Eterno Amor (Eternal Love)

Capitulo Seis 

Primera Parte
La mezquita era antigua.
Sólo la familia real de Madina, oficiales de alto rango y la realeza invitada de otros emiratos de Ridwan podían entrar. La ceremonia del matrimonio comenzó con solemnidad y belleza.
Una alfombra roja se abría paso entre las filas de asistentes hasta el estrado. Tomoyuki la seguía al lado de Aswil.
La luz del sol llegaba en grandes cantidades a través de las delicadas ventanas de vidrios de colores en patrones ensombrecidos, sobrenaturales, y Tomoyuki quedó atrapado en una fresca ola de miedo. Lo hizo pensar en que engañar a una congregación completa en un lugar sagrado era algo peligroso.
Pilares de mármol, cada cinco metros de diámetro, soportaban el alto techo en forma de cúpula sobre un mar de adoquines azules. La suave música hacía ver el lugar incluso más de ensueño.
El mufti, líder religioso de la mezquita, comenzó a leer una entrada del Corán sobre el matrimonio. Los asistentes repetían después de él, buscando el acuerdo de la novia y el novio para el matrimonio.
Aswil dio su consentimiento y Tomoyuki lo imitó con una voz baja.
Aswil exudaba majestad. Sería un rey admirable. Si tan sólo Tomoyuki no hubiese llegado a su vida, Dios lo habría bendecido como el rey perfecto.
Tomoyuki sabía que sería castigado. Estaba blasfemando a Dios. Reprimió la urgencia de desenmascararse ahí mismo, en medio de la ceremonia de matrimonio.
Prosiguieron con la coronación.
El mufti posicionó una corona sobre la ceja de Aswil y una ovación explotó por parte de la audiencia, como un suspiro de alivio colectivo. Posteriormente, el mufti posicionó una corona sobre Tomoyuki.
Los guiaron hacia un par de tronos y se sentaron juntos.
Éste era el momento del nacimiento del nuevo rey.
Un sentimiento de rejuvenecimiento se infló dentro de la mezquita. Todo renació ese día, en ese momento. Era el comienzo de una nueva historia en Madina.
Los ojos de todos siguieron al nuevo rey e incluso se olvidaron de respirar.
En la ondulada tranquilidad, Aswil se puso de pie.
– Con todo mi corazón les agradezco, como el nuevo rey de Madina –, anunció.
Sus ojos abarcaron la audiencia a medida que expresaba sus solemnes agradecimientos. Lo miraron ávidamente, conteniendo su respiración, preguntándose qué les traería este nuevo rey.
Aswil prolongó sus palabras. – Ahora realizaré mi primer acto como rey. Como todos ustedes saben, existen ciertos derechos exclusivos para el rey. Uno de ellos es el derecho a la abdicación – la habilidad de decidir por mí mismo cuando renunciaré al trono.
Hubo un disturbio en el aire. Nadie habló en voz alta, pero un murmullo se esparció a lo largo de la audiencia. Tomoyuki estaba tan confundido como ellos. No tenía idea de lo que Aswil estaba haciendo. La única persona aquí que sabía lo que estaba pasando era Aswil.
La imperiosa voz del hombre se oyó a lo largo de la mezquita. – Por esto, declaro mi abdicación. Sólo existe una razón: hay un hombre que sería mejor rey de Madina que yo.
Tomoyuki quería llamar en voz alta a Aswil, pero su voz se le atoró en su garganta. Todo lo que pudo hacer fue buscar el rostro decidido que vio ante él. No había ni una sombra de duda en los ojos del hombre al tiempo que enfrentaba a la audiencia.
– ¡Zafar al-Ibrahim!
Los ojos de Zafar, sentado en primera fila, se abrieron de golpe. No era el único sorprendido. Todos en el lugar encontraban que lo que estaba sucediendo era imposible de creer.
No vinieron ni preguntas ni argumentos. No se escuchó ni una sola voz. La habitación estaba tan silenciosa como una tumba. Así de impactante había sido este anuncio.
Aswil bajó del trono, dejando su corona descansar en el asiento acolchonado. Con una mirada le indicó a Tomoyuki que hiciera lo mismo. Sin estar completamente consciente de lo que estaba haciendo o del por qué, quitó la corona de su propia cabeza.
Aswil extendió su mano hacia él. – Ven... mi faridat.
Los ojos de Tomoyuki se ensancharon al escuchar el nombre.
– Asw...
– Dame tu mano –, dijo Aswil.
No tuvo que pedírselo dos veces. Tomoyuki colocó su mano temblorosa sobre la de Aswil, y una sonrisa cálida vino del rostro del otro hombre. Apretó la mano de Tomoyuki fuertemente con la suya. Juntos, cruzaron la alfombra roja con pasos dignos.
Nadie trató de detenerlos. Todos simplemente los observaron irse aturdidos.


Cuando estuvieron afuera, Aswil abrió la puerta del copiloto de un auto, lo que evidentemente había preparado con anticipación
Cuando estuvieron afuera, Aswil abrió la puerta del copiloto de un auto, lo que evidentemente había preparado con anticipación. – Entra –, dijo.
Tomoyuki miró desde Aswil hacia el auto y luego hacia Aswil nuevamente, con vacilación. Sin duda, lo que el hombre acababa de hacer había asombrado no solamente a todo Madina, sino que también a casi todo el mundo.
– Aswil, tú... tienes que regresar –, dijo. – ¿Por qué estás haciendo esto?
Su mente estaba en un completo caos. Era insólito que un rey abdicara inmediatamente después de haber sido coronado. Este hombre tenía que regresar ahora mismo.
– ¿Quieres saber por qué? – la voz de Aswil estaba llena de energía. – ¿No es obvio? Sé exactamente lo que es más importante para mí.
– Aswil... – Tomoyuki pestañeó rápidamente. Estaba convencido de que debía estar soñando.
– Entra, rápido –, insistió Aswil.
Presionó su mano en la espalda de Tomoyuki y Tomoyuki subió al asiento del pasajero, a pesar de su incertidumbre.
Aswil cerró la puerta y luego subió al asiento del conductor.
– Aprendí a manejar después de volver de Inglaterra –, explicó.
Al tiempo que salieron rugiendo del estacionamiento de la mezquita, pasaron por multitudes de ciudadanos que preparaban sus banderas. Los rostros de todos eran radiantes, alegrándose sinceramente por la entrada de un nuevo rey.
Nunca pudieron haber imaginado que su rey recién coronado haría su acto de huída de esta manera. La atención de la clase baja y de los medios sería distraída brevemente, y luego nadie más vería si quiera el auto de bajo perfil de Aswil.
Nadie paró el auto cuando salió de la mezquita. Dejaron atrás el edificio, siguiendo a un vehículo militar que hacía de escolta. Aparentemente, el vehículo que los precedía había sido notificado con anticipación, y los guió suavemente.
Una vez que había tomado un poco de distancia, el vehículo militar se estacionó a un lado de la carretera. Se bajaron las ventanillas y el conductor se despidió.
A solas ahora con Aswil, Tomoyuki repasaba en su mente lo que acababa de pasar. Sin importar lo mucho que pensara en ello, no podía encontrarle sentido a las acciones del hombre. Sólo había una cosa de la que estaba seguro – había logrado convencer a Aswil de que él era Samira.
– Aswil, yo soy... – comenzó, pero decidió que las acciones decían más que las palabras.
Se sacó el hijab y el niqab, luego se refregó la cara con ambas manos, sacándose el maquillaje. Se puso de lado en el asiento. – No soy Samira. Me cambié con ella para la ceremonia. Samira está enamorada de Zafar, y... yo accedí a tomar su lugar por respeto a sus sentimientos.
He ahí, se había confesado. Estaba preparado para lo peor. Después de todo, Aswil acababa de perder su trono, y ahora también había perdido a su novia.
– He sabido lo de Samira y Zafar desde hace mucho tiempo. Hacen una buena pareja –, respondió Aswil equitativamente, su atractivo rostro sereno.
Tomoyuki no había esperado eso. Estaba decepcionado.
¿Aswil lo ha sabido desde hace mucho tiempo? Entonces ni siquiera estaba sorprendido. No se veía molesto en lo más mínimo por la noticia.
– Aswil, te estoy diciendo que te engañé –, dijo Tomoyuki. – Te casaste conmigo, pensando que era Samira.
– Aswil frunció el ceño, como si pensara que la explicación de Tomoyuki era injusta.
– Un matrimonio está hecho para personas que se aman mutuamente –, dijo.
Tomoyuki no respondió.
– No habría significado nada sin ti como mi novia –, añadió Aswil.
En la mezquita, había extendido su mano hacia Tomoyuki y lo había llamado "faridat". Había llamado así a Tomoyuki desde que estuvieron juntos en Inglaterra. En ese momento, Tomoyuki no estaba seguro de si Aswil sólo había estado llamando así a su novia, o si se había estado dirigiendo a él. Pero ahora las palabras de Aswil despejaban todas sus dudas.
Aswil había sabido que él era Tomoyuki todo el tiempo.
– El día en que Zafar me preguntó si alguna vez había considerado tus sentimientos, no tenía nada que decir –, dijo Aswil. – Pero al mismo tiempo, me di cuenta de algo. Hay gente que puede tomar mi lugar como rey, pero no hay nadie que pueda tomar tu lugar, Tomoyuki.
– Aswil...
– Si no puedes vivir aquí en Madina, tendré que irme también –. Aswil lucía seguro. Esta era una decisión muy importante, pero la estaba tratando tan frívolamente. – Además, no soy tan estúpido para no reconocer a mi novia.
Por primera vez desde que se habían juntado nuevamente, Aswil sonrió a Tomoyuki justo como lo había hecho cuando estuvieron juntos por primera vez – una sonrisa que revelaba honesta felicidad. Parecía que Samira y Aswil habían organizado todo el asunto.
– ¿No vas a decir nada? – preguntó Aswil.
Tomoyuki arrugó sus cejas al tiempo que buscaba una respuesta.
– Esto es terrible... – dijo finalmente.
Se estaba refiriendo a Aswil, por haber renunciado a todo por amor. Y Tomoyuki también, ya que no había hecho nada para detenerlo. Más que eso. Tomoyuki estaba feliz de que Aswil lo haya hecho.
– Absolutamente terrible –, añadió.
Luchó contra las lágrimas que amenazaban liberarse y respiró profundo varias veces. Necesitaba tiempo para aceptar que esto era real. De otro modo, sólo sentiría como si fuese un sueño conveniente. Y si de verdad resultaba ser un sueño, nunca lo superaría esta vez.
– Tomoyuki –. Aswil desaceleró el auto y se estacionó al lado de la carretera. Los ojos color miel que Tomoyuki tanto amaba cayeron en él. – No podría ser capaz de vivir un día aquí sin ti.
Extendió sus manos ante Tomoyuki. – ¿No te enojarás si te tomo entre mis brazos?
– Por supuesto que no –, respondió Tomoyuki, envolviendo sus brazos en la espalda de Aswil, apretándola fuerte.
– Ahora no tengo nada –, dijo Aswil. – Ya no soy un miembro de la familia real y ya no tengo mi palacio. Debes estar indignado por estar con un hombre tan común y corriente.
Pero Tomoyuki nunca había necesitado nada de eso. Mientras Aswil al-Mushrid estuviese con él, era suficiente.
– ¿Alguna habitación de mujeres? – preguntó Tomoyuki, su voz quebradiza por la emoción.
Y Aswil rió suavemente en su oído. – Por supuesto que no. Sólo hay una persona que amo.
Finalmente los brazos de Aswil se envolvieron alrededor del cuerpo de su amado. La alegría burbujeaba dentro de Tomoyuki, llenándolo por completo. No podía detener sus lágrimas por más tiempo. Pero las ignoró al tiempo que corrían por sus mejillas.
– ¿Qué haremos ahora? – preguntó. La respuesta parecía esencial en cierta forma.
– ¿Qué deberíamos hacer? – respondió Aswil, su voz desbordándose con tanta felicidad que no podría haberse escuchado más llena. Besó la mejilla de Tomoyuki y murmuró en una voz de seda, – Podemos hacer cualquier cosa. Somos tan libres como los halcones del desierto. Mi faridat.
Faridat, el nombre que él no le había dado a nadie más en el mundo – sólo a Tomoyuki
Faridat, el nombre que él no le había dado a nadie más en el mundo – sólo a Tomoyuki. La palabra que existía especialmente para nombrar a la persona más preciada para él en todo el mundo.
Tomoyuki no necesitaba nada más que esto. Era suficiente saborear la felicidad de estar abrazándose el uno al otro.
Contempló el cielo azul que vio sobre el hombro de Aswil. Un par de halcones del desierto podría volar libremente en un cielo como ese. Estirar sus alas a lo ancho, en paz, sin nada que los detuviera.
Nada podría impedir que estuvieran donde querían estar.
Tomoyuki susurró el nombre del hombre más preciado para él que cualquier otra cosa en el mundo.
– Aswil.

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