lo que Jared había hecho era dejarlo actuar. Siempre lamentó no haberse dado la oportunidad de explorarlo. 
La boca de Dalton había enviado a Jared al borde de la locura.
Ahora, cuando llegaba a la calle del hotel, Jared se preguntaba si incluso estaba totalmente recuperado. La reprimida excitación en su estómago le 
decía que no. 
Llevó el automóvil dentro de la línea del servicio de valet del 
estacionamiento del hotel. Había conducido desde la casa de su madre en San Antonio hasta el hotel de Dallas, lo que causó que su pierna le doliera. 
Una granada le había causado heridas en su pierna izquierda hacía sólo dos meses. Estar sentado en el automóvil durante cinco horas había causado que su pierna izquierda se tensara y le doliera. Cuando abrió la puerta la humedad y el calor de Dallas le golpeó casi como un golpe físico. 
El sudor recorría su cara y cuello. 
Un valet vestido de rojo se apuró a tomar el automóvil con una 
agilidad que Jared envidiaba. —¿Está registrado, señor?
—Sí, para la boda de Rainey. —Jared ayudó a su pierna izquierda a salir del automóvil. Él había dejado de usar el bastón hacía un mes, pero ahora casi deseaba haberlo traído. Sosteniéndose de la puerta del automóvil salió del asiento del conductor. Estiró sus lastimados músculos, pero por lo menos aún tenía su pierna. El soldado que estaba a su lado cuando el mortal artefacto hizo explosión regresó a casa sin ella. Y el sargento del pelotón de Jared, Martínez, regresó en una caja. 
Jared le dio al joven un par de dólares junto con las llaves. 
Un maletero sacó las maletas de la cajuela y esperó en el sofocante calor de Texas.
Asintiendo, Jared se dirigió al interior del hotel. Le dio la bienvenida al aire acondicionado mientras las puertas automáticas se cerraban detrás de él. Cuadros de piedra en el suelo con la forma de una gigante estrella marcaban la entrada del vestíbulo. Lujosos sillones estilo tejano decoraban el vestíbulo. El murmullo de la gente lo rodeó. El espléndido ambiente sólo capturó parte de su atención. Pausadamente su mirada se dirigió al área de registro buscando una cara en la multitud de hombres en viajes de negocios y familias vacacionando. Un hombre alto con el cabello color arena se dirigió al vestíbulo. Jared se quedó sin aliento antes de darse cuenta que ese no era Dalton.
Diez años habían pasado desde que había visto a Dalton. Incluso después de que su madre se había mudado a San Antonio, Jared había visitado la ciudad numerosas veces. Cada ocasión, siempre parecía que Dalton no estaba disponible. ¿Por qué esperaba algo del hombre?, Jared no lo sabía. Una noche de sexo salvaje no autorizaba a Jared a ninguna consideración especial. Especialmente cuando Jared había insistido que no había ningún futuro. Él debió al menos decirle adiós antes de salir a su primer destino en Georgia. Quizá explicarle cómo eran las cosas. Él admitía ahora que había estado  asustado de decir algo de lo que no pudiera retractarse. 
Su corazón se aceleró pensando en ese último encuentro. Su pulso palpitaba en sus oídos ante la idea de verlo de nuevo. 
En ese momento su carrera en el ejército era todo en lo que Jared 
podía pensar. Tener una relación homosexual no era posible. Ahora… El dolor de ver a Martínez ensangrentado y muriendo y diciéndole que buscara a su esposa y que le dijera que la amaba, hizo que Jared cuestionara sus prioridades. 
Como el capitán de Martínez, Jared le prometió al hombre moribundo que se lo diría a ella. Tan pronto como fue dado de alta en el hospital de la base de la fuerza aérea en Lackland, visitó a la viuda del hombre en San Antonio. La fuerte actitud de ella y que le agradeciera profundamente, sólo causó que sus ojos se llenaran de lágrimas 
conmovido. Jared no sabía del fuerte amor del sargento y su esposa. Él había vislumbrado algo pero lo había apartado. 
El chico con las maletas se limpió la garganta. 
Jared se sacudió sus reflexiones y se dirigió al escritorio a registrarse.
Dalton veía al delgado y musculoso hombre cojear atravesando el vestíbulo. Una conveniente columna le proveía una cubierta de la mirada que lo buscaba. La fría piedra bajo sus manos no hacía nada para calmar el calor que surgía de él. Su corazón se aceleraba mientras devoraba con la mirada a Jared North. 
Se veía mayor de lo que Dalton creía posible en diez años. Sólo tenía veintidós cuando dejó de verlo, Jared se veía mayor de los treinta y dos que tenía. Un toque de prematuras canas salpicaba de gris su cabello castaño. Líneas cruzaban su frente y alrededor de su boca. Anillos oscuros rodeaban los ojos que lo habían obsesionado. 
Claro que el combate podía hacerle eso a un hombre. 
Especialmente a uno que no sólo fue herido sino que también vio a uno de sus hombres morir.
Toda la ira de lo que había sucedido la última noche que pasaron juntos se evaporó casi totalmente. Dalton resistió la urgencia de ir hacia él, envolverlo en sus brazos y asegurarle que todo estaba bien. El pensar en tocar a Jared, sostenerlo, enviaban fuego ardiendo a su ingle. Su pene había estado medio erecto todo el día al saber que Jared podría estar ahí. 
Ahora sus jeans decididamente estaban demasiados ajustados. 
Pero no planeaba una dulce reunión. Una noche con Jared le había dejado queriendo más que una rápida chupada y frenético frotamiento. 
Dalton había desperdiciado diez años dudando entre lo que había habido o no entre ellos. Ahora él planeaba sacar a Jared North fuera de su sistema de una vez por todas. Tenía exactamente dos días e intentaría usarlos para tener una noche de amor que purgara su mente y su cuerpo de lamentaciones. 
Con Jared frente al escritorio de registro, Dalton salió de su 
escondite y corrió a los elevadores. Ignoró la mirada de una pareja que salía del elevador mientras los pasaba. La fiesta de la boda sería en el sexto piso. Dalton podría esperar a su insospechada víctima cuando Jared estuviera en su cuarto. Entonces las cosas se pondrían interesantes.
Jared empujó la pesada puerta del cuarto abriéndola. Debió de haber dejado que el chico de las maletas le ayudara. Su testarudez negaba los nuevos impedimentos físicos que le habían quedado. Su bolsa de equipaje golpeó su muslo, clavándose en la tierna carne aún cicatrizándose. El dolor le recorrió como una ola que lo mareó. 
Balanceándose entró al dormitorio. Vio la típica decoración del hotel. A pesar del ornamentado vestíbulo, el cuarto era simple, pintado con un calmante color crema con detalles cafés. 
Cojeando cruzó el pequeño cuarto, dejó la maleta en la cama, la abrió y sacó su cosas para rasurarse. El Vicodín podría quitarle el dolor pero la droga le haría dormir. 
Se tragó la píldora en seco. Tomó su teléfono celular, marcó y 
esperó mientras timbraba. 
Una profunda voz contestó. —Hola.
—Steve, soy Jared. Estoy en el hotel.
—¡Genial! Hiciste buen tiempo. —Se oía tráfico en la línea—. Estoy 
de camino al aeropuerto para recoger a la abuelita de Lydia. 
Probablemente regresaré en una hora más o menos. Dalton ya está ahí.
—Aún no lo he visto. —La idea de ver a Dalton hacía que su corazón se acelerara. Tomando un vaso de plástico del escritorio, Jared entró al cuarto de baño—. Mi pierna está comportándose mal. Acabo de tomarme una pastilla para el dolor y creo que dormiré un momento. — 
Llenó el vaso de agua y se enjuagó la boca para quitarse el sabor amargo que le dejaba la pastilla. Si sólo fuera así de fácil dejar los amargos recuerdos de él y Dalton despidiéndose.
—¿Qué te dijo el doctor ayer? —dijo la grave voz de Steve suavemente.
Jared suspiró mientras regresaba a la recámara. —Lo mismo que dijo la semana pasada y el último mes. Mi pierna nunca será la misma. 
Siempre me quedará un diez o quince por ciento menos de la movilidad. —Se quitó los zapatos con la punta de sus pies, se sentó en la cama y se quitó los calcetines. La alfombra se sentía suave y fresca contra su piel.
—¿Ellos te sacaron?
—No, no aún. —Jared pasó su mano a través de su cabello. Eso podría ser demasiado fácil—. Tengo que decidir. Puedo quedarme pero en un trabajo de escritorio y dejar los combates permanentemente.
—No es un mal trato. Conservarías tu pensión.
—Sí. Empujando un lápiz los siguientes diez años. —Jared deseó que la armada lo hubiera sacado en lugar de dejarle la decisión a él. 
Su abogado amigo se reía del otro lado de la línea. —Eso no es algo 
malo, lo sabes. Tenemos un lugar para ti. Necesitamos buenos investigadores en la firma. Con tus antecedentes en la policía militar serías perfecto.
—Lo sé. Y no creas que no agradezco tu oferta, pero… —La idea era tentadora. Si Jared dejaba la armada, la ciudad en donde había crecido sería un buen lugar para iniciar su vida de nuevo. Quedarse con su madre mientras sanaba había sido conveniente, pero ella tendía a ahogarlo. No solo podría ser un buen trabajo, Dalton no sería capaz de evitarlo todo el tiempo si vivía aquí y trabajaba con su hermano.
—Bien. Conoces la oferta por si lo necesitas.
Un bostezo superó la respuesta de Jared. —Lo siento. Debe de ser el Vicodín que me golpeó. —O las noches sin dormir de pensar que se enfrentaría a Dalton de nuevo.
—Adelante, descansa. Hablaremos durante la cena del ensayo.
—Hasta luego. —Jared cerró el teléfono y lo lanzó en la mesita de noche. Un ligero mareo acompañaba el dulce entumecimiento en su muslo. El zumbido del aire acondicionado lo serenaba como una canción de cuna. Al menos la droga le permitiría dormir por un momento. 
Obligándose a dormir le ayudaría a Jared a olvidar su dilema. 
Tocaron a la puerta mientras él se quitaba la camiseta sobre su cabeza. Sosteniendo el sudado material contra su pecho, cojeó hacia la puerta. 
Abrió la puerta y se encontró cara a cara con los rasgos que él había buscado en el vestíbulo. —Dalton… —Jared dio un paso hacia atrás mientras el hombre entraba al cuarto.
—A tus órdenes.
Los azules ojos brillaban en la delgada cara que Jared recordaba. 
Se había ido el bebé de diecinueve años que lo acosaba en sueños. El hombre frente a él era musculoso, compacto sin ser voluminoso. Su cercanía dejó a Jared sin aliento. Un caliente rubor cubría su piel.
—Te ves sorprendido de verme. ¿Pensabas que no estaría en la boda de mi hermano? —La puerta se cerró detrás de él.
—No, sabía que estarías aquí. —Caminó por la habitación intentando recuperar el control. 
Dalton lo siguió hasta que quedó a pocos centímetros de distancia 
de Jared. Su alto cuerpo se igualaba al de Jared de un metro ochenta y tres. 
Casi nariz a nariz con Jared, murmuró: —¿No te alegra verme? —Una predadora mirada fija en los profundos ojos azules. 
El seductor aroma del sudor y algo claramente masculino lo abrumó. La excitación atravesó el cuerpo de Jared. —Claro. Me sorprendiste —empujó su camiseta a sus caderas esperando esconder el bulto en sus jeans. Rezó para que Dalton no viera hacia abajo. A pesar de que él no había pensado más que en eso en los dos últimos meses, no quería verlo para una rápida jodida. Quería saber lo más posible antes de tomar una decisión acerca del resto de su vida. 
Como si el hombre pudiera leer sus pensamientos, la mirada de Dalton fue hacia la parte baja del cuerpo de Jared. Una rápida sonrisa se formó en sus labios cuando sus ojos se detuvieron en el obvio camuflaje de Jared. —Supongo que te alegras de verme —La mano de Dalton retiró la camiseta y se presionó contra el doloroso pene de Jared—. ¿No tienes cita este fin de semana? Pensé que traerías a una regordeta enfermera del ejército durante todo el viaje.
—No —Jared jadeó. Él luchaba contra la urgencia de presionarse contra el calor.
—¿Creías que encontrarías a alguien en la boda? Estos asuntos son ideales para recoger un pedazo de culo —la mano de Dalton acunaba el pene de Jared. 
Jared cerró sus puños. —No. No lo hagas… —Sus palabras desaparecieron en un gemido. El calor presionándose contra su pene y apretando. Perdiendo la batalla ante la fija mirada, sus ojos parpadearon. 
El caliente aliento acariciaba su cara.
—¿Te gusta esto?
Las rudas palabras murmuradas enviaron un estremecimiento que recorrió a Jared.
—¿Una rápida jodida que te embote?
Jared no podía decir no. Deseaba empujar a Dalton a la cama y eso era casi abrumador. Tampoco podía decir que sí. Abrió la boca pero nada salió. A pesar de sus deseos, años negándose y manteniéndose en silencio.
—¿Aún sigues confundido? ¿Aún piensas que dos hombres no 
deberían hacer esto? —El gruñido de Dalton era una advertencia pero Jared dejó que sucediera. 
Una caliente boca cubrió la suya con fuerza. Saboreaba la sangre 
en el duro beso. Sus puños cerrados a su lado, Jared dejaba que Dalton le impusiera el camino que quisiera tomar. 
Cuando el duro cuerpo se presionó contra el suyo, Jared perdió el balance. Cayó a la cama, su equipaje cayó al suelo. El fresco satín del cubrecama se calentaba con la piel de su espalda. El cuerpo de Dalton cayó arriba de él, duro. Jared exhaló con fuerza. ¿O era la dura ropa que cubría su pene y que lo presionaba contra su ingle lo que le dejó sin aliento?
Rudas manos tomaron sus muñecas y las llevaron arriba de su cabeza. El fuerte cuerpo lo mantenía en el lugar. Por un segundo luchó contra la contención. Contenía la urgencia de luchar contra el ataque y en su lugar arqueó sus caderas contra el duro eje bajo los jeans de Dalton.
—Sí —Jared gimió cuando dientes y labios mordían su cuello. El 
roce como de lija de papel de su barba lo marcaba. 
El agarre de las muñecas desapareció. Dalton se enderezó y se montó a horcajadas sobre las caderas de Jared. Inclinándose hacia delante, la boca de Dalton rápidamente tomó el pezón. Su caliente lengua circulaba la sensible punta. Los dientes le siguieron, jalando fuerte. 
Los dedos de Jared se entrelazaban en el cabello castaño arena. 
Sosteniendo la cabeza de Dalton más cerca de su pecho, gemía su 
aprobación. —Más… 
Apoyándose en una mano, Dalton alcanzó los jeans de Jared con la 
otra. Trabajó en su botón y cierre. Una caliente mano se deslizaba bajo el elástico de su ropa interior. Callosos dedos se envolvían en su eje.
—¡Dios, sí! —El recuerdo de la última noche hacía diez años regresó. De Dalton, de sus calientes penes frotándose, de sus rudos besos y una chupada que Jared nunca había imaginado antes—. Por favor… 
Jared deslizó sus manos entre ellos, alcanzando los jeans de Dalton. 
Evidentemente Dalton había llegado primero. Las manos de Jared se encontraron con la gruesa y caliente carne fuera de sus jeans. Deslizó su pulgar por la húmeda punta y tomó el pegajoso fluido alrededor de la corona.
Dalton exhaló contra el pezón de Jared. Chupó duro la tierna carne. 
No quería que su encuentro terminara con una mutua masturbación, Jared pasó sus dedos por el cabello de Dalton. Lo jaló suavemente hasta que su hambrienta boca liberó su lastimada carne. Jalando a Dalton más cerca, Jared le dio un largo y profundo beso. Sus lenguas luchaban por el control mientras él devoraba el sabor de Dalton. 
El peso de Dalton presionaba sus penes juntos. Empujándolos entre sus duros abdómenes, la fricción era fácil con la lubricación preseminal. Los dientes de los cierres se enterraban en la tierna piel. 
El dulce rastro del orgasmo se iniciaba bajo su abdomen. Luchando por conseguir la cantidad de presión correcta, Jared deslizó su mano por la espalda de Dalton y apretó los duros músculos de su culo. —Casi… así… —gimió entre rudos y barbados besos.
—Aún no —Dalton se alejó—. Aún no —sus ojos brillaban con lujuria y algo caliente bajo la superficie. 
Deslizándose fuera de la cama, Dalton jaló los jeans de Jared hasta que se enrollaron en sus muslos. 
El duro material se tensaba alrededor de la tierna carne de su herida pero Jared no tenía tiempo de preocuparse por eso. 
Una caliente boca engullía todo su pene hasta la base. La garganta 
de Dalton se tensaba alrededor de su corona. Las caderas de Jared 
saltaron ante la repentina sensación. 
Dalton lamía el camino hacia la punta. 
Dientes mordisqueaban alrededor del borde, entonces su lengua lo calmaba.
Jared se agarraba de la suave tela debajo de él. —Dalton… Quiero 
tocarte… Probarte… —Las palabras salieron antes de que pudiera pensar. 
Él había querido decírselo hacía diez años, pero no pudo. En lugar de eso, dejó que Dalton le hiciera el amor y se fue sin decir adiós. 
Diez años de indecisiones y lamentaciones le llegaron. La idea de morir sin que Dalton conociera sus sentimientos le aterraba. Aceptar ser el padrino de Steve, el hermano de Dalton, le había dado la excusa para verlo de nuevo.
Dalton se enderezó con duda en su mirada, pero sus manos rápidamente se despojaron de su ropa. Envolvió sus manos alrededor de su pene, acariciando lentamente toda la longitud. 
Jared realmente no había visto a Dalton antes. La escasa iluminación del dormitorio ayudó a Jared a mantener la negación firmemente en su lugar. Ahora en el bien iluminado cuarto de hotel, su mirada tomaba cada detalle desde el musculoso y suave pecho, hasta la gruesa y dura carne en su mano. Lamió sus labios y asintió. 
Dalton levantó una ceja pero no pronunció lo que fuera que estuviera pensando. Subió más cerca de la cabeza de Jared, le ofreció su goteante pene. 
Jared levantó la cabeza, su lengua se atrevió a probar el claro líquido que se derramaba de la punta. El amargo sabor hizo explosión en sus papilas gustativas, pero la dulzura llenó su alma. Su lengua probó la sedosa corona. Sus manos se deslizaron al interior de los muslos de Dalton. 
La arrugada textura de sus bolas fascinaba los dedos de Jared. Giró el suave escroto mientras chupaba profundamente la carne de Dalton. 
Un gemido estrangulado hizo que levantara la vista. Con los ojos pesados veía sus tentativos movimientos. Con un gruñido, Dalton se alejó. 
Antes de que Jared pudiera encontrar su voz para protestar, 
Dalton subió sobre él. Montándose a horcajadas sobre la cabeza de Jared suavemente inclinó su pecho sobre su abdomen. El olor a almizcle de la excitación lo rodeó. El fuerte y duro pene a pocos centímetros de la boca de Jared. 
Sus manos se deslizaron de la cintura de Dalton a su culo. Jalando las caderas hacia abajo, la caliente carne se deslizó profundamente dentro del interior de su boca. 
El pánico amenazaba mientras Dalton empujaba más profundo. La sensación de estar restringido por el pesado cuerpo y la garganta amordazada profundamente con su pene mientras la boca de Dalton se cerraba alrededor de su adolorida carne. Perdido en las sensaciones del húmedo calor, Jared chupaba duro el goteante eje. 
Una vez que el deseo de Jared inundaba bajo su abdomen. Sus bolas se tensaron, amenazando con correrse. Los agresivos dedos de Dalton masajeaban el área entre el sensible escroto. Un giro más de su boca, una caricia más de su lengua era todo lo que Jared necesitaba. 
Cuando los dedos de Dalton se deslizaron entre su culo hacia su arrugado agujero, el orgasmo recorrió a Jared. Su pene hizo erupción en la húmeda profundidad de la boca de Dalton. 
Chupando frenéticamente a pesar de su éxtasis, la mente de Jared esperaba el amargo fluido de Dalton llenando su boca. En lugar de eso Dalton se alejó. Jared se enderezó, siguiendo la aún dura carne. Aire frío reemplazó el calor del cuerpo de Dalton.
—Quédate —murmuró Dalton. La mirada de Jared seguía sus movimientos mientras Dalton se apuraba a tomar su descartada ropa. Un rayo de sol atravesó las cortinas e iluminó el musculoso cuerpo de Dalton.
—No me dejes —el pánico lo inundó. Quería hablar, decirle que se había equivocado al irse de la manera en la que lo hizo.
Dalton se rio viéndolo. —Aún no te estoy dejando —lanzó algo a la cama antes de dejar caer sus jeans al suelo.
La mirada de Jared enfocó el pequeño tubo de plástico y el condón.
—Yo… Yo…
Dalton ignoró las balbuceantes palabras. El colchón se hundió con el peso de Dalton. Tomó los jeans de Jared y se los quitó, llevándose la ropa interior con ellos. Acomodó las piernas de Jared, una doblada por su rodilla con el pie en el borde de la cama y la otra contra el suave y musculoso pecho de Dalton. 
El calor de su piel contra la ardiente piel de Dalton lo recorría.
Todavía débil a causa del placer, Jared ni siquiera se resistió cuando su mente le gritaba que tomara acción. En sus sueños de reunirse con Dalton las posiciones siempre habían sido invertidas. Nunca realmente pensó que terminaría recibiendo el grueso y duro pene. 
Años de lamentaciones evitaron que protestara cuando un lubricado dedo se empujó en su interior. La alegría de que la reunión se diera tan fácilmente lo mantenía callado. Dos dedos se enterraron, pero cuando rozaron algo en su interior, una onda de placer lo forzó a gemir de excitación. Lentamente los dedos entraban más profundamente con cada empuje. 
Con los ojos cerrados, Jared se aferraba a los cobertores bajo él mientras otra onda de placer lo recorría. Entonces los dedos fueron retirados. Sus ojos se abrieron. 
La expresión de Dalton era inescrutable, se cerraba a él. Cubrió su pene con el condón con una mano, y lo empujó contra el apretado agujero de Jared. El ardor de los dedos fue insignificante comparado con el calor de la gruesa carne. —Respira profundo y exhala fuerte. 
Jared hizo lo que se le dijo. Los tensos músculos cedieron y el eje de Dalton se deslizó profundamente. Una increíble sensación de plenitud lo llenó, rozando contra su nudo de placer. Estremecimientos de calor recorrían el cuerpo de Jared. 
Lentamente, suavemente se empujaba mientras trataba de tomar aire. Los dedos aferrados en sus muslos y sus labios rozando su pantorrilla. 
La expresión de Dalton cambió de blanca a extasiada, sus ojos cerrados y su cara descansando en la pierna de Jared. Unos pocos empujes más y la boca de Dalton se abrió en un gemido. Su gemido vibró a través de la conexión con Jared. El movimiento de sus caderas era señal de su orgasmo. —Oh sí… 
Aún sosteniendo la pierna de Jared contra su pecho, los dientes de Dalton entraron en la pantorrilla de Jared. La lengua y los labios rápidamente lo calmaron.
Empujando la pierna de Jared a un lado, Dalton se inclinó sobre él. 
Esa íntima conexión le incomodaba pero se mantuvo mientras su boca cubrió la de Jared. 
El amargo sabor de su propia huida aún seguía en la boca de Dalton. Diez años pretendiendo negarlo se retiraron como lavados por la lluvia de Jared. Había regresado con una vaga esperanza y tenebrosos sueños. Todo se aclaraba cuando la lengua de Dalton se enredaba en la suya.
Dalton se apartó de él. —Me parece que la armada no es tan estricta con todo lo gay después de todo. Evidentemente has aprendido a dar el culo.
Su burla sorprendió a Jared. —¿De qué estás hablando? Yo nunca…
—Oh, por favor —Dalton salió de él. Tomando su medio erecto pene lo deslizó fuera de Jared—. No me digas que nunca has sido jodido antes. Estabas caliente por esto entonces, sólo que no conmigo.
Un frío sudor lo recorrió ante la pérdida del calor de Dalton y la dureza de sus palabras. —¡Eso no es cierto! —La confusión nubló la mente de Jared—. ¿Qué diablos te sucede?
—¿Qué me sucede? —Dalton salió de la cama. Lanzó el condón usado al bote de basura. Inclinándose a tomar su ropa su enojada voz continuaba—. Que es mi turno de alejarme. Pensé que me tomaría todo el fin de semana tener la oportunidad. No me había dado cuenta que te habías convertido en una puta.
—No lo soy. No hago… —No sabía cómo responder. Dalton no le había entendido entonces, ¿por qué le entendería ahora? Viendo hacia atrás, Jared sabía que él había abandonado algo bueno, pero la armada había sido la única meta de su vida. Firmó un contrato, se comprometió con los militares. No hubiera podido quedarse incluso si lo hubiera querido—. Lo siento.
La ira en los ojos de Dalton disminuyó pero no completamente. — 
Diez años demasiado tarde
Nueva historias 😉 espero que lo disfruten

1 comentario:

  1. Primer capitulo y uuuuf.... Me ha gustado... Gracias x la nueva historia.. :)

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