El Aristócrata y el Príncipe del Desierto

Capítulo Tres

El día después de su llegada a Cassina, Takeyuki subió al auto de Mustafá para un paseo por los puntos turísticos de Ras, pero claro, también se aventuró por vecindarios de la ciudad. Ahí había numerosas cosas que ver si Takeyuki hubiera estado de humor, cada mezquita que los devotos del Islam habían construido, las sepulturas en donde los santos fueron enterrados, templos romanos y los vestigios de una línea de pilares y muchos otros puntos interesantes.
Era más extraño ver un simple listón moviéndose y ondulándose en la tierra cubierta de arena y ver qué tan lejos llegaba. Takeyuki subió arriba de la colina con una buena vista del panorama que se abría ante él, causando que un gemido de admiración saliera de sus labios. Vio un punto verde más allá de las dunas de arena, y se dio cuenta. Eso debe de ser un oasis.
Mustafá estaba extremadamente informado y era capaz de contestar casi todas las preguntas de Takeyuki casi instantáneamente. De cualquier manera, Takeyuki no había estudiado Cassina antes de venir, por eso Mustafá encontraba las preguntas de Takeyuki muy simples.
—Los hombres de Cassina deben servir en el ejército
durante dos años, entre los dieciocho y los veinticinco años.
—¿En serio? ¿También estuviste en el ejército Mustafá?
—Sí, estuve de los veinte a los veintidós. El príncipe Ashif
estuvo al mismo tiempo, fue muy inspirador.
—¿El príncipe Ashif es el que será el siguiente Rey?
—Correcto, el príncipe Ashif es el hijo mayor del rey
Muhammad. Él y yo somos de la misma edad.
El auto atravesaba calles sin pavimentar de las afueras de la ciudad. Takeyuki estaba sentado en el asiento trasero,
sosteniéndose fuertemente del respaldo del asiento delantero del pasajero mientras hablaba con Mustafá, quien sostenía con fuerza el volante. Mustafá parecía reverenciar su país desde el fondo de su corazón, con la cabeza en alto mientras hablaba orgulloso del príncipe de la corona. Takeyuki estaba
aprendiendo que el actual Rey contaba con la absoluta
confianza y popularidad de su pueblo, y aparentemente
pasaba lo mismo con el príncipe de la corona.
—Él es valiente, inteligente y cree con fuerza en la justicia. El sistema del harem ya no existe en este país, pero hay un gran
número de mujeres que desfallecen por su alteza, el príncipe.
—¿Ya no hay harem? ¿Quieres decir que un hombre sólo
puede tener una esposa?
—En teoría eso es correcto.
Mustafá dio una críptica respuesta.
—Pero el Rey tiene concubinas, y si el príncipe hace lo
mismo, el pueblo no lo cuestionaría.
—Eso debe agradarle mucho.
—Él es el orgullo de nuestro país —Mustafá declaró sin
vacilación. Su convicción hizo que Takeyuki quisiera conocer al príncipe Ashif y ver si realmente era tan agradable. Claro, no pensaba que realmente tuviera la oportunidad de hacerlo. Eso
era sólo un poco de curiosidad.
—¿Adónde más le gustaría ir esta mañana?
Ese sería el tercer día que Takeyuki salía con Mustafá.
Trataba de rehusarse diciéndole a su hermano que se sentía mal de que Mustafá fuera su niñera todo el día, pero Atsushi sólo fruncía el ceño y le decía que se sentiría incómodo dejando que Takeyuki anduviera solo y se rehusaba a escucharlo.
Masako no le ayudaba, pues ella estaba embarazada y Atsushi en el trabajo. Desde que Takeyuki llegara el lunes, ellos habían arreglado con el embajador que permitiera a Mustafá acompañarlo hasta el fin de semana. Sería demasiado tarde esperar hasta que algo suceda. Su hermano repetía esta frase una y otra vez. Pero Takeyuki nunca había sentido ninguna sensación de peligro en las visitas a los puntos turísticos que había pisado como para que requiriera ir acompañado de Mustafá. Quizás Masako tenía razón al decir que el hermano de
Takeyuki lo consentía más que su madre, y Takeyuki se había
dado cuenta. Eso debía de ser.
Como no habían visto nada a fondo, durante el tercer día
Takeyuki tenía varias ideas respecto a lo que quería ver. Ras estaba rodeada de numerosos sitios de interés sobre la antigua cultura romana. A medio día de la ciudad había ruinas de fuertes y arenas, y al parecer también museos y galerías de arte.
Por cada cosa que Takeyuki pensaba visitar había innumerables cosas que ver y Mustafá podría llevar a Takeyuki a donde quisiera ir.
—Oh, ya sé, quisiera ver un mercado árabe —después de pensar en los lugares que había visitado se dio cuenta de que no había visitado ese lugar.
Un mercado árabe era más como un bazar. Él podría encontrar casi todo lo que la gente local necesitaba para su vida diaria y además había muchos recuerdos para los turistas.
—Quiero ir al mercado árabe más grande de la ciudad. —
No había nada en particular que quisiera comprar pero Takeyuki se oía determinado. Estaba profundamente fascinado por cada
lugar donde podía sentirse el poder de la gente local.
—¿Un mercado árabe, señor?
El vio a los ojos a Mustafá por el espejo retrovisor. Vio
ansiedad en su mirada y Takeyuki inclinó la cabeza:
—¿Es peligroso?
—No, para nada es peligroso ese lugar, pero... 
Mustafá contestó con evasivas y bajó la mirada. Takeyuki continuó viéndolo preguntándose qué era lo que molestaba a Mustafá, pero él liberó la preocupación con una carcajada.
Takeyuki vestía una camiseta de manga corta, con el cuello
abierto en V, unos pantalones ajustados, un suéter anudado en su cadera y una gorra, era un estilo casual pero cada prenda que usaba tenía marca. Cualquiera que lo viera podría decir que era el hijo de una rica familia, podía verlo fácilmente en las marcas.
—No te preocupes, Mustafá.
No era tan estúpido para que se aprovecharan los vendedores de mercancía que eran frecuentemente criminales.
Takeyuki se auto convencía al tiempo que convencía a Mustafá. Lo más importante era que no dejaría que el vendedor tomara el control. Si él claramente se rehusaba y le decía que no necesitaba nada, cuando no necesitaba eso, entonces el vendedor no podría forzarlo a comprar nada. Tocó el largo crucifijo alrededor de su cuello y pensó que todo estaría bien.
Si era necesario iría al mercado árabe por sí mismo, incluso si Mustafá no quisiera acompañarlo. No hablaba mucho árabe pero el idioma oficial de Cassina era el inglés. El nivel de educación de los habitantes de Cassina era superior al promedio en los países del Medio Oriente, y además su hermano le había dicho que la mayoría de la gente que vivía en el área metropolitana entendía el inglés básico.
Takeyuki quería comprobarlo por sí mismo, quería ir y caminar. Esa sensación gradualmente envolvía su mente. Todo el mundo siempre decía que lo sobreprotegían, pero más lo sobreprotegían, y Takeyuki sentía interiormente el deseo de rebelarse contra eso. Tenía la confianza de hacer algo, pero todo el mundo siempre estaba tratando de cuidarlo porque él era el hijo menor o porque daba la imagen de ser débil o por
cualquier otra razón.
—Puedes esperarme en un café, Mustafá.
Mustafá sacudió la cabeza y lo vio por el espejo retrovisor
pareciendo decir “¡Claro que no!” lleno de reproche.
—No lo hago para que se enoje, no lo tome así. No puedo
ni discutirlo porque eso no es sólo un problema personal. Si algo le sucede a usted, señor Takeyuki, se puede convertir en un incidente internacional.
—No exageres las cosas fuera de proporción —Takeyuki
bromeó, honestamente encontraba ridícula la idea, pero la mirada de Mustafá era seria, sin admitir una sonrisa.
Sin importar lo que dijera Takeyuki, él no iba a permitir que anduviera por su cuenta. Él estaba seguro que su hermano le había dicho a Mustafá que no lo dejara solo ni un instante.
Un pequeño suspiro salió de Takeyuki y se giró a ver el
panorama por la ventanilla. El auto entró a la ciudad, parecía que la calle había sido reparada recientemente. Las tres palmeras plantadas en el centro daban al camino una vista confortable para el conductor.
Takeyuki se sorprendió al ver la moderna ciudad junto al
árido desierto. Se preguntó si Mustafá podría detener un
momento el auto para ver las dunas que se veían grises,
amarillas y rosadas, y se quedó con la boca abierta un momento.
Había oído que los beduinos que recorrían el desierto usaban la arena como cama y colocaban sus carpas. Takeyuki no podía imaginarse cómo sería vivir así. Él sólo podía pensar en el impresionante y asombrosamente inspirador medio ambiente.
Pensó que sería imposible dormir ahí.
Una vez que Takeyuki se sentía cómodo en un medio
ambiente diferente al de Japón, quería tratar de hacer cosas
que nunca haría comúnmente. Quizá era porque empezaba a
sentirse más libre.
—El mejor mercado árabe de Ras es el mercado Kamal, es
también el más antiguo.
—¿Qué tan grande es?
—Es como un laberinto —Eso excitó aún más a Takeyuki.
Las estrechas y empedradas calles estaban llenas de vitalidad, ambos lados de la calle estaban cubiertos por una línea ininterrumpida de casetas techadas, donde se vendían enseres maravillosos y cosas que Takeyuki nunca había visto. Él podría pintar todo eso. Eso probablemente sería bueno, captar el espíritu de algunas cosas y comprar objetos que nunca compraría a menos que se encontrara de vacaciones, Ahí debería haber asombrosas antigüedades, en el aparador de una tienda se ofrecían venta de alfombras, los hermosos tejidos del Medio Oriente. Podría ser interesante.
Mustafá giró a la derecha en el bulevar. Cuando llegaron a
un estrecho camino, la apariencia de los edificios cambió. Los nuevos, grandes y elegantes edificios desaparecieron y en su lugar aparecieron numerosas construcciones. Takeyuki vio edificios que estaban en ruinas.
Repentinamente llegaron a un pequeño distrito lleno de pequeñas casas y otros edificios y el camino comenzó a ser más difícil. Parecía que iban al centro del callejón, el viejo asfalto había colapsado en varios lugares y el auto saltaba cada vez peor. En ocasiones veían a un burro trasladando paquetes por el camino, entonces disminuían la velocidad. El auto entró a una estrecha calle sin banqueta
donde compradores invadían la calle y los alrededores.
Numerosos cafés estaban abiertos en la calle con sillas
multicolores ocupadas por los clientes.
El auto se movía casi a la misma velocidad que los
peatones. Cuando tocaba la bocina los peatones que bloqueaban el camino se movían, pero Mustafá parecía tocarla lo menos posible, el flujo de gente continuó por otros cincuenta metros.
Takeyuki vio a su izquierda un gran portón por donde la
gente entraba y salía constantemente.
—El mercado está atravesando esa puerta.
—Wow, se ve realmente concurrido.
—El lugar para estacionar el auto está un poco más allá,
una vez que lo dejemos, entraremos —Mustafá realmente no quería dejar a Takeyuki solo, no le dijo que podría dejarlo e ir a estacionarse. Pasaron lentamente ante el gran portón.
A través de la puerta Takeyuki veía la variedad de estilos de
ropa de la gente según sus costumbres. Las líneas de
compradores a ambos lados de la calle parecía que cubrían la galería de tiendas. Takeyuki en una rápida mirada captaba la combinación de colores amarillo, rojo y verde que asaltaban ante sus ojos. Quería caminar entre ellos tan pronto como fuera posible. El corazón de Takeyuki estaba danzando bastante fuera de la común, ya había tenido bastante de mezquitas y templos antiguos, estaba cansado del aire solemne de las ruinas, quería algo más relajado, para variar.
—Tendremos que caminar un poco, pero tengo que dejar el
auto del embajador en un estacionamiento —Mustafá comentó a manera de excusa.
Una vez que pasaron el portón, el flujo de gente disminuyó. Probablemente porque estaban en la orilla de la ciudad y se dirigían lentamente a un espacio desierto.
Dos ancianos con el cabello blanco estaban fumando de una pipa, y se inclinaban sobre una mesa a jugar cartas. Justo cuando los habían pasado se oyó un repentino estallido y el auto se detuvo. Takeyuki no estaba preparado para eso y se cayó del asiento.
—¡Augh! esto está mal —Por primera vez Mustafá habló en
árabe.
—¿Qué está mal? —Takeyuki se inclinó hacia el asiento
delantero para interrogar a Mustafá.
—Se ponchó una llanta —Mustafá contestó inmediatamente y recobrando su característica reserva. Los dos hombres en el café se levantaron inmediatamente y empezaron a hablar en árabe. Mustafá bajó el vidrio de la ventana, asomó la cabeza y comenzó a hablarles, ellos le respondieron. Los ancianos tenían un fuerte acento que Takeyuki no entendía, aunque tampoco entendió a Mustafá.
Había un pequeño gallinero al lado del café, Mustafá llevó el auto ahí y se estacionó. Salió del auto y Takeyuki lo siguió.
Estaba parado al lado del joven, quien se inclinó a ver la llanta ponchada y examinar la situación. Los dos hombres ya habían regresado a su juego.
—Esto parece el peor golpe de suerte —dijo Mustafá frunciendo el ceño y viendo las demás llantas—. La llanta
ponchada es la izquierda, pero la derecha también tiene baja
presión. Solamente tenemos una refacción, será mejor que llame al mecánico.
—¿Puede alguien venir aquí?
—Hay una gasolinera cerca, puedo ir ahí a ver qué sucede, está a unos dos kilómetros, en unos veinte minutos regresaría con el mecánico. Lo siento mucho, señor Takeyuki, pero, ¿le molestaría tener que esperar en el café? Puede tomar un té ahí.
—No te preocupes por mí.
—Me disculpo por los problemas —Mustafá se excusaba viéndose realmente pesaroso. Dejó a Takeyuki y se apresuró a regresar por el camino por el que habían llegado. 
Takeyuki lo vio ir y entonces murmuró: —Lo siento, pero yo realmente no quiero sentarme a tomar té.
Miró al oscuro café donde no había nadie, excepto un par de niños de entre cuatro y cinco años jugando frente a la caja registradora, al parecer el propietario estaba atrás.
Los dos viejos veían fijamente a Takeyuki y hablaban en árabe. Parecían ver su crucifijo que colgaba del cuello, era de oro blanco con diamantes y zafiros al centro; era grande, sostenido por una gruesa cadena alrededor del cuello de Takeyuki. Podía tratar de esconderlo pero la camisa de diseñador tenía un cuello abierto en V, y el crucifijo se mostraba claramente.
Seguro que no es un gran problema
Takeyuki no era muy religioso pero aun así seguía siendo
cristiano. ¿Y qué daño les hacía que un cristiano usara un crucifijo?
Takeyuki se convenció a sí mismo de que eso no era un problema y caminó alejándose del café, sin una segunda
mirada. No quería sentarse ahí y esperar obedientemente a que Mustafá regresara. Decidió ir por sí mismo al mercado y vagabundear un poco antes de que Mustafá volviera. Él no era un niño al que necesitaran llevar de la mano, así era como se sentía.
Takeyuki entró por el portón y vio un montón de complejos y estrechos callejones extendiéndose interminables frente a él. Ése era el mercado más grande de Cassina después de todo.
Estaba impactado por el tamaño, era mucho más grande de lo que había imaginado.
Era medio día pero estaba oscuro dentro del mercado. El
techo era un domo que le dio a Takeyuki la impresión de estar en una bodega. El techo y las paredes de las tiendas eran de piedras antiguas. Ropa y mercancías colgaban por todos lados.
Todo lo imaginable estaba a la venta en la docena de tiendas que había alrededor. Había enormes canastas con especies amarillas rojas y cafés. Justo cuando pasó frente a una de las tiendas, Takeyuki inhaló un fuerte aroma. En la siguiente línea de tiendas se vendían cosas de oro y de plata. Ahí había también gran cantidad de turistas comprando tarjetas postales, cámaras desechables, y recuerdos. Takeyuki rápidamente se sintió tragado en la atmósfera del primer mercado que había experimentado.
Vagabundeaba sin propósito sólo viendo el frente de las tiendas, pero sus ojos a menudo se detenían en los locales que exhibían los turbantes que usaban sobre sus cabezas. De hecho Takeyuki se preguntaba incómodo por qué la mayoría de la gente lo veía a él. La gente era obviamente parte de un grupo y su blanco y rubio cabello mostraba que eran europeos.
Takeyuki no creía que estuviera vestido de una manera diferente, por lo que no entendía por qué lo miraban tanto. Se preguntaba si quizá el crucifijo que usaba en su cuello había tocado algún tabú religioso, pero Mustafá le había dicho que Cassina no tenía un carácter fundamentalista, así que eso no tenía sentido. La extraña atmósfera de ese lugar era tan remota de su experiencia diaria, que Takeyuki se sentía perdido en el tiempo.
La calle de adoquín se estrechaba frente a él, y daba a un lugar con platos y dulces aromas que parecían provenir de una panadería. Cautivado por la mercancía, Takeyuki caminó cruzando la calle y su hombro chocó contra alguien que caminaba en dirección contraria.
—Oh, lo siento. —Se giró para disculparse con el hombre
árabe de barba y gruesas cejas que le fruncía el ceño y decía algo en árabe mientras enérgicamente veía a los ojos a Takeyuki. Señaló el cuello de Takeyuki con un dedo y habló en un crítico y peligroso tono. Pero Takeyuki no tenía idea de lo que estaba diciendo. El gruñón tono de voz del hombre sólo molestó un poco a Takeyuki. Aparentemente el hombre dijo lo que quería decir y se movió con sus ojos fijos en Takeyuki mientras se alejaba.
Takeyuki se sintió aliviado, pero en ese momento se sentía
intranquilo de que a pesar de que el lenguaje oficial era el inglés, era menos usado de lo que pensaba. Comenzó a pensar que debería regresar. Realmente había diferencia en que Mustafá lo acompañara.
Vio el reloj, ya habían pasado veinte minutos. Uh-Oh.
Mustafá ya debía haberse dado cuenta que no estaba en el
café y entrado en pánico. Takeyuki comenzó a regresar con pasos rápidos, si volvía por el mismo camino pensaba que sería capaz de ver el portón en cualquier momento. Pero no lo veía.
Takeyuki se preocupó de que quizás hubiera dado una vuelta antes de tiempo, regresó y trató de bajar por una calle diferente. Todas las cosas en el mercado se veían iguales para Takeyuki, comenzó a sentir que el camino anterior era el correcto, y que era la primera vez que recorría el camino por donde andaba en esos momentos. No podía asegurarlo.
Gradualmente su desesperación y nerviosismo aumentó.
Pensó en detener a alguien y preguntarle sobre la ubicación del portón, pero todos parecía que lo veían sospechosamente, tenía un mal presentimiento que lo hacía
vacilar. No veía a nadie alrededor que pareciera japonés y se resistía a pedir información a cualquier otro turista pues desconocía el país de donde provenían.
Perdido. Siguió hacia adelante, confiando sólo en su instinto,
hasta que se vio frente a una tienda, hacia donde se movía la gente. Se dirigió hacia la luz a su derecha y vio que el portón no era la única salida. Lo primero que Takeyuki notó al salir de la oscuridad era lo sospechoso del lugar. Se preguntaba si al salir al exterior podría rodear el mercado.
Cerca de una docena de pasos más allá ya no había techos, sintió que había salido del purgatorio hacia el mundo real. Había tres decrépitas casas frente a él y un pequeño lote vacío. Un callejón entre las casas llevaba al camino principal.
Genial. Quizás pueda encontrarlo de este modo.
Takeyuki se calmó con ese pensamiento y entró al callejón. En
cuanto lo hizo se sintió aterrado, alguien tomaba su hombro por detrás de él. Se giró y vio a un hombre con barba y ropa cuadriculada rojo y blanco, que lo veía directamente de una
manera malsana. El hombre tenía buena constitución y se veía fuerte. Takeyuki pensó que estaba siendo dirigido hacia algún lugar al que debería ir.
—Yo-yo lo siento, yo sólo me perdí —explicó orando porque su inglés pudiera ser entendido.
Pero dos hombres más
aparecieron detrás del primero y ambos se veían amenazadores. Las palabras se le quedaron atascadas en la garganta a Takeyuki. No pudo decir nada más.
Los tres hombres se acercaron más a él empujándolo hacia el lote vacío. No tenía idea de lo que estaba sucediendo y casi cayó en pánico. Si gritara lo oiría la gente del mercado. No, eso nunca funcionaria. No había señales de nadie alrededor. La gente estaba dentro y él sabía que su voz nunca llegaría tan lejos. Y parecía que el hombre lo había seguido de cerca.
Takeyuki podía decir que los había visto antes. Finalmente su espalda chocó contra la pared y los tres hombres lo rodearon.
No tenía oportunidad de escape. Los hombres eran mucho más altos que él y Takeyuki veía hacia arriba con terror. Los dos hombres que llegaron después del primero usaban el atuendo típico del Medio Oriente en su cabeza. La ropa que usaban también era acorde a sus costumbres, le recordaba a Takeyuki
el pantalón de un pijama y camisas holgadas de algodón. Pero cada uno de ellos llevaba una funda de cuero con un chuchillo.
Su piel era bronceada por el sol, tenían ojos cafés, bigote y
barba. Sus ojos estaban llenos de crueldad y astucia, eso hizo que Takeyuki se estremeciera y no pudiera moverse.
Estaba aterrado, tan aterrado que no podía hablar. Si él
hiciera cualquier ruido, tenía una tensa sensación de que le
cortarían el cuello con sus cuchillos. Uno de los últimos en llegar descubrió la cabeza de Takeyuki.
—¡Asgh! —Takeyuki hizo un ruido que salió de su garganta, se encogió de hombros y cerró los ojos. En el siguiente momento sintió un dolor quemante en la parte posterior de su cuello.
Abrió los ojos y se sorprendió al ver que su crucifijo estaba
entre los dedos del hombre, Takeyuki puso una mano silenciosamente en su cuello. Sintió un débil trazo de sangre. Los tres hombres vieron el adorno que habían arrancado del cuello de Takeyuki y asintieron, Takeyuki tensó su cuerpo y tragó saliva.
Quería que se sintieran satisfechos con eso y se fueran. El crucifijo en el collar tenía al centro un diamante de casi un quilate, eso definitivamente valía mucho dinero, pero ellos no parecían obsesionados con eso. Tendría que tener un golpe de buena suerte si hubiera algo que pudiera hacer para salvarse.




Oh, Takeyuki se dio cuenta tardíamente. Eso fue lo que el
hombre del mercado había señalado en su pecho y lo había visto tan asustado que debió saber qué era eso. Él debió de haber reconocido la advertencia. Takeyuki había sido muy descuidado. Pero eso no podía ayudarlo ahora, el hombre con la ropa cuadriculada metió el collar en la bolsa de su camisa.
¡Por favor déjenme ir ahora! ,
rezaba Takeyuki, no hacia ningún ruido en absoluto. No quería provocarlos. Esos pensamientos recorrían la mente de Takeyuki. Presionado contra la pared el frío sudor bajaba por su espalda. Oía murmullos en árabe sobre su cabeza. El hombre estaba consultando algo en árabe.
¡Atsushi! ¡Mustafá! Si Takeyuki hubiera considerado lo que le podría pasar, nunca hubiera caminado solo por el mercado. Mustafá probablemente lo estaba buscando ahora.
Takeyuki sabía que Mustafá sabría que había ido al mercado, así que si tenía suerte Mustafá estaría llegando ahora. Pero cuando recordó el laberinto de calles, perdió las esperanzas. Las oportunidades de que Mustafá lo encontrara eran muy pero muy lejanas.
Levantando temerosamente la mirada, Takeyuki vio al hombre en el centro del grupo. Un temblor recorrió su espalda.
Estaba aterrado. El hombre lo veía como si estuviera examinando a una mujer. Sus ojos llenos de lujuria y una ruda curiosidad estaban impudentemente fijos en Takeyuki. Soy un hombre. Si el hombre no podía decirlo, Takeyuki tenía que señalárselo, pero todavía no podía hablar. Cobardía sería la
palabra que describiera su conducta... Estaba en shock al
descubrir cuán débil era en ese momento.
Con su delgado cuerpo y su bella piel, su sedoso cabello
negro y sus grandes ojos, Takeyuki estaba consciente de su andrógina apariencia. Los niños mayores en la escuela lo habían golpeado y él tuvo incluso que dejarlos que lo besaran y manosearan. Pero como Takeyuki pensaba en sí mismo como un hombre, nunca le había importado lo que la demás gente había pensado de su apariencia. La situación ahora era como una pesadilla.
¿Qué podía hacer? ¿Qué debería hacer?
Cuanto más ansioso estuviera, la confusión y el pánico descenderían sobre él.
—Si lo que quieren es dinero... —ofreció finalmente con voz
ahogada. Quería decirles que él podría pagar lo que le pidieran, si lo dejaban ir. Pero ellos no parecían entender su desesperado Inglés.
El hombre a su izquierda tomó el mentón de Takeyuki y lo
giro hacia él.
—¡No... No lo hagas! —gritó irreflexivamente en japonés.
Takeyuki movía frenéticamente su cabeza, alejando la mano del hombre de su mentón.
—¡Déjame! ¡Déjame ir!
Tan pronto como empezó a luchar su tenso cuerpo se llenó
de poder, se resistía a los tres hombres tratando de escapar.
Golpeando con sus brazos, Takeyuki trataba de hacer un espacio entre los hombres para poder escapar. Pero toda su lucha era en vano. Los tres hombres nunca perdieron su fría expresión ante el ataque de Takeyuki, era como una rata
atrapada en una jaula. Su resistencia sólo hizo que ellos
sonrieran.
Ellos dejaron que Takeyuki luchara durante un tiempo.
Quizás pensaban que necesitaba el ejercicio. Entonces uno de los hombres del círculo tomó su brazo y lo dobló hacia su espalda, sujetándolo. Para cuando Takeyuki se dio cuenta de lo que sucedía el hombre frente a él lo golpeó en el plexo solar.
Takeyuki no sintió el golpe ni mucho dolor, pero cayó de rodillas al suelo. Y eso fue todo, sintió que toda la sangre era drenada de su cuerpo.
A-Atsushi... La cabeza de Takeyuki perdió energía y quedó inconsciente.




Espero les este gustando la historia 

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