Primera Parte
Toby se sentó sobre el marco de la ventana que estaba por encima del jardín. Las cortinas opacas lo protegían del viento que soplaba contra él, estas se deslizaban por su piel debido a la brisa que ingresaba desde la ventana abierta. El día era soleado y caluroso, la brisa evitaba levemente que el calor fuera insoportable. Las cortinas blancas que brillaban por la luz solar, eran todo lo que podía ver.
Estaba escuchando la reunión, escuchando las voces, la risa y el
grito ocasional. Algunas eran como campanas, ligeras y livianas, otras eran más pesadas y fuertes. Cada una era diferente y única.
Cada una le mostraba una imagen distinta en su cabeza, una forma
o un color. Algunas eran familiares, aquellas pertenecientes a las personas que conocía y otras eran desconocidas; inclinó su cabeza permitiendo que nuevas imágenes se formaran por los nuevos sonidos mientras escuchaba.
Se movió lentamente, sus dedos intentaron acercarse a jugar
con las cortinas. La tela rozó su piel, distrayéndolo de los sonidos de las voces, haciendo que esos sonidos se deslizaran y no lo tocaran.
Hasta que una voz le llamó la atención, era como una ola, alcanzándolo de pies a cabeza, demandando su atención. Suspiró, sus parpados se movieron rápidamente y su cuerpo tembló al escuchar el sonido. Era como si cada sonido que emitía el hombre fuera hecho con gran esfuerzo, como pies caminando sobre vidrios rotos o arena restregándose contra una herida.
Toby tomó las cortinas entre sus manos, sus dedos empuñándose mientras se inclinaba hacia adelante, su cuerpo tenso y atento. Más.
No podía entender las palabras, la voz era demasiado baja para poder hacerlo, no alcanzaba su ventana de la manera en la que las demás voces lo hacían, pero podía escuchar el tono rudo de ella. Lo hizo temblar, lo hizo querer acercarse y tocar.
Los colores que esa voz transmitía eran oscuros, negros y azules,
como el color de la media noche y la forma era como un par de alas gigantes.
Luego ya no pudo oír más, casi sin aliento, intentó escuchar
más intensamente, pero la voz se había marchado.
Desilusionado, se movió lentamente, recordando la voz, la forma, el color y el sonido.
Estaba tan distraído en los recuerdos que casi no escuchó los pasos que guiaron a alguien a su habitación. Inclinó su cabeza, observando en dirección a la puerta. Podía ver tan solo una sombra oscura, la luz de la ventana cegándolo completamente, evitando
que pudiera ver con claridad el resto de la habitación. —¿Quién está ahí? —preguntó.
—Discúlpame, no quise entrometerme.
Oh.
Oh.
La voz.
La voz que era oscura y le llenaba de una forma inusual, con alas y llena de cuidado.
Tembló nuevamente, se sentó erguido y alzó una mano. —No,
no es ninguna intromisión, por favor, pasa.
Por favor.
—Estaba buscando un lugar silencioso. Un lugar tranquilo.
Oh, esa voz, con sus colores oscuros y sus grandes alas… quería ser envuelto por ellas, en esa voz.
—Aquí se está tranquilo—, dijo suavemente, sus ojos intentaban
encontrar al hombre entre las sombras y distinguir su contorno. ¿Era alto? ¿Bajo? ¿Ancho? ¿Delgado?
El hombre parecía ser largo, escondido debajo de una gran cabellera y ropas oscuras, uno mezclándose con el otro. La forma oscura se acercó.
—Te estás perdiendo la fiesta.
Sacudió su cabeza y movió su mano hacia la ventana.
—Puedo escucharla. Es más fácil aquí arriba que allá abajo—. Podía moverse con facilidad por la casa y el terreno, pero no cuando estaban llenos de personas. Se tropezaría y caería haciendo el ridículo, la risa y
charlas lo confundían.
—Oh, hay… ¿hay algo que pueda traerte? —Olía a almizcle, hojas
y cuero.
Alzó nuevamente su mano. —¿Te sientas conmigo?
—Yo… —Esa voz lo envolvió violenta y crudamente—. ¿No
preferirías a alguien más atractivo?
—¿Atractivo? —Sacudió la cabeza, su mano seguía en el aire, estaba deseando con todo su ser que este extraño la tomara y se sentará a su lado. Con su mano libre señaló sus ojos.
—No hay atractivos para mí.
—Dicen que tu mundo no está completamente oscuro. —Una
mano caliente y delgada tomó la suya.
Sonrió y sacudió la cabeza. —No, no, tengo colores y formas. El
mundo es bello.
—¿Lo es? —El hombre parecía no creerle.
Apretó su mano. —Lo que veo lo es, pero los sonidos son mucho
más hermosos—. Aun cuando algunos eran tristes, como la voz tan única de este hombre.
—Disfrutas los coros, supongo. —Viril y llena de cicatrices, la mano de este hombre era fascinante.
La acarició ligeramente con sus dedos, moviéndose lentamente
mientras escuchaba esa maravillosa voz. —Sí, lo hago. ¿Y tú?
Podríamos ir juntos.
—No he ido lo suficiente.
—¡Entonces vayamos! Puedes decirme como luce todo. —Oh, la
música y harmonías ¿junto con la voz de este hombre? Volvió a
temblar al solo pensarlo.
Una mano se deslizó y acarició sus costillas. —¿Te sientes bien?
—Oh… —asintió, sonriendo, se encontraba un tanto sin aliento.
Observó al hombre, imaginando que podía ver esas alas oscuras
expandiéndose y envolviéndole—. Sí.
—Bien. Será mejor que te deje descansar. ¿Puedo saber tu
nombre?
¿Irse? Oh, no. No quería que este hombre se fuera y se llevara
esa voz rota y con alas. —¿Te quedarás si te respondo?
—Yo… —un dedo acarició su mejilla—. Sí, un momento.
Le acarició el dedo con el rostro, sus parpados moviéndose velozmente. —Toby, —dijo susurrando—. Mi nombre es Toby.
—Soy Derik.
—Ese nombre te sienta bien. —Comenzó a moverse nuevamente, sintiendo la manera en la que el aire se tornaba más cálido estando al lado de Derik. —¿Puedo tocarte?
—¿Tocarme? —los dedos de Derik temblaron—. No soy bello.
—Tu voz lo es, tus manos lo son. —Frotó su rostro contra los
dedos de Derik. Nadie lo tocaba a excepción de su familia. La gente le tenía miedo por su aflicción, podía escucharlo en sus voces.
—Eres encantador. —La voz se tornó más ronca, más rica. Sus ojos se cerraron por un momento, ese sonido era adictivo, increíble.
—Estoy roto, —susurró la verdad.
—Todos lo estamos, Toby. —Volvió a temblar. Había tanta tristeza en esa voz. Tristeza que lo atraía hacia Derik de sobre manera.
—¿Tienes frio? —Las manos callosas se movieron sobre sus brazos y hombros.
Sacudió la cabeza, gimiendo un poco por las caricias. Oh, oh. La
piel áspera era como esa voz, tocándolo hasta lo más profundo de su ser.
—¿Debería detenerme?
—Oh, por favor, no. —Su voz también estaba más ronca, más
profunda. Sus parpados se movieron sin control.
—Tan bello… —Labios rozaron su frente. Gimió suavemente, su
rostro alzándose instintivamente. Las caricias eran suaves y cálidas a pesar que la voz era apasionada y dura, y esa dicotomía lo cautivaba.
La voz de su madre pudo escucharse, como una campana llamándole y el calor corporal de Derik se desvaneció.
Sintió la pérdida y trató de alcanzarlo. —¿Derik?
—Te está buscando.
—Podemos escondernos. —No quería ir a la reunión. Tendría que aferrarse a ella o a cualquiera a quien fuera entregado por su madre y tendría que preocuparse todo el tiempo de no caerse y no demostrarles su falta de gracia.
—Soy muy bueno escondiéndome. ¿En dónde?
La escuchó llamarlo nuevamente, estaba muy cerca.
—En el armario.
—¿Puedes guiarme? —Esas manos le ayudaron a levantarse y lo acercaron a una esbelta y larga figura.
Asintió, alzando sus brazos y acercándose más a Derik. Conocía esta habitación a la perfección y pronto se encontraron frente al armario. Tembló nuevamente cuando sus cuerpos se presionaron uno contra otro al cerrar la puerta.
Cálidos brazos le envolvieron y sostuvieron cuando la voz de su
madre se acercó más y más. Enterró su cara en el pecho de Derik, respirando profundamente. Derik olía a algo tibio y similar al almizcle, ¡rico!
El corazón de Toby latía con fuerza y contuvo la respiración cuando los pasos de su madre se acercaron. La mano de Derik acariciaba su cabello, su respiración lenta, pero estable. Mordió su labio para evitar gemir, sus manos se aferraron a la espalda de Derik y este lo sostuvo con tanta estabilidad y paz que era como magia.
Los sonidos de su madre se desvanecieron, la voz que lo llamaba se alejaba más y más. Permaneció quieto y en silencio con Derik, solamente respirando los aromas que parecían un eco de la voz de Derik.
—Hemos escapado. —Oh, eso fue dicho casi riendo.
Sonrió contra el pecho de Derik. —Gracias.
—Fue todo un placer, —Derik olía tan bien y tan masculino.
—Y tú eres el mío, —murmuró mientras sus dedos acariciaban la espalda de Derik.
Oh, la piel debajo de la ropa estaba resaltada, abultada, extraña. Derik pareció quedarse paralizado, esperando su reacción. Deslizó sus manos debajo de la túnica de Derik, sus dedos deslizándose hacia arriba, llenos de curiosidad.
Las manos de Derik temblaron. —Son horrendas. —A esta distancia podía tanto escuchar como sentir la voz de Derik, el sonido vibraba desde el pecho de Derik hacia el suyo.
—¿Qué son? —preguntó, sus dedos deslizándose sobre los abultamientos, ¿acaso eran cicatrices?, ¡que fascinantes!
—Recordatorios. —Oh, años de dolor en tan solo una palabra.
Las acaricio gentilmente, frotando su mejilla contra el pecho de
Derik, intentando relajarlo. La mano sobre su cabellera comenzó a moverse nuevamente.
Gimió suavemente, escalofríos recorriendo su cuerpo nuevamente. —Me encanta tocarte.
—Yo estoy… —escuchó una leve risita—. Roto.
—Oh, ¡qué sonido tan maravilloso! —Quería volverlo a escuchar, sentirlo deslizarse a través de su espina dorsal
La risa volvió a escucharse, era ronca y profunda. —¿Sí?
—Si, —asintió, sus manos recorrían el pecho de Derik. Había comenzado como una exploración para ver si el cuerpo de Derik era como esa voz le había hecho imaginar, pero se estaba convirtiendo en… más. Su respiración se aceleró cuando sus dedos rozaron la tibia piel.
Habían muchas más cicatrices ahí, gruesas y abultadas,
fascinantes para sus dedos. Las exploró cuidadosamente, sus parpados moviéndose rápidamente al sentir esos escalofríos recorrer su cuerpo. Podía sentir la respiración de Derik cuando su pecho se movía debajo de sus dedos.
Derik se estremeció, su estómago tensándose mientras jadeaba.
Sus dedos se deslizaron sobre el abdomen plano, con músculos bien definidos. Tembló y se acercó más, deseando… más.
—Eres demasiado bello… —La voz ronca de Derik lo derritió.
Miró hacia arriba, tratando de enfocarse en el rostro de Derik.
Derik se acercó, sus tibios labios se pegaron contra su mejilla. —
¿Mejor?
—No lo sé, —admitió Toby—. Me haces sentir… —giró su rostro, sus labios rozando los de Derik.
Oh…
Derik gimió, labios suaves y tibios se unieron a los suyos. Sus labios se abrieron instintivamente y sus rodillas dejaron de sostener su peso, por lo que se recostó contra Derik. Derik lo sostuvo, brazos fuertes y seguros.
Volvió a temblar, este hombre con la voz ronca era alguien increíble, alguien especial. Se aferró fuertemente al hombre.
—Nosotros… se preguntaran donde estas… —Una leve calidez se rozó contra sus labios.
—No hasta que se termine la reunión. —Y no le importaba. Se
quedaría con Derik en este armario, cerca de esa tibieza, de esa voz.
—¿No? —Los labios de Derik volvieron a cubrir los suyos, el beso era lento y dulce. Toby gimió suavemente, sus manos aferrándose a Derik. El hombre sabía a lo que sonaba, triste y lleno de dolor, pero también era bello.
—Esto es un error, bello. No soy alguien lo suficientemente bueno como para cortejarte.
—Se siente demasiado bien como para ser un error. —Volvió a
unir sus labios—. A mí no me importa como seas… ante mis ojos eres hermoso.
—Los demás hablarán mal de ti. No tienes ni idea de los infiernos que he vivido… —Las palabras lo rechazaban, pero los besos
estaban llenos de pasión.
—A mí solo me importan las palabras que tú digas. —Susurró las palabras contra los labios de Derik, su cuerpo vibraba.
—Yo… —Derik gruñó, el beso se tornó más salvaje, los sonidos vibraban en su interior.
Toby abrió la boca, permitiéndole la entrada a Derik, sus ojos se
cerraron involuntariamente. Derik lo saboreó, su lengua penetrándole, poseyendo su boca. Se frotó contra ese cuerpo alto, moviéndose por puro instinto, una calentura comenzó a centrarse en su interior.
Derik levantó el rostro, jadeando. —Yo… eres dulce.
—¿Lo soy? Tú eres… tan grande. Tu voz me llena. Tu toque… —gimió suavemente, incapaz de encontrar las palabras adecuadas.
—Yo… yo desearía haber podido… —Derik suspiró—. Si los deseos
fueran caballos, todos estaríamos montando.
Toby acercó su mano y acarició el rostro de Derik. —¿Cuál es tu
deseo?
—Que… desearía haberte conocido antes de haber dejado estas tierras.
—Pero puedes conocerme ahora.
—Estaba… completo entonces.
Toby deslizó las puntas de sus dedos por el rostro de Derik,
sintiendo sus ojos, nariz, boca y mejillas. Santo cielo, las cicatrices también se encontraban ahí, algunas delgadas y rectas, otras irregulares.
—¿Qué te pasó? —preguntó, deseaba que Derik no hubiera sido lastimado.
—Yo… —Derik sacudió su cabeza—. No puedo hablar de eso aquí, en este lugar. No puedo. —La puerta del armario se abrió y Derik salió—. ¿Vendrías a recibir los rayos del sol conmigo? ¿Nos
alejamos de toda la gente?
Acercó su mano a la de Derik, asintiendo mientras la luz aclaraba todo. —¿A dónde me llevaras, Derik?
—Mi casa está lejos del pueblo, por los prados. ¿Me acompañas?
—De acuerdo. —Por fin pudo tomar la mano de Derik y la deslizó sobre la del otro hombre. Sus palmas encajaban perfectamente y se sentía tan bien, tan correcto.
—¿Estás asustado?
Inclinó su cabeza y analizó la pregunta. —Tengo miedo de que desaparezcas y jamás pueda volver a escuchar tu voz.
—Oh. ¿Deberíamos encontrar a tu gente y avisarles que vendrás conmigo?
—Si salimos por la cocina le podemos decir a Amma. —Ella se aseguraría de que nadie se preocupara pero no intentaría detenerlo—. Por aquí.
Derik le siguió, sus pasos eran casi inaudibles sobre el suelo y para Toby eso era una maravilla, el que un hombre tan grande, con una presencia tan abrumadora, una que Toby podía escuchar y sentir, pudiera caminar tan silenciosa y cuidadosamente.
Toby conocía esta casa, se sentía confiado entre sus paredes y
tan solo unos momentos después se encontraban en la cocina. —¿Amma? Saldré un rato.
—¿Saldrás? Pero la fiesta y… —la voz familiar se silenció—. Oh…cielos
—Ya sabes que las reuniones son confusas para mí. Estaré bien.
—Tomó la mano de Derik, sabía que Amma no lo detendría ni lo seguiría. Estaba demasiado ocupada.
—Mi carruaje está cerca. —Derik lo guió hacia los establos, la variedad de caballos, pajes y carruajes era una locura, los sonidos y olores llamaban su atención y el resultado era abrumador.
Se aferró a la mano de Derik, confiando en que este no permitiría que se tropezara y se pusiera en ridículo. Odiaba parecer estúpido. La confianza era total, Derik sosteniéndolo y guiándolo con facilidad con sus manos tibias mientras lo ayudaban a subirse al carruaje.
—A casa, Abin.
—Por supuesto señor. Inmediatamente.
Toby se acomodó en el asiento recostándose sobre el costado
de Derik. —Está oscuro y fresco en tu carruaje. —Se sentía agradable, privado, olía a cuero, a caballos y a Derik.
—Si, no me agrada que la gente se me quede mirando, siempre me miran. —Derik se relajó a su lado, respirando profundamente.
—Entonces yo seré excelente compañía. —Hizo la observación con una sonrisa.
—Oh, disculpa. Eso fue grosero de mi parte. —Los dedos de Derik acariciaron su brazo.
Sacudió la cabeza dejándose llevar por las caricias. —No, no me ofendí. Muchas personas me ignoran cuando se dan cuenta que no soy como ellos y ¡eso si es grosero! Solo porque no puedo verlos apropiadamente con mis ojos no significa que no pueda conocerlos.
—Tomaría un hombre mucho más fuerte que yo el ser capaz de
ignorarte.
—Algo me dice que tu de por sí ya eres un hombre muy fuerte, Derik. —La encantadora voz hablaba de una fuerza que era capaz de soportar cosas que ningún hombre debería de saber.
—Soy lo que debo ser. Me alegra estar de vuelta en casa.
—Me alegra que estés en casa también. —Dejó que el carruaje lo arrullara, disfrutando del suave vaivén y de la forma en la que se movía contra Derik.
Se alejaron de la ciudad, cerca de los prados y los bosques, el aire se transformaba en algo dulce y fino, los rayos del sol olían a algo tibio.
—¿Está lejos? —preguntó Toby percatándose que no tenía idea
de donde exactamente vivía Derik, solo lejos de casa. Suponía que esto debería asustarlo, pero no lo hacía. Se sentía atraído hacia Derik de una manera que no podía entender.
—No mucho. Vivo en un valle antes de llegar a las montañas.
Tengo una casa en el prado que se encuentra ahí.
—Oh, he escuchado que las montañas son hermosas. Mi madre me ha hablado de ellas, acerca de la nieve en la cima. Me encantaría sentir la nieve.
—Es fría, pero bella. En cambio, el valle está lleno de flores. —Las manos de Derik acariciaron su brazo y un costado de su cuerpo.
—Oh, me encantan las flores. Huelen tan bien. —También le encantaba la forma en la que Derik lo tocaba. Era mucho más agradable.
—¿Cómo pasas tus días? ¿Qué cosas te agradan?
—Me gusta tocar la flauta y mis tutores me leen historia y filosofía. Padre insistió que debía aprender a montar, así que pasó una buena parte del día cayéndome de los caballos. —Sacudió su cabeza—. Aunque me desagradan todavía más las lecciones de esgrima. Me gusta la cocina, Amma me deja amasar las mezclas y los olores son impresionantes. He aprendido magia… Madre insiste en que tengo poderes, pero que aún debo descubrirlos.
—No tengo magia. De ninguna clase. —La voz de Derik era suave y melancólica.
—No hay ninguna vergüenza en eso, Derik. Cada vez hay menos y menos gente con magia. Me cuesta trabajo pensar que mi
Madre cree que yo soy una de esas personas. No puedo ver… no puedo ayudar a nadie. —Acarició las manos de Derik—. ¡Oh! Puedo oler flores… ¿hemos llegado a tu valle?
Se escuchó como alguien movía una cortina y luego unos rayos de luz lo hicieron parpadear. —Sí, hemos llegado. La casa es sencilla y pequeña comparada con la tuya, pero Alya, Abin y Belton, viven cerca, ellos cocina, limpian y se encargan del jardín.
—Cuando es pequeña es mucho más sencillo de memorizar y navegar. —Le dijo a Derik— ¿Me la mostraras toda? ¿Me hablaras de cada habitación? —Haría lo que fuera, se percató, para asegurarse de que esa voz no se callara.
—Lo haré, te mostraré todo lo que tengo.
—Gracias, has sido tan amable.
Derik le ayudó a bajarse del carruaje, al salir respiró profundamente. Las flores olían increíble, olores pesados que le
hacían pensar en colores rojos y azules, otras ligeras y airosas, que le recordaban a los colores como el amarillo, rosado y naranja. Podía ver el verde de los campos y las sombras de los arboles donde comenzaba el bosque. La casa de Derik era una sombra oscura en contraste con ellos.
Era agradable.
—Hay unos escalones de piedra en la entrada. Tres en total. —Derik le ayudó a subirlos—. ¿En la parte trasera de la casa? Hay sillas y una pequeña mesa.
—¿Es ahí donde nos sentaremos mientras me cuentas lo que te
sucedió? —Respiró profundamente mientras entraba a la casa de Derik. Olía a flores, madera y a sencillez, también a un almizcle masculino que ya había asociado al olor de Derik.
—Sí, el sol está brillando. —La mano de Derik tembló—. Este es el salón principal, la chimenea está frente a ti. ¿Qué tanto puedes ver?
—Está claro, así que debes tener ventanas. La pared lejana está
a… ¿unos veinte pasos? Las de los lados están más cerca. Hay
algunas formas que podrían ser muebles.
—Sí, divanes y sofás, cojines también.
—Suena cómodo. Se siente cómodo también. Pequeño pero no asfixiante. —Podía oler el humo de la madera, aunque era algo ligero—. Tienes la chimenea aquí, pero no está encendida durante el verano. —Aún sostenía la mano de Derik, complacido de tener la excusa de estar en un lugar nuevo.
—Si, y a la izquierda se encuentran la cocina y el cuarto de baño.
Las recamaras y el estudio está a la derecha.
—¿Qué haces en tu estudio? —preguntó.
—Leo, dibujo, respondo correspondencia.
Todas las cosas que él no podía hacer. Aunque no sentía envidia por Derik. No creía poder sobrevivir a lo que fuera que había hecho que esa voz sonara de esa manera, lo que fuera que hubiera cicatrizado esa tibia piel.
—¿A qué habitación quieres ir?
Deslizó sus dedos sobre las manos de Derik, sus parpados moviéndose mientras lo pensaba. —Algo en la cocina huele muy bien.
—¿Te gustaría ir a descubrir si se trata de tartas de manzana o de un pastel?
—¡Oh si! —rió mientras apretaba la mano de Derik, sonriéndole al hombre.
Derik rió. —Si me ves de esa manera tendré que besarte.
—Oh, dime como lo estoy haciendo para poder hacerlo otra vez.
Oh, esa risa era… algo especial. Labios rozaron los suyos, el beso fue demasiado rápido para apreciarlo por completo. —La cocina.
—De acuerdo, —susurró, esperando otro beso, quería escuchar más de esa risa y esa voz.
—No deberíamos… —el beso fue mucho más apasionado, la lengua de Derik penetrando sus labios.
Sus ojos se cerraron, colores explotando detrás de sus parpados eran como disparos rojos, mientras su boca se abría en respuesta.
Sus manos se alzaron, acariciando el pecho de Derik. Manos se enredaron en su cabello, empujando su cabeza hacia atrás, mientras el beso se tornaba más apasionado.
Gimió, sentimientos desconocidos comenzaron a crecer en su
interior. Su gemido le fue devuelto, duplicado, triplicado. Podía sentir como llenaba su boca, sentía como sus manos se presionaban contra el pecho de Derik. Se aferró más, mientras un azul explotaba con el rojo.
—Me haces desear cosas… —Oh, esa voz tenía un timbre distinto ahora, uno que lo hizo temblar y presionarse más contra él.
—¿Qué cosas? —preguntó.
—Yo… cosas inapropiadas, —suspiró Derik, sus dedos acariciándolo.
—¿Qué cosas? —Volvió a preguntar Toby, frotándose contra las caricias, presionándose contra el cuerpo de Derik.
—Yo… cosas que tu familia despreciaría. No soy ni joven ni bello.
He visto cosas terribles.
—No están aquí, Derik, solo yo. Y tú eres bello para mí. —Deslizó
una mano por el cuello de Derik y luego la movió hacia su rostro, sus dedos deslizándose sobre esa piel cicatrizada nuevamente.
Un suave sonido, como un llanto, se pudo escuchar mientras
Derik se dejaba llevar por las sensaciones.
—¿Derik? —Sus ojos trataron de observar la sombra frente a él,
sus oídos viéndolo por él, escuchando la respiración errática.
—Acompáñame a la cocina, mi bello. —Tanta tristeza, tanto dolor.
—Lo que desees, Derik. —Mientras decía esas palabras, sabía que eran verdaderas y no era solo por este momento.
—Deseo... —Derik comenzó a moverse, llevándoselo a una cocina cálida, iluminada y con un delicioso aroma.
Apretó la mano de Derik. —Huele maravilloso.
Quería saber que era lo que Derik deseaba, quería saber que nombre ponerle al dolor que comenzaba a desgarrar su abdomen.
—¡Amo Derik! ¡Me ha traído visitas! —La voz de la mujer era jovial, feliz, llena de olor a manzana y canela. No pudo evitar sonreír en respuesta, aunque no soltó la mano de Derik… estaba en este lugar por él.
—Sí, Ayla. Este es Toby. Hemos venido a robarte unas tartas de manzana y leche fresca.
Toby sonrió y asintió en dirección al a voz de Ayla. —Hola Ayla.
Tus tartas huelen muy bien.
—Así es. Soy la mejor cocinera del valle. ¿Cuánto tiempo te quedaras, Toby? ¿Debería preparar una de las habitaciones de visitas? —Derik lo guió a una mesa y lo ayudó a sentarse.
—No lo sé, —dijo suavemente acariciando el brazo de Derik—. La reunión se acabara tarde y no me extrañarán.
—¿Te gustaría quedarte? Las camas son suaves y calientes. —La voz de Derik era tan gentil.
Asintió emocionadamente. No quería alejarse de su nuevo amigo, de este hombre tan extraño e interesante que lo hacía sentir tantas cosas con tan solo unas suaves caricias y con esa voz. —Me encantaría.
—Prepara la habitación de huéspedes, Ayla. —Un plato fue colocado frente a él junto con una taza
Sonrió, sus dedos se deslizaron sobre la orilla del plato, las yemas de los dedos colocándose delicadamente sobre el pastel para asegurarse que no estuviera muy caliente. —¿Hay alguna cuchara?
—Sí, aquí. —Una cuchara de madera, suave y desgastada, fue colocada sobre sus dedos.
—Gracias.
Comenzó a comer, sintiéndose más cómodo con Derik de lo que se sentía con muchos otros extraños que no estaban acostumbrados a él, pero era muy consciente de la presencia de Derik, probablemente lo estaba observando. También se encontraba
Ayla y se preocupó ya que no quería caer nada y hacer un desastre.
La habitación estaba bien iluminada, cómoda y la conversación con Derik era interesante y excitante. La comida también estaba muy buena, dos sabores increíblemente buenos que provocaban que se le hiciera agua la boca. Comió con mayor confianza, una mano sosteniendo el plato y la otra tomando el pastel. Luego cuidadosamente levantó su pocillo y bebió la leche.
—Estuvo muy rico, gracias.
Levantó su mano buscando a Derik. Los dedos de Derik tomaron los suyos, sosteniéndolo y apretándolo ligeramente. —Tienes un hogar muy agradable, Derik. —Olía bastante bien y eso hacía que fuera bastante agradable.
—Lo es. Es un muy buen lugar, más sencillo que el tuyo, pero seguro e iluminado, acogedor.
—Sí, —Acarició la mano de Derik gentilmente—. Un lugar donde
tú te puedes sentir seguro.
—Sí, —suspiró Derik, pero el sonido era bastante dulce. Paciente.
En calma.
—¿Aún me contarás lo que te sucedió? —preguntó Toby, no queriendo irrumpir la paz de Derik pero incapaz de detener su curiosidad.
—Sí, sí. Lo haré. Aunque es… una historia bastante desagradable.
Acarició la mano de Derik nuevamente. —No necesitas contármela si no quieres. Solo quiero entenderte, saber lo que no puedo ver.
—¿Me acompañas afuera?
Asintió y se puso de pie, moviéndose rápidamente al lado de Derik, sus dedos acariciando al otro hombre, tratando de calmar el dolor que acababa de aparecer nuevamente en la voz de Derik.
Fue guiado hacia afuera bajo el brillante sol y acomodado sobre
una acolchonada silla. Luego la mano de Derik dejó la suya, pudo escuchar como Derik se acomodaba en otra silla, esto era lo más lejos que habían estado desde que se conocieron. Trató de alcanzar a Derik, titubeó, decidió mejor acomodarse en su asiento y sostenerse las manos sobre su regazo. A pesar del brillante sol, sentía bastante frío.
Trató de ver lo mejor que pudo, pero todo lo que podía distinguir era la forma de Derik en su asiento.
Lo hizo temblar.
—El consejo me envió a las tierras que se encuentran en la frontera del Mar Ébano. Querían información y yo… pensé que quería aventuras. Me quedé durante ocho estaciones y enviaba cartas a casa, eso fue antes que los guerreros del Señor Hestim me descubrieran.
—¿Descubrieran? —preguntó, sentándose con la espalda erguida, se encontraba bastante tenso.
—Una de mis cartas fue interceptada. Fueron a por mí y me llevaron a los calabozos. Me tuvieron encerrado tres veranos, hasta que escapé. —La bella voz se sentía lineal, sin vida.
—¡Tres veranos! —Toby tembló al pensar en Derik encerrado en
un calabozo, atrapado hasta que pudo escapar—. ¿Acaso nadie trató de rescatarte?
Una risa amarga se escuchó. —Eso significaría que estarían
admitiendo que enviaron a un espía.
—Oh, Derik. —Se puso de pie y se movió con cautela en dirección a Derik, levantando su mano mientras avanzaba con pasos muy pequeños.
Derik tomó su mano y sus dedos se entrelazaron. —Ahora estoy
roto y nunca podré estar completo.
Gimiendo suavemente, se dejó caer sobre los muslos de Derik,
sus manos acariciando los poderosos brazos en dirección al rostro de Derik. —No creo que estés roto.
Mejillas cicatrizadas correspondieron a sus caricias. —Estoy destrozado y lleno de marcas. Feo, mi hermoso.
—No para mí, —dijo, sacudiendo su cabeza—. Para mi eres tan bello que no puedo resistirlo. —Especialmente la voz de Derik.
Acentuaba todo lo de este hombre.
El rostro de Derik se posó sobre el cuello de Toby, podía sentir la
respiración tan suave que parecían plumas. Escuchó un pequeño sonido y comenzó a arrullarse gentilmente, sus manos acariciando la larga cabellera de Derik y su espalda. Lágrimas se deslizaron sobre su piel, tibias y húmedas. Cantó suavemente, arrullándolo, ofreciéndose como un alivio.
Limpió las lágrimas de las mejillas cicatrizadas. —Lo lamento Derik.
—Sobreviví y regresé a casa. Estoy vivo.
Le dio unas palmaditas al rostro de Derik. —Estoy feliz por ello.
Feliz de que estés conmigo ahora.
Presionó sus labios contra los de Derik. Sus labios se abrieron en respuesta y una caliente y dulce lengua se deslizó en su interior, saboreándolo. Oh, oh, le gustaba esto. Abrió su boca, dándole la
bienvenida a Derik.
Derik lo sostuvo, manos poderosas acariciando su espalda. Se sentía tan bien, el estar tan cerca de Derik, besándolo y abrazándolo.
Gimió suavemente, presionándose contra el cuerpo del otro hombre.
—Tan tibio, mi bello. Se siente tan bien. —La voz de Derik se deslizó sobre él.
—¿Te hago feliz? —preguntó.
—Sí, ¿quién no sería feliz a tu lado?
—Oh, me haces sentir tan especial.
Toby deslizó nuevamente su mano por esa cabellera, tan suave y sedosa, se imaginaba que así se sentía la piel de Derik antes de tener todas esas cicatrices.
—Me escondía en mi interior durante los interrogatorios e imaginaba que alguien me amaba, que le importaba a alguien
—¿Acaso nadie te esperaba?
—Nadie puede mirarme a la cara favorablemente.
Toby sintió algo en su interior que se contraía. —¿Entonces
estoy aquí porque no puedo verte la cara?
—Estás aquí porque yo te lo pedí. —La voz de Derik parecía estar
confundida.
—Porque no puedo ver. —Quería que fuera más que eso, realmente lo deseaba.
Derik suspiró, el sonido parecía triste y cansado. —¿Te gustaría
caminar por el resto de la casa?
Volvió a acariciar la mejilla de Derik. —Te hubiera esperado aunque pudiera ver.
Se puso de píe, sintiéndose muy joven, protegido y consentido.
—Haría lo que fuera para hacerte feliz Derik. Si eso significa que hay que caminar por el resto de la casa, entonces hagámoslo.
—No fue mi intención molestarte. Tenía una pareja, pero él se sintió horrorizado al verme. Te pedí que vinieras porque me atraes, porque no huyes de mí y porque causas una pasión en mi interior.
—Oh… —se dio la vuelta en dirección a Derik y se acercó—. Lo lamento, —susurró. Estaba siendo egoísta, preocupándose acerca de su propio defecto cuando jamás había sido tan herido como Derik lo estaba, física y emocionalmente.
—Es un estúpido. Estas… —los dedos de Toby se deslizaron por
las cicatrices de las mejillas de Derik—. Estas te hacen interesante, no horrendo.
—Me… me gustaría ser interesante para ti. —La voz baja nuevamente se escuchaba bastante ronca.
Toby sonrió suavemente. —¿Te gustaría? —Deslizó su mano por
el brazo de Derik.
—Sí. —Derik lo guió de regreso a la casa, por la habitación principal en dirección a un poco espacioso y cálido estudio. Podía distinguir las formas de las sillas y del escritorio.
Se sentía poco espacioso, pero no asfixiante, era como… como
estar en casa. —Este es el lugar donde pasas la mayor parte del tiempo, —murmuró, inhalando profundamente. El aroma de Derik se podía sentir en todo el lugar.
—Sí, los rayos del sol lo cubren durante la mañana. —La voz de Derik se tornó más suave—. La oscuridad me asusta.
—No creí que algo pudiera asustarte, —murmuró Toby también bajando el volumen de su voz—. Pero la oscuridad no me asusta y te guiaré a través de ella.
—Muchas cosas me asustan. —Derik tocó su mano—. ¿Crees que soy débil?
Sacudió su cabeza. —Después de todo lo que has sufrido, ¿quién podría pensar que lo eres?
—Me… muchas veces me he sentido muy débil.
—Creo que eres fuerte y valiente. No sólo por soportarlo, sino por regresar a un lugar donde la gente únicamente valora la belleza física y la perfección sobre todo lo demás.
—Este era mi hogar. Me sentí atraído hacia este lugar. —Fue guiado a otra habitación… el aroma del lugar era neutral. Debía ser el dormitorio de huéspedes.
—Esta habitación está casi vacía, —murmuró—. Estéril.
—Es la habitación de huéspedes. No tengo muchos huéspedes.
Vamos a mis habitaciones.
Asintió. —Por favor, me encantaría conocerlas. —Conocer a Derik.
Oh, la siguiente habitación era Derik… el viento y la luz lo llenaban, podía escuchar campanillas moviéndose y sonando, además del fuerte aroma del hombre.
—¡Oh! —Sonrió en dirección a Derik—. Que bello. Este es un dormitorio en el cual se puede ser feliz.
—Este es el lugar donde descanso, donde duermo, donde me sané.
—Me gusta. —Toby cerró los ojos y se movió en compás al sonido de las campanillas, podía escuchar el viento bailando sobre los árboles, más allá de la pequeña vivienda.
Derik le mostró las suaves sillas frente a la pequeña chimenea, los guardarropas tallados, y la enorme y suave cama. Tocó todo, sus dedos acariciando las superficies y aprendiendo su forma. Enterró la nariz en los cojines e inhaló profundamente. Quería recordar todo lo de esta habitación y del hombre que la habitaba, por si nunca volvía.
—¿Te gustaría pasar aquí la noche? ¿En vez de la habitación de huéspedes? Podría dormir en la silla…
—No quiero sacarte de tu cama, Derik, pero no ocupo mucho espacio. —La silla estaba tan lejos de la cama.
—Aún tenemos el resto del día para decidir dónde dormir.
Toby rió suavemente. —¿Nos tomará el resto del día decidir?
—Puede ser. Soy bastante indeciso. —Oh, se estaba riendo y le estaba molestando juguetonamente.
Rió suavemente y se acercó al otro hombre. —No parecías ser del tipo indeciso.
—¿No? —Esas manos lo tomaron y los dos se abrazaron, la cama
de Derik era tan suave.
Se frotó contra Derik, moviéndose instintivamente. —Para nada.
—Mmm… —Oh, oh. Ese sonido… podía volverse adicto a ese sonido.
Acercó sus manos al rostro de Derik, acariciando su perfil nuevamente antes de enredar una de ellas en la sedosa cabellera.
—Se siente tan bien… —La mano de Derik se deslizó sobre sus costillas, acariciándolo.
—Sí, —murmuró, casi sin aliento por las caricias. Ese contacto le
hacía desear cosas.
—Se siente tan bien. —Derik frotó su rostro contra él, su oscura
cabellera cayendo a su alrededor. —Podría volverme adicto a esto— Sonrió al escuchar las mismas palabras que estaba pensando.
—¿Sería eso algo malo? —preguntó mientras gemía suavemente al sentir esas caricias.
—No, no, no estaría nada mal. —Su mandíbula fue besada y mordida—. ¿Has sido prometido a alguien más?
—¿Prometido? No. —Rió suavemente, dejando caer su cabeza,dándole a Derik más espacio. —Nadie me quiere.
—Yo te quiero.
Oh, oh. Era deseado. Aceptado. Colocó sus brazos alrededor de la cintura de Derik y enterró su rostro en el pecho del hombre. —Soy tuyo.
—¿De verdad? Debes estar seguro.
—Estoy seguro, Derik. Lo he estado desde que escuché tu voz y vi tus alas. —No quería nada más que estar con este hombre, escuchar esa voz y sentir esas tibias caricias. Se sentía atraído hacia Derik, a esas cicatrices y tristeza, a esa belleza que sabía que solo él podía ver.
—Hablaré con tu padre, con tu madre. Les diré que estamos hechos el uno para el otro.
—Oh, ¿lo harías? ¿Me tomarías formalmente? —Tembló y
presionó su cuerpo contra Derik—. Pensé que siempre sería una
carga para mi familia. —De repente frunció el ceño—. ¡Pero entonces me convertiré en una carga para ti!
No podía ofrecer nada para mantener la casa, era casi un inútil excepto por su ornamentación e incluso eso no era suficiente… su padre lo había dicho una vez, una tarde cuando pensó que Toby estaba en su habitación y no podía escucharlo.
—¿Una carga? Prometiste protegerme de la oscuridad. Puedes caminar conmigo por los huertos, llenar mi casa de felicidad. —La sinceridad en la voz de Derik era tan real que le causaba dolor.
—Oh… oh, ¿en verdad no soy una carga? —Rió de repente mirando hacia arriba, sus ojos encontrando la sombra del rostro de Derik, sonriendo—. Te haré feliz, Derik. Lo prometo. Jamás te arrepentirás de tu decisión.
—¿Cómo es posible que alguien pueda ser una carga en su propio hogar?
—No contribuyo en nada a la casa Derik, pero aun así debo ser
alimentado, vestido y hospedado. —Su padre no pretendía que él lo escuchara y no había sido su intención lastimarlo. Sabía que su padre estaba preocupado, ¿qué sería de él cuando sus padres
fallecieran?
—¿Puedes oler?
Frunció el ceño. —Sabes que sí. —¿Acaso Derik cambió de tema
porque había cambiado de opinión?
—Bueno entonces. Haremos sidras, vino de manzana, podrás ayudar a revisar los corchos, oler si el vino es vinagre. Sentir si las manzanas están suaves o lastimadas.
—De acuerdo, —Se emocionó, complacido de ser de utilidad,
feliz de saber que había algo en lo que podía ayudar—. Entonces, ¿hablaras con ellos? ¿Les dirás que a partir de ahora estaré contigo?
—Lo haré. —Sus labios fueron nuevamente besados—. Les diré
que me robaré la luz de su hogar para que viva en el mío.
—Si yo soy tu luz, entonces tú eres mi canción, —murmuró, sus
labios acercándose para recibir otro beso.
Recibió una risa suave y casi silenciosa. —Una canción muy profunda. Asintió. —Sí, una que se mueve a través de mí como nunca he sentido antes. Me tocas dentro Derik. Muy dentro.
—¿Te gustaría la habitación de huéspedes como la tuya propia?
o ¿aceptarías que este dormitorio fuera el nuestro?
—Oh, por favor, quiero quedarme contigo. —Se frotó contra Derik—. Me haces desear tantas cosas. —Admitió.
—¿Muchas cosas? —Una mano se deslizó por su espalda, colocándose al final de ella.
Tembló. Oh, la forma en la que Derik había formulado esa pregunta, su voz deslizándose a través de Toby. —Sí.
—Sí, —su espalda fue acariciada tiernamente.
Gimió, correspondiendo a las caricias y al cuerpo de Derik, comenzó a arrullarse como siempre lo hacía, aunque esto era mucho más intenso.
—¿Has tenido algún amante? ¿Compañero? ¿Alguien que te amara?
Sacudió la cabeza, sus dedos deslizándose sobre el cuerpo de
Derik para encontrar sus hombros y poder sostenerse. —Solo tú.
—He tenido muchos amantes, pero nunca nadie que me amara.
—¿Ni siquiera tu pareja? —Pero ya sabía la respuesta, ya que si el otro hombre hubiese amado a Derik, jamás lo hubiera dejado solo—. Te amaré Derik. Lo haré.
—Eso espero, mi bello. No deseo nada más. —Oh, esos besos eran deliciosos, increíbles.
Gimió suavemente, su boca se abrió en respuesta a los besos de Derik, su corazón se abrió al amor del otro hombre y a su necesidad.
Su cuerpo comenzó a quemarle con un fuego que jamás había sentido antes. Derik se presionó contra él, tan caliente, fuerte, poderoso y esbelto.
—Quiero tocar tu piel, memorizarla, —susurró Toby.
Pudo escuchar movimiento de ropa, luego su mano fue presionada contra la carne abultada.
—Oh, tan cálida. —Deslizó sus dedos sobre el pecho de Derik,
deteniéndose a explorar los abultamientos y cicatrices. Era como un mapa de las cosas terribles que le habían pasado a Derik, el dolor que había soportado.
—Yo… nadie las ha tocado.
—¿Duelen? —preguntó, presionando su mejilla contra el pecho de Derik y acariciándolo, experimentado las extrañas sensaciones de la piel suave y las abultadas cicatrices.
—No, ya no. Antes lo hacían.
Presionó sus labios contra una y otra y otra, sus brazos envolvieron a Derik. Se sentía tan bien, el estar besando y tocando al otro hombre, se sentía cálido y caliente por dentro.
Encontró una pequeña tetilla que se endureció. La besó, lamió, curioso al sentirla dura.
—Oh, oh, Toby. Eso se siente… es como magia.
Oh, oh. Había hecho sentir a Derik magia. La lamió nuevamente, la besó y movió su cabeza hacia la derecha, buscando la otra tetilla de Derik. Besó y lamió cada cicatriz que encontró en el camino.
El corazón de Derik latía con fuerza y se encontraba jadeando.
—Tu piel sabe a sal y canela, y a algo dulce. —Murmuró.
—¿Dulce? ¿Mi piel? ¿Estás seguro?
—Tal vez necesito volver a revisar, —murmuró, lamiéndolo nuevamente.
—Oh, oh. Sí, por favor. —Derik inhaló nuevamente, sus manos enredándose en su cabellera.
Encontró más piel para besar y lamer, más cicatrices y aquella primera tetilla que había saboreado. Oh, sí. Definitivamente algo dulce.
—¿Puedo verte? —Manos temblorosas movieron su túnica.
Asintió. —¿Me tocarás también?
—Si me lo permites.
—Sí, por favor. —Hasta ahora había disfrutado cada una de las caricias de Derik, quería más Su camisa fue abierta y una cálida mano se deslizó sobre su piel.
—Tan suave.
Dejó escapar el aliento, dejándose llevar por las sensaciones. —Tan cálido. Derik.
—Debes decirme si deseas que me detenga, Toby. —Una de sus tetillas fue acariciada.
Tembló al sentir como la sensación atravesaba su cuerpo como si se tratase de un choque eléctrico. —No te detengas.
—Sí, mi belleza. —Una y otra vez fue tocado y acariciado.
Correspondió a cada una de esas caricias, gritos escapándose de sus labios.
—Eres una adicción.
—Soy tuyo, —murmuró, sus ojos moviéndose sin cesar ante las
caricias.
—Sí, mío, y yo soy tuyo. —La mano de Derik se deslizó y tocó su dureza, el pulgar acariciándolo.
—¡Derik! —Susto y placer pasaron por su cuerpo, sonidos incoherentes escapaban de su garganta.
—¿Detente? o ¿más?
—No te detengas, por favor. —Sus caderas se levantaron, buscando más placer.
—Quiero piel, Toby. Quiero sentirte.
Asintió. —Sí. Oh, Derik, por favor, te deseo tanto. —Tanto que no
sabía ni como decirlo, pero su cuerpo sabía instintivamente lo que deseaba, lo que necesitaba.
—Todo lo que soy, rezo para que eso sea suficiente. —Los dedos de Derik abrieron sus pantalones y se introdujeron para tocarlo.
Sus dedos se enterraron en los hombros de Derik, buscando sostenerse mientras sus caderas se movían descontroladamente,
buscando la mano de Derik. —¡Oh! ¡Es demasiado!
—Respira. Respira. Te tengo, te tengo. —Esa mano se movió sobre él, acariciándolo.
—Derik. ¡Yo! ¡Oh! —Sus caderas convulsionaron, su cuerpo entero tembló, sus ojos se movieron mientras un fuego era expulsado de su cuerpo.
—Sí, belleza. —La voz de Derik sonaba… sorprendida.
Tembló, enterrando su cabeza en el pecho de Derik. —¿Está bien?
—Está más que bien. Mucho más.
Suspiró aliviado. Se había sentido tan bien. —¿Podemos hacerlo otra vez? —pregunto, volviendo a ver en dirección al rostro de Derik.
—Una y otra y otra y otra vez. —Derik lo besó, su lengua deslizándose sobre sus labios.
Sonrió y ronroneó como un gato, presionándose contra Derik y
frotándose. Se sentía tan bien.
—¿Feliz? —La voz de Derik se deslizaba por todo su ser.
Asintió y sonrió. —Lo estoy. ¿Qué hay de ti? —Preguntó mientras
se sentaba—. ¿Qué hay de ti? ¿Sentiste la misma clase de placer? — No sería justo si él era el único que la experimentaba.
—Fue muy placentero, tocarte. —Derik se acercó, sintió una cálida y firme dureza contra la suya.
Bajó una de sus manos, sus dedos deslizándose sobre la calentura de Derik, memorizando su forma, como se sentía tan similar a la suya, solo que más larga, a pesar de estar cubierta por la ropa de Derik.
—Oh, oh, Toby. No… no te detengas, por favor. Ha pasado tanto tiempo…
—No lo haré, —prometió, dispuesto a hacer esto por siempre si era lo que Derik necesitaba.
Continuó explorando la forma y la temperatura durante un momento más y luego comenzó a desatar las cintas de los pantalones de Derik, dejando escapar el aliento cuando sus dedos entraron en contacto directo con la dureza de Derik. Incluso había cicatrices en ese lugar, pero la longitud estaba completa, dura y caliente contra su mano.
Toby gimió suavemente. Tanto dolor. Pero ahora podía darle placer a Derik. Envolvió su mano alrededor del miembro de Derik como si se tratase del suyo propio. Derik gimió, el sonido lo llenó de deseo. —Sí, por favor.
Movió su mano de arriba hacia abajo, sintiendo como algo en su interior reaccionaba con lo que le estaba haciendo a Derik, su propio miembro se estaba endureciendo otra vez. Los labios de Derik eran tan suaves, estaban tan hambrientos y se movían contra su piel.
—Es tan grande, —gimió, lo que sentía era enorme e insoportable.
—Para ti. Por favor, belleza.
—Lo que sea, Derik. —Abrió su boca, rogando sin palabras por
un beso, su mano aún se movía.
Obtuvo ese beso, la lengua de Derik lo penetró, tomándolo.
Abrió su boca lo más que pudo, permitiéndole la entrada a Derik, su cuerpo entero estaba lleno de vida, respondiendo a los besos y caricias de Derik con su propio cuerpo. Las caderas de Derik guiaron ese largo peno hacia la palma de su mano, la punta dejando rastro de un líquido caliente.
—Te sientes tan bien, Derik, —murmuró, su mano apretándole.
—¿Si? ¿Te gusta? —Derik lamió su garganta, su mandíbula.
Asintió. —El tocarte se siente tan bien, incluso adentro de mí.
—Tus manos se sienten tan bien. —Las palabras fueron dichas entre jadeos, casi gruñidas. El sonido lo hizo temblar, sus ojos se movían sin control.
Los labios de Derik rozaron su hombro, su cuello. —Cerca
—Sí, se siente bien. —Lo acarició con mayor intensidad, su mano
moviéndose rápidamente, estaba casi sin aliento.
Podía sentir como la pasión se acumulaba, podía sentir como el
miembro de Derik se tornaba incluso más duro. Luego la calentura que fue expulsada sobre sus dedos era resbaladiza y embriagadora, dejó de mover su mano.
—Oh, oh, Derik. Te di placer. —Era casi mejor que su propio placer.
—Oh, sí, me diste mucho.
—Bien. —Enterró su rostro en el pecho de Derik, sus brazos envolviéndolo y abrazándolo. Le encantaría quedarse aquí, en este lugar, por un largo tiempo.
Las manos de Derik lo envolvieron y abrazaron fuertemente. —Sí, muy bien. —Oh, le encantaba el sonido de la voz de Derik después del placer.
Se frotó perezosamente contra el cálido cuerpo, sus ojos cerrándose.
—Descansa, mi belleza. Cenaremos frente a la chimenea. —Podía escuchar los latidos de corazón de Derik, eran fuertes y estables debajo de su oído.
—¿Cuándo hablaras con mis padres? —preguntó. No quería pasar más tiempo del necesario sin saber si podía quedarse por siempre con Derik.
—No viajo por la noche. Enviaré a un mensajero para avisarles que iremos a hablar con ellos por la mañana.
—Y entonces seré tuyo. —Podía vivir con eso.
—Hasta el fin de nuestros días, sí.
Hasta el final de sus días. Le encantaba el sonido de eso. Se arrulló felizmente, acomodándose sobre el cuerpo de Derik, en el hombre de la voz de las enormes alas negras
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