EL ARISTÓCRATA Y EL PRÍNCIPE DEL DESIERTO

CAPÍTULO CINCO 


La siguiente mañana la caravana comenzó a moverse
cuando el sol se levantó, quemando el cielo con una increíble intensidad.
Mantuvo la manta que había protegido el cuerpo de Takeyuki del frío de la noche sobre su cabeza para protegerse de la luz del sol. En la mañana le habían dado de desayunar pan y leche de camello. Le enseñaron a mojar el pan en la leche, antes de comerlo.
Takeyuki intento hacerlo. Cuando lo hizo, el pan que había estado más duro que una piedra se suavizó. Eso no estaba mal.
Los hombres que lo vigilaban ya no parecían especialmente
crueles, y como Takeyuki se comportaba bien, le dejaron libres las manos después de desayunar. Consideraron era obvio que no iba a tratar de escapar durante el día. Por otra parte, Takeyuki estaba planeando escapar durante la noche. Usando sus manos era mucho más fácil sostener su cuerpo. Incluso durante los saltos del camión, Takeyuki podía sostenerse de las barras, y evitar lastimarse.
Sin importar qué tan lejos fueran esa mañana, sólo había desierto de color crema. Había un buen número de colinas, pero se veían totalmente planas a la distancia, igual que un mar de arena. Encima del horizonte, el severo y claro cielo azul se alzaba sobre ellos. De tiempo en tiempo pálidas nubes aparecían, igual que hechas con una brocha. El viento levantaba finas partículas de arena por todos lados. Takeyuki no se preocupó por evitar las lágrimas que la arena le causaba. Su cuerpo estaba lleno de arena y su cabello se sentía sucio y
duro. Takeyuki no podía asegurar que pudiera tomar un baño ese día. Y quería tomar un baño más que nada.
Tan pronto como la luz del sol aumentó, se refugiaron del
viento y el sol que golpeaba sin misericordia a la caravana.
Takeyuki se envolvió en la negra tela, y luchó contra la sed. El agua era preciosa y beber mucha o demasiado rápido podría lastimarlo.
Una roca gigante apareció en su camino, parecía un enorme hombre arrodillado. Ellos dejaron a los camellos
descansado al lado de la roca y se prepararon para la tarde. El camión donde se encontraba Takeyuki también fue estacionado fuera de la luz del sol. Ahora su cuerpo se enfrió
rápidamente. Constantemente se sorprendía por los cambios de temperatura. Si una persona no tenía cuidado, eso podía
agotar su cuerpo.
Después de la comida los hombres se prepararon para
dormir una siesta por turnos. Siempre había alguien al lado de Takeyuki. Sus manos estaban libres pero aun así tenía dificultad con la soga de los tobillos. Tratando de no ser visto, las revisó. El apretado y complicado nudo sólo lo deprimió. Sus dedos no podían manejar eso. Probablemente necesitaría un cuchillo si
quería escapar, sin eso no parecía ser muy probable.
Aparentemente Takeyuki también dormitó, porque para cuando se dio cuenta la camioneta ya se estaba moviendo.
Una cubierta arriba de la caja del camión le daba sombra, lo
que hizo las cosas más cómodas. La pila de carga hacía ruido al golpearse, y parecía que habían estado viajando de esa forma
por años. Takeyuki tuvo la sensación de que ellos viajaban sin destino, probablemente porque su percepción del tiempo y el espacio estaba nublada. En ese mundo no había nada, sólo cielo azul y desierto, y la ciudad con los edificios de acero y vidrio que raspaban el cielo estaba muy pero muy lejos al este, era como un sueño.
Takeyuki sentía que la arena caliente y los espacios vacíos
chupaban sus sentidos y drenaban su fuerza vital. A pesar de eso, cerró los ojos y los rostros de su hermano, cuñada, madre y padre flotaron en su mente. Les había prometido que regresaría
a casa, pero después de todo ese tiempo sin ver una
oportunidad, se estaba resignando a su destino. Se sentía patético. ¿Cómo podía mantener su determinación? Sentía como si su ingenuidad le hubiera saltado a la cara.
Quería que algo dentro de él se moviera de alguna forma,
quería que alguien le gritara para mantener su espíritu en alto.
Tratando de algún modo de animarse a sí mismo y ser más positivo, Takeyuki levantó la cabeza y vio hacia atrás de la
camioneta el paisaje que dejaban. Si había incluso una ligera señal tendría que recordarla. Trataba de fijar intensamente su mente. Cualquier cosa estaría bien en un momento como ese.
Pero si no se imponía a sí mismo alguna tarea, sabía que caería en la apatía, y ese era su gran miedo.
Mientras escuchaba el tedioso ruido del motor Takeyuki
miraba a la distancia. Había oído que la gente del desierto
tenía una excelente vista, ahora entendía por qué. Con sólo una mirada él podía ver grandes distancias, no había nada que obstruyera la vista. Absolutamente nada. Claro que no había construcciones, pero tampoco había estructuras naturales como montañas.
Mientras Takeyuki veía intensamente el panorama,
repentinamente creyó ver una mancha oscura. Takeyuki fijó la mirada. Tenía buena vista, pero no estaba seguro de haberla visto. Pensaba que podría haber sido su imaginación. Había
grandes posibilidades de que fuera sólo su imaginación. No
había visto nada durante mucho tiempo. Fijó la vista hasta que le dolió, en dirección hacia el lugar donde creía haber visto la sombra.
¿Qué pudo ser eso? Eso no era una alucinación.
Definitivamente veía una mancha oscura, y estaba
aumentando de tamaño. No sólo era más grande, Takeyuki se dio cuenta que no era su imaginación, era un hombre y se estaba acercando. En el frente Metahat giró su camello y rodeó el camión quedando a su lado. El hombre seguía dirigiéndose hacia ellos. El camión siguió su marcha pero Metahat y el musculoso hombre se quedaron atrás, tratando de adivinar quién era el que se dirigía hacia ellos.
Takeyuki podía oír sus voces incluso a cincuenta metros de
distancia. Eso era algo bueno, la manera que en el desierto se trasmitía el sonido.
Se sorprendió levemente. El sonido tenso de una discusión
hizo que el cuerpo de Takeyuki se estremeciera. Durante todo
ese tiempo la sombra negra continuaba acercándose más. Los dos hombres que se habían detenido para determinar la
identidad de la sombra, sorpresivamente giraron sus camellos de regreso y alcanzaron la caravana que se había alejado. Los camellos empezaron a correr. Pronto llegaron al camión y empezaron a gritar. Takeyuki oyó miedo en su voz.
Al parecer Metahat les ordenó que aumentaran la velocidad, porque el camión repentinamente aceleró. Porque era eso, el desvencijado camión al que ya todo le sonaba, comenzó a hacer más ruidos del motor, la vibración empeoró y Takeyuki se detuvo de los lados. Al parecer el hombre que los atacaba era mal visto. Takeyuki no tenía claro si eso era bueno o malo para él, pero no iba a permanecer imparcial. Podía
terminar incluso en una situación peor.
La sombra ya se podía distinguir para ahora. Montaba un caballo, tenía fuertes piernas, y venía a una increíble velocidad.
El hombre usaba una kufiyya en su cabeza y cubriendo su
cara, sólo se le veían los ojos. Tenía unos anchos y masculinos hombros y aun a la distancia se veía que tenía nobleza. El caballo del hombre no sólo era bello, era asombroso, la manera como movía sus patas y la forma en que su suave crin se movía.
Takeyuki no podía retirar sus ojos de esa belleza.
La larga y blanca cola del kufiyya se movía con el viento
igual que una invaluable pintura. El hombre se inclinó a verlo, parecía una alucinación del desierto de un héroe fantasma.
Takeyuki parpadeó rápidamente, quizás sí era real. Su repentina mala suerte del día anterior parecía la trama de una película.
Pero esa escena era totalmente increíble.
Takeyuki veía atónito al hombre a caballo, que había
acortado la distancia, estaba a pocos metros y seguía acercándose. Entre más se acercaba más real se veía. Usaba una ropa que denotaba costumbres diferentes a las de los hombres que capturaran a Takeyuki. Su ropa se cruzaba en el pecho igual que un kimono y estaba cerrada con un cinturón de piel. Un gran cuchillo colgaba de su cadera. Takeyuki se estremeció. El hombre era un ladrón.
Takeyuki levantó la vista para verlo mejor y su mirada se
encontró con la del hombre, en ese momento un extraño
temblor recorrió el cuerpo de Takeyuki, los azules ojos estaban fijos en él, penetrándolo. Su cuerpo entero se tensó como si estuviera bajo un hechizo. Primero el asombro lo llenó, después
una extraña sensación de familiaridad. Takeyuki no sabía por qué. Finalmente su corazón ardió hasta su centro como una flama, y su cuerpo se estremeció tanto que le estaba costando respirar.


Takeyuki sostuvo la mirada del hombre sólo un breve momento. Cuando recobró el sentido el hombre corría al lado del camión, parecía cazar a Metahat, quien al parecer huía frente al camión.
—¡¡Metahat! ¡Detente! —gritó sorpresivamente el hombre en
forma autoritaria, dominante. El camión saltó y lentamente bajó la velocidad. Probablemente porque el grupo de camellos al frente se había detenido, como el hombre había ordenado. El camión pronto se detuvo también. Takeyuki se asomó al frente
abriendo un poco la lona, para ver lo que sucedía.
El hombre desmontó elegantemente. Era alto con una maravillosamente proporcionada constitución. Tenía un cuerpo que otros hombres no podrían evitar envidiar. Metahat bajó del
camello y se acercó. Caminaba revelando el miedo que
trataba de esconder, pero su servilismo y astucia eran
palpables. Quería lograr la paz con adulación si fuera preciso.
—Hola, Halcón del Desierto…. Zayid, hace tiempo que no
nos veíamos.
—Así es, parece que has estado metiendo tus sucias manos
de nuevo en corruptos negocios, desde la última vez que nos vimos.
—Los dos hablaban en inglés, aparentemente el nombre
del hombre era Zayid. Se veía tan calmado, haciendo ese
sarcástico comentario a Metahat, el líder del grupo de
bandidos, mostrando cuán valiente era. Sería otra cosa si el hombre contara con el mismo número de aliados, pero parecía confiar en que podía contra los seis. Zayid no se apocaba por nada, al contrario, actuaba reservado. Metahat, era el que quería terminar con eso rápido. Su alias, “Halcón del desierto”
parecía realmente quedarle.
—No estoy involucrado en nada deshonesto —murmuró
Metahat, obviamente mintiendo. Parecía asustado por no poder esconderle las cosas a Zayid. ¿Quién era ese hombre?
¿Siempre cabalgaba por el desierto solo, o usualmente tenía más hombres con él? De cualquier manera, de acuerdo a como se comportaba Metahat, debía haber tenido muy malas experiencias con él en el pasado.
—¿Oh? —Zayid entrecerró los ojos sospechosamente, el
resto de la cara estaba cubierta con la tela que ocultaba su expresión, excepto su mirada. Naturalmente Takeyuki los veía. Su voz era también amortiguada por la tela, así que era difícil
adivinar su humor. Lo siguiente que dijo Zayid hizo que el corazón de Takeyuki saltara un latido.
—¿Entonces quién está en la caja de tu camión?
El corazón de Takeyuki empezó a acelerarse frenéticamente. En ese momento la conversación había dejado de ser impersonal. Dependía de la respuesta de Metahat, lo que
Zayid haría, y lo que podría sucederle a Takeyuki.
—Oh, él es un huésped de nuestro jefe —Metahat explicó
descaradamente—. Es un hombre asiático que vino a aprender sobre nuestra cultura nómada. Adam, de la agencia de viaje de Ismail, me lo presentó, y yo sirvo como su guía.
No, él está mintiendo Takeyuki estaba al borde de gritar
mientras seguía agarrando la lona, cuando sintió que el camión se balanceaba. Antes de que Takeyuki se diera cuenta el hombre delgado había subido y sostenía su cuchillo en la
garganta de Takeyuki. La piel en el cuello de Takeyuki se sentía helada como el hielo.
El hombre lo veía con unos aterradores ojos que parecían decir “si hablas, te mato”, fuerte y claro. En cualquier caso
Takeyuki no estaba seguro si Zayid era un enemigo o un aliado.
Incluso si buscara su ayuda podría sólo meterse en más
problemas, así que estaba en apuros de cualquier manera. Su instinto le decía que era mejor irse con Zayid que quedarse con la banda de bandidos, pero eso era simplemente porque estaba hipnotizado por la magnífica apariencia del hombre y la
manera como cabalgaba, su opinión para nada estaba
basada en la observación del real carácter de Zayid. Era
peligroso juzgar a una persona por su apariencia. Zayid podría ser completamente cruel hasta donde sabía Takeyuki. Podía imaginar que Metahat estaba actuando tan comedidamente por alguna razón. Sólo la insinuación de esa posibilidad, indicaría que Takeyuki requeriría más valor para decidir entre ellos dos.
—Ya veo —contestó Zayid lentamente, aparentemente
ignorando totalmente la amenaza contra Takeyuki en el interior del camión. La mirada de Takeyuki se deslizaba del cuchillo en su cuello a la negra lona que cubría el camión—. Pensé por un momento que podrías tener una mujer, pero dices que es un hombre, en ese caso no puedo imaginar que lo secuestres para ofrecerlo como regalo al jefe de una tribu rival. Estoy seguro de que es justo lo que dices, Metahat.
—Seguro que es así, Zayid. ¿Alguna vez te he engañado
antes? ¿Incluso no te dije que la banda de Zard estaba vendiendo criminalmente su mercancía a los turistas? ¿No me dijiste que yo merecía ser convenientemente recompensado por eso?
—Hmmph —Zayid bufó altivamente—. Tienes toda la razón, te detuve porque pensé que tendrías algo interesante, y eso atrapó mi mirada. Pero si todo esto es lo que parece, es
inapropiado molestarte—. Con eso Zayid se dio media vuelta.
Caminó lentamente hacia su caballo, parecía que iba a
montar e irse pero abrió la alforja de su montura y sacó dos botellas de vino, le dio una casualmente a Metahat. Él leyó la etiqueta de la botella y silbo.
—Este es muy bueno, ¿cómo conseguiste un vino como
éste? ¿Es contrabando?
—Tienes razón —Zayid admitió fácilmente. Sus ojos no
sonreían del todo pero su voz sonaba alegre—. Esto es una señal de mi aprecio, para ser compartido sólo en ocasiones
especiales. Siento haber detenido a tu banda con injustas sospechas. Espero que esto lo repare.
—Oh, está bien. Todo el mundo comete errores, después de
todo, ya está olvidado. Pero acepto esto como señal de tu
amistad.
—Aprecio eso, en ocasiones nos encontramos en lados opuestos, pero la mayoría de las veces trabajamos juntos. ¿No es eso correcto, mi amigo?
—Correcto —Metahat infló su pecho con aire de importancia. Sostenía la botella de vino segura en su puño. Se veía realmente feliz. Debería de estar muriendo por algo de
alcohol.
—Me voy entonces, que tengan un viaje seguro. —En esta
ocasión Zayid colocó su pie en el estribo y subió al lomo de su caballo. El caballo relinchó. Incluso después del magnífico
galope que había efectuado antes, se veía como si pudiera
recorrer grandes distancias de nuevo sin una ligera queja. Zayid lo giró en la dirección por la que había llegado.
Cuando estuvieron seguros de que se había ido todo el mundo en la banda soltó el aliento que había estado conteniendo. Su alivio era palpable. Se oyeron murmullos en árabe mientras hablaban entre ellos. El hombre que sostenía el
cuchillo contra el cuello de Takeyuki se relajó y guardó el arma en su funda. Entonces, dándole una última mirada a Takeyuki, salió del camión.
El motor del camión se encendió y se alejaron. La caravana avanzaba una vez más. Todo el mundo estaba de buen humor, probablemente porque ganaron un inesperado suvenir. Eso, y el alivio de haber salido sin incidentes. El camión iba tan lentamente que mecía a Takeyuki de adelante atrás mientras pensaba en Zayid, los elegantes modales del hombre, se veía mucho más joven que Metahat pero poseía una incomparablemente poderosa personalidad y autoridad.
¿Quién era ese hombre? ¿Por qué escondía su cara detrás de esa tela? Sus azules ojos quemaban en la mente de
Takeyuki. Eran hermosos, y brillantes. Takeyuki sentía que había visto esos ojos en algún lugar antes, pero no recordaba dónde.
Estaba en la punta de su lengua. Pero él solo no podía llegar al recuerdo.
En todo caso Zayid se había ido. Nadie vendría ahora a
salvar a Takeyuki. Su hermano seguramente estaría desesperado buscándolo. No había manera de decirle a Atsushi dónde estaba. Takeyuki se sentía frustrado y jaló su sucio cabello duro de arena. Al pensar que pasaría otra noche en el campamento en el desierto, sintió tristeza, dolor y miedo, y quiso llorar.
Extrañaba su suave cama. Takeyuki era el hijo mimado de una acaudalada familia y estaba acostumbrado al lujo. Todo el mundo le había dicho antes que podía pasar esto, pero dada la situación actual él ya no podía negarlo a pesar de su vergüenza.
Después de que Zayid sorpresivamente apareciera, el día transcurrió tranquilamente. Igual que el día anterior cuando el
sol comenzó a ponerse decidieron buscar un lugar donde acampar y detener su avance. En esta ocasión no había rocas, sólo suaves ondas de la arena. Los hombres levantaron una gran tienda de campaña en la arena. Ellos podrían dormir en el interior esa noche. Extendieron tres alfombras sobre la arena,
dentro de la tienda de campaña. Construyeron un rústico horno afuera de la tienda y comenzaron a preparar la cena. Todos,
explicablemente, estaban acostumbrados a trabajar
eficientemente juntos.
Takeyuki fue dejado en la caja del camión, como de costumbre. Necesitaba levantarse y estirar los brazos y finalmente las piernas, eso era inaguantable. Si seguía de esa forma sentía que sus piernas ya no lo sostendrían más. Metahat ya no prestaba atención a las necesidades de Takeyuki. Eso era una precaución en caso de que Takeyuki decidiera escapar. Él sería entregado al día siguiente al jefe de la otra tribu. Así que
sonriendo maliciosamente le había dicho a Takeyuki que le
hiciera sus demandas al jefe Azzawar.
Cuando los preparativos de la cena terminaron, la fiesta
comenzó. Los hombres abrieron la botella de contrabando que les había dado Zayid y bailaron y cantaron alrededor del fuego.
Takeyuki tembló de frío y se acurrucó bajo la manta. Un hombre le llevó un plato de comida y un vaso con vino. Pero él sólo tomó la comida y rehusó el vino. Si pudiera beber, en ese momento bebería hasta emborracharse, pero su cuerpo se rehusaba el vino. Takeyuki sabía que se arrepentiría si lo aceptaba. Incluso si sólo tomara un trago no se escaparía de sufrir al día siguiente. Todavía recordaba cómo vomitaba y sufría, así que no se sentía con deseos de beber.
El hombre se fue. Todo el mundo estaba platicando y
estaban realmente felices, parecía que había pasado mucho tiempo desde que habían tenido alcohol, el cual les daba esa sensación de libertad, y les permitía relajarse. La charla y canciones siguieron por más de una hora. Pero la siguiente vez que Takeyuki se percató, todo estaba en silencio.
Después de cenar Takeyuki se había quedado dormido, pero algo lo había despertado. Todo estaba extrañamente tranquilo alrededor. Pensó que el banquete había sucedido sólo
un momento antes. Eso no era natural. Se levantó y se asomó hacia afuera de la caja del camión para mirar. Se sentía inquieto e incluso preocupado ante la posibilidad de que lo
hubieran dejado abandonado. Quería huir pero no ser
abandonado. Afuera estaba muy oscuro. No había luna esa noche. Sin la luna incluso las estrellas palidecían, quizás estaban cubiertas por las nubes.
El fuego se había apagado. Eso era más extraño. Takeyuki
estaba seguro de que el hombre en turno mantenía el fuego
encendido. Ellos nunca habían dejado de vigilarlo, de día o de noche, incluso cuando estaban en movimiento. Algo inusual
estaba sucediendo.
Sus tobillos seguían atados. Takeyuki, apoyado en sus manos y rodillas, se estremeció. ¿Qué debo hacer? Ahora parecía buen momento para correr, pero qué con sus pies, tenía que encontrar un cuchillo para cortar la soga de algún modo. No podía hacer nada en esa oscuridad. Justo entonces oyó el ruido
de alguien acercándose.
—¿Qu-quién está ahí? —gritó Takeyuki. Alguien lo silenció
advirtiéndole—. ¿Atsushi?
—Esa no era la manera en la que actuaría su hermano. Pero Takeyuki no podía imaginar quién podría ser. La persona no dijo nada.
El temor de Takeyuki aumentó y se alejó de las sombras y de
la oscuridad. Cuando estaba haciendo eso un brazo le rodeó el torso.
—¡No! —Takeyuki pensó que alguien se lo llevaría de nuevo
y entró en pánico. Sus manos ahora estaban libres, las movía en la oscuridad. Takeyuki no podía ver nada, sólo el débil contorno de una persona. Takeyuki estaría bien, quien quiera que fuera podría evitarlo. Takeyuki incluso no había rozado a la persona, y
antes de darse cuenta era cargado fuera del camión.
—¡No! ¡Déjame ir!
—Quédate quieto —Asustado por la profunda y amenazadora voz, el corazón de Takeyuki inmediatamente se aceleró. La persona no le había gritado ni actuado con violencia, pero le había hablado con una aterradora autoridad.
Takeyuki repentinamente recordó al hombre de esa tarde, Zayid.
—¿Z-Zayid? —preguntó débilmente, pero el hombre lo
ignoró. Pero como tampoco lo negó, Takeyuki estuvo seguro de que el hombre que lo cargaba no era otro más que Zayid.
¿Pero, por qué? Sus pensamientos eran un caos.
Takeyuki le suplicaría, se sentía a punto de llorar. No se
había permitido esa libertad debido al orgullo y la vergüenza.
Llegar a la seguridad de su casa era su prioridad. Se
preocuparía por lo demás después.
—Por favor... déjame regresar a mi país. Ya no quiero ser
pasado a ningún lugar.
—Ya te dije que te callaras —el hombre lo reprendió, ignorando las afligidas palabras de Takeyuki. La voz no era clara debido a la tela, pero era definitivamente la voz de Zayid que oyera esa tarde. Con todos dormidos, Takeyuki se obligó a cerrar la boca, a pesar de su desconfianza. ¿Qué esperaría conseguir ese hombre?
Según lo que había visto Takeyuki esa tarde, él había
actuado como amigo de Metahat, pero en secreto había planeado secuestrar a Takeyuki cuando la noche cayera y
todos estuvieran dormidos. Takeyuki estaba asombrado de la determinación y la astucia del hombre. Su secuestrador en esta ocasión era sólo un hombre, pero Takeyuki sentía que podía ser más difícil escapar de Zayid que de Metahat y sus hombres, y
eso aumentó su depresión. La situación se estaba poniendo más y más imposible. El miedo de nunca poder regresar al Japón en su vida inundó la mente de Takeyuki.
Zayid sostenía en sus fuertes brazos a Takeyuki y caminó en la oscuridad varios cientos de metros sin un simple tropezón, hacia donde esperaba su caballo negro. Una vez que dejó a Takeyuki en la fría arena, se quitó la tela de la cara. Los ojos de Takeyuki ya se habían acostumbrado a la oscuridad y pronto vio la desnuda cara de Zayid. Casi gritó. La forma de la larga nariz, y las grandes y suaves ondas del cabello. Y su cuerpo. Takeyuki
no podía ver los detalles, pero esa forma...
—¡Tú eres... el hombre del avión! —Ahí no había error.
Takeyuki apenas podía creerlo y veía a Zayid con la boca
abierta, su fastidiosa mirada y esa cara. Takeyuki recordaba
esos ojos azules fijos en él. Pensó que era extraño que no hubiera sido capaz de recordarlo antes. El hombre había dejado una profunda impresión en su mente, Takeyuki sólo podía pensar que se debía a que se encontraba distraído por los bandidos.
—¿Sabes montar? —preguntó Zayid, ignorando de nuevo a
Takeyuki. Claro, esa voz. No había duda en la mente de
Takeyuki de que era el hombre que abruptamente se había sentado a su lado en el avión y le había hecho una serie de
preguntas.
¿Por qué no me responde? El hecho de que no negara
nada debía significar que no escondía nada. Ese hombre era
inflexible y naturalmente irritaba a Takeyuki. Pero el tono de Zayid estaba lleno de autoridad. Eso no permitía resistencia, así que Takeyuki decidió esperar todo lo que quisiera decir y preguntar, y asintió en respuesta a la pregunta, aunque estaba
malhumorado.
—Si es necesario, puedo cabalgar de manera regular.
En el momento en que oyó la respuesta, Zayid sacó el
cuchillo de su funda. Acobardándose, Takeyuki se apartó. Sin una palabra de explicación Zayid cortó las sogas con un único corte de su cuchillo.
—Ahora escucha —Zayid hablaba mientras guardaba de nuevo el cuchillo en la funda en su cadera—. No pienses ni por
un momento en huir, ahora tú estás conmigo. De otra manera yo no puedo garantizar tu seguridad.
Su voz era aterradora, pero sus ojos hicieron que Takeyuki se
sobresaltara cuando brillaron en la oscuridad, sacudió la
cabeza como un títere. Si Takeyuki lo desafiaba, Zayid podría realmente matarlo. Él podía sentir la inquieta respuesta a eso en su piel. El cuerpo de Takeyuki se estremeció de miedo. Zayid
debió de haber pensado que había sido un poco duro y le
sonrió.
—Vamos —extendió la mano hacia Takeyuki.
Takeyuki contuvo el miedo, había estado amarrado mucho tiempo y sus piernas no respondían como él quería. Justo ahora no estaba seguro de poder ponerse de pie. Aún así rechazo el avergonzarte ofrecimiento, con una muestra de impotencia golpeó con sus nudillos la mano alejándola. Takeyuki pensó que era mejor confiar en sí mismo que en ese hombre de nuevo.
Zayid jaló a Takeyuki ayudándolo a ponerse de pie y después a colocar un pie en el estribo mientras lo sostenía de la cintura.
—Lo lograste.
Takeyuki asintió y en el siguiente momento, con una
impecable sincronización, sintió una mano en la parte de atrás de su pierna derecha ayudándole a levantarla al lomo del caballo. Takeyuki logró montar a horcajadas en el negro caballo árabe sin dificultad. Zayid montó detrás de él.
Sus cuerpos estaban muy cerca. Takeyuki sintió el pecho de
Zayid en su espalda. Su espalda picaba al sentir el calor del
hombre y su cuerpo se tensó cuando los brazos de Zayid lo
rodearon. Las mejillas de Takeyuki se ruborizaron, eso era muy diferente a él. No podía explicar por qué se sentía tan avergonzado de lo que estaba haciendo el otro hombre. Pero por alguna razón se sentía perturbado, y sentía cosquillas y vergüenza que le hacían imposible calmarse.
Zayid tomó las riendas y gritó: —¡Vamos! —El caballo
comenzó a correr.
El sonido de las pezuñas en la arena reverberaba en la
oscuridad de la noche. Llevaron el caballo atravesando el desierto a la medianoche. La tierra no se veía y Takeyuki tenía la sensación de ir volando. Era la misma sensación que cuando
montas una montaña rusa en un parque de diversiones.
—Sostente, no quiero que te vayas a caer —Zayid sostuvo
las riendas con la mano izquierda y pasó su mano derecha por el abdomen de Takeyuki, acercándolo más a su cuerpo.
—Uh, Zayid… —Takeyuki estaba abochornado por cómo le
presionaba, la ingle de Zayid presionaba contra su cóccix.
Takeyuki nunca había sentido un cuerpo tan cerca antes. Su voz estaba llena de vergüenza.
—¿Qué sucede?
Takeyuki parecía ser el único que se sentía de esa manera,
Zayid aparentaba no pensar nada de eso. Sus sentimientos eran completamente normales al cabalgar juntos. Ahí no había absolutamente ningún significado, y parecía estar
desconcertado de que Takeyuki se mostrara molesto por eso.
—¿A dónde vamos? ¿Qué vas a hacer conmigo? —
Takeyuki se cubrió a sí mismo con esas preguntas.
Zayid sólo bufó y no contestó. Quizás no había decidido qué
hacer, y sólo había robado el premio de la banda de ladrones bajo sus narices por diversión. Si ese era el caso, a Takeyuki le asombraba la gracia de Zayid bajo presión y su desvergonzada arrogancia.
—¿Has estado vigilándome desde el viaje en avión? —a
Takeyuki le molestaba el silencio y presionó por conversar de nuevo. Esperaba entender las intenciones de Zayid un poco mejor y las vergonzosas sensaciones. Metahat hablaba bien el inglés pero no se sentía con deseos de hablar con él. Takeyuki
quería conocer la opinión de Zayid sobre una variedad de
temas, el hecho de que Zayid hubiera iniciado la conversación con él en el avión sostenía su impulso.
Takeyuki recordó cómo Zayid iba impecablemente vestido,
obviamente con un traje costoso y en un vuelo internacional en primera clase, no tenía idea de que pudiera estar mezclado con bandidos del desierto. Ciertamente no había pensado que Zayid fuera un hombre de negocios normal, pero su imaginación no había ido más allá de considerar que era un actor, un artista o algo como eso. Pero aquí era un ladrón conocido como el
“Halcón del desierto”. Un hombre al que temía el jefe de una peligrosa banda de bandidos. Takeyuki supuso que estaba completamente fuera de lugar. Su cabeza estaba dando vueltas.
—No bebiste nada de vino, ¿no es así? —comenzó Zayid su
propia línea de conversación sin contestarle a Takeyuki.— No tomaste nada en el avión, así que sospeché que no beberías ni aunque te ofrecieran. SI hubieras bebido, secuestrarte hubiera
sido más difícil. Agregué un sedante al vino.
Así que él lo había planeado después de todo. Takeyuki no
sabía desde cuándo Zayid estaba trabajando en la idea, pero había preparado el vino con el sedante, esa sola acción era asombrosa.
No se detuvo a regodearse con su propio ingenio. Zayid
continuó fríamente. —La gente caería como una roca cuando
quedaran inconsciente y yo podía tomarme mi tiempo para llevarte. Para Aslam es algo bueno que seas como un niño.
—¿Un niño? —las palabras de Zayid hicieron que Takeyuki
olvidara la situación en la que se encontraba y saltara su
temperamento. Protestó fuerte y se giró para verlo a la cara,
pero cuando lo hizo su cuerpo se inclinó a un lado.
—¡Idiota! —Si la mano de Zayid no lo hubiera detenido,
Takeyuki hubiera perdido el balance y se hubiera caído mientras el caballo galopaba. Zayid reacomodó a Takeyuki
sorprendido—. ¿Por qué te giraste tan sorpresivamente? ¿Tienes dificultades para controlarte, niño? ¿Cuál es el problema de que te diga así cuando irreflexiva y absolutamente sin pensar
actúas como un niño? Trata de ser razonable.
—Yo-yo-yo te juro que nadie siquiera me ha hablado de esa
forma antes. —Takeyuki estaba tan enojado que no podía
hacer que las palabras salieran de su boca. Trató de objetar
incoherentemente, pero Zayid volvió a ignorarlo.
Zayid llevaba a Aslam a galope. Takeyuki era más ligero que
la mayoría pero aun así, el caballo iba a gran velocidad,
considerando que llevaba a dos personas en el lomo.
—Pronto estaremos en mi escondite —parecían que ellos
hubieran estado montando por siempre cuando Zayid dijo eso.
Takeyuki entrecerró los ojos y vio el panorama, mientras
enfocaba vio el débil pero seguro contorno de un objeto. Eso no era un interminable camino ni un abultamiento en la arena, eso era un desorden de piedras y rocas de todos los tamaños. Los ojos de Takeyuki simplemente se abrieron más al ver en silencio un grupo de rocas que aparecieron sorpresivamente en el desierto, sin nada sobresaliente en ninguna dirección. Rodearon una roca que parecía un tazón puesto de cabeza. Otra roca
había sido erosionada hasta parecer un hongo y otra como una mesa...
Zayid parecía dirigirse hacia una roca de forma oblonga
que estaba al final. Cuando se acercaron, Takeyuki pudo ver
que a un lado había un hueco que la naturaleza había labrado también.
Zayid detuvo su caballo frente a su escondite y desmontó.
—Vamos —dijo, estirando ambos brazos hacia Takeyuki.
Takeyuki no tuvo tiempo de dudar, los brazos de Zayid le
ayudaron a bajar del caballo. Estaba consciente de que no
hubiera logrado bajar del caballo por sí mismo, así que su testarudez no era buena.
—Eso es, buen chico —desconociendo completamente el monólogo interior de Takeyuki, Zayid sonrió y lo trató como si fuera un niño. Takeyuki estaba comenzando a entender poco a poco la personalidad de Zayid.
Zayid señaló con un movimiento del mentón que lo siguiera y él lo siguió de mala gana. No tenía elección, sólo hacer lo que el hombre decía. Takeyuki no podía adivinar dónde se encontraba ahora. Para donde viera no había más que arena y rocas, no era tan imprudente como para tratar de huir de ese lugar, cuando no sabía ni para qué dirección correr.
Llegaron a la abertura que era más grande de lo que él
había pensado y Zayid entró fácilmente, a pesar de sus anchos hombros. Había un pequeño espacio justo en la entrada, pero  Zayid continuó hacia el interior. El camino hacía una curva a la
derecha. Cuando llegaron a ese lugar había un tipo de
oscuridad diferente y los pasos de Takeyuki eran vacilantes.
Zayid había tomado una vela de la alforja de su caballo antes, como si anticipara la reacción de Takeyuki, e iluminó el área.
Estaba frío adentro, pero el interior de la cuerva era como una cabaña de piedra. El aire era seco pero parecía que tenía ventilación. Cuando Takeyuki logró enfocar notó una ligera
fragancia oriental en el ambiente, como si se hubiera quemado perfume. Caminaron un poco más y de nuevo llegaron a un espacio abierto.
El nuevo lugar era mucho más grande y alto que el que
estaba junto a la entrada. Takeyuki vio con sorpresa el tamaño, las paredes del interior eran blancas piedras calizas. Arena seca cubría el piso igual que una alfombra. Las partículas de arena se
sentían más finas y suaves que el resto de la arena del área.
Zayid debió llevarla ahí con algún propósito.
¿Quién es este hombre? La misma duda resurgía en su
cabeza. Obviamente no estaba perdiendo el tiempo. Si podía
hacer algo como eso, indiscutiblemente tenía algo de poder.
Mientras Takeyuki seguía en silencio, sus pensamientos daban vueltas en su cabeza. Zayid estaba prendiendo un fuego en la
parte más lejana del área. Parecía que el espacio para el fuego era siempre el mismo, las piedras alrededor ya estaban negras a causa del hollín, había también una abertura para que el humo saliera. Gracias al fuego la cueva se veía más brillante.
—Toma asiento y espera ahí.
—“Ahí” era una hermosa
alfombra con un patrón hecho a mano que Zayid señaló.
—¿A dónde vas? —gritó Takeyuki cuando Zayid regresó de nuevo hacia el pasaje, repentinamente estaba preocupado de que lo dejara solo ahí, y para ser honesto se sentía un poco solitario.
—Voy a amarrar a Aslam detrás de alguna roca y darle
comida y agua. Regresaré, no te preocupes, no voy a dejarte
aquí y desaparecer.
—O-oh ya veo, yo realmente no estaba preocupado, solo
preguntaba.
—Ah. —El hombre sonrió divertido.
Parecía estarse riendo en silencio de nuevo de lo infantil de Takeyuki, y su ira fluyó, estaba avergonzado. Sin importar lo que hiciera, Zayid irritaba a Takeyuki. Zayid empezó a reírse de la
expresión de Takeyuki. Parecía como si se burlara de él.
¡Soy un adulto! Takeyuki veía la espalda del hombre que
se iba mientras se dirigía a la alfombra que se le había indicado con una irritada expresión. Le tomó un rato que desapareciera su resentimiento e irritación. No podía calmarse, pero mientras,
esperaba solo en ese cuarto, en silencio, al hombre que había
prometido regresar. Su sentimiento de soledad creció y olvidó su ira. En su lugar las caras de todos a los que extrañaba inundaron
su mente unos después de otros.
Su hermano mayor Atsushi. Su cuñada Masako, el embajador Kusunoki. Mustafá. Quería ir a casa tan urgentemente que las lágrimas inundaron sus ojos. Takeyuki no quería llorar pero sus ojos actuaban solos. Se los secó reciamente con el dorso de la mano.
—Ow… —Su mano estaba cubierta de arena y algunas
partículas entraron en su ojos. Sus lágrimas caían más rápido ahora.
—Ey… —Una mano tomaba su hombro desde atrás.
Qué espantoso momento.
Takeyuki se soltó del agarre de Zayid y gritó. —No es nada —
no pudo evitar que su voz se oyera llorosa, pero lo odió de todas formas—. Sólo me cayó algo en los ojos.
Eso era completamente cierto, pero sonó como una excusa. Y por cómo se sentía Takeyuki, Zayid tenía que haber
pensado que era una excusa.
—Déjame ver.
—¡Ey!
Zayid tomó el mentón de Takeyuki y le levantó la cara.
Takeyuki vio rencoroso a Zayid con sus ojos llenos de lágrimas.
Una vela estaba prendida detrás de ellos, iluminando los ojos de Zayid que parecían brillar y le recordaban a Takeyuki la profundidad del mar. Su ardiente mirada llegó profundo en el corazón de Takeyuki.
Zayid claramente no lo molestaba por malicia. Ni lo
atormentaría, sin una razón para hacerlo, Takeyuki lo creía.
Quizás esa era la magia de esos ojos azules.
Zayid acercó sus labios a la cara de Takeyuki. Takeyuki veía la hermosa cara, olvidando incluso cerrar los ojos. Había sentido eso en el avión también, lo atractivo que Zayid era, de una manera masculina y galante. Ahora ese hombre estaba tan cerca que Takeyuki oía el pulso de su corazón.
Zayid acunó las mejillas de Takeyuki entre sus manos.
Takeyuki estaba como prisionero del hombre sin que él lo notara al principio. Era difícil creer lo que sucedía.
Zayid besó suave y brevemente uno de los ojos abiertos de
Takeyuki. Takeyuki no sabía lo que estaba sucediendo. Antes de que Takeyuki saliera del shock, Zayid besaba el otro ojo.
Extrañamente sus ojos dejaron de doler, era como una extraña magia.


—¿Qu-qué haces? —El acto fue tan totalmente inesperado
que la bravata desapareció de la voz de Takeyuki, todo lo que pudo hacer fue murmurar.
—Dijiste que le lastimaste los ojos.
—Sí, pero...
—Ya no te duelen más, ¿es así?
—...supongo que no.
—¿Cuál es tu nombre?
Takeyuki parpadeó confundido, ellos estaban hablado de
sus ojos, cuando sorpresivamente Zayid le preguntó su nombre,
no podía procesar la pregunta.
—Takeyuki Onozuka.
De alguna manera contestó obedientemente, porque
había perdido la voluntad de resistirse al hombre. Al menos por esa noche.
—Takeyuki, ¿hmm? —Zayid repitió el nombre como
saboreándolo. Eso enterneció a Takeyuki.
Metahat no se había molestado en saber cuál era el nombre de Takeyuki. Eso era porque no veía a Takeyuki ni siquiera como un humano. Pero Zayid le había preguntado su nombre y lo había pronunciado correctamente.
Él no era una mala persona.
Takeyuki podría estar precipitando conclusiones después de pequeñas cosas, pero quería confiar en sus instintos. Quizás ya había caído bajo el hechizo del misterioso y guapo “Halcón del Desierto”
—Takeyuki —quizás se lo estaba imaginando pero el tono con que Zayid decía su nombre estaba lleno de profunda
emoción. Claro, Takeyuki podía pensar que era sólo porque
estaba en un estado emocional sensible. Zayid no tenía razón
para tener ningún sentimiento especial hacia Takeyuki. Ellos sólo estaban reunidos. Y ni siquiera era una reunión. La primera vez que se encontraron estaban en el mismo avión. Casi no se
habían relacionado uno con el otro.
Zayid acarició la mejilla de Takeyuki con el dorso de su
índice. El dedo de Zayid era largo y suave. Se sintió bien al ser tocado por él. Él realmente sentía amar a ese misterioso
hombre. ¿Es eso raro? Se preguntó Takeyuki. Quizás estaba intoxicado por algún aspecto del hombre, en quien incluso no estaba seguro de poder confiar. Takeyuki estaba sorprendido.
¿Qué era exactamente lo que Zayid quería? Quizás tenía
talento para capturar los corazones de la gente.
Zayid se detuvo y se separó lo suficiente de Takeyuki, como
si quisiera decir algo, al final dijo: —Es tiempo de que duermas.
Se separó y fue por un cobertor de una pila en un nicho en
la pared de la cueva. Takeyuki lo tomó sintiendo la suavidad del material y la diferencia con la grosera tela del que había usado en el camión. Éste era más grande y parecía más cálido.
Cuando tomó el cobertor sorpresivamente sintió el sueño que tenía.
Takeyuki se acostó en la alfombra, se cubrió con el cobertor y cerró los ojos, esa noche sus piernas estaban libres. Sólo eso lo hacía feliz. Zayid se acercó y Takeyuki lo oyó sentarse directamente en la arena.
—Buenas noches —le murmuró al oído. Takeyuki liberó una
profunda y relajada respiración y cayó dormido.



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