Cuando Takeyuki entró en a la sala de llegadas del aeropuerto de Ras, vio a su hermano y su cuñada entre la multitud de gente esperando. Habían pasado
veintitrés horas desde que había salido de Narita. Era la primera
vez que viajaba tan lejos por su propia cuenta. Finalmente
llegaba a su destino y veía caras familiares. El corazón de Takeyuki se calmó y se sintió un poco más humano de nuevo.
—¡Bienvenido a casa, Takeyuki!
—Ey, aquí, así que realmente viniste después de todo —
Comparado con la brillante sonrisa de su cuñada, el hermano de Takeyuki, ocho años mayor que él, era incluso rudo. Habían
pasado dos años desde la última vez que se vieran, pero Atsushi
no parecía particularmente motivado o feliz. Sus profundos ojos estaban escondidos detrás de unos lentes oscuros, manteniendo escondida su felicidad de ver a Takeyuki. Atsushi siempre había
sido un hombre que se comunicaba con los ojos más que con las palabras.
—Veo que sigues siendo el favorito de nuestro padre, te
pagó un boleto de primera clase sin refunfuñar.
—Oh, pero es un gran vuelo, Takeyuki va a empezar a
trabajar con él el próximo mes, tu padre ha de pensar que es la
última oportunidad que tiene para cuidar a Takeyuki. Tu padre quiere hacer tanto como pueda por Takeyuki.
—Uff. Todo el mundo quiere hacer todo por Takeyuki.
—Deja de hablar de esa forma, querido, sabes que tú lo
consentiste más que cualquiera de nosotros.
El hermano de Takeyuki hizo un puchero con sus labios,
abatido ante la suave réplica de su esposa. Takeyuki no pudo
evitar sonreír al ver el familiar intercambio de la pareja que hizo que olvidara que estaban discutiendo sobre él.
—¿Sólo tienes esa maleta? —Su hermano cambió el tema
para ocultar su vergüenza, viendo hacia la maleta que estaba
al lado de Takeyuki que era lo suficientemente grande para una semana de viaje. Takeyuki había empacado lo más ligero posible, decidiendo que lo que necesitara podría comprarlo ahí.
Un cuarto del espacio de la maleta llevaba recuerdos del Japón.
—Mustafá —Atsushi se giró y llamó a un joven nativo que
estaba parado a unos pasos tras ellos, tendría entre veinticinco
y veintiséis años, un negro cabello crespo y una combinación de
suave y firme piel, más una mirada inteligente que le dio una buena impresión.
—Takeyuki, Mustafá es miembro del personal de la embajada. Trabaja como traductor y atiende la oficina. Puedes necesitar su ayuda durante tu estancia aquí, así que dile hola.
—Hola, soy Takeyuki Onozuka. Encantado de conocerte.
—Encantado de conocerte para mí también —Mustafá
estrechó su mano con un firme agarre. Aparentemente Mustafá
hablaba japonés tan bien como el inglés, así que podría ser muy
útil.
—Correcto. Vámonos. Es por aquí —dijo Atsushi indicándoles
el camino, Mustafá tomó su maleta, y dejó a Takeyuki la mucho más ligera bolsa que se colgó al hombro cruzando sobre su pecho. Siguiendo de cerca a su hermano salieron del edificio.
Después caminaron un pequeño tramo, Takeyuki reconoció
una imagen familiar delante de ellos e hizo un pequeño ruido al
reconocerlo.
—¿Sucede algo malo? —su hermano preguntó viendo a
Takeyuki sobre su hombro.
—Oh, n-nada —Takeyuki contestó vacilante—. Sólo vi a
alguien que estuvo sentado cerca de mí durante el viaje.
Su hermano bufó sin impresionarse, y continuó.
Durante la breve conversación de Takeyuki con su hermano, el hombre con los lentes de sol había desaparecido de nuevo. Takeyuki no tenía idea de por dónde se había ido pero aún teniéndola no hubiera cambiado nada. Su única conexión había sido la breve y nada entusiasta conversación.
Justo como Takeyuki había predicho, después de que el hombre le deseara buen viaje y terminara la conversación, no hubo nada más allá que hacer uno con el otro. El hombre había
pasado por donde estaba Takeyuki en dos ocasiones al ir al cuarto de baño, pero había hecho el recorrido sin verlo. Eso era
bizarro. A pesar de lo molesto que Takeyuki había estado con la
mirada del hombre en él. Cuando el hombre lo dejó solo, provocó un aumento en su nueva insatisfacción. El hombre
había causado un profundo interés en él y había hablado con falta de moderación, ahora parecía bizarro que pudiera ignorar a Takeyuki como un perfecto extraño. Eso hizo que Takeyuki se sintiera enfermo del estómago. Se sentía extraño, incapaz de tomar el control de su mente. Eso sucedió desde la primera vez que viera al hombre fuera del avión e inadvertidamente empezó a llorar.
Salieron del aeropuerto con la imagen del hombre que
apenas lo miró, todavía en la mente de Takeyuki.
Afuera del clima artificial del interior del aeropuerto, en el
exterior el sol brillaba intensamente y el aire era seco. Eran apenas las siete de la mañana pero el sol en el Medio Oriente era despiadado. Cuando puso un pie fuera de la sombra del edificio, la luz solar como espadas penetró la piel de Takeyuki
instantáneamente.
Esperaron en el estacionamiento un momento antes de que
el lujoso auto negro llegara y se detuviera ante ellos. Otro
hombre local era el chofer. Era un hombre de mediana edad con barba y uniforme blanco. Mientras Mustafá llevaba su
maleta a la cajuela del auto, Takeyuki y los otros subieron al asiento trasero. Un momento después Mustafá subió en el
asiento delantero.
—Primero que nada iremos a la embajada, quiero
presentarte con el embajador —dijo el hermano de Takeyuki.
Takeyuki se acomodó mientras el auto tomaba velocidad,
bostezó y empezó a sentir sueño. Había sido incapaz de dormir
bien en el avión, así que se sentía letárgico. Sin importar lo suaves y confortables que fueran los asientos, Takeyuki no estaba acostumbrado a viajar y no se sintió relajado. Había estado dormitando un poco pero el real sueño se mantuvo muy lejos. Así que al aterrizar en Ras esa mañana, estaba seguro de
que perdería todo el día. Después de que su hermano le presentara al embajador Kusunoki, llevaría a Takeyuki a su casa, donde se quedaría durante su visita y podría relajarse.
—¿Mamá y papá están bien? —La pregunta de su hermano
pescó a Takeyuki con la guardia baja y se obligó a abrir los ojos.
—Ellos están bien, papá está escribiendo algo épico acerca
de la vida de su bisabuelo llamada El último lord Onozuka en su
tiempo libre, él quería decirme la asombrosa persona que fue
de cualquier manera y me atrapó. Entiendo cómo se siente papá, su abuelo recibió el Gran Listón de la Medalla de la Orden de manos del emperador. Después de todo, yo
realmente no estaba interesado en eso y hasta estaba un poco
molesto.
—Me parece que sigues siendo el mismo —intervino Atsushi
sarcásticamente. En su mirada se notaba que estaba bromeando y había una sonrisa en sus labios.
—Mamá sigue ocupada todo el día con sus lecciones y voluntariados —Takeyuki interrumpió las bromas de su hermano y continuó—. ¿Y que con ustedes? Masako ya está en el quinto mes, ¿verdad?
—Correcto, Takeyuki —La cuñada de Takeyuki que estaba sentada entre ellos se colocó las manos protectoramente sobre el abdomen—.Serás tío pronto.
—Se siente extraño oírte decir eso. —No era el hecho de
que pronto fuera a tener un sobrino o una sobrina. Era que no parecía que su hermano, con quien había pasado toda su
infancia, empezara a actuar como un padre. Estaba seguro que su hermano también tenía dudas con eso. Atsushi permaneció en silencio acerca del niño que nacería en el verano. Pero cuando Takeyuki vio su cara encontró
determinación y la satisfacción de un profesionista y padre de familia, aceptando todas sus responsabilidades. Eso hizo que el corazón de Takeyuki se emocionara.
¿Podría ser así? La misma vaga ansiedad que siempre había sentido presionó el corazón de Takeyuki. Sabía que estaba acelerando las cosas. Él se había lanzado a sí mismo a entrar en un mundo totalmente diferente el mes siguiente, para poner fin a dieciséis extraños años de vida libre de preocupaciones como
estudiante. Estaba emocionado y asustado. Como su hermano dijera, Takeyuki había sido consentido y mimado mientras
crecía. Nació dentro de una acaudalada familia y creció
cubierto de sus bendiciones.
Hasta ese día, él había tenido
suficiente, pero ahora quería pararse sobre sus propios pies.
Realmente se resistía a trabajar en la compañía de su padre,
pero no pudo rebelarse a los deseos de su progenitor cuando
como familia ya habían debido separarse de Atsushi. Además,
no era como si no quisiera en absoluto el trabajo, quería hacerlo pero no estaba totalmente convencido. Incluso aunque su
padre era el gerente y propietario, eso no cambiaba el hecho de que Takeyuki iba a comenzar como un independiente y responsable adulto. Esa elusiva ansiedad se debía a la intimidación de lo ilustre que habían sido el resto de la familia. Takeyuki sentía que él no podría ser como su padre y su hermano, y se sentía como si hubiera perdido la dirección de su futuro.
Quiero ver el desierto, pensó Takeyuki repentinamente,
recordando lo que había proclamado cuando se dirigía a
Cassina, él se había sentido confundido y quería ver la árida
tierra, la arena movida por el viento hacia sus propios e
inestables pies. Takeyuki se asomó por la ventana del auto para ver el panorama pasar.
El escenario que prevalecía era el de tres palmeras frente a edificios de concreto, seguidos por camino de pavimento. Era mucho más cosmopolita de lo que Takeyuki había imaginado. Cuando entraron al área comercial, viejos autos circulaban por la calle, en las aceras Takeyuki pudo ver librerías, tiendas de electrónica, paseando bajo los techos arqueados había personas de diferentes descripciones. La gente de Ras aparentemente iniciaba su día temprano.
—¿Dónde está el desierto? —preguntó Takeyuki.
Atsushi contestó cortante: —Al sudeste de aquí.
—¿Has al menos montado un camello?
—No. —Su hermano sacudió la cabeza indiferente. Una respuesta totalmente sin interés como si estuviera diciendo que no había venido a ese país a jugar.
Takeyuki quería preguntar más, pero imaginó que no podría
preguntarle a su hermano ante su apatía. Bostezó de nuevo.
Takeyuki sólo quería pasar el resto del día en casa de su hermano y su cuñada. Ya tenía suficiente con el largo viaje. Si
dormía hasta la noche, probablemente se recuperaría de la fatiga. Pensaría de lo que quería ver y adonde quería ir esa noche. Cruzaron el pesado tráfico del área comercial y llegaron a
una tranquila colina. Todo el vecindario estaba formado por
elegantes mansiones pintadas con colores amarillos y cremas. Se veían grandes cercas, verdes jardines con fuentes detrás de
puertas de hierro, hablaba de la riqueza de la gente que vivía ahí.
La embajada japonesa se encontraba en una esquina dos
oficiales uniformados cuidaban la puerta con su rifle al hombro.
El carro se detuvo un momento en la puerta y esperó la autorización para entrar.
—Ha habido algunos disturbios que han alterado la paz últimamente —Atsushi murmuró con una seria expresión.
—¿Como terrorismo?
—No, este país tiene ideales particularmente más progresistas para ser un país del Medio Oriente, sus leyes religiosas son más laxas y el país entero está unificado con los ideales del rey actual, quien a menudo está del lado de las naciones del occidente. Claro que hay un segmento de la
sociedad que es anti-americano y sostiene visiones extremas, pero no hay riesgo de terrorismo. Tiroteo entre tribus, robos, y
secuestros son los mayores problemas. Esos incidentes siempre son insuperables. Hubo un incidente hace poco, pero el blanco de los secuestros son miembros de la clase alta tomados al azar. Los japoneses pueden ser un blanco tentador, así que ten
cuidado.
—Lo tendré —Takeyuki nunca había asumido que visitaría
una estable y pacífica región, así que asintió sintiendo que su
hermano estaba enfatizando algo que él ya sabía perfectamente. No necesitaba que Atsushi le pidiera que entendiera el peligro.
La embajada era un edificio de tres pisos. Entraron al vestíbulo decorado con mosaicos y caminaron por un corredor
hacia la oficina del embajador.
Su cuñada, Masako, los esperaría en la sala de espera tomando té. Así que sólo Takeyuki y su hermano estarían con el embajador. Pasaron entre varios trabajadores, quienes inclinaban la cabeza respetuosamente hacia su hermano. Takeyuki sintió admiración por su hermano al reconocer lo especial que debería de ser al ser cónsul tan joven.
El embajador Kusonoki, un gran hombre que era generoso y
cariñoso, dejó de trabajar cuando ellos llegaron.
—Bien, bien, entren. ¿Cómo está tu padre?
—Está bien, gracias.
El embajador Kusonoki había estado en la misma universidad que el padre de Takeyuki y ellos se seguían reuniendo. Sabía que Takeyuki llegaba a Cassina y le había dicho a Atsushi que quería reunirse con él también.
—Estoy seguro de que debe parecerte un lugar atrasado
comparado con Tokio, pero hay grandes cosas aquí que no
verás en Japón, como las ruinas o el mercado árabe. No creo
que te aburras. Y también te recomiendo ver al menos una vez el atardecer en el desierto.
Tenemos vehículos y choferes aquí en la embajada, eres libre de usarlos cuando los necesites.
—Gracias, muchas gracias —Takeyuki inclinó la cabeza
ante la bondad del embajador.
El abanico del techo movía el aire acondicionado a través del cuarto. Mustafá, que había desaparecido, regresó llevando chai. Sirvió en las tazas un líquido oscuro parecido al té y colocó dos cubos de azúcar en ellos. Takeyuki levantó la taza y lo olió, el aroma era de una mezcla de té negro y té oolong
Mientras Takeyuki examinaba su chai fascinado, Atsushi y el embajador hablaban.
—¿Así que el príncipe regresa al palacio esta semana?
—Parece que no, no es un asunto particularmente urgente entre nosotros, pero de cualquier manera podría forzar una reunión.
—No, no, claro, soy feliz de reunirme con su alteza de la
manera que lo consideres adecuado Onozuka
—El rumor es que es un hombre muy temperamental.
—Bueno, todavía es joven después de todo.
—Aún así...
—La oficina del embajador era muy cómoda. Takeyuki
cautelosamente le dio el primer trago a su chai y se relajó. Se
apoyó en el respaldo del sillón, oyendo distraídamente a los dos
hombres hablar, se sintió adormilado y finalmente se quedó dormido.
—¡Takeyuki, Takeyuki! —la segunda vez que le hablaron
despertó. Atsushi lo veía con una mirada de desaprobación.
—Lo siento, lo siento, yo... —rápidamente se enderezó y se
disculpó, el embajador lo veía desde su silla sonriendo.
—Oh, no te preocupes, has pasado un día entero viajando desde Japón hasta Cassina. La mayoría de los grupos de turistas que llegan inician un itinerario apretado y no tienen la cabeza
en su lugar, es fácil que coman comida envenenada y la mayoría termina preguntando por un hospital. Escucha a tu cuerpo y no te presiones de más.
—Sí, señor —Takeyuki asintió, e inclinó la cabeza nuevamente, —Gracias de nuevo.
—Siento causarle problemas, señor embajador —Atsushi,
también se disculpó.
El embajador sonrió como si nada hubiera sucedido, era
realmente amable y tranquilo, siguió sonriendo mientras
Takeyuki y su hermano salían de la oficina.
Cuando Takeyuki entró en a la sala de llegadas del aeropuerto de Ras, vio a su hermano y su cuñada entre la multitud de gente esperando. Habían pasado
veintitrés horas desde que había salido de Narita. Era la primera
vez que viajaba tan lejos por su propia cuenta. Finalmente
llegaba a su destino y veía caras familiares. El corazón de Takeyuki se calmó y se sintió un poco más humano de nuevo.
—¡Bienvenido a casa, Takeyuki!
—Ey, aquí, así que realmente viniste después de todo —
Comparado con la brillante sonrisa de su cuñada, el hermano de Takeyuki, ocho años mayor que él, era incluso rudo. Habían
pasado dos años desde la última vez que se vieran, pero Atsushi
no parecía particularmente motivado o feliz. Sus profundos ojos estaban escondidos detrás de unos lentes oscuros, manteniendo escondida su felicidad de ver a Takeyuki. Atsushi siempre había
sido un hombre que se comunicaba con los ojos más que con las palabras.
—Veo que sigues siendo el favorito de nuestro padre, te
pagó un boleto de primera clase sin refunfuñar.
—Oh, pero es un gran vuelo, Takeyuki va a empezar a
trabajar con él el próximo mes, tu padre ha de pensar que es la
última oportunidad que tiene para cuidar a Takeyuki. Tu padre quiere hacer tanto como pueda por Takeyuki.
—Uff. Todo el mundo quiere hacer todo por Takeyuki.
—Deja de hablar de esa forma, querido, sabes que tú lo
consentiste más que cualquiera de nosotros.
El hermano de Takeyuki hizo un puchero con sus labios,
abatido ante la suave réplica de su esposa. Takeyuki no pudo
evitar sonreír al ver el familiar intercambio de la pareja que hizo que olvidara que estaban discutiendo sobre él.
—¿Sólo tienes esa maleta? —Su hermano cambió el tema
para ocultar su vergüenza, viendo hacia la maleta que estaba
al lado de Takeyuki que era lo suficientemente grande para una semana de viaje. Takeyuki había empacado lo más ligero posible, decidiendo que lo que necesitara podría comprarlo ahí.
Un cuarto del espacio de la maleta llevaba recuerdos del Japón.
—Mustafá —Atsushi se giró y llamó a un joven nativo que
estaba parado a unos pasos tras ellos, tendría entre veinticinco
y veintiséis años, un negro cabello crespo y una combinación de
suave y firme piel, más una mirada inteligente que le dio una buena impresión.
—Takeyuki, Mustafá es miembro del personal de la embajada. Trabaja como traductor y atiende la oficina. Puedes necesitar su ayuda durante tu estancia aquí, así que dile hola.
—Hola, soy Takeyuki Onozuka. Encantado de conocerte.
—Encantado de conocerte para mí también —Mustafá
estrechó su mano con un firme agarre. Aparentemente Mustafá
hablaba japonés tan bien como el inglés, así que podría ser muy
útil.
—Correcto. Vámonos. Es por aquí —dijo Atsushi indicándoles
el camino, Mustafá tomó su maleta, y dejó a Takeyuki la mucho más ligera bolsa que se colgó al hombro cruzando sobre su pecho. Siguiendo de cerca a su hermano salieron del edificio.
Después caminaron un pequeño tramo, Takeyuki reconoció
una imagen familiar delante de ellos e hizo un pequeño ruido al
reconocerlo.
—¿Sucede algo malo? —su hermano preguntó viendo a
Takeyuki sobre su hombro.
—Oh, n-nada —Takeyuki contestó vacilante—. Sólo vi a
alguien que estuvo sentado cerca de mí durante el viaje.
Su hermano bufó sin impresionarse, y continuó.
Durante la breve conversación de Takeyuki con su hermano, el hombre con los lentes de sol había desaparecido de nuevo. Takeyuki no tenía idea de por dónde se había ido pero aún teniéndola no hubiera cambiado nada. Su única conexión había sido la breve y nada entusiasta conversación.
Justo como Takeyuki había predicho, después de que el hombre le deseara buen viaje y terminara la conversación, no hubo nada más allá que hacer uno con el otro. El hombre había
pasado por donde estaba Takeyuki en dos ocasiones al ir al cuarto de baño, pero había hecho el recorrido sin verlo. Eso era
bizarro. A pesar de lo molesto que Takeyuki había estado con la
mirada del hombre en él. Cuando el hombre lo dejó solo, provocó un aumento en su nueva insatisfacción. El hombre
había causado un profundo interés en él y había hablado con falta de moderación, ahora parecía bizarro que pudiera ignorar a Takeyuki como un perfecto extraño. Eso hizo que Takeyuki se sintiera enfermo del estómago. Se sentía extraño, incapaz de tomar el control de su mente. Eso sucedió desde la primera vez que viera al hombre fuera del avión e inadvertidamente empezó a llorar.
Salieron del aeropuerto con la imagen del hombre que
apenas lo miró, todavía en la mente de Takeyuki.
Afuera del clima artificial del interior del aeropuerto, en el
exterior el sol brillaba intensamente y el aire era seco. Eran apenas las siete de la mañana pero el sol en el Medio Oriente era despiadado. Cuando puso un pie fuera de la sombra del edificio, la luz solar como espadas penetró la piel de Takeyuki
instantáneamente.
Esperaron en el estacionamiento un momento antes de que
el lujoso auto negro llegara y se detuviera ante ellos. Otro
hombre local era el chofer. Era un hombre de mediana edad con barba y uniforme blanco. Mientras Mustafá llevaba su
maleta a la cajuela del auto, Takeyuki y los otros subieron al asiento trasero. Un momento después Mustafá subió en el
asiento delantero.
—Primero que nada iremos a la embajada, quiero
presentarte con el embajador —dijo el hermano de Takeyuki.
Takeyuki se acomodó mientras el auto tomaba velocidad,
bostezó y empezó a sentir sueño. Había sido incapaz de dormir
bien en el avión, así que se sentía letárgico. Sin importar lo suaves y confortables que fueran los asientos, Takeyuki no estaba acostumbrado a viajar y no se sintió relajado. Había estado dormitando un poco pero el real sueño se mantuvo muy lejos. Así que al aterrizar en Ras esa mañana, estaba seguro de
que perdería todo el día. Después de que su hermano le presentara al embajador Kusunoki, llevaría a Takeyuki a su casa, donde se quedaría durante su visita y podría relajarse.
—¿Mamá y papá están bien? —La pregunta de su hermano
pescó a Takeyuki con la guardia baja y se obligó a abrir los ojos.
—Ellos están bien, papá está escribiendo algo épico acerca
de la vida de su bisabuelo llamada El último lord Onozuka en su
tiempo libre, él quería decirme la asombrosa persona que fue
de cualquier manera y me atrapó. Entiendo cómo se siente papá, su abuelo recibió el Gran Listón de la Medalla de la Orden de manos del emperador. Después de todo, yo
realmente no estaba interesado en eso y hasta estaba un poco
molesto.
—Me parece que sigues siendo el mismo —intervino Atsushi
sarcásticamente. En su mirada se notaba que estaba bromeando y había una sonrisa en sus labios.
—Mamá sigue ocupada todo el día con sus lecciones y voluntariados —Takeyuki interrumpió las bromas de su hermano y continuó—. ¿Y que con ustedes? Masako ya está en el quinto mes, ¿verdad?
—Correcto, Takeyuki —La cuñada de Takeyuki que estaba sentada entre ellos se colocó las manos protectoramente sobre el abdomen—.Serás tío pronto.
—Se siente extraño oírte decir eso. —No era el hecho de
que pronto fuera a tener un sobrino o una sobrina. Era que no parecía que su hermano, con quien había pasado toda su
infancia, empezara a actuar como un padre. Estaba seguro que su hermano también tenía dudas con eso. Atsushi permaneció en silencio acerca del niño que nacería en el verano. Pero cuando Takeyuki vio su cara encontró
determinación y la satisfacción de un profesionista y padre de familia, aceptando todas sus responsabilidades. Eso hizo que el corazón de Takeyuki se emocionara.
¿Podría ser así? La misma vaga ansiedad que siempre había sentido presionó el corazón de Takeyuki. Sabía que estaba acelerando las cosas. Él se había lanzado a sí mismo a entrar en un mundo totalmente diferente el mes siguiente, para poner fin a dieciséis extraños años de vida libre de preocupaciones como
estudiante. Estaba emocionado y asustado. Como su hermano dijera, Takeyuki había sido consentido y mimado mientras
crecía. Nació dentro de una acaudalada familia y creció
cubierto de sus bendiciones.
Hasta ese día, él había tenido
suficiente, pero ahora quería pararse sobre sus propios pies.
Realmente se resistía a trabajar en la compañía de su padre,
pero no pudo rebelarse a los deseos de su progenitor cuando
como familia ya habían debido separarse de Atsushi. Además,
no era como si no quisiera en absoluto el trabajo, quería hacerlo pero no estaba totalmente convencido. Incluso aunque su
padre era el gerente y propietario, eso no cambiaba el hecho de que Takeyuki iba a comenzar como un independiente y responsable adulto. Esa elusiva ansiedad se debía a la intimidación de lo ilustre que habían sido el resto de la familia. Takeyuki sentía que él no podría ser como su padre y su hermano, y se sentía como si hubiera perdido la dirección de su futuro.
Quiero ver el desierto, pensó Takeyuki repentinamente,
recordando lo que había proclamado cuando se dirigía a
Cassina, él se había sentido confundido y quería ver la árida
tierra, la arena movida por el viento hacia sus propios e
inestables pies. Takeyuki se asomó por la ventana del auto para ver el panorama pasar.
El escenario que prevalecía era el de tres palmeras frente a edificios de concreto, seguidos por camino de pavimento. Era mucho más cosmopolita de lo que Takeyuki había imaginado. Cuando entraron al área comercial, viejos autos circulaban por la calle, en las aceras Takeyuki pudo ver librerías, tiendas de electrónica, paseando bajo los techos arqueados había personas de diferentes descripciones. La gente de Ras aparentemente iniciaba su día temprano.
—¿Dónde está el desierto? —preguntó Takeyuki.
Atsushi contestó cortante: —Al sudeste de aquí.
—¿Has al menos montado un camello?
—No. —Su hermano sacudió la cabeza indiferente. Una respuesta totalmente sin interés como si estuviera diciendo que no había venido a ese país a jugar.
Takeyuki quería preguntar más, pero imaginó que no podría
preguntarle a su hermano ante su apatía. Bostezó de nuevo.
Takeyuki sólo quería pasar el resto del día en casa de su hermano y su cuñada. Ya tenía suficiente con el largo viaje. Si
dormía hasta la noche, probablemente se recuperaría de la fatiga. Pensaría de lo que quería ver y adonde quería ir esa noche. Cruzaron el pesado tráfico del área comercial y llegaron a
una tranquila colina. Todo el vecindario estaba formado por
elegantes mansiones pintadas con colores amarillos y cremas. Se veían grandes cercas, verdes jardines con fuentes detrás de
puertas de hierro, hablaba de la riqueza de la gente que vivía ahí.
La embajada japonesa se encontraba en una esquina dos
oficiales uniformados cuidaban la puerta con su rifle al hombro.
El carro se detuvo un momento en la puerta y esperó la autorización para entrar.
—Ha habido algunos disturbios que han alterado la paz últimamente —Atsushi murmuró con una seria expresión.
—¿Como terrorismo?
—No, este país tiene ideales particularmente más progresistas para ser un país del Medio Oriente, sus leyes religiosas son más laxas y el país entero está unificado con los ideales del rey actual, quien a menudo está del lado de las naciones del occidente. Claro que hay un segmento de la
sociedad que es anti-americano y sostiene visiones extremas, pero no hay riesgo de terrorismo. Tiroteo entre tribus, robos, y
secuestros son los mayores problemas. Esos incidentes siempre son insuperables. Hubo un incidente hace poco, pero el blanco de los secuestros son miembros de la clase alta tomados al azar. Los japoneses pueden ser un blanco tentador, así que ten
cuidado.
—Lo tendré —Takeyuki nunca había asumido que visitaría
una estable y pacífica región, así que asintió sintiendo que su
hermano estaba enfatizando algo que él ya sabía perfectamente. No necesitaba que Atsushi le pidiera que entendiera el peligro.
La embajada era un edificio de tres pisos. Entraron al vestíbulo decorado con mosaicos y caminaron por un corredor
hacia la oficina del embajador.
Su cuñada, Masako, los esperaría en la sala de espera tomando té. Así que sólo Takeyuki y su hermano estarían con el embajador. Pasaron entre varios trabajadores, quienes inclinaban la cabeza respetuosamente hacia su hermano. Takeyuki sintió admiración por su hermano al reconocer lo especial que debería de ser al ser cónsul tan joven.
El embajador Kusonoki, un gran hombre que era generoso y
cariñoso, dejó de trabajar cuando ellos llegaron.
—Bien, bien, entren. ¿Cómo está tu padre?
—Está bien, gracias.
El embajador Kusonoki había estado en la misma universidad que el padre de Takeyuki y ellos se seguían reuniendo. Sabía que Takeyuki llegaba a Cassina y le había dicho a Atsushi que quería reunirse con él también.
—Estoy seguro de que debe parecerte un lugar atrasado
comparado con Tokio, pero hay grandes cosas aquí que no
verás en Japón, como las ruinas o el mercado árabe. No creo
que te aburras. Y también te recomiendo ver al menos una vez el atardecer en el desierto.
Tenemos vehículos y choferes aquí en la embajada, eres libre de usarlos cuando los necesites.
—Gracias, muchas gracias —Takeyuki inclinó la cabeza
ante la bondad del embajador.
El abanico del techo movía el aire acondicionado a través del cuarto. Mustafá, que había desaparecido, regresó llevando chai. Sirvió en las tazas un líquido oscuro parecido al té y colocó dos cubos de azúcar en ellos. Takeyuki levantó la taza y lo olió, el aroma era de una mezcla de té negro y té oolong
Mientras Takeyuki examinaba su chai fascinado, Atsushi y el embajador hablaban.
—¿Así que el príncipe regresa al palacio esta semana?
—Parece que no, no es un asunto particularmente urgente entre nosotros, pero de cualquier manera podría forzar una reunión.
—No, no, claro, soy feliz de reunirme con su alteza de la
manera que lo consideres adecuado Onozuka
—El rumor es que es un hombre muy temperamental.
—Bueno, todavía es joven después de todo.
—Aún así...
—La oficina del embajador era muy cómoda. Takeyuki
cautelosamente le dio el primer trago a su chai y se relajó. Se
apoyó en el respaldo del sillón, oyendo distraídamente a los dos
hombres hablar, se sintió adormilado y finalmente se quedó dormido.
—¡Takeyuki, Takeyuki! —la segunda vez que le hablaron
despertó. Atsushi lo veía con una mirada de desaprobación.
—Lo siento, lo siento, yo... —rápidamente se enderezó y se
disculpó, el embajador lo veía desde su silla sonriendo.
—Oh, no te preocupes, has pasado un día entero viajando desde Japón hasta Cassina. La mayoría de los grupos de turistas que llegan inician un itinerario apretado y no tienen la cabeza
en su lugar, es fácil que coman comida envenenada y la mayoría termina preguntando por un hospital. Escucha a tu cuerpo y no te presiones de más.
—Sí, señor —Takeyuki asintió, e inclinó la cabeza nuevamente, —Gracias de nuevo.
—Siento causarle problemas, señor embajador —Atsushi,
también se disculpó.
El embajador sonrió como si nada hubiera sucedido, era
realmente amable y tranquilo, siguió sonriendo mientras
Takeyuki y su hermano salían de la oficina.
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